Por Zoé Boj y Denise Paz Ruiz *
Interpelados por la marea feminista, algunos varones se cuestionan sus privilegios y exploran nuevas formas de ser. Frente a los riesgos de la victimización y de una “nueva masculinidad” impostada desde el progresismo acomodaticio, es necesario entender que toda deconstrucción es colectiva y debe crear “otra humanidad” contrapuesta al sistema mercantilizador y opresor.
La denominada cuarta ola, o marea verde anda interpelando a la sociedad en su conjunto. “no nos callamos más” no es un slogan, es una práctica que se ejercita de manera cotidiana, irrumpiendo en cada rincón. Hace algunos meses, circuló por los medios y redes locales la denuncia pública de una mujer periodista hacia un reconocido periodista varón de Córdoba, quien conducía un programa radial en una emisora FM de la Universidad Nacional de Córdoba. La persona denunciante aludió a situaciones de violencia machista de las que fueron víctimas otras mujeres que trabajaron con el comunicador y no se animaron a denunciarlo por temor a afrontar “consecuencias laborales y personales”. El feminismo llegó para de incomodarnos, desarmarnos y rompernos, inclusive a las masculinidades. En este sentido, existen muchas apreciaciones y tensiones sobre eso que los varones cis están haciendo con lo que hicieron de ellos.
Algunos varones se estarían cuestionando sus privilegios. Esta práctica no nace de un repollo, sino que se inscribe en el proceso de visibilización de los feminismos y las agendas del movimiento, lo que impacta en el campo académico a poner la mirada específicamente en cómo se arman y desarman las masculinidades. A partir de 2015, el escenario en Argentina cambió: la toma masiva de las calles por parte del movimiento de mujeres y disidencias, la configuración de las asambleas “Ni una Menos” y la presencia en la agenda pública para llegar a tratar el aborto cambiaron las reglas del juego. En este escenario, ¿qué pasa con las “masculinidades”?
La masculinidad hegemónica, en crisis
Mujer no se nace; varón tampoco. No existe una esencia masculina, pero sí un modelo social hegemónico denominado, por diversos académicos, masculinidad hegemónica.[1] Para Luis Bonino, quien ha aportado al desarrollo de esta categoría de análisis, la masculinidad hegemónica contiene aspectos subjetivos e identitarios construidos en torno a lo legítimo de ser varón. Esta masculinidad se impone de manera invisible, es imperceptible a primera vista, y se sustenta en diversos valores: la dominancia, el poderío visible, la actividad, la racionalidad, la individualidad, la eficacia, la voluntad de poder, la certeza y la heterosexualidad.
La masculinidad hegemónica, en tanto categoría de análisis, aporta elementos para pensar ese devenir varón en un sistema patriarcal, capitalista, colonial, y actualmente en una coyuntura neoliberal y una embestida neo-conservadora. Igualmente, no todos los varones que nacen en esta sociedad, androcéntrica y jerarquizada, estarán configurados de la misma manera, ya que interseccionan en la construcción de sus identidades múltiples elementos, como clase, raza, geografía, género, sexualidades, etcétera. No es lo mismo un varón heterosexual blanco y de clase media reclamando tomar las calles con las mujeres e identidades feminizadas y mostrando su pañuelo verde en Instagram, que un varón homosexual sobreviviendo y disputando su derecho a ser y expresarse en un barrio periférico de Córdoba, aunque ambos se auto perciban como varones y continúen atravesados por los valores de la masculinidad hegemónica.
Lo que queda claro es que quien busque correrse del modelo de comportamiento, valores y prácticas propios de la masculinidad hegemónica, será colocado en márgenes, siendo potencial víctima de otras formas de violencia. En ese sentido, Rita Segato enuncia los alcances del mandato de masculinidad, expresando que“el mandato de masculinidad obliga al hombre a comprobar, a espectacularizar, a mostrar a los otros hombres para que lo titulen como alguien merecedor de esta posición masculina: necesita exhibir potencia”.
Estas expresiones, enmarcadas en la idea de que “los varones son las primeras víctimas del patriarcado”, hicieron ruido: los debates giraron en torno a la pertinencia de la expresión de Segato en un contexto en que la pedagogía de la crueldad, en términos de la autora, queda más clara que nunca. ¿Acercarse desde la victimización de los varones por parte de patriarcado será una forma productiva de provocar procesos de cambio social? El enfoque victimizador puede generar, según Carballo Jokin, un efecto ambivalente: en primer lugar, un acercamiento y luego un acomodamiento, conformismo y autocomplacencia.
Como el feminismo es para todo el mundo, parafraseando a Bell Hooks, en tanto proyecto político, identidad y praxis, las masculinidades son parte de la agenda feminista. No se puede pensar la masculinidad en sí misma, ya que el género es relacional; por ende, pensar la masculinidad es pensar las relaciones jerárquicas del sistema sexo-género. Es así como las primeras investigaciones sobre la masculinidad partían en su mayoría de marcos teóricos feministas, configurándose con el tiempo, un campo propio de los estudios de masculinidades.
Desde el enfoque feminista, se advierte que los discursos están siendo más sencillos que las prácticas, y lo que se estarían configurando son algunos puntos de fuga, más que procesos de transformación. Entonces, gran cantidad de los varones cis, que tienen acceso a procesos de discusión feminista, que se relacionan con feministas en distintos ámbitos, no responden al exacto prototipo de “macho”, altamente nocivo y desagradable, ese modelo arquetípico que provoca rechazo: el hombre agresivo, el macho rancio, el que se pronuncia misógino, transodiante. Pero sucede que en la práctica no hay modelos puros, ni de macho, ni de deconstruido.
Esas otras masculinidades
Nadie niega la existencia de sujetes y colectivos que se encuentran intentando, mediante una batalla compleja con sus propios privilegios, desarrollar prácticas que no se correspondan los valores y principios de la masculinidad hegemónica. Lo que se puede poner sobre la mesa es la pregunta sobre los elementos y los alcances de estas ¿nuevas masculinidades? En primer lugar, la categoría de “nuevo” expresaría la idea de salir de una estructura-modelo, para entrar a otra estructura-modelo, renovando los principios, los malos varones devendrían en buenos varones. Esta idea de progreso, donde todos los cambios serían positivos, desconoce algunas fisuras de la masculinidad hegemónica, presenta una transición clara-ordenada-programada, y obvia la pregunta sobre qué “otra” masculinidad tenemos en mente.
Pero, ahora que las prácticas machistas han perdido legitimidad, que las instituciones se embanderan con la lucha feminista y se expresan abiertamente en contra de las violencias patriarcales, que los partidos políticos realizan prácticas de expulsión de varones que ejercen violencia, ¿cómo se posicionan las “nuevas masculinidades” en la alianza patriarcado y capitalismo? Quizás partes de las reflexiones e intenciones de transformación se acomodaron al mercado o fueron absorbidas por éste, ya que hoy ser progresista es autoadjudicarse ciertas banderas.
En este sentido, el periodista denunciado en las redes sociales es un varón que se manifiesta explícitamente progresista en términos políticos e ideológicos y ha sostenido públicamente su apoyo a las luchas del movimiento feminista. Como respuesta a la denuncia, realizó un descargo público en su programa radial, en el cual expresó, refiriéndose a él y a otros varones, que el feminismo “nos lleva puestos”, agregando que “llegó la hora de hacernos cargo” (refiriéndose a otros varones) y que él “estaba preparado para todo, no para esto”, como si el movimiento feminista representara una especie de huracán repentino, no un movimiento social y político de años. Tal vez la sensación de que el feminismo los lleva puestos tenga que ver con la previa sensación de estar eximidos, ubicados en la vereda de enfrente a ese molde rígido del macho.
Asumir las culpas, pedir disculpas ¿y después qué? ¿De qué se trata ser varón anti patriarcal o anti hegemónico en un sistema económico político social donde cada segmento de la vida está atravesado por la lógica patriarcal? Si la masculinidad es históricamente un dispositivo de poder,¿se trata de recrear otras nuevas formas? ¿O de ser cada vez menos varones?
Entender la deconstrucción como proceso individual, es ilusorio, tramposo y no alcanza, se trata de destruir lo establecido, en el sentido político y ético, diagramar otra humanidad que se contraponga a un sistema predatorio, incautador, mercantilizador. Se trata quizás, de empezar por despojarse del discurso políticamente correcto, reconocerse en ese “macho despreciado” y escuchar de verdad al feminismo, que les habla todo el tiempo. Sino seguramente, la masculinidad hegemónica les gane la partida.
Foto principal: www.enredando.org.ar
* Trabajo final para la Diplomatura en Diversidad Sexual, dictada entre mayo y septiembre de 2019 y organizada por la Secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC-UNC), junto con la Dirección de Desarrollo de Capacidades y el Área de Diversidad Sexual del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación. Coordinación: Nicolás Giammona y Javier Wenger (Área de Diversidad Sexual del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación).