Por Bahía De Palma *
La Primera Ministra de Reino Unido fue una protagonista de la “Revolución Conservadora” que en la década de 1980 cambió la economía mundial. Enemiga de Argentina en la guerra por las Islas Malvinas y responsable del hundimiento del ARA Belgrano fuera de la zona de conflicto, la Dama de Hierro es admirada por el actual presidente argentino, émulo de su receta de privatizaciones y achicamiento del Estado.
Margaret Hilda Thatcher (1925 – 2013) ocupó el segundo cargo más influyente en el Reino Unido, debajo de la Reina Isabel II, de quien fue al mismo tiempo aliada y rival en el ejercicio del poder. Primera Ministra desde 1979 hasta 1990, fue conocida por inaugurar, con sus políticas económicas, un cambio de época que ostentaba al liberalismo como bandera. La privatización de empresas públicas, el achicamiento del Estado y la desregulación del mercado fueron la base de su modelo.
Aunque el Reino Unido se encuentra al otro lado del mundo, Thatcher está vinculada a la Argentina, no solo por la influencia de sus políticas económicas, admiradas por el actual presidente argentino, sino también por su rol en el conflicto bélico por las islas Malvinas entre abril y junio de 1982. Ella fue la responsable política de la ofensiva inglesa, y además quien dio la orden para hundir el Crucero ARA General Belgrano, que se encontraba fuera de la zona de guerra establecida. Este ataque constituyó un crimen de guerra que se llevó la vida de 323 soldados argentinos, la mitad de la totalidad de las bajas en todo el conflicto.
En 1984, dos años después de la guerra de Malvinas, se jactaba de que ya había exterminado al “enemigo externo” y era el momento de derrotar al “enemigo interno”, refiriéndose a la histórica huelga minera. Este conflicto, que duró un año, se inició con el aviso de cierre de veinte de los 174 pozos -ubicados en Yorkshire, Gales, Kent y Escocia– y la consecuente supresión de veinte mil puestos de trabajo. Los trabajadores y sus familias, que protestaban para evitar el cierre de las minas, fueron reprimidos.
La Primera Ministra británica, que rompió el récord de mandatos consecutivos con tres períodos, estaba obsesionada con recortar el gasto público y controlar la inflación, a toda costa. Con políticas de extrema crudeza, recortó cualquier tipo de ayuda social y privatizó empresas estatales, como los ferrocarriles, la aviación, las compañías eléctricas, de agua, de gas y los servicios de telefonía. En la cuna de la Revolución Industrial impuso así un plan de desindustrialización, que llevó a la ruina a comunidades enteras de mineros y trabajadores de fábricas textiles y de acero.
Por estas decisiones, fue conocida como la “Dama de Hierro” –Iron lady en inglés-, apodo que le adjudicó un periodista de un diario militar soviético, y del que ella se apropió. Aunque Dama de Hierro, alude a una persona con “mano dura” y fría, también existe otra versión, más escalofriante, que evoca un método de tortura utilizado en Alemania en el siglo XVI. La dama de hierro era un artefacto de madera y metal, parecido a un ataúd, pero colocado de forma vertical, que medía más de dos metros de altura y contenía hierros afilados en su interior, usado para torturar y matar. Margaret adoptó con gusto este sobrenombre, exclamando en uno de sus discursos: “Aquí estoy ante vosotros esta noche, en mi vestido de gasa color Estrella Roja, mi cara ligeramente maquillada y mi cabello rubio ondulado con delicadeza. La Dama de Hierro del mundo occidental’”.
Los primeros pasos de Iron Lady
Antes de convertirse en la famosa Dama de Hierro, Margaret Thatcher tuvo una historia: nació el 13 de octubre de 1925, en Grantham, una ciudad de Inglaterra; creció junto a su padre Alfred Roberts, un hombre conservador, que llegó a ser alcalde de Grantham, y su madre Beatrice Ethel, quien se dedicaba a la costura.
En 1943, plena segunda Guerra Mundial, se instaló en Oxford para estudiar química. Allí comenzó su carrera política, al unirse a la Asociación de Conservadores de la Universidad de Oxford, de la que en 1946 llegó a ser su presidenta. Desde ese momento, guardó en su maletín las teorías económicas que la acompañarían toda su vida. Uno de los autores que conquistó su atención fue Friedrich von Hayek, quien por aquella época sostenía que cualquier regulación estatal sobre la economía conducía directamente a una tiranía.
Ya graduada, emigró a Colchester, Essex, para trabajar como investigadora química en plásticos. Allí se unió a los conservadores locales. En 1951, en una cena para recaudar fondos, conoció a Denis Thatcher, un empresario rico y exitoso, con el que se casó en diciembre de ese año. Abocada de lleno a la política, ingresó al Partido Conservador, del que su marido ya era parte, y empezó a estudiar Abogacía, para especializarse en derecho tributario. Tuvo una hija y un hijo, este último acusado, en el año 2004, de colaborar con un intento de golpe de Estado en Guinea, África.
Margaret avanzó rápido, fue elegida como miembro del Parlamento, y, durante el mandato del conservador Edward Heath, fue nombrada Secretaria de Estado para Asuntos Sociales. Más adelante, ocupó el puesto de Ministra de Educación y Ciencia. En ambos cargos, mantuvo una actitud austera e indiferente, recortó ayudas sociales, retiró la copa de leche que se le entregaba a los niños y niñas -por esa época la llamaban “ladrona de leche”- y propuso privatizar la educación y la salud.
En 1975, consiguió desplazar a Heath de la dirección del partido y solo cuatro años después se convirtió en la primera mujer británica que ocupaba el cargo de Primera Ministra. Pero lejos estaría de darle un giro feminista a la política del Reino Unido.
En alianza con Ronald Reagan, por entonces presidente de Estados Unidos, desplegó la llamada “Revolución Conservadora”, que puso un punto final a las economías de posguerra y la intervención estatal. “Revolución” fuertemente cuestionada, dado que durante la gestión de Thatcher el crecimiento económico se paralizó, reflejando una fuerte caída en el PBI, y el desempleo aumentó a más del doble comparado con el período anterior.
Al final de la Dama de Hierro lo determinaron sus propios aliados. En 1987, ganó las elecciones pero con un margen mucho menor. La imposición de un impuesto regresivo, conocido como el poll tax, que dictaba que todos los ciudadanos debían pagar la misma cantidad, al margen de sus ingresos, generó protestas en las principales ciudades y polémicas dentro de su propio partido. En 1990, frente a una estrecha victoria en las elecciones internas del Partido Conservador, decidió renunciar, siendo consciente de que sus colegas la empujaron a la derrota.
Devolución de favores
Retirada de la política, pero con la influencia intacta, Margaret Thatcher salió en defensa de Augusto Pinochet. En 1998, el ex dictador chileno fue detenido en el Reino Unido por orden del juez español Baltasar Garzón, en virtud del principio de justicia universal y por los crímenes de lesa humanidad cometidos mientras fue presidente de facto entre 1973 y 1990. La Dama de Hierro reclamó su inmediata liberación en una carta pública, donde revelaba que “Chile, conducido en ese momento por el general Pinochet, fue un buen amigo de nuestro país durante la guerra de las Falklands. Por sus acciones la guerra se acortó y se salvaron muchas vidas británicas”.
Con el entonces primer ministro laborista Tony Blair en actitud de no intervención, Pinochet permaneció detenido en una localidad cercana a Londres, hasta que el 2 de marzo de 2000 el ministro del Interior británico Jack Straw autorizó liberarlo y permitir su regreso a Chile, aduciendo que su estado de salud no le permitía ser juzgado. Se consumó así una de las últimas batallas políticas ganadas por Thatcher.
La Dama de Hierro británica murió el 9 de abril de 2013, sin saber que en la Argentina tenía un joven admirador ultraliberal que una década después llegaría a ser presidente.
* Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social. Practicante en la Secretaría de Producción y Transmedia de la FCC-UNC.