Por María Paulinelli *
Narraciones donde la realidad histórica se amalgama con la ficción, donde lo fáctico se superpone con lo imaginado: Romagosa, de Jorge Cuadrado, Antonio Taire, el mártir, de Carlos Gallo, y El Santo de los pobres, de Miguel Ángel Ortiz.
¡Hola!
Y llegó finalmente el invierno con sus sombras. Digo así, porque el sol parece haberse estancado en una niebla de grises y de nubes. Las cosas pierden consistencia, desdibujan sus contornos, se escabullen presurosas.
Nosotros tratamos, inútilmente, de mirarlas. También, reconocerlas.
Y todo parece así… cercano a lo vacuo, lo vacío.
Lo incierto, incomprensible o… indistinto en sus significaciones nos invade.
La neblina detrás de la cual se encuentra el mundo que habitamos, se ha trasladado a la comprensión de quiénes somos. La transparencia ha trocado en vanas sombras.
Nos preguntamos dónde vamos en medio de la convulsión de no reconocernos uno al otro. De negar este presente que acucia responsabilidades y respuestas.
Algunos, deambulamos tras de alguna luz…
Todos necesitamos un destello.
Y entonces, leo.
Encuentro entre los libros que esperan ansiosos la lectura, algunos que me parecen adecuados para estos momentos, para estas circunstancias.
Digo así por los enunciados que me provocan e interpelan. Son relatos, biografías de algunos protagonistas de la Historia.
Los mundos posibles –que resultan– han sido hechos con retazos, jirones de un tiempo ya pasado. Superponen lo fáctico con lo imaginado, en las distintas posibilidades que muestra la escritura.
Narran la trama de las vidas, la permanencia en ideales, el increíble compromiso con la libertad de pensamiento, la justeza de la acción como sustento de la existencia, la ineludible responsabilidad con una sociedad más justa y más humana.
Veo cómo se entrecruzan la referencia de datos y de hechos, con una enunciación que privilegia la voz de un narrador que se muestra en la primera persona que relata, que estructura el mundo posible, desde la ficcionalidad que supone ese protagonismo.
Con una enunciación que organiza la narración de los acontecimientos desde una voz que observa, se pregunta, se acompaña con la imagen que representa más que referencia.
Con una enunciación que solo registra una documentación que se acomoda a una mirada… casi ausente que, sin embargo, estructura el mundo posible en un tiempo propio, unos sucesos, un enunciado que se proponen en ese texto.
Todas distintas modalidades discursivas.
Todas diferentes posibilidades de armar mundos posibles.
Quiero compartir estas lecturas de este solsticio del invierno.
Jorge Cuadrado con Romagosa. Una historia imperfecta.
Carlos Gallo con Antonio Taire, el mártir.
Miguel Angel Ortiz con El Santo de los pobres. La historia del Cura Brochero y su gente.
Tres textos que se arriman a la Historia para relatar la vida de hombres que habitaron otros tiempos… con la incandescencia de la singularidad de una existencia, con la particularidad de una enunciación en la escritura, con esos nuevos mundos posibles que crearon.
El protagonismo de un narrador en la ficcionalidad que singulariza ese mundo posible
Jorge Cuadrado titula su texto con el nombre de su protagonista: Romagosa. Lo subtitula: Una historia imperfecta.
Trato de encontrar la significación que supone ese subtítulo. Denota el tipo de discurso. Es una historia. La historia de Romagosa. El relato de una vida. La biografía de alguien.
Me pregunto: ¿Por qué imperfecta? ¿Por la imposibilidad de narrar una historia, la historia de ese hombre, Romagosa? ¿Por la dificultad de acceder a la singularidad de una vida y relatarla? ¿Por la incapacidad de la escritura en enunciarla?
Dos opciones para entender esa imperfección, pues. Una, desde la representación/ referenciación del enunciado. Otra, desde una acertada enunciación que posibilite los acertados recursos narrativos.
Abro el texto.
No me abandona mi preocupación por la significación de esa historia imperfecta. Trataré de resolverla en la lectura. Los invito a ustedes, que lo hagan.
El enunciado se organiza en fragmentos. No hay epígrafes ni prólogos que direccionen la lectura.
Como cierre, una Nota del autor, resume las biografías de los distintos protagonistas del relato. Nos permite ubicarnos en un tiempo. Circunstancias. Configura la referencia ineludible para entender la historicidad del enunciado.
Los Agradecimientos, nombran –además de lo que designa el título del apartado– la documentación y las fuentes relevadas. Completan la información. Confirman la veracidad de lo narrado.
El primer fragmento puede ser considerado como una introducción. Una voz narradora en primera persona dice: Voy a mencionar un nombre prohibido. Debí hacerlo tiempo atrás, cuando contar la historia de Romagosa hubiese sido un acto de heroísmo. Hoy es solo una forma de ocultar mi desidia. Define así, de manera sucinta la significación de la historia relatada: un heroísmo ya pasado.
Explicita, luego, las peripecias de la escritura del texto. La idea de escribir no me pertenece. El Gallego -como me comprometí a llamarlo- vino a verme un día de mil novecientos diez, hace casi treinta años (…) y dictó el preámbulo: Esta historia cuenta sobre matar y morir. Parece suficiente para que alguien la rescate y sin embargo no lo es. Afirma la singularidad de esa historia. También su relevancia. Cuando la muerte quiere decir algo, los vivos hacen lo imposible por callarla. Nuestro deber es abortar esa confabulación (…) No me alienta un propósito redentor. Me basta con dejar mi testimonio y que nadie tenga excusas para olvidarlo.
Reseña las formas de producción del discurso. Usábamos recortes de periódicos, diarios de viaje, discursos, pero la insistencia del Gallego en recurrir a su memoria, nos metía en callejones sin salida. A menudo se tomaba largos minutos para recordar colores o aromas y por lo general, terminaba dándose por vencido. Lo que uno no recuerda, no existió, decía y me hacía tachar páginas enteras. El fragmento no tiene desperdicios. Resume las fuentes de información. Señala la importancia de la memoria. Indica finalmente el tiempo de redacción con el abandono del proyecto por más de treinta años. Agrega: Alguien dirá que si el trabajo me llevó tres décadas, es porque he fracasado. Me permito dudar. Suele ser tan larga la historia, que hasta mi demora podría resultar provechosa. ¿Un indicio de la imperfección de la historia, me pregunto?
El relato propiamente dicho se inicia entonces. Un narrador en tercera persona, narra el descubrimiento del suicidio de Romagosa y María Haydeé, su amada. Reseña la conmoción que se produce socialmente. Afuera mientras algunos se apiñaban para darse ánimo, otros aprovechaban la confusión y cruzaban a la Plaza del Caballo a improvisar teorías. Luego, relata los ritos de la muerte –enfatizando la transgresión significada en esa historia– y el escándalo que suscita en la sociedad toda. También, metaforiza el sentido de la muerte en la imagen de la estatua. Las hojas de los árboles, cubrían las rejas del cerco y creaban la ilusión de que el General y su caballo eran libres y que su suerte dependía solo de su voluntad. ¿No era eso la muerte acaso, un sueño eterno de libertad? Un significado que recorre todo el texto en esa imagen de Romagosa que se construye de a jirones explicando quizás lo inexplicable.
Los enunciados, entonces, retroceden en el tiempo para mostrar esa complejidad del protagonista. La incandescencia de su singularidad, –como les decía– . Los años de formación. El descubrimiento de su mentor –Castelar, el republicano español de principios del XX–. El viaje a Europa para conocerlo. El noviazgo. El regreso a la ciudad natal. Su casamiento. El ingreso a la vida pública como diputado. El desmadre, el vértigo, la potencialidad significativa de sus palabras en discursos, diatribas periodísticas. El fracaso del matrimonio. El regreso de su mujer a España con su hijo. La soledad. La incomprensión. Las interpelaciones sin respuesta. María Haydeé y el amor no permitido. La docencia. La cátedra como el espacio encontrado, desde el cual transformar conciencias y miradas sobre el mundo. Finalmente… el aislamiento. La muerte como el recurso último de la libertad no consensuada, negociada o renunciada.
Un periplo donde el narrador, en primera persona, urde la trama. Una trama que se hace desde los recuerdos de recuerdos. El Gallego repasa lo vivido. Una y otra vez. La enunciación oscila, pues, entre la omnisciencia de la mirada objetiva –que contempla mientras narra–, y esa primera persona que escucha, que transcribe. Una oscilación que se explicita una y otra vez, que transparenta el trabajo de escritura. El Gallego me preguntaba cada mañana dónde nos habíamos detenido con la narración, y aunque era notorio su ahínco, pocas veces lograba seguir un orden. Tenía que ser yo el meticuloso, organizar sus dispersiones, preguntarle varias veces lo mismo hasta ubicar los hechos en su tiempo y lugar. Porque esa es la otra secuencialidad que encubre la novela: la historia del narrador que finalmente se completa en el último fragmento del texto. Llevo años y páginas intentando no hablar de mí. No soy un hombre digno de atención y probablemente ese fue el motivo por el que acepté escribir la historia de mi padre. Conocemos así el desenlace de esa otra línea argumental que se espejaba por momentos en la enunciación. Desenlace que completa el enunciado y que permite atisbar la dimensión de Romagosa desde otra perspectiva: desde la mirada del hijo. Mi padre fue un símbolo, alguien a quien doté de una personalidad y le inventé hazañas, una figura a la que de vez en cuando soñaba leyéndome o diciéndome lo difícil que era conseguir la comida de todos los días. Romagosa, en cambio, el del tiro en el corazón, está retratado en estas páginas. Quizás, entonces, la imperfección de la historia, está en esa dimensión que solamente se enuncia. El hombre común –representado en su condición de padre– desaparece frente a aquel otro. El del tiro en el corazón, como señala. La imperfección como lo incompleto del relato.
Quizás, también, está en la dificultad de encontrar la consistencia necesaria para que las palabras, expresen esa voz tan contundente, tan consciente de la unicidad de las personas. Siento que Cuadrado batalló por lograr eso.
Les he contado la historia de la escritura. También, he resumido la biografía imperfecta de quien se llamó Carlos Romagosa. Queda la sustancia del texto. La voz de Romagosa entreverada con los hechos de su vida. Las palabras llenas de pasión, insufladas de poesía, de una vitalidad que subsume la certeza en la libertad como propuesta.
Esa voz que se transcribe de discursos, diatribas, cartas, diálogos y expresa su condición de diferente y por eso mismo condenado a la soledad y al aislamiento. Una diferencia que resulta transgresora de la sociedad y del tiempo donde vive. Pensó que moviéndose de esa manera, a mayor velocidad que el resto, llegaría antes que nadie. ¿Llegaría adonde?, se preguntó, y notó que el mundo le era hostil…
Pero también, la superioridad de quien se sabe un elegido. ¿Cómo viven los héroes mientras aguardan su tragedia? Esa era la pregunta que Romagosa se había formulado.
La identificación con esos otros que –como él– fueron difamados, llevados a la soledad y al ostracismo. El General Paz, en la metáfora de la estatua que siempre está presente, es uno de ellos. Y así dice, tomando sus palabras. Hombre soy, y muy sujeto a pasiones y errores, pero tengo en mi favor que se conoce incapaz de una impostura. Jamás me acomodé a una época en que me tocó vivir.
Ahora cierro el texto.
Los dejo en la lectura.
A veces –casi siempre– necesitamos de historias como esta… De palabras que musiten la importancia de ser la persona que elegimos, que soñamos, que nos hace… para siempre.
Un mundo posible desde una enunciación que representa más que referencia
Carlos Gallo, escribe Antonio Taire, el mártir.
El subtítulo, indica el enunciado. El asesinato de un joven periodista durante las huelgas estudiantiles. Catamarca, 1920.
Digo así, –indica– porque el texto se expande en esta tercera edición –también en la segunda– con dos capítulos sobre otro protagonista de ese tiempo, Electo Brizuela. La biografía de Taire, resulta ahora, un relato sobre esa circunstancia histórica –de ahí lo de Catamarca, 1920– pero con alcances significativos en otros espacios.
Esto explica los reconocimientos del texto. Ha sido declarado de interés municipal de la Ciudad de Catamarca en el 2004. Ese mismo año, también de interés cultural por el Rectorado de la Universidad Nacional de Catamarca y en el 2006 por la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Catamarca.
La tapa se ilustra con la imagen de Antonio Taire realizada por Jota Ve –Ilustrador del Diario La Unión–. La contratapa tiene las fotografías de Taire y Brizuela, con la transcripción de dos fragmentos breves sobre Antonio Taire. Uno del Semanario Cambio y otro de Jorge Tula.
El texto incluye diez ilustraciones de Jota Ve, también. Muestran rostros de protagonistas además de representar escenas de relevancia en el relato. De esta manera, refuerzan la descripción de la circunstancia histórica, además de conferir mayor interés a la lectura.
La organización en dos partes, y la estructura en seis capítulos con fragmentos, posibilitan, también, la motivación para la lectura.
El enunciado se completa con la Bibliografía y fuentes consultadas. Una prolija mención, que señala además los testimonios y manuscritos utilizados, ratificando así la veracidad de la información consignada.
Un narrador en tercera persona, organiza el relato que incluye transcripciones de textos periodísticos, informes, declaraciones, manifiestos, que se subordinan a la enunciación de esa voz narradora. Completan la información, pero no alcanzan la relevancia de la documentación. No remiten a las fuentes documentales ni son usadas como tales. Contextualizan, solamente.
Hemos afirmado la división en dos partes. La primera dedicada a Antonio Taire –cuatro capítulos–. La segunda a Electo Brizuela –dos capítulos–. El enunciado se inicia con la referencia al espacio de la narración. Antonio Taire vivió aquí. Una referencia que se ratifica en la continuidad del relato con la inclusión de fragmentos específicos. Los hechos sucedieron en Catamarca. De ahí la importancia de la representación –estructuras narrativas y descriptivas desde una mirada omnisciente– por sobre la referenciación –transcripción de datos y documentos–, como señalábamos recién.
La mención a la novela de García Márquez, Crónica de Una muerte anunciada, se reitera como metáfora en el desarrollo y al final del texto. Esta vinculación, enfatiza aún más, esta significación explicitada de la circunstancia histórica. Los rumores, las murmuraciones, los gestos, hechos nimios se consignan y forman parte del relato, completando así la representación estructurada desde la enunciación. Así afirma: El relato de este crimen constituyó un hecho social que pudo mover estructuras, de esas que la soberbia enquistada supone siempre inmutables. Creó las condiciones para cambiarlas, por eso la muerte no fue en vano. Ratifica la singularidad de dicho hecho en sus proyecciones sociales. O mejor, la vida del mártir fue valorada en su dimensión más insospechada por todos, apenas expiró. De ahí que el texto se inicie con el acontecimiento de las exequias –velorio y entierro–, sintetizado su significación en la afirmación final del fragmento: Y el gentío se marchó, masticando una gran tristeza.
El relato se vuelve, entonces, sobre sí mismo, para adentrarse en la biografía de Antonio Taire. A los dieciocho años, Taire era un joven adolescente con personalidad de hombre plenamente formado y con profundas convicciones. Enuncia información sobre su infancia y adolescencia, resaltando las modalidades de compromiso con los demás, en la enseñanza de la lectura y escritura a niños y recluidos en la Penitenciaría.
Pero además, enfatiza sus incursiones en el Periodismo –Revista Argentinidad que se transforma en La Voz del Estudiante– que le posibilita relacionarse con Electo Brizuela –vice director de la Escuela Regional y Director de El Maestro, órgano de difusión del ideario nacionalista y laico– y le permitirá participar activamente en los sucesos vinculados a las huelgas estudiantiles. Estos datos se acompañan con informaciones sobre la vida cotidiana, costumbres, hábitos, modalidades de la sociedad catamarqueña especificando diferencias sociales y de género. De esta manera, el relato adquiere la necesaria consistencia para entender y comprender las transformaciones ideológicas y culturales de ese momento.
Desarrolla así, los hechos que culminarán con el asesinato de Taire, en la exposición de los hechos políticos, sanitarios y educativos que compendiaron la trama de los acontecimientos relatados y que se insertan en un momento de inflexión y cambio.
Para explicitar eso, transcribe el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria del 18.
Interpela con preguntas al mediador enviado en las polémicas situaciones. ¿Cómo evitar el juicio social que pesa sobre un excluido cuando las miradas dicen todo lo que ordena el pensamiento?
Resume el clima de época: Pero las cosas caminaban al bien cansino ritmo de un pueblo que aprendía a transitar los avatares del contexto nacional y mundial de entreguerras. Es decir, con problemas graves y urgentes.
De esta manera, ya diseñadas y explicadas las circunstancias, relata el asesinato de Taire. Lo dice directamente. El martes 3 de agosto ocurrieron los hechos. El crimen se relata desde la conformación de una escena. Las descripciones se completan con el desarrollo de los hechos. Los protagonistas dialogan y hacen avanzar la narración. La información periodística expone la trascendencia de lo acontecido. El capítulo se cierra, completando el círculo iniciado en el inicio del texto. Igual que Santiago Nasar, Antonio Taire murió cuando todos ya lo habían anunciado. Una muerte opacada por los destellos de la vida. Pero vive como un mártir en la memoria popular portando la bandera de la libertad de prensa y de los derechos del estudiante.
Los dos últimos capítulos reseñan la participación de Electo Brizuela en los sucesos relatados. Fue el ideólogo de aquel pedido de renovación de planteles de profesores y métodos obsoletos de enseñanza que encabezaron Taire y sus compañeros de todas las escuelas de Catamarca.
Nuevamente, señala la proyección social de una conducta que se explaya más allá de su provincia, en Concepción del Uruguay, lugar donde se exilia. Su biografía, se expande cual reflejo en la sociedad de la que forma parte, para transformarla y dar respuestas a sus necesidades.
El texto se cierra afirmando la pertenencia de Taire y Brizuela a Catamarca. El mártir y su dilecto profesor dieron la vida por nobles ideales que creyeron enaltecer. Eso los eleva a la consideración de grandes personas, nacidas en Catamarca, para orgullo de sus comprovincianos.
Me conmueve la nominación: Grandes personas. Pienso en lo que les decía anteriormente. El compromiso de algunas personas con la justeza de la acción como sustento de la existencia.
Grandes personas, como las llama Carlos Gallo.
Destellos en los mundos posibles.
Un mundo posible que registra una documentación que se acomoda a una mirada… casi ausente, que sin embargo estructura el mundo posible de ese texto
Miguel Ángel Ortiz, escribe El Santo de los pobres.
Lo subtitula. La historia del Cura Brochero y de su gente. Así, completa la información del título: el nombre de “ese Santo de los pobres”. Innecesario. Quizás, solo Brochero sea el Santo de los pobres, en ese espacio que la imagen de la tapa referencia. Imagen que muestra una figura desde atrás, en un paisaje –indudablemente– de Traslasierra en Córdoba.
La contratapa, insiste con una imagen semejante. Incluye un fragmento del Prólogo, que titula José Gabriel del Rosario Brochero. Ahora sí, el nombre completo del protagonista.
Imágenes y palabras estructuran el texto.
Las imágenes son variadas. Las fotografías ocupan un lugar relevante. Las del Cura Brochero, de escenas de su vida y de homenajes y celebraciones, de los rostros de quienes se transcriben testimonios… todas intercaladas con los enunciados lingüísticos. Se incluye –además– una infografía de Juan Colombato de Las Travesías y obras en Traslasierra. Una imagen realizada por Juan Dagnino, es la representación icónica elegida.
Son distintas modalidades que confieren veracidad a los enunciados, utilizan las particularidades de referenciación y representación además de posibilitar fluidez a la lectura.
El discurso lingüístico comprende el Prólogo, el enunciado propiamente dicho –organizado en seis capítulos–, los agradecimientos y la Bibliografía empleada. Se consignan en este apartado los sitios web consultados.
El texto se abre con el Prólogo escrito por Miguel.
Si hablábamos de una mirada casi ausente en el mundo posible que el texto relata, este fragmento posibilita la enunciación de ese resto que queda en ese casi. Y digo así, porque ese discurso se centra en la función expresiva del lenguaje para definir –y quizás representar– desde la posibilidad de la poesía y sus recursos. Así el uso de imágenes, comparaciones, metáforas, estructuran la consistencia de El Santo de los pobres, como se titula este apartado.
El oxímoron –como recurso– le posibilita reseñar la identidad de Brochero en ese primer fragmento: El que murió ciego siendo un visionario; el universitario que eligió a quienes no leían ni escribían; el hacedor que rezaba y hacía rezar…. El enfermo que se convertía en enfermero… Para sintetizar: Ese fue José Gabriel del Rosario Brochero.
El juego con el lenguaje, en el uso de la homonimia: Un Cura con nombre de trabajador, de ángel y de rezo.
Las significaciones posibles, se continúan en las metáforas que inciden aún más en la imagen que sugiere. Un luchador armado de plegarias que no “se achicó” ante la montaña ni ante la soberbia, ni ante la adversidad. Y que entendió que las almas debían salvarse, pero los cuerpos también. Seguidamente identifica a su pueblo. Quienes fueron elegidos por él, y lo eligieron, constituyeron parte esencial de su vida y de su obra. Los transerranos del siglo XIX en la ladera oeste de las Sierras Grandes de Córdoba, fueron el rebaño que encontró a su pastor, y que una vez que lo reconoció lo siguió y lo cuidó hasta su muerte.
Explica la significación de El Santo de los pobres, como se lo llama, como se lo nombra. Por eso, porque los pequeños altares familiares, plenos de rezos y devoción, estuvieron este último siglo entre las viviendas y los corazones más humildes del valle y de la sierra.
Finaliza explicitando una de las características del habla de Brochero. Características que ratifican esa pertenencia a una región, a un grupo social, a ciertas particularidades de existencia. Porque el “curita”, como Dios, o como “los piojos”, al decir de él mismo, prefirió siempre a los pobres y protagonizó un milagro con su vida, su obra, su muerte y su legado.
Un Prólogo que le permite a Miguel, sortear la objetividad de la referencia y expresar desde el lenguaje poético, la imagen de Brochero.
Los enunciados se estructuran en seis capítulos. Una voz omnisciente organiza el material documental, establece relaciones, enuncia el relato. La transcripción de las fuentes, la inclusión de testimonios debidamente documentados, la mención de datos necesarios, transparentan la relevancia de la investigación realizada por el autor. Por eso titulaba este apartado como ese mundo posible organizado desde la documentación que permite a la mirada, registrarlo. Por eso también, enfatizaba la relevancia del Prólogo en la presencia de la voz enunciadora, en el uso del lenguaje poético.
Es importante reconocer la organización de las secuencias, que no guardan relación con la cronología de la biografía del protagonista, si no que referencian la singularidad que lo define como “El Santo”. El primer capítulo –El gran milagro– narra las secuencias del “milagro” que –reconocido como tal– define la beatificación de Brochero y el acontecimiento que provoca la información del reconocimiento.
El segundo capítulo –Los pequeños milagros– relata hechos similares que constituyen como excepcionales pero que no han sido reconocidos en el proceso de beatificación. Así dice: Caminar cada recoveco de la antigua Villa del Tránsito, y de todo el valle transerrano, implica cruzarse con las obras del “curita” o con los vecinos que lo recuerdan, pero también, significa adentrarse en los relatos que cruzan la vida de los lugareños con la de Brochero, a las historias que aún viven entre las manos arrugadas de los ancianos, entre los recuerdos no tan lejanos de una memoria colectiva viva y cada vez, más creciente.
Algunos relatos están particularizados en su relevancia. Otros, son agrupados en Los milagros, y relatos de cada día, cotidianos y anónimos. Todos desde la minuciosidad de la investigación realizada. El testimonio es el recurso empleado, que se acompaña con los datos entre paréntesis del lugar de residencia, nombre, edad. El reconocimiento así, del protagonismo de ese pueblo que fue y es de Brochero, en la excepcionalidad de algunos hechos. Pero también en esa veracidad que resulta de la documentación consignada.
El tercer capítulo –La vida en mula– relata la biografía del protagonista. Los testimonios –prolijamente identificados–, la inclusión de cartas, recortes de diarios, posibilitan el desarrollo de los distintos momentos de su vida, además de particularizar las obras realizadas.
El capítulo cuarto –Las obras de todos– reseña los distintos emprendimientos de Brochero. De manera similar a los capítulos anteriores, se prioriza la organización del relato con la inclusión de la documentación correspondiente.
El capítulo cinco –Estrategias con sotana– describe los diferentes recursos empleados por el Cura en el desarrollo de su labor pastoral. Enfatiza así su compromiso social. Las parábolas creadas para llegar a los sectores más humildes; los ejercicios espirituales como modalidad de catequización y mejoramiento humano; el uso de un habla cercana a sus interlocutores cotidianos; la elección de un modo de vida rústico y despojado de todo elemento superfluo… Siempre desde el testimonio como fuente fidedigna y relevante.
Finalmente, el capítulo seis –Brochero, Santo de luz– transforma la mirada del narrador, en el protagonismo de la narración en primera persona del plural, significando –de esa manera– el protagonismo del pueblo en la celebración de su beatificación. Beatificación que conlleva el surgimiento de su identificación como Santo de los pobres. Reseña –además– el surgimiento de la tradicional Cabalgata Brocheriana. Siempre desde los recursos utilizados para documentar la historicidad y veracidad de los acontecimientos.
Cierra con un fragmento que justifica la modalidad de construcción de ese mundo posible que es el texto. Este libro ha intentado contar, con una mirada transerrana. La vida, la obra y el legado de Brochero.
Finalmente, concluye: Quizás lo extraordinario haya sido que este Cura, viviendo en mula entre cerros y valles olvidados, haya hecho tanto en tan poco tiempo, haya sumado en la tierra y en el cielo y haya quedado como ejemplo eterno para su gente.
Cierro el libro. La voz del periodista no logra acallar las palabras del poeta, me digo. El texto es una forma de crear ese mundo posible que fusiona la documentación con el relato de una vida. Y, también, de un pueblo.
Pienso en las distintas modalidades de representar la luz de esos hombres biografiados.
También, pienso qué destellos estarán en los mundos posibles que hablen de estos –nuestros– años, de estos –nuestros– tiempos, de este –que llamamos nuestro– mundo.
¿Habrá voces que representen, referencien los destellos?
Ya es invierno. Ahora, el sol brilla. Es pura transparencia.
¡Hasta pronto! María
Textos
Cuadrado, Jorge. 2009. Romagosa. Una historia imperfecta. El Emporio Ediciones. Córdoba.
Gallo, Carlos. 2022. Antonio Taire. El Mártir. El Trébol, ediciones. Catamarca.
Ortiz, Miguel Ángel. 2022. El Santo de los pobres. La Historia del Cura Brochero y su gente. Ediciones Recovecos. Córdoba.
* Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.