Por Alexis Oliva *
Todo hecho policial es social y político. En 2011 en Francia, el crimen de Laëtitia Perrais fue usado con oportunismo por el punitivista Nicolas Sarkozy. Hoy en la Argentina, el impune femicidio de Lucía Pérez debiera ser la oportunidad para empezar a dejar atrás la Justicia patriarcal.
El por ahora impune femicidio de Lucía Pérez debería ser en la Argentina lo que fue el caso Laëtitia Perrais en Francia. Pero el revés. El asesinato de la joven de 18 años, cometido en enero de 2011 por el recién beneficiado con libertad condicional Tony Meilhon (32 años al momento del crimen), fue un pretexto para que el entonces presidente francés Nicolas Sarkozy arremetiera contra los jueces garantistas que habían dejado en libertad al “monstruo” que intentó seducir, quizás violó (no se pudo probar), estranguló, apuñaló y luego de matarla descuartizó a la chica de 18 años.
Antes, Laetitia había sido víctima de violencia familiar, institucionalización, el acoso de un tutor que violó a su hermana melliza, la marginación escolar y la explotación laboral. Después de su asesinato en La Bernerie-en-Retz –cerca del castillo de Gilles de Retz, el célebre asesino serial y lugarteniente de Juana de Arco–, sería víctima del show del horror montado por los medios sobre sus restos diseminados por la costa nor-atlántica y del uso oportunista de su tragedia por parte del poder político.
“Cuando dejamos salir de la cárcel a un individuo como presunto culpable sin asegurarnos de que vaya acompañado de una inserción de consejero, es una falta. Los que han cubierto o se permite que cometa este error serán castigados”, amenazó Sarkozy y los magistrados de Francia lo tomaron como una declaración de guerra y actuaron en consecuencia. La huelga nacional de la magistratura puso al descubierto el doble discurso de punitivismo y ajuste y el Presidente mordió el polvo de la derrota.
La historia está contada en el libro Laëtitia o el fin de los hombres, del doctor y profesor de Historia Contemporánea Iván Jablonka, publicado por Anagrama en 2017. “Subtitulé a mi libro ‘El fin de los hombres’ porque creo que nuestra generación es mucho más sensible a otra definición de la masculinidad, una que no rima con agresividad, culto del patriarcado, poder del dinero, misoginia o incluso homofobia”, dijo hace poco en una entrevista.
En una suerte de manifiesto introductorio a su libro, Jablonka afirma que el caso policial “es un objeto de historia” y “un hecho social”. Ese hecho social nos recuerda que “vivimos en un mundo donde se insulta, se acosa, se golpea, se viola y se mata a las mujeres. Un mundo donde las mujeres no terminan de ser sujetos de pleno derecho. Un mundo donde las víctimas responden a la saña y a los golpes mediante un silencio resignado. Un fenómeno a puertas cerradas, tras el cual siempre mueren las mismas. No estaba programado que Laëtitia, esa muchacha radiante a la que todos querían, terminara como un animal de carnicería. Pero desde su infancia sufrió inestabilidades, zarandeos, descuidos, se acostumbró a vivir con miedo, y ese largo proceso de debilitación esclarece tanto su final trágico como a nuestra sociedad en su conjunto. Para destruir a alguien en tiempos de paz, no basta con matarlo. Primero hay que hacerlo nacer en una atmósfera de violencia y caos, privarlo de seguridad afectiva, quebrar su célula familiar, luego ponerlo a cargo de un asistente social perverso, no percatarse de ello, y por último, cuando todo está terminado, explotar su muerte para rédito político”.
El varias veces condenado por robos, tráfico de drogas y la violación de un compañero de celda, a la postre femicida de Laëtitia, fue sentenciado por los tribunales de Loire Atlantique y de Apelación de Rennes a prisión perpetua con un período de detención de 22 años. Actualmente, Tony Meilhon cumple condena en la cárcel de Condé-sur-Sarthe.
Por aquellos días, la tapa de la revista Charlie Hebdo –la que sufrió el atentado terrorista que mató a doce personas el 7 de enero de 2015– mostraba en su tapa a un buitre sosteniendo en su pico un brazo de la joven víctima: “Desmembrada por un bárbaro y hallada por un carroñero”.
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En la Argentina del neoliberalismo recargado y el gobierno empresario-mediático-judicial, Matías Farías (25 años), Pablo Offidani (43) y Alejandro Maciel (61) fueron absueltos del alevoso femicidio de Lucía Pérez (16 años), drogada, violada y asesinada en Mar del Plata el 8 de octubre de 2016. El Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de Mar del Plata sólo les impuso a los dos primeros la pena de 8 años de prisión por “vender drogas ilícitas”.
Luego de atacar la instrucción de la fiscal María Isabel Sánchez, los jueces Pablo Viñas, Facundo Gómez Urso y Aldo Carnevale dictaminaron que no estaban probados el femicidio ni el ultraje, aludiendo a la vida sexual de la víctima: “De los chats analizados surge claramente que sus vivencias en ese sentido alejan por completo la posibilidad de que hubiera sido sometida sin su voluntad”. “Tenía más de 20 faltas en el colegio por haberse quedado consumiendo estupefacientes” y “tenía relaciones con todos aquellos que le gustaban”, señalaron los magistrados. “Todo fue en un marco de normalidad y naturalidad, todo fue perfectamente querido y consentido por Lucía Pérez”, concluyeron.
“Es volver a matar a Lucía”, dijo su madre luego de escuchar la sentencia. Después alertó: “El mensaje que dejan los jueces es: ‘Hacelo, total no pasa nada’”. El Defensor del Pueblo bonaerense, Guido Lorenzino, declaró: “La impunidad frente a la muerte o el asesinato de una mujer no sólo alienta nuevos abusos, sino que también transmite el mensaje de que la violencia contra la mujer es aceptable o normal”.
Conocido el fallo, el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará de la Organización de los Estados Americanos le reclamó a la Corte Suprema de Justicia argentina que rectifique esta sentencia que implica “una clara violación a los derechos humanos de las mujeres” y garantice “todas las medidas necesarias para proporcionar un efectivo acceso a la justicia para los familiares de Lucía y para todas las mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia”.
Hoy desde las 17 horas, las mujeres, lesbianas, travestis y trans organizadas convocan a parar y marchar en todo el país. En Mar del Plata, el Movimiento de Mujeres y Diversidad llama a la movilización y rechaza el fallo porque “utiliza las negligencias de funcionarixs judiciales como fundamento de la absolución”, porque “carece de perspectiva de géneros y es violatorio de los tratados internacionales de derechos humanos, de la ley 26485 (de Protección Integral a las Mujeres) y de los estándares internacionales para los casos de violencias sexual”, porque “utiliza estereotipos sexistas y discriminatorios sobre la vida privada de la víctima”, porque “garantiza la impunidad”, porque “la impunidad envalentona agresores y perpetúa el sistema patriarcal”.
“Ante este escandaloso fallo misógino exigimos justicia por Lucía, condena y prisión efectiva a sus femicidas e inmediata destitución de los jueces Urso, Viñas y Cardenales. Entendemos que este fallo, sumado a muchos otros en los que la justicia patriarcal absuelve a violentos, violadores, femicidas y travesticidas, mientras da condenas ejemplificadoras en tiempo record a mujeres como Nahuir Galarza y Brenda Micaela Barattini, es la expresión del intento del poder judicial de aleccionar al movimiento feminista”, plantea el documento de la Asamblea Ni Una Menos Córdoba. En Córdoba capital, se llama al paro desde las 17 y a concentrar en Colón y General Paz a las 18, para marchar hasta la sede de Tribunales, en Caseros 551.
Si el crimen de Laëtitia Perrais representó “el fin de los hombres”, hoy la huelga y movilización feminista por Lucía Pérez debería ser el principio del fin del patriarcado judicial. Por lo menos.
* Periodista y docente de la cátedra Redacción Periodística II (Periodismo de Opinión) de la FCC-UNC.