Por Verónica González *
En un territorio demarcado por el poder, sus instituciones y discursos, el derecho a ser implica necesariamente conflicto y ruptura. Así, las identidades trans pueden pensarse como desobediencia, deconstrucción y subversión.
Dispositivos para controlar, invisibilizar, sujetar.
Instituciones para encerrar, corregir, disciplinar.
Saberes para reificar, negar, deslegitimar.
Discursos para marcar, desautorizar, silenciar.
Prácticas para reprimir, despolitizar, alienar.
Las regulaciones en el campo de lo biológico, lo jurídico y lo ético (como en tantos otros) producen y aseguran un manto de reconocimiento para algunas vidas y, al mismo tiempo, “deshacen” negativamente otras consideradas menos humanas.
En esta y todas las épocas lo que puede decirse (y escribirse), aparecer (y visualizarse), existir (y sobrevivir) es condicionado por un ordenamiento que estructura y viabiliza algunas experiencias dentro de lo posible y, por tanto, real. Bajo esta consideración, la reproducción de las normas para algunos no-seres –no humanxs– es una negociación permanente con las formas de poder.
Este modo de comprender la producción diferencial de la vida -y su reconocimiento como tal- implica concebir la noción butleriana de los marcos (matriz) en tanto catalizadores privilegiados de aquellas normas, en el que se establece un adentro y un afuera, contingente e inacabado, siempre excluyente. Así, los marcos establecen fronteras mediante las cuales una pretendida “universalidad” se produce y reproduce a sí misma, por encima y contra lo que no es idéntico de sí. Fronteras que dividen, delimitan y segregan un otro lado, un exterior forcluido y constitutivo que amenaza constantemente su condición de ser, por “no-ser”.
Afirma Judith Butler: “[…] el humano se concibe de forma diferente dependiendo de su raza y la visibilidad de dicha raza; su morfología y la medida en que se reconoce dicha morfología; su sexo y la verificación perceptiva de dicho sexo; su etnicidad y la categorización de dicha etnicidad. Algunos humanos son reconocidos como menos que humanos y dicha forma de reconocimiento con enmiendas no conduce a una vida viable. A algunos humanos no se les reconoce en absoluto como humanos y esto conduce a otro orden de vida inviable (2006, p.14)”.
No obstante, el marco nunca determina del todo eso mismo que nosotres vemos, pensamos, reconocemos y aprehendemos. Algo excede y perturba, en el mismo acto, nuestro sentido de la realidad. De allí que podamos discutir sobre las oportunidades que genera el propio acto de enmarcar, allí donde se juega el desplazamiento crítico del contexto de aparición. En esa medida, la deshumanización -al haber sido relegada al límite de la vida discursiva- disturba, derrumba y desestabiliza el equilibrio sistémico de lo que se ha erigido fálicamente como lo mismo, lo uno, lo único.
De este lado (no-cis) emerge la posibilidad de un ensamblaje o agenciamiento colectivo de enunciación que, incluso, por lo dicho hasta aquí, escapa y excede a un proyecto identitario. El prefijo “trans” como señala Itziar Ziga (2014) no significa sólo no-binario sino, sobre todo, no-anquilosado, no-antagonista. Sin más, acogerse dentro de este concepto “paraguas” tendrá la potencia de hacer una crítica a los procesos de normalización. Habilitar un pensamiento sobre los límites y las fronteras, sean éstas geográficas, raciales, sexo-genéricas o culturales, entre otras desobediencias posibles a los sistemas de poder, dirá Sayak Valencia Triana, sobre los devenires y las opresiones que el capitalismo (entre otros ismos) inscribe en/de/sobre los cuerpos.
Un pensamiento y una escritura que insiste en la necesidad de inscribir y hacer transitar cuerpos historizados, a experiencias situadas, múltiples y complejas. Que pretende partir más allá de aquellas líneas divisorias, como punto divergente de la historia, para compartir e intercambiar códigos y tejer alianzas en el encuentro con otros, otras y otres. Enmarcar en la intención de resistir a la geopolítica del conocimiento académico y cientificista; y de deconstruir la viciosa episteme que provocó su objetificación al punto de potenciar una historia plural y subversiva. Escindir de una vez lo considerado real de lo posible y, especular con realidades alternas dentro de lo válido y aceptable. Y al cabo, que otros sean lo normal.
“[…] por eso, país que sos una hermana que me huye y que, a veces, me abraza, por eso vamos a encontrarnos para hablar. Frenaremos la sentencia de tu unión por un rato y vamos a darnos una nueva chance.
Pero te pido que ahora me dejes, por una vez a mi o a cualquiera de las nuestras, barajar las cartas, proponer el juego. […] Y pongámosle nombre a cada una de esas cartas, así sabemos de qué va esta baraja, esta nueva vuelta.
Porque el juego lo hicieron confuso y tiene premios que nunca llegan, como el pan en la mesa que parece que es cosa solo de pobres.
Y resulta que nosotras somos travas y pobres, y tras cartón, humilladas.
Y eso nos pone a la filas de los pobres y a veces, también, nos corren de la fila
porque una cosa es una cosa, y otra cosa es semejante cosa.
[…] hablo en nombre de un sueño de guerrilla empoderada, que nos dé alas, que nos dé vientos y nos dé furia, y desparrame más que rejunte.
Porque si hay algo que sabemos, y tenemos a cada una de las que no están para demostrarlo, es que cuando el miedo atrapa igual salimos con el chillido de la venganza para no quedarnos también muertas.
Venganza que puede ser soñarnos viejas o insistir en eso de metaforizarnos,
como armar la olla grande de la risa y de allí comamos todas para exorcizar la desesperanza juntas.
Aunque ese todas juntas también nos cueste, porque el trabajo más sutil que han hecho es desclasarnos, destravestizarnos, despojarnos de las otras para hacernos blanco fácil.
[…] Y en esa andamos ahora que largamos la sentencia, repensándolo todo, dándololo vuelta todo, quizá hasta desentendiéndonos de todo.
¡No queremos ser más esta humanidad!
Rayaremos sobre los himnos sagrados esta frase, sobre las maravillosas páginas universales, en cada una de las ciencias y sus tomos, hasta en cada una de las bellas artes que lo único que han hecho es bien repetir el único libretito viejo para que nada cambie, para que todo siga.
Y nosotras no tenemos más paciencia,
no tenemos más tiempo.
Ni siquiera nos tenemos cerca”.
Hojarascas. Susy Shock (2017)
* Transfeminista. Comunicadora Social (UNC). Doctoranda en Estudios de Género. Becaria Secyt-UNC. Directora del equipo de investigación Formar “Género y Comunicación: repensando espacios de articulación y construcción colectiva desde una perspectiva transfeminista y decolonial” (Secyt-FCC-UNC). Responsable del Observatorio de Medios “Cuerpo(s), Territorio(s) y Fronteras” (CiPeCo-FCC-UNC) y co-responsable del Laboratorio “Muero Muerta LAB” (CiPeCo-FCC-UNC). Co directora Proyecto Extensión (SEU-UNC) “MirArte más allá de los muros”. Investigadora de equipos de investigación Consolidar (Secyt-FCC-UNC) e ImpaCT.AR (Mincyt). Integrante del Consejo Asesor Interclaustro del Programa de Género y Diversidad (FCC-UNC).