Por María Paulinelli *
Una lectura diferente de nosotros
En tránsito del periodismo hacia la literatura, Ropa prestada, de Waldo Cebrero, propone nuevas miradas y preguntas sobre la historia inconclusa de los años 70.
¡Hola!
Un nuevo texto… Ropa prestada.
Escrito por Waldo Cebrero, uno de los nuestros. Docente, egresado y sobre todo, un escritor comprometido con el tiempo que vivimos y con las palabras que lo dicen.
Un texto increíble, en esa voz que exprime las posibilidades del relato, para tratar de construir una mirada que complete lo irresuelto, lo no dicho, lo solamente avizorado. Esa mirada que bucea en un pasado –los 70– pero desde las distintas posibilidades que tienen las palabras cuando dicen, metaforizan, sugieren y… recuerdan, pero también referencian ese tiempo sucedido desde entonces.
Por eso, estoy ansiosa y, al mismo tiempo, perpleja, conturbada, por esos enunciados que arman imágenes disímiles en ese caleidoscopio que gira y gira y gira mientras leo… y en cada vuelta las palabras muestran su incandescencia, el poderío de su multiplicidad cuando se enuncian.
Y me doy cuenta, también, de la imposibilidad de tener una sola visión con la lectura… ya que son imágenes que cambian, se transforman en el vértigo que produce la enunciación de una voz que solo habla… mientras busca en la memoria la certidumbre de los hechos… como si la referencialidad fuera una sola y la verdad, inconmovible.
El texto, publicado por Los ríos Editorial, “inaugura la presencia de la voz de otra generación en nuestra colección CONDICIÓN HUMANA”, señalan los datos del colofón. Una voz nueva que se suma a las voces que –infructuosamente– buscaron construir la historia de ese tiempo… que aún está incompleta. Pero una voz, que habla desde esa condición humana a la que pertenece… y que enfatiza en los relatos.
La tapa muestra una fotografía en grises de un uniforme colgado en un alambrado. Al costado, el título del libro y el nombre del autor. Ropa prestada, se titula. En el fragmento 32 explica: “Después, en casa, descubro que “ropa prestada” es un insulto para los policías. Un insulto viejo porque ahora, me explica mi abuelo, se compran su propia ropa. Antes te la daba la fuerza, dice. Podía tocarte de otro que ya no la usa, porque se jubiló o porque se murió”. Y entonces, esa multiplicidad de significaciones aparece. ¿Metáfora de los cambios necesarios para hablar, hoy, de la policía? ¿Un insulto viejo –perimido– para hablar de un uniforme y sus travesías en estos últimos años?
La contratapa, completa la imagen de la tapa. Un escueto y acertado resumen, señala el enunciado central: Las vicisitudes de un uniforme que perteneció a Raúl Pedro Telleldín, responsable del Departamento de Informaciones (el D2) y el relato de los crímenes cometidos durante los años setenta. Las entrevistas y versiones resultantes, “desencadenan una reflexión sobre la que nos debemos una conversación colectiva: hay otra luces y otras sombras en el pasado reciente”. El relato de las investigaciones conjuntamente con la performatividad de la escritura “hilvana aquellas preguntas y bocetan las respuestas; en ese ida y vuelta, es posible volver a mirar la Córdoba de los 70 y la de hoy”.
El texto incluye dos fotografías en colores, de la gorra y del uniforme. Abren y cierran el discurso escrito.
Dos tipos de epígrafes, inician el relato. Los primeros pertenecen al autor. Se dirigen a sus hijos –enfatizan el amor como primer derecho humano–, el segundo a sus padres– “por su manera tan silvestre de quererme” – y el tercero a su compañera Sofía –en este viaje por el tiempo, que es por siempre–. Los segundos –el primero de Washington Cucurto– referencia una posible relación con el padre. El siguiente –de Alejandro Zambra– cuestiona el poder de la memoria en su inconsistencia para nombrar las cosas que ya no existen. Ambos epígrafes, remiten a la importancia que los afectos tienen en la vida de los humanos… pero también, la relevancia de la relación hijo/ padre, y la credibilidad de la memoria. Todos, enunciados liminares en la enunciación del relato.
Me subyuga el juego de fonemas que transcribe la expresión de su hija, en el Epígrafe. “Helena (dos años y cinco meses) ¿Dónde va la poesía? Cada vez que ve pasar un patrullero”. Interpolación que metaforiza la humanización de la policía en estos nuevos tiempos… además de la cercanía / confusión que producen los sonidos. Otra posibilidad de la escritura.
El traje del Uno
Cuarenta y dos fragmentos y un Epílogo, estructuran el texto. Todos fragmentos que enuncia Waldo Cebrero. Esa primera persona que solo cede la enunciación pocas veces… en un cambio que se muestra en la letra cursiva que la enuncia: Testimonios y un informe. Los cuarenta y dos fragmentos son eso mismo: fragmentos de una vida. La de Waldo, sus hijos, su mujer. Sus investigaciones periodísticas. Sus entrevistas… los afectos que se empecinan en abrazarlo y… lo interpelan, lo seducen, lo traicionan. Por eso, su voz que derrapa en tantos tiempos mientras narra, narra, narra.
Y entonces, aparecen otros fragmentos que forman parte de ese texto y que cambian, se transforman en la continuidad de la lectura. Aparece el uniforme. Ese uniforme de Raúl Pedro Telleldín. “Era el Uno y el Uno te mataba.” El jefe de la D2, con una larga historia como militar primero, y como policía finalmente. Imágenes, imágenes. Todo envuelto en la conflictividad de la documentación que lo refiere. Y su uniforme se convierte en una sombra que persigue a los hijos implicados y la voz en primera persona, cuenta historias. Historias resultado de entrevistas. Carlos Telleldín, Fernando Albareda…
También, el uniforme enreda a Waldo, hijo y nieto de policías… Todo termina cuando finalmente, el uniforme se abandona. Esas entrevistas complejizan, humanizan y transforman… Son relatos que emergen de ese mundo posible que componen como una nueva lectura –que es posible- sobre un largo tiempo borroneado en disímiles versiones.
La propia vida como insumo
Así, pasados muy lejanos, se entretejen con pasados más cercanos y retazos del presente. Mientras… los fragmentos ratifican, niegan, dudan y proponen posibilidades de relatos. La lectura se convierte en una larga meditación sobre nosotros… y a veces, duele mucho. Otras, intenta transparencias.
Una primera persona –Waldo, aparece explicitada en ese Epílogo– relata la historia de la escritura… como refrendando las situaciones ya expresadas. Una historia que reitera la performatividad de esa escritura, además de las modalidades discursivas: “Este documento fue creciendo, página a página. A medida que nuestra hija aprendió a alimentarse, a saborear distinguir lo necesario, a caminar, a decir. Cuento esto para advertir que Ropa prestada, está construida con hechos y testimonios que recogí durante una larga y agotadora investigación y que puse a flotar en este río temporal y narrativo que es el registro de la espera: el embarazo”.
Me pregunto: ¿Metáfora de la necesidad de completar la historia de esos años? ¿Referencia a la nueva vida de su hija, como sinónimo de una versión de la Historia que los argentinos nos debemos?
Explica, entonces, la estructura de ese mundo posible que es el texto, mezcla de lo real y lo imaginado. Así dice: “Para eso, usé la vida como insumo, lo que no significa que lo que se cuenta sea estrictamente mi vida”. Y continúa: “…esta decisión implica partirse en dos: por un lado, el que toma distancia para mirarse y narrar. Por otro, el que se narrado. Uno se muestra, otro que se esconde. En ese conflicto de intereses, escribí: ¿Qué escribí? ¿Ficción? No lo sé”. De ahí la importancia que esto se exprese en el Epílogo, como un distanciamiento para el lector en esa autonomía que implica respecto al devenir de las secuencias.
Finaliza enunciando: “Este libro es un destilado de varios otros proyectos de libro que no pude concretar. O no quise. No me atreví a reconocerlo. Para llegar a esta versión, fue necesario desprenderme del oficio periodístico que creía abrazar con devoción”. Una nueva metáfora que le permite señalar – sin definirlo– el estatuto de mundo posible que resulta el texto. De ahí los inconvenientes que señala para documentar fehacientemente datos sobre Telleldín y su decisión de optar por la versión resultante de las entrevistas a su hijo Carlos.
El mundo posible, pues, como elección frente a la carencia de una verdad incontrastable.
La literatura como posibilidad de elaborar una verdad. Otra verdad. Eso es… Ropa Prestada.
No tengo más palabras.
Me quedo en las imágenes… en la voz que sigue musitando, mientras narra. Ojalá comprendan este silencio que me invade… pienso y pienso.
Gracias, Waldo, por el texto.
Hasta más vernos.
María
Texto
Cebrero, Waldo. 2025. Ropa Prestada. Los ríos Editorial, Córdoba, Argentina.
* Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.