Por María Paulinelli *
Y la Naturaleza, también, es parte de la crisis
Amazonia. Viaje al centro del mundo de Eliane Brum invita a pensar el vínculo ambiente-comunidad desde el ejemplo de quienes “desobedecen a los devoradores de mundos y urden la revuelta”. Un modo de imaginar un futuro de supervivencia.
¡Hola!
Y vuelvo, otra vez vuelvo… para seguir pensando este tiempo que vivimos, para seguir involucrándonos con esas voces que interpelan y cuestionan, para entendernos y entender así, las miradas sobre el mundo.
El brillo incandescente que tiene la pantalla me incita a decir, a conversar, a plantear distintas cuestiones con ustedes. Ustedes, que me leen y buscan comprender lo que les digo. Ustedes, que me acompañan en este recorrido por las palabras de otros que quieren ser leídas como una posibilidad de entender el mundo y así… así hacerlo más humano.
Hablábamos de la naturaleza desordenada en el desarrollo de sus ciclos, con esos desconciertos que afectan al planeta en formas diferentes, con transformaciones que afectan al desarrollo de la vida, con una crisis nimbada de irregularidades y de inseguridades.
Nosotros –los humanos– que siempre nos creímos los dueños de la tierra, de pronto nos encontramos indemnes ante el desbarajuste a que estamos sometidos. Mudos, nos preguntamos qué hacer, cómo conjurar la situación de ese desmadre.
Y entonces… entonces, escucho esa voz que responde a mis preguntas. Una voz que responde y me incita a escucharla y a entender la experiencia trasuntada en este texto. Este texto que me dice y dice Eliane Brum, la latinoamericana enamorada de la vida. La Amazonia, se titula. Viaje al centro del mundo, se subtitula.

Lenguas y cuerpos
Una experiencia fulgurante resulta la lectura. No solo por la experiencia de una escritura que se acomoda a otras formas distintas de existencia, sino también, por la agudeza de una mirada hacia el futuro. Un nuevo tiempo. Una mirada que define estas transformaciones, pero lo hace desde el protagonismo de esa primera persona que musita. Es, por eso, que define el banzeiro, esa zona donde el río se embravece. Y continúa: Banzeiro no tiene sinónimos, tampoco traducción. Banzeiro es lo que es. Y está donde está. Pero, explicita: Desde que en agosto de 2017 me mudé a la Amazonia, el banzeiro ha pasado del río a mi interior. No tengo hígado ni riñones, ni estómago como las demás personas. Tengo banzeiro. Dominado por el remolino, mi corazón late en círculos concéntricos, a veces, tan rápido que no me deja dormir por la noche.
Por eso enuncia: Asumirla es la única condición posible para escribir un libro como éste, una narración en la que busco ponerme en otras pieles, aunque al final, a pesar de todos mis esfuerzos, sólo me quede la mía, cada vez, más incómoda y demasiado ajustada para que un cuerpo que se deforma.
A esa transformación en su cuerpo, se le suman nuevas visiones sobre el mundo. Al concepto de la civilización occidental con un desarrollo lineal, le sucede, ahora, la desestructuración, la deformación. Explica: Y desestructurarse es arriesgado, porque una vez que ocurre ya no hay vuelta atrás. Significa que ya no te conformas con una estructura de pensamiento único, por lo que nunca volverás a sentirte cómodo, tal vez ni siquiera podrás ser coherente otra vez. Te descubres desformado.

Esta imposibilidad de volver atrás, esa deformación es lo que explica ese acierto en la estructura del texto.
La escritura está des-formada. No hay una linealidad que ordene los capítulos y sus títulos. Los treinta y cinco capítulos se enumeran con sistemas diferentes. Números sin orden, años en algunos casos… Tampoco los títulos responden a las convenciones. Sin mayúsculas, algunos responden al contenido, otros transcriben afirmaciones. Eso también, explica la carta que cierra el texto: una carta sobre el fin de los mundos pero sin punto final.
El diseño también participa de esta enunciación. Para mostrar el silencio del río luego de ser dinamitado, deja una hoja en blanco, representando así, ese vacío. Y todo queda en silencio, había dicho. Y… queda en la ausencia de palabras y de imágenes.
La escritura es el resultado de esta transformación en las visiones. Una y otra vez, en el texto se lo enuncia. Escribir es dejar marcas también en mi cuerpo. También hay palabras cicatrices en mí. De igual modo me convierto en un libro de cabecera.
Justifica, entonces, las modalidades que adopta el lenguaje en esta transformación del mundo. No hay refugio en una lengua como lenguaje, ni una lengua como visión del mundo. Creo que esta es una condición común a todes, aunque muches no se den cuenta. Solo es posible, siendo translingüe y translenguaje. Las lenguas y el lenguaje son cuerpos, si no nuestro propio cuerpo.
Es por eso, que reflexiona más adelante: Por no hablar del lenguaje neutro en cuanto al género que intento adoptar en este libro, buscando a tientas, pero aceptando el reto de tantear y buscar, desechando así el binarismo contenido en términos como humanos/ humanas para traducirlo a la translengua/ lenguaje de les humanes. Por eso el uso del lenguaje inclusivo, además de términos que indican estos cambios.
La selva y sus escrituras
Cierra el texto, detallando las distintas modalidades de los enunciados: Estas páginas son cualquier cosa menos el libro definitivo sobre la Amazonia (o sobre mí). Mi escritura transpira, atravesando campos de conocimiento, experiencias, geografías, personas sensibilidades, tiempos. Cuerpos. Mi escritura transpira. Termino este libro en el medio.
No es un libro definitivo ni puede serlo. Así afirma: Porque, aunque sé que no podré reforestarme por completo, soy un cuerpo en transmutación: del orden capitalista de los individuos, al orden indeterminado de la selva, donde lo que les pasa a los demás me pasa a mí.
Me he detenido en estas particularidades de la escritura que ratifican ese compromiso de viajar al centro del mundo como especifica el subtítulo.
Importantes. Relevantes. Definitorias de una toma de posición que avanza desde la formulación misma del mensaje al compromiso con una diferente toma de posición frente a la naturaleza y al mundo de los humanos.
Pero, volvamos al comienzo del texto. Dijimos su título: Amazonia. ¿Qué significa esta palabra? Amazonia designa un espacio de Brasil. Un espacio geográfico que es también un espacio cultural.
Así dice: Una parte de la Amazonia es selva cultural, lo que significa que ha sido esculpida a lo largo de miles de años sobre todo por humanes, pero también por no humanes, los que llamamos “animales” en su interacción con su entorno. …. Pero especifica: Y no por todos los seres humanos, sino por los mismo que hoy mantienen en pie lo que queda de la selva y son asesinados por ello: los indígenas y, en los últimos siglos, los pueblos conocidos como beiradeiros o “ribereños” y “quilombolas”, los descendientes de los esclavos afroamericanos huidos.
Este término también, designa un proyecto ideológico político Amazonia Centro del Mundo. Definido así: Es una propuesta para refundar a los humanes con el fin de crear un futuro en el que sea posible convivir con humanes y más–que–humanes. Esta idea mueve, esta idea es una palabra que actúa.
Un proyecto que se identifica en los agradecimientos finales: A todes aquelles, humanes y más –que– humanes, que desobedecen a los devoradores de mundos y urden la revuelta.

Y entramos en el texto, en esa increíble multiplicidad de enunciados que se expanden en círculos concéntricos… y a los cuales se vuelve, se reconoce y se reitera. Esos enunciados que interactúan desde el protagonismo de Eliane, con el recorrido de los tiempos de la Historia, y, a la vez, con la enunciación de conceptos que justifican y posibilitan una comprensión de lo propuesto.
Y allí, también, las figuras incandescentes de quienes construyeron y construyen un mundo diferente. Los sujetos del cambio, que no podían ser solo humanos, sino que también, son aquellos más–que–humanes. Tampoco solo seres individuales, sino también, los colectivos. Grupos, movimientos, generaciones.
De ahí los conceptos que pivotean estas miradas que se expanden. Conceptos como blanco, enemigo, mercancía, tomados desde la concepción del idioma yanami en la palabra napë. Comparten esa misma palabra, sus significados no son distintos sino que se confunden. Se convierten en otros que son lo mismo, explica.
Leo nuevamente. No hay identificación, como hacen los sinónimos. Ahora, los significados se confunden, se convierten en otro que son lo mismo. Curioso reconocimiento del poder de la palabra. Se nombra y no solo se crea una realidad que es discursiva, sino que se transforma en otras significaciones al nombrarla.
No puedo dejar de expresar mi admiración por la trascendencia del lenguaje en todo el texto. Increíble. El mundo cambiará también, desde las palabras que lo nombran, me digo. Lo reitero.
Entonces, señala, estas significaciones transformadas que integran la realidad que aparece, que tiene que invadirnos, abarcar el mundo entero. La selva, los hombres de esa selva, las mujeres– en esa identificación entre violación y reforestación–, los entes y entre de la naturaleza…
Imágenes que nos subyugan en esa transformación que la mirada tiene sobre el mundo.
El capitalismo y su relación con la destrucción actual de la naturaleza, ocupan un espacio recurrente en todo el texto. La vinculación con el mercado, y su utilización por parte de regímenes liberales –y aún con cierto nivel de democracia– ha llevado a este colapso climático, hoy día. Así dice: En la actualidad la selva se acerca peligrosamente al punto de no retorno, el momento en que el bosque pluvial deja de ser bosque pluvial y no es capaz de desempeñar su papel de regulador del clima.
Amazonizar el mundo
El texto vuelve una y otra vez, a señalar las particularidades de esta situación. Particularidades que se escalonan en el transcurso de los siglos. La conquista, la colonización, la contaminación con los proyectos de expansión occidental, y con eso la irrupción del mercado en todos los niveles de la vida de los pueblos.
Por eso, denuncia, especifica, justifica. El colapso climático se origina a partir de este enorme malentendido: una minoría dominante que entiende el río, la montaña, la tierra como recurso y mercancía, y que por tanto cree que puede disponer de ellos a su antojo, quitándolos de un sitio y poniéndolos en el otro, matando una parte aquí para aumentar el PBI allá, y así sucesivamente; mientras que las voces de un caleidoscopio de otros pueblos a menudo son silenciadas por armas de fuego, porque esos pueblos insisten en que los llamados recursos y mercancías son realidad “otros seres”, ni más ni menos importantes que los seres humanos, y que la propia existencia colectiva en el planeta solo puede garantizarse a partir de entretejido de intercambios climáticos.

El fragmento no tiene desperdicio… como otros que tengo subrayados. ¿Lo leemos en voz alta para comprender la magnitud de sus significaciones? Pero se hace necesario efectivizar la resistencia. Una resistencia que está explicita en el texto, como vamos señalando.
Una y otra vez, como ese movimiento circular que es el de la vida, que no para, que no cede, que continúa para siempre. Hay un propósito explícito en la trama de este libro, que es también una invitación a la amazonización del mundo, mucho más allá del territorio geográfico de la Amazonia: es hora –y puede que sea la última oportunidad– de escuchar a los que fueron calificados de bárbaros, a los que fueron relegados a la condición de subhumanidad en el proceso colonizador que a lo largo de los siglos sólo ha cambiado su estética, no su ética. Y es hora de escuchar no por condescendencia o compasión, sino movidos por un último instinto de supervivencia.
Finaliza el fragmento enfatizando: Y quizá, si tenemos suerte, aquellos cuyas vidas fueron tantas veces destruidas por los que se autodenominan civilizados acepten enseñarnos a vivir después del fin del mundo, a pesar de todo lo que hemos hecho contra sus cuerpos.
En esta circularidad que llena el texto, también asoman las figuras señeras de esa amazonización, de la resistencia necesaria. Biografías de humanos pero también, de más–que–humanos, se escalonan en este devenir conceptual que también, reproduce el movimiento de la Historia.

De hace tiempo. De ahora. De la generación actual de jóvenes que entienden la guerra climática como supervivencia. …pero como toda guerra por la supervivencia que implica humanes, es una guerra política. Y debe librarse políticamente. Amazonia Centro del Mundo es un movimiento político cuya primera propuesta es desplazar lo que es centro y lo que es periferia, reposicionando la Amazonia y otros enclaves de la naturaleza en los centros geopolíticos del mundo humano en el planeta.
Y entonces… entonces, se transforma el significado de futuro. La idea de futuro como posibilidad, abierto al mañana está perdiendo validez y actualidad. Esto ha cambiado en el presente expandido en que vivimos. Y ha cambiado sin que la mayoría se dé cuenta– al menos no de forma consciente– aunque en cierta medida reaccione a ello. La emergencia climática y la sexta extinción masiva de especies, pueden estar transformando nuestra percepción de la noción de futuro desde que ésta empezó a circular entre algunas sociedades humanas: por primera vez el futuro se ha determinado mucho más allá de la voluntad humana; o al menos de la voluntad del individuo, al que el capitalismo ha convencido de que tiene el destino en sus manos.
Seguiría, y seguiría.
Me siento apasionada por este texto que me ha enseñado tanto.
Ha sido un descubrimiento de lo poco que conozco sobre el mundo. La urgencia de revisar mis miradas… no solo sobre este tiempo en el que vivo, sino sobre el lenguaje, la escritura.
Los dejo pensando. El otoño está cada vez más luminoso y transparente.
Que podamos disfrutarlo– nosotros y los que vienen detrás nuestro– sin punto final como dice el texto de Eliane.
Hasta más vernos.
María
Texto
Brum, Eliane. 2024. Amazonia. Viaje al centro del mundo. Ediciones Salamandra. Buenos Aires.
* Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.