Desde 1992, el 11 de octubre es el “último día en libertad” de los pueblos originarios y el Contrafestejo se vuelca a las calles de Córdoba para denunciar el genocidio, la explotación y el despojo cultural. Otra versión de la historia y otra resistencia a los colonialismos del presente.
Texto y fotos: Josefina Cima *
Algunos derechos están tan naturalizados en lo cotidiano que posiblemente no son valorados, o no se percibe su importancia, hasta que se pierden. La libertad es uno de ellos: el derecho de vivir bajo nuestra propia voluntad. ¿Qué harías si supieras que tu autonomía va a ser avasallada de un momento a otro? Resistir, eso seguro. Porque al igual que la independencia es percibida como natural, el hecho de oponerse a cualquier tipo de dominación sobre ella es innato. Eso es lo que vienen haciendo los pueblos indígenas de América desde hace 527 años, porque ellos sí tienen un último día de libertad definido: el 11 de octubre de 1492.
Desde fines del siglo pasado, en ese día y cada año, se realiza la marcha del Contrafestejo en Córdoba, organizada por el Instituto de Culturas Aborígenes (ICA) de la ciudad. Este centro de formación surgió en el contexto del quinto centenario de la conquista española. Para ese año, instituciones internacionales, como la Organización de los Estados Americanos (OEA), y los gobiernos nacionales y provinciales, con Carlos Menem presidente y Eduardo Angeloz gobernador de Córdoba, organizaron una celebración para conmemorar los 500 años del descubrimiento de América.
El sacerdote Horacio Saravia, uno de los fundadores del ICA, decidió reunirse en ese momento con personas residentes en Córdoba con descendencia aborígen: eran dos mapuches, cuatro coyas, una chica guaraní y otra comechingona. “¿Cómo íbamos a celebrar las lágrimas, la sangre, la explotación y el genocidio?”, reflexionó. Por esta razón, comenzaron a recorrer la provincia para encontrarse con distintas comunidades indígenas y emprender la construcción del Contrafestejo: “No queríamos una marcha de confrontación, sino una que hiciera reflexionar, porque debía escucharse una voz diferente, al menos en esta ciudad”. De esta manera, fundaron el ICA con el objetivo de visibilizar la realidad social, política y cultural de los pueblos originarios de Córdoba. Además, junto con la creación del instituto, comenzaron a otorgarle identidad al Contrafestejo cordobés.
Este año, la marcha se realizó un viernes. Viernes de calor, de energía y de grito indígena. La escultura “Himno al Sol”, ubicada en Boulevard San Juan a pocos metros de la Avenida Vélez Sarsfield, fue el punto de partida del Contrafestejo. Los brazos al cielo del famoso indio del artista polaco Perekrest guiaron el avance de la marcha. Con pausa y cautela, los integrantes de distintas comunidades transitaron las calles céntricas de la ciudad dirigiéndose a la Plazoleta del Fundador. Los monumentos citadinos que marcaron el comienzo y fin de la marcha no fueron elegidos al azar: señalan de manera simbólica el tránsito de la libertad hacía la colonización.
La comunidad comechingona del pueblo La Toma presidía la marcha. Este pueblo es el único originario en la ciudad: su territorio ancestral es el hoy urbanizado barrio Alberdi. En un principio, ocupaban gran parte de la zona oeste de Córdoba capital, se extendían hasta el Tropezón y Fuerza Aérea. Tras los pasos de la burguesía cordobesa, los límites del pueblo fueron acortándose. “La cuestión territorial es un tema no resuelto con el Estado, tanto el estado colonial anterior como el actual”, declaró Saravia, quien también es cura párroco en el barrio desde 1980. Esta problemática sobre la tierra contribuyó a la invisibilización de la comunidad aborigen, que recién en 2007 fue reconocida por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). Actualmente, los integrantes del pueblo reclaman al Gobierno provincial que les devuelva una casona expropiada, donde vivía uno de sus curacas y que alberga un algarrobo de más de 500 años.
La Coordinadora en Defensa del Bosque Nativo también estuvo presente en el Contrafestejo. Esta agrupación se conformó en diciembre de 2016 y hoy nuclea cinco regionales de la provincia integradas por distintos colectivos y comunidades originarias. Diego Aranda, miembro de Asamblea Paravachasca que forma parte de la Coordinadora, reivindicó el 11 de octubre como fecha anticipatoria al 12 y remarcó en la necesidad de “visibilizar que los pueblos indígenas están en Córdoba, están en Argentina, están en Latinoamérica y están marchando”.
A lo largo de la cuadra en la que se extendía la marcha, diferentes comunidades de la provincia alzaban sus banderas con ánimos de orgullo por su identidad. Los sonidos de las zampoñas y charangos, instrumentos tradicionales de la música andina, acompañaban la calma caminata mientras se turnaban para recitar poemas o estrofas musicales. A los ruidos de las bocinas furiosas por el corte del tránsito, respondían con firmeza los japapeos, los sonidos contundentes que emergen al darse golpecitos con la mano en la boca mientras se grita.
La marcha fue el cierre del VIII Congreso de Culturas Originarias que se realizó en Ciudad Universitaria. La convocatoria fue impulsada por el ICA y tuvo como eje central la temática “Lenguas y Territorios”, como una respuesta colectiva a la constante estigmatización de los pueblos. Desde distintas provincias del país viajaron para presenciar el congreso. Dianela Lago, de la comunidad mapuche de Río Negro, remarcó en la importancia de que se sostengan estos espacios de educación intercultural. Además, destacó que su paso por la ciudad fue motivador: “Seguiremos reivindicando nuestro pueblo. Estamos muy felices. Nos vamos con mucha fuerza”. Para ella, participar de la marcha también fue una forma de “hacer el duelo por los hermanos que se han ido, producto del genocidio”.
Los rayos del sol otoñal todavía se reflejaban en el asfalto cuando la caravana arribó a la Plaza del Fundador. Allí, un festival artístico se encargó de concluir la semana de conmemoración a los pueblos indígenas. El ballet de mixtura andina, la música Jach’aMallku y una selección de carnavalitos impregnaron las calles 27 de Abril y Obispo Trejo con tradición aborigen.
El Contrafestejo es necesario para contar la otra versión de la historia: porque no descubrieron América, la conquistaron e invadieron. Este paradigma se vio reflejado en el cambio de la efeméride nacional, cuando el Día de la Raza fue renombrado como Día del Respeto a la Diversidad Cultural por el decreto presidencial 1584 en 2010. Sin embargo, todavía quedan años de resistencia para restarle importancia a los grandes conquistadores europeos y reivindicar más las luchas de nuestros pueblos originarios y su necesidad de participar y protagonizar la vida social de este país.
* Estudiante de cuarto año de la Licenciatura en Comunicación Social, orientación en Comunicación Gráfica, de la FCC-UNC. Texto producido para la cátedra de Redacción Periodística II – Periodismo de Opinión y Crónica.