Por María Paulinelli *
Expansión de búsquedas para contar las vidas que tuvimos. Las que son pura memoria, las que queríamos que fuesen, las deseables si el mundo fuera otro. Libros que se quedaron para siempre en la sutileza profunda de reconocer tantas formas de estar vivos.
El relato de una vida vivida y recordada. Mundos etéreos de Tatiana Tolstáia.
El relato buscado y escuchado. Conjunciones. Autorretrato con piano ruso de Wolf Wondrastschek.
Los fragmentos que son pura memoria y a la vez, son parte de una vida. Biblioteca Bizarra de Eduardo Halfon
Las vidas deseables. Las posibilidades que sean ciertas. Entreversos. Publicación colectiva. Compiladores: Gonzalo Montiel y Matías Jaimovich.
¡Hola! Te encuentro nuevamente. Nos encontramos nuevamente. Tiendo mis brazos desde esta pantalla que encandila. Traspaso la virtualidad que nos conecta y siento que podemos estar juntos… en estas, las palabras que pronuncio y que Ustedes leen, allá lejos.
Pareciera que volvemos a la cadencia de los ciclos de la vida, a la restitución de la socialización como posible… pareciera. Mientras, el tiempo que vivimos, se adelgaza con el paso presuroso de los días. Actividades que comienzan. Propuestas de un nuevo año. Incertidumbre.
El mundo se desdibuja en acontecimientos inexplicables, algunos complicados. Se vuelven borrosos los sucesos. No encontramos sosiego. Tampoco transparencia.
Me pregunto cómo haremos para decirnos que aún estamos vivos y que insistimos en una realidad más luminosa, más cierta, más humana. ¿Será posible la esperanza de una existencia mejorada?
Mis amigos, los libros, me seducen con posibles respuestas. Respuestas que avizoro desde la mirada que tiendo hacia el presente. Desde la memoria que me inunda de nostalgia. Desde la necesidad de compartirlos con ustedes.
Respuestas que insisten en la multiplicidad de existencias que se viven… en la multiplicidad también, de poder contarlas, de decirlas.
El relato de una vida vivida y recordada
Mundos etéreos de Tatiana Tolstáia
Me maravilla el poder de la lectura. Ensimismarme en las historias relatadas, referidas, inventadas. Visualizar los diferentes modos de narrar que usa cada texto. Delinear el territorio, ordenar las secuencias de los hechos, acceder a los distintos personajes. Gozar con la sutileza de la voz narradora que pronuncia, que sugiere, que se oculta. Detener la sonoridad de las palabras que se expanden.
Abrir el texto y comprobar si hay un Prólogo, algo que introduzca a la lectura.
Y… ¡aquí está! La presencia de Juan Forn se mediatiza en el relato que abre el libro. Mediatiza también, la necesidad de explicitar la extrañeza que todo relato suscita, la magia de algunos sucesos, la innegable capacidad de asombrarnos. Juan abre el libro que se cierra con el mismo relato en la voz de Tatiana. Entonces, ya todo es posible. Forn está presente entre quienes leemos y quien escribió el texto.
Pero no quiero olvidarme de algo importante. Esto que ahora les explico.
Los relatos se organizan, se acomodan a la percepción de la realidad que se vive o se ha vivido. Por eso, es importante, visualizar los modos de esa percepción… desentrañarla. A veces, los narradores, la exponen como parte del relato. Otras, usan recursos como meros indicadores. Mundos etéreos, lo explicita. También, lo rodea de la ambigüedad que toda ficción representa, mientras crea. El Prólogo lo había adelantado. Veamos.
Los rusos tienen una capacidad especial de desplazarse por las vidas vividas. También, de recordarlas. Eso, es este texto.
Tatiana Tolstáia relata su vida. Fragmentos que muestran hechos importantes… otros, más banales, casi imperceptibles. Momentos. Escenas. Recuerdos. Y allá… vamos con ella.
Y vamos entendiendo una forma especial de narrar, subordinada a la idea de realidad que tiene. Así dice en las primeras hojas, como dando pistas para la lectura: Y entonces descubrí que aquel otro mundo que se me había manifestado en la oscuridad de la convalecencia seguía ahí, igual de accesible. Resultó ser el multifacético reverso de aquello que llamamos realidad: una recámara llena de tesoros, uno de esos mundos etéreos al otro lado del espejo, una misteriosa caja fuerte con respuesta a todos los enigmas, una respuesta a todos los enigmas, una libreta de direcciones con las coordenadas exactas de aquellos que nunca existieron.
Mundos etéreos que se desplazan desde la infancia, a la adolescencia, juventud y vida adulta. Mundos etéreos que convierten el mundo en la sutil cartografía de sus narraciones. Mundos etéreos llenos de la nostalgia de lo vivido, de la ironía por las decepciones, de la profunda sabiduría que significa entender la amplitud de la experiencia… y también de lo imaginado y fantaseado.
Todo eso, desde el descubrimiento del poder de la escritura: Sabía a la perfección cómo, sabía qué escribir y qué callar, sabía que lo no dicho poseía una fuerza especial, una especie de gravedad por ausencia, similar a una fuerza magnética capaz de atraer y repeler lo que hay a su alrededor, una fuerza que no se ve y sin embargo está ahí. Todo un manifiesto de su posibilidad de escribir y develar esos mundos etéreos componentes de su propia realidad. Así dice: Un mundo hasta entonces, invisible y escondido estaba de pronto a mi alcance. Podía acceder a él en cualquier momento, pero su puerta solo respondía a ciertas llaves: de sonidos, de entonaciones y pausas, de sentimientos. Un mundo de la escritura, solamente.
Un texto como la vida. Leerlo fue la experiencia de sentir la nostalgia de lo ido. La alegría de reconocer la maravilla de estar vivos. La innegable capacidad que tenemos de imaginar y crear realidades menos tristes.
¡No dejen de leerlo!
El relato buscado y escuchado. Conjunciones
Autorretrato con piano ruso de Wolf Wondrastschek
Me gusta escudriñar como se cuenta la vida que se vive… más cuando se cuenta desde la vida que otros han vivido.
Leí Autorretrato. Lo leí despaciosamente. Entendí la larga entrevista que mostraba la historia de Suvorin, el viejo pianista ruso decadente. Observé su fatiga, su cansancio vital, su desaliento. Compartí la imposible capacidad para estar vivo. Sentí la agonía de sus días.
Luego, leí algunos fragmentos en voz alta para sentir como Wolf me estaba leyendo la historia de su vida. Porque ese, también, es el autorretrato que se narra. Contar desde la historia de otro, de otros, la vida metaforizada en gestos, sensaciones, sentimientos, frustraciones, decadencia.
Me explico. Un autorretrato se escribe en primera persona. Es un relato que diseña una persona, una sombra, una figura. En este texto, esa voz que habla, que cuenta, que relata, es la del autor -ese escritor que entrevista mientras muestra, mientras narra-. Suvorin, el protagonista entrevistado, es el recurso magistralmente usado para poder hablar de sí mismo, para poder componer un cierto autorretrato de su vida desde los acontecimientos de la vida de otro-el pianista-, de otros- los otras sombras que pululan y que completan la imagen de toda una generación de artistas. Generación, en una Europa conturbada por revoluciones -políticas y estéticas- que no hallaron todo el sustento necesario y se esfumaron lentamente como fantasmas. Puro humo de sueños sin esperanzas, sin futuro.
El título se completa con la referencia: con piano ruso. Justifica así el supuesto protagonismo de Suvorin, ese pianista que se supone es el entrevistado generador de la historia. Pero también, significa la cadencia del texto en ese merodear por las calles de una Viena atemporal, en ese escudriñar inútilmente una memoria, en esa recuperación de sombras que pululan entre los entresijos de una historia que es otra historia… entre las tantas historias tristes de los hombres.
El texto se ordena en fragmentos que tienen la autonomía de los fragmentos de los textos musicales: las sonatas, los preludios, las suites. Un tema se desplaza en distintos ritmos, en diferentes desarrollos.
El escritor, deambula mientras se suceden los encuentros con ese otro que entrevista. Entrevista y rememora. Los tiempos felices de la infancia- en cuya cara se podía ver la inmensidad del territorio ruso-. La pasión temprana por el piano-las manos en los bolsillos practicando con los dedos el teclado imaginario-. Lallegada a la ciudad grande y la inscripción en el conservatorio. La carrera ascendente. Las complejidades de un tiempo donde se suponía que la revolución estaba en todas partes- pero paradójicamente, no aceptaba la revolución de las vanguardias-. La consagración, el triunfo, el reconocimiento- los conciertos en las grandes capitales europeas, una figura relevante de su país y de su tiempo-. La soledad de los triunfadores. La incomprensión del público ávido de sensaciones esporádicas – de ahí el desprecio por esos aplausos carentes de la comprensión de su arte-. El amor indeleble por la deseada e inalcanzable tierra rusa y su conversión en la mortaja del descanso final ante la muerte- las bolsas de tierra traídas desde ese lugar amado para enterrar a su mujer en esa tierra… y luego para él-. La vejez. La decadencia. La soledad… siempre esa maldita soledad sin sosiego, sin consuelo, sin remedio.
Suvorin habla y el escritor escucha, mientras enhebra las notas de ese piano y también, habla de sí mismo.
Otras sombras, aparecen subrepticiamente, para afianzar la melodía triste de ese piano que es la música de todos los artistas incomprendidos por los tiempos-falsamente revolucionarios-. Richter, el pianista de las interpretaciones donde la lentitud se había convertido en una búsqueda imposible. Ese otro pianista que perdió la inspiración y terminó casado con una princesa rusa para poder sobrevivir materialmente porque ya su espíritu había muerto. Los otros, tantos otros, desgajados de su tiempo y los aplausos, de la cotidianidad que habían empeñado por un presente que había durado solo un momento.
Y entonces, el final metafórico en ese fragmento con que cierra el texto. ¿Cómo seguir? Una interpelación a quienes estamos escuchando las voces, la del escritor, también la de Suvorin entre sus sueños. Ahora podía preguntarme si el hombre en el que pensaba podría haber sido tal vez un espíritu o un fantasma, desde el primer momento en el que lo conocí en el café. Esa cierta irrealidad que contamina a Suvorin que es otra forma de mostrar su inexistencia en un mundo diferente… sin piano y sin revoluciones. Así el escritor dice: Es mejor creer que las personas que están de pie junto a tu mesa, ya no existen en tu vida porque nunca han existido en sus propias vidas. ¡Fantasmas!
Suvorin se ha convertido en una sombra. Imposible de encontrar, de asir con sus palabras. Solo queda en los espacios que añora la vigilia. El espacio intermitente de los sueños. Pero entonces, de repente volvió. Ahí estaba sin lugar a dudas, Suvorin, sentado en el café a mi lado con su barba de Lenín muy descuidada y algo rara. Puedo decir que lo reconocí. Incluso la risa era la suya. Un sueño a la velocidad de una rueda cuesta abajo, sin música, ni una palabra sobre música, sin piano, ningún piano. No había público, no recuerdo a nadie mirar cuando me dormí.
Y entonces, en ese sueño -que es el único modo de encontrarlo porque es cómo perdura- Suvorin habla. Habla de su historia, de su pueblo. El comunismo, dijo el hombre, no había dado ninguna prueba de haber existido alguna vez en nuestro planeta. Con el ingenio de un poeta, Kovalev escribió que la revolución había inventado una silla sobre la que no te podías sentar. Afirma entonces, sobre su experiencia política del comunismo y de sus dirigentes: Me sentía perdido. Sus crímenes son muy reales. En cambio, sigo esperando conocer sus méritos. Sobre su conciencia descansan mentiras, grandes mentiras patrióticas, las mentiras de la guerra y de la paz.
Una inquisidora mirada sobre la revolución trastornada en sus principios…pero también, una mirada esperanzada en un futuro distinto. ¿Era él mismo un sueño en mi sueño?
Los tiempos de la Historia se anulan en esa ambigüedad de los sueños como posible existencia. También hay una anulación de los tiempos en esa dualidad, en esa conjunción de escritor y protagonista que el texto propone, en esa metaforización de una época que pudo ser, de una generación que quiso un mundo distinto… y que terminó siendo otro: Dejemos que la historia termine donde empezó, en esa cafetería de ese callejón que alguna vez, fue tranquilo donde tenía la costumbre, hace mucho tiempo, de pasar días enteros. El hecho de que se haya vuelto incluso más famoso de lo que era en realidad en un principio, no es bueno. Creo. El humo del tabaco ha desaparecido y con él, los artistas.
No hay humo de ensueño. No hay artistas presentes. Las revoluciones quedaron como sueños eternos… Es otro el tiempo -congelado ahora -de una Historia.
Sin embargo, exclama, como una imprecación deseada: ¡De alguna manera, el día, terminará por pasar!
Y ahora, cierro el texto que quedará para siempre entre los libros más hermosos y más tristes que he leído.
Quisiera -me digo- transcribir más fragmentos.
Quisiera escuchar nuevamente, con esa cadencia de un piano, las palabras que he leído estos días… Quisiera que Ustedes, las sientan.
Acá, pasan los días de un marzo distinto. Un marzo con guerra.
Yo sigo pensando y sigo queriendo pensar, si es posible, hacer revoluciones que cambien el mundo. Hacer otros tiempos… con hombres un poco más felices.
Fragmentos que son pura memoria, y a la vez, son partes de una vida
Biblioteca Bizarra de Eduardo Halfon
Acceder a un texto cualquiera de Halfon es penetrar inmediatamente en su universo narrativo. Novelas –Monasterio, Duelo–, cuentos –El boxeador polaco, Signore Hoffmann, entre otros– y ahora la reedición de estos artículos de revistas literarias, proponen el recorrido por la cartografía precisa de ese mundo referenciado, imaginado y recordado. El mundo de Eduardo Halfon.
Esas tres categorías: lo referencial, lo imaginado y lo recordado, se aúnan en la construcción de una ficcionalidad única, singular… que, a su vez, resulta la suma de su experiencia individual y familiar -su propia vida- con los acontecimientos de la contemporaneidad: las guerras, las migraciones resultado de esas guerras, el Holocausto, los golpes militares, el exilio. Acontecimientos que funden la realidad latinoamericana con la realidad de los países europeos y de Oriente. Resulta, entonces, una visión caleidoscópica donde los vidrios de colores conforman nuevas y distintas historias… siendo siempre los mismos vidriecitos.
Creo haber encontrado, así, la imagen que necesitaba para poder explicarles esto del universo narrativo de Halfon: el caleidoscopio. Cada texto es un relato donde se entrecruzan los elementos de ese mundo… pero en una dimensión diferente… en una nueva conformación de la escritura. Simplemente… maravilloso.
Y entonces, ocurrió que ahí, en la librería, agazapado, estaba Biblioteca Bizarra… que se vino conmigo al instante de encontramos.
Ocho fragmentos componen el texto. Fragmentos que alguna vez-entre 2010 y 2018- fueron publicados y que ahora, revisados, componen este libro que no es una antología, sino una suma de fragmentos del universo narrativo de Halfon. Crónicas sobre acontecimientos de experiencias personales- protagonismos diversos-. Sucesos de la infancia, experiencias como padre, situaciones adversas en el país donde ha nacido, recuerdos de viajes, encuentros… y siempre la presencia ancestral de los abuelos y su historia.
Consideraciones sobre la escritura -la propia, la de otros-. A veces pienso que por eso, escribo. Para intentar regresar a la ilusoria y frágil pureza de mi niñez en la Guatemala de los turbulentos años setenta. Para volver sobre mis pasos de niño y caminar nuevamente aquellos pórticos y quizás ahora, en un puñado de páginas, y a través del prisma nebuloso de la memoria y la ficción, recuperar destellos de un paraíso perdido.
Remisión a las bibliotecas, los espacios donde la vida transcurre en todas sus posibles dimensiones. Esto explica el título que sintetiza la desacralización de la biblioteca como un espacio exclusivo de lectura para adquirir cierto sentido de lugar donde sucede todo lo posible. Donde los hombres viven, sueñan y… se pierden.
De este abigarrado texto, quedan indelebles ese diálogo imaginario con su hijo en el tiempo previo al nacimiento. La ternura, la inmediatez del milagro de la vida, se suceden mientras Halfon traduce a William Carlos Williams, el increíble poeta médico norteamericano que hizo de lo cotidiano la arcilla memorable de sus textos. (¿Quién no recuerda su brevísimo poema de las ciruelas inmortalizadas en el film Patterson? ¿Quién no reconoce la increíble poetización de las cosas más nimias que existen en el mundo?)
Hablaba del diálogo con su hijo. Hablaba de la presencia de Williams. Pienso en ti, mientras trabajo eh alguno de sus cuentos o poemas de médico, quizás porque ahí estás, en las historias que traduzco… Ahí están tus pequeñas manos, en las palabras, como sosteniendo las palabras, como moviéndolas conmigo de una lengua a otra… Y yo te veo en las palabras, Leo. Te siento en las palabras. Tú aún no existes, pero en las palabras, eres mi hijo. Identificación de vida y escritura. Quizás uno de los manifiestos más hermosos y más simples que se escribieron.
Y siempre la memoria. El placer derivado del puro acto de recordar. El goce de arribar a una memoria. El deleite que percibimos al recordar (encontrar) algo que habíamos olvidado (perdido), o que creíamos haber olvidado. El escritor, al escribir, al escribir bien, al hurgar y por fin encontrar las palabras dignas, experimenta ese mismo placer.
Imágenes intercaladas de fotografías completan esas presencias que la escritura de memorias nos deja. Fotografías que señalan ese universo que ahora también, se define por imágenes.
Un texto tan leve, tan transparente… y sin embargo tan trascendente para nosotros, habitantes de ese espacio increíble latino americano, pero también embarcados en una contemporaneidad que pareciera repetir las historias donde el otro, es avasallado, negado y destruido.
Para entender este mundo que vivimos. Un texto singular, único, necesario.
Las vidas deseables. Las posibilidades que sean ciertas
Entreversos. 2021. Publicación colectiva
Aparece, así, en mis manos, imprevistamente. Se convierte en un fulgor que cada momento brilla con más fuerza. Deambula primero, levemente… Se convierte luego en una profunda reflexión sobre el mundo… sobre mí misma.
Sobre las posibilidades de que este tiempo sea más humano.
Es una publicación colectiva. Múltiples voces se escuchan. Interpelan. Dialogan desde la minuciosidad de palabras que suman, compendian significaciones, conceptos, ideas con la singularidad de experiencias, de acciones. Una indefinida presencia de voces, aunada en la grafía que transcribe mensajes con la remisión a los textos hipermediales que también, son parte del texto escrito. Bella metáfora del mundo existente en la referenciación de la palabra escrita Bella metáfora en la virtualidad de voces que referencian, también, el mundo deseable y cada vez más necesario. Porque eso es Entreversos. Lo real y lo posible. La referencialidad y la creatividad. La experiencia y los sueños.
Formas de esperanza que se traducen en el juego con la grafía del título. Preposición –entre– más verbo –ver– más apelativo –sos–. Todo lo que vos, lector, podés ver, mirar, comprender en ese reconocimiento de otros con uno, con nosotros que indica el entre.
También, preposición -entre- más el sustantivo- verso- Avalancha de significaciones en la pluralidad de entre y la amplitud referencial de versos. Versos como remisión a la creatividad humana desde la similitud de las palabras, de los sonidos, de las imágenes cambiantes y también, congeladas en las fotos, desde el movimiento y gestos de los cuerpos, desde los sueños que se expresan, para así, no ser más sueños.
El subtítulo denota –mientras completa– estos múltiples contenidos: El poder de los entramados narrativos para la integración sociocultural.
Publicación colectiva, decíamos. Distintas voces. Distintas presencias. Una cuidada y prolija edición – ¡Ah, la hermosura de los libros como objeto! – muestra esa doble condición que señalábamos. Se abre con La nota a lxs lectores, donde se sintetiza y a la vez, se marcan los posibles derroteros de lectura. ¿Cómo leer y mirar esta obra? es la interpelación que nos incita a preguntarnos una y otra vez, cómo acceder a esa multiplicidad, a esos también posibles caminos de reconocimiento de tantas llegadas posibles.
Y así, empezamos a transitar el texto que forma parte de El Territorio, la propuesta editorial de la Universidad Provincial de Córdoba, esa cartografía construida a partir de la publicación de las resultantes extensionistas de dicha casa de estudios. Camino. Marcha. Recorrido. Movimiento. La vida como necesidad de ser reconocida, mejorada, distinta, Transformada.
De ahí las propuestas del texto escrito. Un Prólogo nos introduce en el mundo de conceptos que permiten comprender como es posible hacer que el mundo sea diferente. Un marco referencial que justifica el Proyecto Entreversos y lo asimila a la Fundación La Morera. Darle al otro, la significación del verbo, del protagonismo. Pero también, la apelación que alude a la necesaria transformación en la lectura. Por fin, me gustaría invitarte a dejarte llevar por los versos de este libro, para que conozcas-más que a un proyecto ejecutado y sus efectos artísticos, políticos y sociales- la otredad, la fuerza de las voces otras que solamente el arte nos puede enseñar.
Raquel Krawchik, Rectora de la Universidad, está presente en una introducción general que demarca ese territorio de los jóvenes en la sociedad actual cordobesa. En especial los jóvenes de las barriadas populares, como expresa. Una mirada que se detiene en el reconocimiento de que es posible y necesario hacer un mundo más deseable desde las instituciones educativas. El conocimiento como motor del cambio. La cultura como expresión de diversas formas de estar vivos. El arte como la representación de esa diversidad y protagonismo. Toda una afirmación desde una gestión que apuesta al compromiso.
El texto se ordena en nueve hitos que demarcan los posibles caminos del territorio que es el texto. Hitos que parten de una sólida formación conceptual pero que aúnan sabiamente con la experiencia personal, única en la participación en el Proyecto. En sus diferentes aspectos. En diversas propuestas.
Las consideraciones finales a cargo de los compiladores -Gonzalo Montiel y Matías Jaimovich- resumen el sentido de la integración sociocultural y las transformaciones que supone. Insisten en esa permanente apelación a un tipo de lectura que -como las acciones puntuales del Proyecto- conducen a una transformación… una transformación que implica que vivamos en un mundo más humano.
Me embarga una especie de esperanza. Mientras haya Proyectos como La Morera. Mientras haya Instituciones Educativas que apuesten a la Extensión como desplazamiento de límites y apertura de otros nuevos. Mientras el conocimiento sea la posible mirada que nos explique mejores formas de estar vivos. Mientras los jóvenes sigan creyendo en la fuerza del canto, la música, el baile, las palabras, las imágenes, habrá mañanas con luz, con movimiento, con el inicio de un día que marque un avance-aunque sea pequeño- en la construcción de un mundo para todos.
Y la tristeza, la desolación, la angustia, la soledad, serán ausencia.
Un texto necesario para sentir que estamos vivos.
Ahora, me estoy yendo.
Me acuerdo que hace muchos años- ya cincuenta- empezó la historia de nosotros. La Escuelita, en sus comienzos. La Facultad, en estos años.
Qué bueno sería recordarnos. Comprender como seguimos presentes en los tiempos. La presencia nítida de un pensamiento hecho palabra que quiso ser un texto y así ser para siempre.
¿Me acompañan en la aventura de recordar y recordar leyendo?
Largo abrazo
Textos
-AAA 2021. Entreversos. El poder de los entramados narrativos para la Integración Socio Cultural. Compiladores Montiel, Gonzalo y Jaimovoich, Matías. Editorial Universitaria Universidad Provincial de Córdoba. Córdoba.
-Halfon, Eduardo. 2020. Biblioteca Bizarra. Editorial Godot. Buenos Aires.
-Tolstáia, Tatiana. 2021. Mundos etéreos. Tusquets Editores. Buenos Aires.
-Wondrastschek, Wolf. 2021. Autorretrato con piano ruso. Editorial Anagrama. España.
Foto principal: www.escritoenlapared.com
* Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.