Posibilidades para una Soberanía alimentaria en Choele Choel.

 Por Pablo Agustín López y Luciana Rocchietti, egresados ECI.

La Soberanía alimentaria abarca todos los aspectos de la procuración de un alimento seguro  para el conjunto de la población. Lo que consumimos  nos determina cultural, política y económicamente como sociedad. De allí que la noción de “somos lo que comemos”, va más allá de los hábitos individuales.

 La Soberanía alimentaria como concepto, fue desarrollado por La Vía Campesina, un movimiento internacional que la propuso como tema en la Cumbre Mundial de la Alimentación en Roma en 1996, buscando una alternativa a las políticas neoliberales que devastan a las economías locales, favoreciendo el comercio internacional por sobre la alimentación de los pueblos.

Según esta organización, todo el circuito productivo de los alimentos debe tener un conjunto de características para cumplir con una idea de soberanía alimentaria:

  • Priorizar la producción para alimentar a la población local
  • Fijar precios justos tanto para el productor como para el consumidor
  • Eliminar los intermediarios a la hora de la venta (Esto incluye crear ferias y mercados donde los productores puedan ofrecer sus productos)
  • Producir alimentos orgánicos, sin agroquímicos ni modificados genéticamente
  • Garantizar condiciones de trabajo digno y priorizar el trabajo humano
  • Brindar acceso a los campesinos a la tierra, agua pura y semillas orgánicas
  • Ofrecer créditos y formación para estimular la producción local
  • Hacer partícipe a la sociedad en la definición de políticas agrarias
  • Protegerse de las importaciones de alimentos demasiado baratos y limitar las exportaciones para abastecer el mercado interno.

La Soberanía alimentaria no se opone al intercambio internacional de alimentos, sino que busca garantizar en primera instancia la seguridad alimentaria de las poblaciones locales. Esto es, que haya cantidad y fundamentalmente calidad de alimentos para la comunidad.

Hoy Argentina es el tercer productor mundial de alimentos orgánicos y el segundo país en cantidad de hectáreas certificadas como orgánicas. A partir de los datos que provee anualmente el SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) no cabe duda de que estamos en un territorio con la capacidad para proveer a su población de alimentos saludables, lo que implicaría además disminuir enfermedades crónicas ocasionadas por la mala alimentación. Pero paradójicamente, en el mercado local, el consumo de productos orgánicos muestra una muy baja participación. Entonces, ¿A dónde va a parar esta producción orgánica?

En 2011, la exportación de este tipo de alimentos marcó un record histórico. Se vendieron 156 mil toneladas de estos productos a países de Europa y Estados Unidos. Los envíos a este último país crecieron un 22% el último año, volviendo a ser el principal destino de las exportaciones.

La tendencia en el país continúa con el aumento de estos cultivos, pero para que rindan acorde a la soberanía alimentaria resulta primordial educar a la población para lograr un equilibrio entre lo que se produce, lo que se consume localmente, y lo que se envía al exterior.

 

¿Y por casa, cómo andamos?

Haciendo foco en Choele Choel y en nuestro Valle Medio, indagamos en los hábitos de producción y consumo de los alimentos. Nos encontramos por una parte con una serie de empresas de gran envergadura que se dedican a la producción agroexportadora: Expofruit, McCain, Arcor, Teletutti, Moño azul, Kleppe, El Abuelo, Surco, Lage. Varias de estas empresas llegaron como extensiones desde el Alto Valle en los 90, con la idea de destinar grandes porciones de tierra a la producción frutícola orientada al mercado externo, como parte de un proceso de expansión territorial. Hablamos del tipo de compañías que priorizan la ganancia por sobre la seguridad alimentaria, además de no producir cultivos orgánicos y tener mano de obra precarizada.

Por otro lado, los pequeños y medianos productores rurales compiten por el mercado interno contra productos importados de bajo costo y menor calidad alimenticia. De este modo, para tener mayor rendimiento económico, la mayoría utiliza las recetas de las multinacionales agropecuarias: comprar el paquete de semillas transgénicas y fumigar con agroquímicos. A pesar de ser más rentables, este tipo de producciones son una bomba de tiempo para la salud, ya que como vienen advirtiendo organizaciones, médicos y vecinos desde la campaña nacional Paren de Fumigarnos, el uso de pesticidas está asociado al desarrollo de cáncer, malformaciones en niños y enfermedades de la piel.

Pero también vemos excepciones de valientes productores que han optado por la vía orgánica y apuestan a producir de manera responsable aunque ello implique un poco más de esfuerzo. Además de traer beneficios a la salud humana, estas prácticas promueven una relación de respeto con el entorno natural.

El gran desafío al que se enfrentan quienes apuestan a este modo de vida es lograr que más productores se sumen a la vía responsable y que los consumidores tomen dimensión de la importancia de elegir mejores alimentos. Roberto Ávalos, productor local de orgánicos, afirma que produciendo a su estilo prioriza ganar menos para cuidar al resto, y eso lo lleva a que otros productores locales lo miren con recelo. A la hora de la venta, también suelen suceder desencuentros, ya que los algunos consumidores reclaman precios más baratos sin valorar que los productos tienen un extra, están recién cosechados y tienen todas sus propiedades intactas.

Es evidente que el cambio en los hábitos de una sociedad debe ser estimulado por sus gobiernos. José María Lavezzini, Técnico asesor en producción bajo cubierta del municipio vecino de Luis Beltrán explica que desde la Nación se impulsa a las economías regionales ofreciendo créditos para ampliar la capacidad productiva pero que el esfuerzo no está puesto en lograr una soberanía alimentaria.  Nosotros no vemos que haya un lineamiento que baje, que piense en eso. En realidad lo que se busca desde el Estado central es articular una línea rápida para bajar dinero para formar una red clientelar. Si bien el Estado organiza y participa de ferias de semillas y crea ferias, mercados y centros de acopio que favorecen a los pequeños campesinos, Lavezzini reconoce que hay un problema de doble discurso cuando no se brinda el marco apropiado para dicha actividad: Hay dirigentes que hablan de soberanía alimentaria y después te enterás que firmaron pactos y tratados con las multinacionales que se robaron todas las ideas y los paquetes tecnológicos de Sudamérica y los están vendiendo en otro lado. ¿Cómo explicás que estas personas que hacen algo súper sano tengan que trabajar en la ilegalidad, no puedan tener cobertura social, jubilaciones, no puedan trabajar en blanco, tener empleados en blanco, comerciar en blanco?

 

Consumidores conscientes 

Así como hay productores responsables, también encontramos consumidores conscientes que consideran que no hay que quedarse de brazos cruzados mientras nos ofrecen mayormente productos envenenados y superindustrializados dañinos para la salud.  Claudia Michelena, docente y vecina de Luis Beltrán, inició hace 2 años el Club de consumidores de hortalizas. El objetivo era demandar alimentos saludables, directo de su productor y a un precio accesible. La inquietud la llevó a organizarse con un conjunto de vecinos y –luego de comunicarse con Ávalos- emprendió el armado semanal de bolsones de verduras y hortalizas. El sistema funciona por encargo y al ser una compra colectiva el precio disminuye. Cada paquete contiene un surtido de productos de estación y cuesta 70 pesos.

Links recomendados

http://viacampesina.org/es/

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