Una conmemoración: el Bicentenario.
Un hecho histórico: la declaración de la independencia.
Un protagonista: el pueblo de la Nación Argentina.
Una acción más otra acción, más otra y así…. Reflexionar, interpelar, revisar, pensar… y hacer memoria desde la simpleza de reconocernos como argentinos hasta la complejidad de sabernos parte de una Nación, hoy.
Y entonces, desde las palabras que nos permiten expresar las significaciones, decimos.
Mientras, pensamos…
Por María Paulinelli
Conmemorar es recordar juntos. Es una actividad colectiva –de ahí lo de juntos- que, además de representar el pasado lo incorpora performativamente en esa construcción que resulta de la acción de recordar. Se identifica con los ritos en cuanto momentos de reunión, de encuentro, de socialización, que implican-fundamentalmente- el reconocimiento de pertenencia a determinado grupo humano. Remite a determinadas acciones que materializan ese sentido de pertenencia posibilitando la construcción de variados relatos sobre la identidad. Metaforiza la legitimidad de visiones o propuestas conjuntamente con las expectativas políticas y culturales. Diseña los intersticios por donde los antagonismos se cuelan para extender otras visiones, negadas, ocultadas o marginadas por los grupos hegemónicos y que encuentran en “esos momentos” una cierta posibilidad de visibilidad.
Pero las conmemoraciones tienen también, las modalidades de un mito, en cuanto posibilitan acceder al relato del origen y de la constitución de identidades de un grupo social. Por eso esta contigüidad con ideas, valores, referenciaciones que posibilitan el reconocimiento de ese acontecimiento a través de los tiempos. De allí la vinculación entre pasado-lo que se conmemora – el presente-cómo se conmemora- y el futuro-para qué se conmemora-
Toda conmemoración une, pues, esas dos instancias: los ritos como acciones tendientes a reforzar, mostrar, profundizar la identidad de un grupo social Pero también, la reflexión, el análisis, la interpelación, el cuestionamiento de las significaciones del acontecimiento conmemorado. Ambas instancias coexisten y de su dosificación resulta el sentido primigenio de la conmemoración: recordar juntos.
También aludimos a la declaración de la independencia como un acontecimiento histórico determinado.
Sabemos que no se conmemoran fechas sino el sentido que se les atribuye. Los actores sociales se apropian de su valor simbólico y legitiman su proyecto en esta adjudicación, en este otorgamiento de sentidos. De allí la
multiplicidad de sentidos que pugnan por legitimarse y las significaciones resultantes de los distintos grupos sociales
Afirmamos, entonces que toda lectura de la Historia nos coloca ante el espesor, la ambigüedad, la incertidumbre que visiones idénticas, contrapuestas, disímiles, nos entregan.
En esta conmemoración a que aludimos, la significación resultante es la ratificación de la existencia de la Nación Argentina. Y decimos, ratificación, porque ese 9 de julio de 1816 se declara la independencia que completa ese momento de mayo de 1810 con el primer grito de libertad
¿Cómo podemos definir esa Nación en cuya búsqueda, aún hoy, estamos empeñados?
Toda nación es una comunidad imaginada. Un grupo humano que, desde la conciencia de su identidad particular, es capaz de sustentar un proyecto político propio en una continuidad histórica. Se extiende hacia atrás, se asienta en sucesos significativos y, desde el presente, permite una identificación con el pueblo-esa comunidad – que actuó en momentos fundacionales y constituyentes. Pero también, resulta una comunidad de obligación ya que se extiende hacia un futuro como proyecto.
Esta participación es el resultado de una identidad activa: se construye en acciones, decisiones, actitudes, logros diversos que apuntan a generar una cultura pública común. Es decir, un imaginario asentado en determinados principios que sustentan la existencia continua de la Nación.
Las conmemoraciones adquieren un lugar significativo en esta “identidad activa”, como las hemos calificado. En su carácter de ritos pero también como lectura de los principios sustentadores originarios, es decir, como mito constituyente.
La Nación Argentina resultó un punto de partida ese 9 de julio de 1816.
Diversas circunstancias enfatizaron la opacidad de un proceso donde las tensiones entre ese incipiente estado y la sociedad se expresaron y se expresan de múltiples maneras.
Nuestra historia resultó, resulta así, una inacabada sucesión de desencuentros entre los distintos actores sociales y sus proyectos. Inacabada sucesión que nos sumerge en la confusión, la carencia de certezas, de proyectos posibles; que ahonda las desigualdades entre las variadas Argentinas existentes; que llena de crispación las comunidades de las que estamos hechos y que vacía de significación los discursos que buscan querer representarnos.
La identidad nacional se construye, entonces, sobre tiempos heterogéneos y diferentes comunidades que conforman la nación en la actualidad, o mejor -dicho con cierto pesimismo- que habitan el territorio que nos contiene espacialmente como nación
Afirmamos, entonces, la necesidad de tener una nación no asentada solamente en el sentimiento de pertenencia a una Patria hecha de mitos y de símbolos, sino una nación como encuentro de los distintos sectores sociales y políticos.
Pensemos, pues, un proyecto que respete las diferencias pero que atienda a las desigualdades de las que estamos hechos para la construcción de una nación desde la libertad que confiere la racionalidad fundante de nuestra condición de hombres autodeterminados.
Reconozcamos la educación como la magnífica posibilidad de realización de este proyecto. Una educación que ratifique el sentido de construcción de lo social pero al mismo tiempo enfatice una legitimidad- no solamente discursiva- y promueva, además, una representatividad ausente de crispaciones y tensiones
Esta conmemoración del Bicentenario de la Declaración de la Independencia no busca, no debe buscar, solamente la realización de ritos –que la reducirán a la mera frivolidad del espectáculo- sino que debe estimular la reflexión, el pensamiento crítico sobre qué nación queremos construir y cómo la debemos realizar.
En definitiva, qué Argentina podemos hacer entre todos, hoy.
De allí el sentido fundacional que adquiere la significación de esta conmemoración. Desde nosotros, pero con el sentido de la experiencia vivida y con la proyección hacia un después.
Un proceso social de todos y para todos.