Marcelo Zlotogwiazda sostenía que la investigación debía ser “una manera de hacer periodismo para cualquier tipo de casos” y que desde la esencia de informar se podía contribuir a una sociedad más justa.

Por Alexis Oliva

Poco antes de que el neoliberalismo de los 90 empujara a la Argentina al barranco de la debacle económica y el estallido social, Marcelo Zlotogwiazda dictó en el año 2000 un curso de Periodismo de Investigación en el Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación (Cispren) de Córdoba, que por entonces tenía a Juan Carlos “Pipón” Giuliani como secretario general, organizado por la secretaría de Cultura que conducía la recordada periodista María Rosa Grotti.

En los 80, Zlotogwiazda había trabajado en las revistas El Periodista y El Porteño y hasta hacía poco como editor del suplemento de economía Cash, de Página 12. Por entonces, escribía en la revista XXI, dirigida por Jorge Lanata. Tres años antes había publicado el libro “La Mafia del Oro. La mayor estafa al Estado argentino permitida desde el poder” y tres años después escribiría junto a Luis Balaguer “Citibank vs. Argentina. Historia de un país en bancarrota”. Era un todoterreno, escribía, hacía radio y televisión; era también un jugador distinto, con estilo y brillo propios.

“La manera de identificar determinada especialización periodística como de ‘investigación’, está incorrectamente asociada por algún tipo de cuestiones o deformaciones de la profesión, o de malinterpretaciones de los últimos tiempos, con la investigación de casos que comúnmente se conocen como ‘de denuncia’. Destapar ollas, escrachar a alguien, demostrar algún ilícito, etc. Cuando en realidad, periodismo de investigación, con todo el paréntesis y los signos de interrogación que merecen esas palabras, debería ser en un mundo ideal, una manera de hacer periodismo para cualquier tipo de casos”, dijo Zloto al comienzo de aquel taller, que después transcribió y editó Fabricio Esperanza.

Luego, enunció, desglosó y ejemplificó varias reglas, bastiones de un periodismo profesional y genuino: esforzarse por encontrar temas y “excitarse” con la información; preocuparse por los hechos y no por las consecuencias, pero también distinguir entre información “inocente” y “no inocente” (la que va a joder a alguien); respetar el off the record con las fuentes de información, chequear los datos y darle oportunidad de defenderse al eventual afectado; tratar de ir al fondo del tema, más que denunciar, y de vez en cuando salirse del micromundo periodístico para hablar y aprender con otra gente. Y sobre todo, trabajar, trabajar y trabajar.

—¿Cuál es el rol social del periodista? –le preguntó un alumno.

—La especificidad del periodista es informar. Si la inquietud que vos tenés, que yo comparto, es que esta sociedad sea mejor, cambie, sea menos injusta, menos corrupta y todo eso, lo podés hacer como periodista, como maestro, como empleado bancario. Uno no es periodista para cambiar la vida, el mundo. (…) Trabajar de periodista básicamente es informar. Cómo informás, qué informás, para qué informás, es muy importante, siempre que se tenga en claro la esencia. Yo lo que quiero, provocativamente, es revalorizar la esencia del trabajo periodístico.

A eso que recomendaba, lo ponía en práctica. No como otros que enseñan periodismo y practican lobbie o liso y llano espionaje. Desde los 90 hasta hoy, Marcelo Zlotogwiazda fue uno de los pocos coherentes, rigurosos y con un raro sentido pedagógico del periodismo. Nada menos que en economía, la disciplina en que por lo general los especialistas oscurecen, él aclaraba.

Ayer se fue. Había pedido que para su despedida, en vez de flores lleven alimentos no perecederos para lxs pibxs villerxs de La Poderosa. Y a lxs periodistas nos dejó ese legado de coherencia, rigor y claridad. Hasta siempre y gracias por tanto, Zloto.

Foto: La Garganta Poderosa