Por María Paulinelli *

Lecturas para recuperar el valor de la palabra en un tiempo de desamparos. La metáfora de la deshumanización del conocimiento en Un verdor terrible, de Benjamín Labatut. La utopía revolucionaria, vista desde la memoria, el testimonio y la literatura en Volver la vista atrás, de Juan Gabriel Vásquez.

¡Hola! Conversábamos el otro día sobre los tiempos desoladores que vivimos. No solo un invierno gris y frío nos abraza, sino que algunos estamos tristes, inmensamente tristes, porque nos hemos extraviado y no sabemos cómo encontrar de nuevo ese camino que era nuestro. Tampoco la palabra ocupa un lugar relevante en nuestras vidas… Los mitos, esos mitos que nos identificaban, que nos permitían creer en utopías –esperar la revolución como proyecto, hacer un mundo más humano– parecen perder relevancia, esfumarse, transformarse en huecas propuestas… desaparecer y dejar vacías ¡tantas significaciones!

Vuelvo, entonces, a repetir lo que –antes– les decía.

Pienso que podríamos revisar esos discursos que muestran este mundo que vivimos, que es el hoy de cada día,  para recuperar el valor de la palabra y encontrar un espacio de luz y transparencia… donde encontremos los signos necesarios para hacer este mundo más amable, más humano. 

Les propongo unos textos que he leído y que muestran el mundo así, como puede percibirse, desde esa particularidad de las tristezas.

Ya leímos ese largo poema, El tiempo de la crueldad. También, los múltiples relatos fragmentarios de Impresionismos.  

Veamos ahora otros textos diferentes. Son dos textos únicos, increíbles… ¿Los leemos?

La metáfora del conocimiento y de la verdad científica anclada en las distintas vidas que resultan en su enunciación, un nuevo mundo posible: Un verdor terrible. La Historia desgajada en acontecimientos incomprensibles. Los humanos como meras sombras que se dispersan en el tiempo: Y Volver la vista atrás. Uno, desde la sutileza del ensayo que se convierte en un relato. Otro, desde la memoria que mira los acontecimientos ya pasados… la indefensión, la inutilidad de las vidas particulares en los proyectos colectivos. Ambos, en la búsqueda de discursos diferentes que enuncien estas realidades distintas, estos nuevos mundos posibles

Benjamín Labatut, autor de Un verdor terrible / Foto: Juana Gómez - El diario Ar
 La metáfora del conocimiento como otra forma de deshumanización

Un verdor terrible, de Benjamín Labatut

 

Una prolija y elaborada estructura organiza el texto también como otra posibilidad de enunciación. Cuatro capítulos, un Epílogo y Los agradecimientos proponen un discurso que se extiende desde el ensayo a la biografía, desde la  ordenada enumeración de los avances en la ciencia contemporánea a las biografías de los protagonistas de dichos avances, desde la consignación de datos probatorios a la construcción de un mundo posible, existente e imaginado. Es decir, la estructura nuclea distintas significaciones implicadas en la enunciación de esa multiplicidad discursiva. Multiplicidad que supone –asimismo– un deslizamiento desde el relato objetivo de un proceso de ideas sobre el mundo natural y su funcionamiento a la emergencia de la subjetividad expandida y devastada de aquellos protagonistas de dicha evolución.

Es, ese deslizamiento, el que posibilita esa metáfora de la deshumanización del conocimiento de las ciencias en la actualidad. Metáfora explicitada en el título, Un verdor terrible. La naturaleza identificada con ese verdor, que tiene la condición de terrible como categoría definitoria. Es una peste vegetal que se esparce de árbol en árbol. Implacable, silenciosa, invisible, es una podredumbre oculta, escondida de los ojos del mundo. ¿Brotó de la tierra más profunda y oscura? ¿ O acaso fue traída a la superficie por las criaturas más insignificantes?  Humanidad y ciencia, ambas tematizadas desde una imposible convivencia. La deshumanización ya existe. Se nombra de esa manera.

Metáfora también explicitada en los títulos de los cuatro capítulos que apuntan en y a  ese corrimiento. Azul de Prusia –un avance científico– se transforma en la denominación de la situación final: Cuando dejamos de entender el mundo.

Una consideración de los enunciados ratifica aún más las significaciones explicitadas. El texto se inicia con la referencia de la actualización del Azul  de Prusia, esa sustancia con diversas implicancias no solo en las ciencias, sino también en las artes. Datos, informaciones varias, permiten reconocer esta ambivalencia y su importancia a través del tiempo.

El segundo capítulo –La singularidad de Schwarzschild– aúna la emergencia de nuevos paradigmas con el relato de la subjetividad de sus creadores. Significaciones que se relatan con mayor énfasis, en las narraciones de las distintas situaciones  y resonancias en el ámbito de la subjetividad de los protagonistas. El corazón del corazón deviene finalmente en la afirmación con que se cierra el relato de esa tensión entre Humanidad y Ciencia: Cuando dejamos de entender el mundo.

 

El Epílogo, la afirmación de ese mundo posible en El jardinero nocturno –como se titula–, metaforiza en ese sujeto protagonista la deshumanización explicitada, enunciada y metaforizada en el desarrollo del texto. Seis fragmentos relatan esa transformación del jardinero nocturno. Seis fragmentos que permiten escuchar su voz, pero que también apelan al lector como testigo de los sucesos narrados. Callen ahora. Escuchen. Escuchen cómo crece.

El jardinero habla. Cuenta los avatares de su vida. Así dice, luego de enumerar algunos hechos traumáticos de su vida: …pero él insistía en que todo aquello, sin importar cuán doloroso había sido, era algo secundario al lado de la súbita constatación de que eran las matemáticas –y no las bombas atómicas, los computadores, la guerra biológica o el apocalipsis del clima– las que estaban cambiando nuestro mundo a tal punto que en tan solo un par de décadas, a lo sumo, sencillamente no seríamos capaces de entender qué significa ser humano. No es que alguna vez hayamos podido hacerlo, pero ahora las cosas están empeorando… Esa es la causa por la que todos han sufrido esa constatación … Podemos despedazar átomos, deslumbrarnos con la primera luz y predecir el fin del universo con solo un puñado de ecuaciones, garabatos y símbolos arcanos que las personas normales no pueden entender a pesar de que gobiernan sus vidas hasta el más mínimo detalle. Pero no es solo la gente común: los propios científicos han dejado de entender el mundo.

Discurre, entonces, sobre la mecánica cuántica, por no definir alguna otra teoría, y su discurso se desborda de poesía, como si el lirismo atemperara algo esa deshumanización que nos invade. Sabemos cómo usarla, funciona por una suerte de milagro y, sin embargo, no hay un alma en este planeta, nadie vivo o muerto, que realmente la entienda. La mente no puede lidiar con sus paradojas y contradicciones. Es como si la teoría hubiese caído a la Tierra al igual que un monolito proveniente del espacio, y nosotros sencillamente gateamos a su alrededor como simios, jugando con ella, lanzándole piedras y palos, sin ninguna comprensión verdadera.

Finalmente el jardinero asocia la gestación de frutos en los limoneros que perecen con los excesos de nosotros, los humanos. Pero los árboles son organismos muy diferentes, y esos espectáculos de monstruosa fertilidad no parecen propios de una planta y son más parecidos a los excesos de nuestra especie con su crecimiento desbordado y fuera de todo control.

Nuevamente la interpelación en esa presencia del protagonista de ese Epílogo. Ese jardinero que en la noche es jardinero y cuida de las plantas como opción para mejorar el mundo. Así termina. 

Su voz queda resonando en las preguntas que nos interpelan a nosotros, los lectores. Benjanín Labatut –chileno por opción, menos de cuarenta años de vida– nos interroga desde ese pedazo de América Latina, desde ese texto hermosamente escrito, si hemos deshumanizado lo más humano que tenemos las personas: el conocimiento asociado a la palabra.

No digo más. Lo leo una y otra vez.

Los invito a que también lo hagan. 

Juan Gabriel Vásquez, autor de Volver la vista atrás / Foto: Infobae
La Historia desgajada en acontecimientos incomprensibles

 

Volver la vista atrás, de Juan Gabriel Vásquez

 

Otro escritor latinoamericano. Vásquez ha sucedido a García Márquez como el gran maestro literario de Colombia, coincide la crítica unánimemente.

Una continuidad que obvia el realismo mágico del autor de Cien años de soledad, y se empecina en indagar la Historia del siglo XX para tratar de entender el sentido de la revolución y de sus hombres. Para tratar de entender lo que se preguntaba el argentino Andrés Rivera hace algunos años. ¿Qué revolución compensará la pena de los hombres? 

El texto es el resultado de una larga entrevista que el autor le hace al director de cine Sergio Cabrera, en octubre del 2016, sobre su familia y la participación en acontecimientos relevantes del siglo XX: la Guerra Civil Española, la Revolución Cultural China y los Movimientos Guerrilleros Colombianos.

De ahí que pueda ser mirada desde distintas perspectivas:

* Como la resultante de una multiplicidad de discursos. Relato histórico por los hechos narrados, que al ser resultado de un diálogo o conversación con uno de los protagonistas,  adquiere la categoría de mundo posible, en esa mixturación de sucesos reales y autonomía discursiva. Es un discurso sobre acontecimientos sucedidos. No incluye datos o información verificable. Se suman otros discursos: las fotografías que documentan los rostros de algunos protagonistas, la inclusión de cartas que refrendan o cuestionan las opiniones o la participación en los acontecimientos relatados. También, se transcriben poemas o proclamas que complejizan la idea de revolución y  el compromiso resultante. De esta manera, la novela resulta un compendio de posibilidades discursivas que le confieren distintas significaciones a la lectura.

* Un relato de memoria. No es solo la entrevista generadora de la novela sobre el pasado de Sergio y su familia, sino la concepción de la reminiscencia, de la evocación, de los recuerdos que pivotea el relato de los hechos. Pensó que los recuerdos eran invisibles como la luz, y así como el humo hacía que la luz se viera, debía haber una forma de que fueran visibles los recuerdos.  La novela resulta de esa forma posible de visibilización.

* Un testimonio relevante que recorre sinuosamente esos tres momentos revolucionarios desde una mirada distanciada, que permite un cuestionamiento a la idea de revolución y a la actualidad/inoperancia de esa utopía, desmembrada ahora, en el siglo XXI.

 

Esas tres posibilidades de enunciación, justifican y explican la relevancia del texto y la complejidad resultante en la lectura. El testimonio y la memoria se explican en el título que redunda la idea de recordar en esa doble apelación al pasado, Volver la vista atrás. 

Asimismo, el epígrafe de Ford Madox Ford sintetiza la problemática de la categorización del tipo de texto: Pues, según nuestra visión de las cosas, una novela debería ser la biografía de un hombre o un caso, y toda biografía de un hombre o un caso debería ser una novela. Es decir, que se entrecruzan lo real acontecido con el relato resultante en la novela como propuesta discursiva.  

El novelista organiza ese mundo posible que se estructura en tres partes que se ordenan alrededor de la entrevista en Barcelona, en 2016, como dijimos. Es decir que el relato no mantiene una continuidad temporal. Hay oscilaciones, idas y vueltas que se corresponden con la utilización de los espacios considerados.

Esa autonomía enunciativa permite la recurrencia a los distintos acontecimientos en diferentes situaciones, pero hace posible, también,  una revisión de las ideas y opiniones, lo que enriquece los testimonios de los distintos protagonistas a través del discurso del protagonista entrevistado –Sergio–, los discursos que se incluyen en el texto de otros protagonistas –en la inclusión de cartas, entre otros– y de la presencia narradora en tercera persona pero también en primera persona del autor/narrador de la novela.

Las tres partes no estructuran el relato ni lo organizan temporal o espacialmente. Posibilitan la problemática de revisar, evaluar y volver la vista atrás, como dice el título.

Encuentro en Barcelona es la primera parte. Plantea la situación de Sergio Cabrera en ese momento histórico: es un cineasta colombiano, durante una retrospectiva de su obra, en un momento en que la muerte reciente de su padre –republicano español– lo retrotrae a la Guerra Civil y el consecuente exilio en Colombia. Las incomprensibles situaciones donde los humanos son meras sombras dispersas. Proyectos que al materializarse dejan de lado la particularidad de sus integrantes.

 

Así describe al tío de Sergio, en su participación en la Guerra Civil Española: Eso sí, necesita coraje, porque es el coraje de no hacer lo que todos le hubieran perdonado al cabo del tiempo. Ese mismo protagonista que sabía que estaba condenado porque los militares que le daban la espalda a Franco pasaban a engrosar una lista negra y eran perseguidos con más saña que si se tratara de comunistas

La revolución en los hoteles es la segunda parte. La familia participa en la Revolución de Mao. Los padres se vuelven a Colombia pero Sergio y su hermana –adolescentes ambos– se quedan en Pekín y viven en hoteles destinados a los revolucionarios. Eso explica el título.

Es una lúcida revisión de lo vivido. Años más tarde, en Barcelona, el protagonista recordará aquellos años desde un presente totalmente distinto. Así dice: Sergio salió a la noche pensando todavía en las últimas palabras del documental, que le anunciaban exactamente esto: iba a salir a un mundo sin guerra, lejos de Vietnam, donde era fácil olvidar que esa realidad existía. En esas breves palabras, en su melancolía y en su aparente resignación y su denuncia de un mundo insolidario, Sergio encontró la protesta más elocuente que había visto jamás, incluidas las marchas en las que había participado como estudiante de la Chong Wen. Y al parecer era también la más eficaz, si uno juzgaba la eficacia de una protesta por el grado de violencia que provocaba.

La inclusión de un poema permite una lectura positiva y transformadora de aquella experiencia revolucionaria. Al ser herido un guerrero, dice: Dejen que en mí eche raíces. / Después / un árbol nació de sus entrañas / y el guerrero ahora / da sombra al caminante.

La tercera parte se titula La luz y el humo. Se entremezclan los nuevos protagonistas de la familia, ahora en la guerrilla colombiana. Una lúcida mirada sobre los acontecimientos contemporáneos, más las experiencias vividas en China, se conjugan para una desacralización del movimiento guerrillero. La asamblea de soldados era una tradición implantada por el Ejército Rojo durante sus marchas, una sesión semanal en la que los hombres tienen derecho a criticarse entre sí y aún a criticar a sus comandantes. Sergio había estado siempre orgulloso de ese momento en que los combatientes eran todos iguales, sin distingos de rango ni origen ni raza. Pero ahora esa igualdad proletaria no estaba resultando como él se la había imaginado.

La búsqueda de otras formas de compromiso ocupa los últimos años del relato en el Epílogo. La elección de Sergio por el cine señala la posible transformación de la acción revolucionaria en otras formas de militancia. La revolución tiene otras conductas. Lo cotidiano resulta una nueva forma de cambiar el mundo: Y allí verían el agua erizada de brillantes como siempre que le daba el sol, y verían también el cielo limpio y las gaviotas flotando cerca, y las gentes comenzando sus días con sus familias como ahora, Sergio, llegando al apartamento, comienza el día con la suya. 

Nostálgico texto sobre las revoluciones que soñamos. Un distanciamiento casi desolador le quita el heroísmo con el que se soñaba. Un heroísmo que se transforma en las formas diferentes de hacer la revolución, ahora desde otros espacios, desde utopías más cercanas, más pequeñas, pero no por eso menos necesario. 

Tal vez, pensó, Sergio, eso era él, eso había sido: un hombre que echa humo sobre sus recuerdos. 

 

Los dejo pensado que, a veces, las sombras se hacen transparentes y son luz que ilumina los días que vivimos.

 

Quizás sea el tiempo de acabar con las tristezas y profundizar las resistencias.

 

Hasta pronto. 

 

María  

 

Textos

Labatut, Benjamín (2023). Un verdor terrible. Editorial Anagrama. Barcelona 

Vásquez, Juan Gabriel. (2022) Volver la vista atrás. Alfaguara Buenos Aires. 

 

Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.