Por María Paulinelli *

La publicación de un libro de poemas de Ana Villanueva, militante de la Juventud Universitaria Peronista y estudiante de Ciencias de la Información víctima del terrorismo de Estado en junio de 1976, la trae a nuestros días desde aquel Intervalo feliz de una existencia.

Este es un tiempo desolado, nos decimos.

Un tiempo de grises agrietados donde la luz parece haberse ido y no hay ninguna transparencia.

Aturdidos, sentimos que las palabras enmudecen en una vana letanía de sonidos.

Lejos, quedó la alegría de decir lo que sentimos y pensamos.

Lejos, la capacidad fundante de crear realidades, de documentar el mundo, de interpelar, analizar, transmitir datos, conceptos, pensamientos.

Más lejos, aún, la posibilidad de expresarnos, referenciar, interpretar, construir un diálogo, un encuentro.

El lenguaje se enangosta en inútiles referencias que tartamudean lo esquivo, lo incongruente, lo falaz, lo vacuo, lo vacío.

Las palabras –esas palabras que nos hacen ser humanos– parecen desdibujarse en un momento voraz sin significaciones.

En esta desolación, de pronto, desde otro tiempo, desde un tiempo negado, corroído por el olvido y la memoria bastardeada, se transparenta una luz. Una luz donde se asoman las palabras.

Ana María Villanueva vuelve en la voz que se conserva en la escritura. Nos dice de aquel tiempo escindido de nosotros y afirma la presencia de ese intervalo –feliz– de su existencia.

Lo hace desde las palabras que parecen volver a tener vida.

Lo hace desde la tenacidad de su voz en la poesía.

Lo hace desde la subjetividad de ese yo, que no desaparece. 

Intervalo feliz de una existencia se titula el texto de Ana.

El archivo le dio la sobrevivencia indispensable. La poesía es la presencia de la vida.

Hoy, está acá. Se convierte en testimonio que se enfrenta a esa memoria distorsionada, a ese olvido imperturbable.

Ana Villanueva, estudiante de la ECI, y su novio Jorge Diez militaban en la Juventud Universitaria Peronista junto a Carlos Delfín Oliva. Los tres fueron asesinados por policías del Comando Radioeléctrico el 2 de junio de 1976. Sus victimarios fueron juzgados y condenados en 2012 / Foto: Archivo familia Villanueva

Una maravillosa edición nos adentra en ese espacio tiempo de Ana… nos posibilita imaginar, reconocer, entender las utopías que hablaban de un mundo más humano. De los sueños e ilusiones. De las miradas que se tendían sobre el mundo. Por eso, la tapa, es un reguero de imágenes, de dibujos, de símbolos posibles de la felicidad, de la alegría.

Una especie de contratapa, enuncia los datos esenciales de Ana con su fotografía. Poeta inédita hasta ahora, su obra, conservada en su archivo personal, refleja la pasión amorosa y la pasión política que distingue a una generación argentina.

En la misma página, un texto de Leandro Calle, referencia el sentido de la poesía como revelación y resistencia. En una aguda e imprescindible síntesis, señala los rasgos definitorios de este poemario, explicando la doble relevancia del texto. Por un lado, la custodia fiel de la obra de Ana (…) y por otro lado, el delicado y persistente trabajo de archivo, compilación y edición de los poemas. 

Y entonces, abro el libro. Me sorprende la estructura. Los fragmentos que lo hacen. La exquisita e increíble composición de los discursos.

La idea y edición –se señala– es de Noelia García y Jaqueline Vasallo.

Una Nota Preliminar de las editoras, advierte sobre la propuesta del texto. Este libro se propone desandar un camino, volver sobre pasos de creación literaria y escritura personal, deconstruyendo una trayectoria vital truncada por el Terrorismo de Estado. Por eso, el orden cronológico de los poemas se ha invertido… Y continúan. La historia de Ana María Villanueva no termina, se vuelve memoria colectiva, apropiada y resignificada, compartida por miles de hombres y mujeres.

De esta manera, justifican y explican la estructura.

Distintas voces lo componen en esa composición donde se alterna la presencia tenaz de Ana y su poesía con adecuadas disquisiciones finales de las editoras. De trayectorias personales y contextos –breves apuntes biográficos– y De la intimidad escrita a la construcción colectiva –el archivo personal y las implicancias con esa transformación del yo a lo colectivo–. De esta manera, se posibilita un acceso al texto desde los poemas, y también, desde una acertada consideración sobre el archivo y sus posibilidades de interpretación y conocimiento. Dos tipos de discurso que suponen la transmisión de la voz poética con la adecuada información sobre su trascendencia en el proceso de lectura.

Veamos el núcleo significativo del texto. Se titula: Poesía de archivo reunida 1975–1971. Ya mencionamos la justificación de las editoras del ordenamiento del texto.

Podríamos inferir otra interpretación. El título dice Intervalo feliz de una existencia. Califica así, ese período de producción como una etapa –un intervalo– feliz de la vida de Ana. Interpretación que se refuerza con la transcripción de esa etapa en la culminación de su vida. Es decir, como logro final de su existencia. La lectura de los poemas, ratifica esa significación. Enuncia el sentido de transformación y crecimiento de su vida. El placer hermoso de sentir/ que nos vamos haciendo/ tarde a tarde/ con palabras/ con sonrisas/ y caricias/ y que somos/ una esquina de nuestro continente/ un poco más el otro/ un poco menos uno.

Lo leo una y otra vez. Una síntesis perfecta del crecimiento del sujeto. Pero un sujeto militante latinoamericano. Un sujeto en el reconocimiento de los otros y en el desmedro de su yo.

 

El texto incluye al final de los poemas un dibujo de Ana con una frase de un poema. Morir en las esquinas/ Hacer la libertad cada mañana. Doble mirada que afirma la cercanía de la desaparición posible con la tarea de construir un mundo diferente.

El primer poema del texto –el último que escribiera– muestra esa intuición de un final cercano. La ambivalencia de una realidad hecha de contrastes. Vida/ muerte y sus correlatos así se contraponen: es de noche/ me pienso como pájaro/ y vuelo/ entre estrellas y tristezas/ buscando mi verdadera vida/ un lugar un amor una victoria / y navego–vuelo / sola en mi cuarto/ en esta noche calurosa/ en un otoño entristecido por la ausencia / de emociones y sonrisas.

Una transformación que es la complejidad de su desarrollo, como persona individual –nimbada por la pasión amorosa– y el sujeto colectivo, –comprometido en una acción que se escalona desde el reconocimiento de las dificultades del mundo, hasta su erradicación y desaparición–. Así un poema del año 72 describe con precisión esta nueva mirada que se transformará en una militancia activa. Caminar y… sentir la mirada/ de los niños hambrientos,/ las barrigas hinchadas…/ las mujeres de paso cansado/ y las manos duras/ las casa de lata/ las caras ajadas…/ y la sangre que hierve en mis venas/ / la bronca, el dolor…/ y sentirme impotente, yo sola/ no puedo devolverles el pan / y la risa/ y la gente se ríe, va y viene/ sin siquiera mirar a los pobres.

En el año 74 esa mirada se convierte en una necesidad concreta. Conocerse para poder después ser un sujeto de acción. Quiero encontrar mis días / con una paz profunda / y dulce/poder sentarme cada noche/ debajo de mi estrella/ y meditar muy silenciosamente/ descubrirme las glorias los errores/ el amor/ la alegría la muerte/ de todos los porqué no he sido/ saber a dónde voy mañana/ medir mi fuego y encauzarlo/ sabiamente.

La persona individual conturbada por la pasión amorosa, cede lentamente su lugar a ese sujeto colectivo que se transforma desde el observador impactado por el reconocimiento, hasta ese sujeto militante. No desaparece totalmente esa primera. El amor a una persona, se convierte en el amor a todos los desahuciados y marginados del sistema. Es decir, los sentimientos constituyen el ímpetu que la transforma y en consecuencia puede transformar el mundo. Encontrar un lugar en el sol/ cerca del fuego y de las olas/ en donde pueda así sin más/ echar a volar las esperanzas/ golondrina dormida en la mañana/ con subversivas ansias de alegría. … azul como quimeras luz de luna/ eucalipto violentas llamaradas/ que llegaran en verso al camarada/ para dejar la libertad establecida.

Una militancia que implica también, la racionalidad de una ideología. … y escalar en dos segundos/ las cosas importantes/ reencontrar en las ideas/ los sentires cotidianos/que olvidé por un momento/ y que son la causa de mi fuerza/la razón de mis pasos apurados/ por el mundo. … y el reencuentro reproduce/ la unión eterna e irreversible/ de la sangre en libertad y los caminos/ que nos llevan como el mar a la victoria.

Transformación que tiene como objetivo siempre definido, la acción para el cambio social. …quizás pensar en remolino/ las cosas y la gente que no entiendo/ haga dudar mis pasos y equivoque los caminos/ pero al final de la tormenta de mis noches/ está clara y segura/la libertad naciente de mi pueblo. 

Leo y leo los textos que se esparcen en los años.

Los leo en voz alta para recuperar la fuerza de lo escrito en una voz que dice y dice y dice. Digo este que me emociona por la humanidad de su propuesta: Aprender a ver sin negar/ nada de lo que siento, soy/ quiero, desprecio/ y al mismo tiempo ser en los/ demás, ser como los demás/ como yo misma/…saber odiar/ inmensamente/ y nunca avergonzarme, y/ animarme a fusilar el/ blanco de la angustia/… saber amar, como hasta hoy/ mi hermano el cumpa/ el navegante/ y decirlo y hacerlo y/ demostrarlo.

Me quedo en silencio. Es demasiada existencia la que muestran. Recorran los poemas. Sientan el amor a la vida que contienen. Disfruten esa vitalidad que se escande y nos perturba… 

La palabra cede ante la fuerza de la vida. Me duele que nos falte la experiencia/ de emocionarnos en cada mediodía / de compartir el techo y los amigos/ y que la felicidad no llegue a ser momento/ y se quede/ es su estructura pobre de palabra.

Pero también, es el poema el que permite una forma de decir esa vida que se tiene. De ahí, también descubrir cómo la enuncia. Es tan difícil/ escribir en un papel/ toda la vida o dividirla/ y anotarla en un poema! Si la mía y la de todos/ es así contradictoria/ exitista y deprimente/ arrugada en las esquinas/ con amores en las noches/ solitarias en el día

Y continúa, entonces…. Cuentan cuentos las ciudades/ nos venden en lata la alegría/ nos inventan colores y canciones/ pero abajo/ sublevado en las paredes/ los versos suenan distinto/ el amor crece en los hombres/ la guerra crece en los montes.

Descubrir, también, cómo la palabra puede ser parte de la transformación colectiva que se propone. Una palabra distinta que es la voz que hace mejor el mundo… que puede también decir la felicidad del amor militante…. entonces/ sol fusil y soledad/ hoy te regalo / mi sonrisa/ la mejor/ la más dulce/ en un poema.

Qué puede decir esas palabras necesarias: preparar la inteligencia el corazón y las palabras/ compañeras de descubrir la vida que contienen/ y esperar a no estar sola en la tarde.

Y entonces, nos inunda esa luz, esa transparencia de ese intervalo feliz en la existencia de Ana 

 Los poemas están ahí… dijeron, dicen ahora y seguirán diciendo mañana… Es el testimonio de una vida que no enmudece… que no enmudecerá nunca.

Me quedo en silencio. Este tiempo ya la escucha…. Son Ustedes que la leen. 

Hasta más vernos.

María

 

Texto

Intervalo feliz de una existencia / Ana María Villanueva. 2024. Contribuciones de Leandro Calle Editado por Noelia García; Jaqueline Vassallo. 1ª edición Córdoba: Redes.

* Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.