Texto y fotos: Paula Olmedo y Agustín Nogués Margarit *
Powerchair: de espectadores a protagonistas
Santiago Arocena y Marcelo Musso practican fútbol en sillas de ruedas a motor en el equipo Titanes de Córdoba. Santiago está en el grupo A y en la Selección Nacional de Powerchair. Marcelo entrena en el grupo desarrollo y estudia periodismo deportivo. Sus historias inspiran a superar barreras.
Como cada sábado en el Gimnasio Sur del estadio Mario Kempes, todo se va preparando para comenzar el entrenamiento de Powerchair. Los jugadores están listos y sus familiares, asistentes y entrenadores, expectantes. La pelota, un poco más grande que la del básquet, está por comenzar a rodar. Las sillas de ruedas chillan sobre el parqué. Quizás no sea necesario ver un partido para entender por qué a este equipo lo llaman Los Titanes.
El Powerchair o fútbol de sillas de ruedas a motor tiene origen francés. Se trata de un deporte adaptado mixto, que se juega con dos equipos de cuatro jugadores: un arquero volante y tres jugadores de campo. Una disciplina que incluye a personas que padecen de esclerosis múltiple, cuadriplejia, parálisis cerebral o distrofia muscular. Los partidos se realizan en canchas cubiertas de parqué, con una superficie lisa, dura y nivelada, similar a las de básquetbol. Se usan sillas de ruedas a motor con protecciones metálicas para los pies, un cinturón de seguridad y una pelota de fútbol de cuero de 33 centrímetros de diámetro, parecida a una pelota de fútbol convencional.
Los sábados entrenan los dos equipos de Titanes de barrio Empalme: el grupo A de alta competencia y el grupo desarrollo. Hernán Capdevila dirige los entrenamientos, según la categoría y las capacidades de los deportistas. “Hoy, la mayoría de los jugadores buscan la alta competencia. Hay algunos que están en proceso de ser mundialistas y eso se ve”.
Los jugadores golpean el balón con el lateral del protector metálico. Cada deportista controla su silla con la parte del cuerpo que tenga movilidad: con las manos o el mentón. A su lado, cuentan con un joystick que les permite desplazarse y dar giros para direccionar la pelota hacia el lado del rival. Hernán felicita a uno de los equipos por anotar un gol. Los deportistas chocan sus sillas para celebrar el punto y continuar con el juego.
Dos historias, dos protagonistas
Santiago Arocena, de 14 años, juega de mediocampista en el grupo de primera “A” de Titanes de Córdoba. El joven integra el plantel de la Selección Argentina de Powerchair Football. Es hincha de River Plate y fanático de los futbolistas Alejandro Garnacho y Leonel Messi. Santiago es sinónimo de talento y disciplina: “Me gusta venir a competir al máximo nivel, aprender cosas nuevas y compartir con mis compañeros”.
Santiago se coloca en la cancha desde una posición defensiva, con el número 10. Con sus manos, mueve su silla para dar pases y neutralizar los ataques del otro equipo. Le pasa el balón a Agustín Zanoli, ingeniero mecánico, de 32 años, quien quedó cuadripléjico por un accidente en cuatriciclo. Con un joystick adaptado para su mentón, Zanoli, realiza el giro que define el punto ganador para el equipo. Ambos se miran y chocan sus sillas para festejar el gol.
Mariano Arocena, padre de Santiago, cuenta que su hijo padece de Atrofia Muscular Espinal (AME), una enfermedad degenerativa que afecta a las neuronas motoras y provoca una disminución en la fuerza muscular. “Después de la pandemia, Santi comenzó a practicar Powerchair. Cuando vimos su cara de felicidad, sentimos que este deporte suma un montón para él y toda la familia”, dice con orgullo.
Santiago afirma que le gusta competir al máximo nivel. Por su pasión y perseverancia, llegó a representar la bandera argentina en la Selección Nacional de Powerchair y se transformó en un deportista revelación. “Viajamos a Buenos Aires, a la fecha de liga y también a Mar del Plata a jugar torneos nacionales e internacionales con equipos de Brasil y Uruguay”, comenta. En referencia a sus triunfos, en abril de 2024 ganaron la Copa Argentina y la Liga Nacional. “El deporte me cambió la vida -agrega-, puedo competir, hacer nuevos amigos que pasan por las mismas situaciones que yo. Me ayudó a estar tranquilo y a relajarme”.
Después de 40 minutos de juego, finaliza el partido del grupo A y Santiago sale de la cancha. Marcelo Nicolás Musso, de 25 años, entra como punta derecha del grupo desarrollo. Vive en el barrio Manantiales. Es hincha de Belgrano, admirador de Leonel Messi y Rafael Nadal. Marcelo padece de parálisis cerebral, pero no le impide practicar el deporte: “Me cambió mucho subirme a una silla y jugar con los Titanes. Dejamos de ser espectadores para ser protagonistas. Ya no estamos fuera de la cancha, sino dentro”.
En los entrenamientos de Marcelo, lo acompaña Laura, su hermana melliza. “Hace más de trece años que formamos parte de Titanes”, dice. Describe a los entrenamientos como “oportunidades de encuentro” entre compañeros de equipo, que permiten compartir un almuerzo y mates, charlar, celebrar un cumpleaños y viajar fuera de Córdoba.
Marcelo estudia Periodismo Deportivo y plantea que el Powerchair debe tener más difusión en las redes sociales y medios de comunicación, canales que “abren la posibilidad para que todos conozcan este deporte”. Laura cuenta que practicar esta disciplina influyó mucho en que Marcelo tenga la “iniciativa de estudiar y ser profesional”.
Una mirada hacia lo colectivo
La Fundación de Powerchair Football Argentina promueve valores como el trabajo en equipo, la integridad de los deportistas y la generación de vínculos y amistades. Desde Titanes, no solo hay un compañerismo entre los jugadores, sino también entre el grupo de padres que recaudan fondos para la compra de sillas de ruedas a motor importadas, cuyo valor ronda los 9000 dólares. Ellos, además, se encargan del mantenimiento de las sillas, de acompañar y asistir a sus hijos en los viajes a los campeonatos, torneos y partidos locales e internacionales.
Adriana Borgogno, madre de Agustín Zanoli y fundadora de Titanes, aclara que los gastos del equipo se solventan de forma particular, como también por medio de rifas, bingos o donaciones de privados. Para Mariano Arocena, “la familia es un pulmón”, dice Mariano Arocena. La familia, sostiene el entrenador de Titanes, “es fundamental: los jugadores, sin las familias, quedan restringidos en las posibilidades de acción al menos inicialmente en el periodo de contención”.
Santiago Arocena y Marcelo Musso coinciden en que el Powerchair “les cambió la vida”. Su mensaje es “que vengan, que se integren, que vean el deporte, y si les gusta, que se sumen”. Integrar el mundo del fútbol en silla a motor “abre la posibilidad de incluirse y formar vínculos sanos”, afirman los deportistas.
Para Hernán Capdevilla, el Powerchair “permite que un chico con discapacidad motriz pueda animarse a romper la primera barrera que es practicar Powerchair; que un joven menor a 14 años sea elegido para jugar su primer Mundial; y que los jugadores se desarrollen en otros ámbitos, más allá de lo deportivo”.
* Estudiantes de la Licenciatura en Comunicación Social en prácticas de trabajo final en la Secretaría de Producción y Transmedia de la Facultad de Ciencias de la Comunicación.