Agustina Sosa, la alumna de la FCC que aprobó su examen después de recibir el apoyo del Presidente electo, cuenta el transfondo de una anécdota que terminó bien pero obliga a reflexionar sobre el poder de las redes sociales y “tomarlas en serio”.

Por Alexis Oliva

El “bosquecito” contiguo a la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UNC está lleno de jóvenes ingresantes, carpas y stands de las agrupaciones estudiantiles. La chica que ya es remera conversa con un pibe que hace un rato le escribió en Instagram: “Agus, me animé a anotarme en Comunicación”. Mientras tanto, el celular de ella arde: pedidos de entrevistas, repercusiones, noticias y felicitaciones relacionadas con aquel apoyo vía Twitter del presidente electo Alberto Fernández, y su desenlace.

“Querido @alferdez rindo el lunes y estoy por largarme a llorar porque no llego. Un saludo tuyo y me presento como guerrera”, escribió Agustina Sosa, estudiante de la FCC, el jueves 28 de noviembre a las 11:20 PM, desde su casa en Río Segundo. Cincuenta segundos después, Fernández le respondió: “Estudia y preséntate!!! Un esfuerzo más y llegas. Nunca hay que aflojar. No lo hagas vos. Estudia y rendí. Vas a aprobar”.

El lunes 2 de diciembre, aprobó libre y con 7 la materia Producción Gráfica, de cuarto año de la orientación en Comunicación Gráfica de la licenciatura en Comunicación Social. Al salir, @sosagustina tuiteó: “Sin dormir, después de un finde muy difícil pero con la alegría de haber aprobado (7). No me iba a presentar pero @alferdez me dijo lo que importa: ‘siempre hay que luchar’. Gracias por el apoyo. A defender la educación pública SIEMPRE #GraciasAlberto”.

Fue el feliz desenlace de lo que varios días después Agustina no duda en definir como “un fin de semana horrible”. Antes de silenciarlo, lo último que mira en su teléfono es la confirmación de que ya están listas las remeras con el mensaje de @alferdez, con el que también se hicieron “estampitas” y carteles en los centros de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC y de Derecho en la Universidad de Buenos Aires.

-¿Cómo se te ocurrió?

-Estaba sentada en mi cama en camisón a las once de la noche, media angustiada y realmente no me iba a presentar. Estaba en esa laguna del “no llego”. Agarré el celular, miré Twitter y vi que justo estaba respondiendo Alberto, y le escribí, pero más como un chiste interno con mis amigos de Twitter. Automáticamente me respondió. No hubo un motivo real, no era que buscaba el apoyo de él en serio. Fue como un chiste.

-Como para probar la dureza de tu cara.

-Jajaja. O capaz hubo un mecanismo neurótico camuflado que buscaba crear un super yo más fuerte, ya no solo la exigencia de mis padres, sino también la del Presidente.

-Super yo, pegame…

-Sí, sí, ese finde fue todo el super yo junto. A mí me encanta hablar pavadas en las redes, y esta fue una pavada que me salió caro. Hoy no puedo decir que no me gustó o que no estoy contenta, pero fue un fin de semana horrible.

-¿Por qué?

-Por lo de Sonia y todas esas presiones. Sonia era una militante, trabajadora social de San Martín, Buenos Aires, que venía luchando contra el cáncer hace un año y medio. Ella también era muy activa en las redes. Cuando salió de una intervención quirírgica, le escribió a Alberto Fernández que no había podido ir a votarlo el 27 de octubre y le deseaba éxito. Entonces, Alberto le responde con un video, le manda fuerzas y se pone a su disposición. Nosotras nos habíamos hecho amigas hace tiempo, hablábamos por teléfono y estábamos en contacto. Ella me contó que Alberto también le habló por privado, le pasó su número personal, tuvo un gesto muy lindo. Sonia falleció el viernes 29 y Clarín sacó una nota muy tendenciosa, con el título: “Murió la militante a la que Alberto Fernández había saludado”. Entonces instalan en el tuitter el hashtag #AlbertoMufa. Esuvieron todo el día con eso. Fue doloroso y despreciable, de un nivel bajísimo: no podés creer que usen políticamente una muerte. Eso me hizo ver la doble vara de las redes sociales. El jueves a la noche había pasado algo re lindo, no solamente a mí, porque le contestó a un montón de gente. Y el viernes a la siesta estábamos viviendo con el lado B de las redes. Fue duro, fue un fin de semana… de mierda. Tenía la presión del examen, de aprobar una materia como Producción Gráfica, que es anual y tenía que sacarla libre, la presión por recibirme… Agarraba las redes dos segundos para poner una pavada y… “¡Andá a estudiar!”, me mandaban todos. 

-Y tampoco podías borrarte del todo de las redes…

-¡No podía! Porque estaba con todo el éxtasis arriba, era también querer defender a Sonia de todas las cosas que ponían en el Twitter, ver cómo seguía la cosa conmigo. Después se recontraviralizó, como 80 mil me gusta y todo el circo que se armó. Y así fui rendir, con Alberto, con los periodistas, con cientos de personas diciendome “que te vaya bien” y con el fantasma del #AlbertoMufa.

Carta de la abuela a Eva Perón

Su papá es trabajador de la Epec, militante del gremio de Luz y Fuerza y el Partido Comunista. Su mamá, ama de casa y peronista. Agustina se considera “una síntesis hegeliana entre tesis comunista y antítesis peronista: o sea, kirchnerista”. También inciden en su ADN ideológico una abuela socialista y un abuelo anarquista. Desde esa impronta, se resiste a encerrar su anécdota en el corral “del mérito propio y el éxito individual”.

Así se lo dijo al propio Fernández en un cruce radial: “Pudo haber sido un mérito mío, pero en un contexto donde está tan instalado el discurso de la meritocracia, no todos los estudiantes tuvieron apoyo económico en estos últimos cuatro años, apoyo familiar e incluso acceso a redes. Tu mensaje fue muy contenedor y nos hizo sentir queridos de nuevo, más que nada a los jóvenes, que venimos de muchos años de sentirnos excluidos y empujados a irnos a otro lado”.

La historia de su familia registra episodio similar, que contrastado con su reciente experiencia con el Presidente electo revela las transformaciones en la comunicación política tras setenta años de evolución tecnológica.

-Más allá de todo lo que te pasó a vos, ¿qué sentidos le encontrás?

-Un sentido positivo sin dudas es crear cercanía. Mi abuela era maestra, directora de una escuela muy humilde, y me contaba que una vez le escribió una carta a Evita, pidiéndole cosas para los chicos y demás, sin pensar que le pudiera responder. Encima mi abuela era hiper antiperonista. Y Evita a la semana le mandó todo. Una periodista de Buenos Aires me dijo “es el paternalismo característico de este movimiento político”. Creo que hay algo así, pero lo positivo de las redes es que crean cercanía: estás a un clic, un tuit o un enter de distancia del Presidente. Es una locura. No sé si antes hubiera sido posible, quizás sí pero con otros medios y sobre todo otros tiempos. Una carta tardaba una semana y esto fue en segundos. La particularidad de las redes es que el mensaje se viraliza, pasa a ser de todos y todo el mundo tiene derecho a decirte de todo y vos también tenes derecho a decirle de todo a quien sea.

-La carta de tu abuela no fue pública, o no fue mediática…

-No fue pública, ni noticia, ni mediática, fue un relato que ella me contó. Esto sí. Creo que si pensamos en el sistema de comunicación clásico, las redes sociales son el canal, el mensaje, el medio, muchas cosas a la vez. Otro aspecto positivo es que un montón de chicos realmente se animaron a presentarse, se sentaron a estudiar y les fue bien. No voy a decir que esto es cien por ciento porque Alberto Fernández me escribió un tuit, pero sí tiene que ver con un contexto donde los estudiantes y los jóvenes nos volvemos a sentir parte de un proyecto de país. Es la palmada de tu viejo o tu vieja, “va a estar todo bien”, pero magnificada y representada por el Estado. Unos chicos hicieron un cartel para los ingresantes en el centro de estudiantes en la facu de Filosofía y en la Universidad de Buenos Aires también, eso para mí es fascinante. Pensar que también el apoyo de un presidente puede ser un apoyo para un montón de chicos que no lo tienen de otros lados.

En el centro de estudiantes de Filosofía y Humanidades de la UNC reprodujeron el tuit de @alferdez en carteles y “estampitas”. Lo mismo ocurrió en la la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires

El bondi, los cartoneros y el clic interno

-Cuando te pusieron al aire junto con él, dijiste que estamos metidos en una cultura meritocrática y que quisieras tomarlo como un logro colectivo. ¿Cuál es el riesgo de que todo se circunscriba a lo individual?

 -A mí me preocupa muchísimo el discurso de la meritocracia, porque ha penetrado mucho en los jóvenes más chicos, la generación de los centenials, 18, 19, 20… Tengo un hermano de 20 y lo veo bastante en esta cosa del éxito y de querer ser rico de la noche a la mañana. Lo hablo con amigas que tienen hijos de esa edad y están en la misma historia. En otros momentos de la historia este discurso también tuvo éxito: en los 90, los Chicago boys, los tecnócratas y el neoliberalismo. En ese sentido, el enfoque que le dieron algunos medios a la noticia fue por ese lado: “La estudiante cordobesa que aprobó después de estudiar, bla, bla, bla…”.

-La heroína individual…

-Claro. Y cuando me cruzo al aire con Alberto –muchos me dicen: “No pudiste con tu genio, tuviste que cotradecir al Presidente” jaja– si bien fue agradeciéndole, no podía dejar de decirlo. El dijo: “No, esto fue éxito de ella, yo no hago milagros”. Sí, hay un logro en que teniendo el 60 por ciento de la materia sin estudiar me puse el fin de semana a leer y subrayar sin levantar la cabeza ni dormir. Sí, pero ¿qué hubo detrás de eso? Mi mamá haciéndome masajes la noche anterior, mi papá bancándome económicamente, mi hermano haciéndome el aguante, ir a comer un asado y distender un rato… Algo me hizo un clic muy fuerte cuando venía el lunes a rendir: me tomo el colectivo de Río Segundo para Córdoba a las siete de la mañana, llenísimo con todos los laburantes y estudiantes. Venía parada a 90 kilómetros por hora en la ruta, sin dejar de leer y sin dormir, nerviosa, odiosa, y escucho a dos tipos que venían al lado mío, más o menos de la edad de mis viejos. Uno le dice al otro: “¿Vos que estás haciendo?”. “Juntando cartones”. “Ah, sí, yo también ando en la misma”. Levanto la mirada para ver si era joda, pero no. Lo hablaban con una naturalidad que me impactó. Entonces, me sentí privilegiada y ridícula por estar nerviosa. Y se me vino a la mente: “Cuando salga de rendir voy a ser noticia porque aprobé o desaprobé, y ellos no”. Y pensé: ¿Cuál es la realidad? ¿Qué tendría que ser noticia? ¿Qué es la política, Twitter o lo que le pasa a esta gente? Eso hizo que intentara decirle a Alberto Fernández: “Sí, fue mérito mío, pero hay un montón de gente que aporta para la universidad y quizás nunca en la vida la va a pisar”. El contexto familiar mío, el contexto de clase…

-Claro, pero pensaste en todo eso, no caíste en la versión Disney de la historia…

-No. También pensé que fue noticia el chico que fue a fiscalizar y lo discriminaron, Alberto lo recibió y se puso la gorra. Entonces, lo pude vivir con menos culpa de clase. Y no caí porque quiero que las cosas trasciendan y sirvan para algo.

“En un contexto del capitalismo más salvaje que tenga memoria la humanidad es fundamental darle voz a los que necesitan”

Como conejillos de indias

-¿Qué se juega uno cuando se expone en las redes?

-Qué pregunta… A veces pienso: “¿Por qué no me quedaré callada?”. Yo uso mis redes sociales con mi nombre y apellido y mi foto. Muchísimos no, ponen una foto de otro o un usuario ficticio. Yo decidí hacerlo así y mi hermano, que es más chico, me dice que tenga cuidado, que cambie la foto, que use nombre ficticio. Creo que te jugás saber que nadie va a tener ningún freno a la hora de decir algo de vos. No tenés resguardo. Es como una selva. Yo puedo hablar de Macri y cualquiera puede hablar de mí, de mi mamá, mi hermano o quién sea. Entrás a un terreno donde después no tenés capacidad de quejarte.

-Recién hablabas del super yo. Bueno, uno ahí pone parte del yo, como si apostáramos la autoestima en un tuit…

-Creo que a las redes sociales hay que usarlas con mucha precaución, como “si bebió, no conduzca”. Yo aprendí eso después de esta historia. Antes me lo tomaba medio en joda. Y ahora… ahora entiendo por qué Britney Spears se volvió loca a los 27 años y rompió todo. En una mínima cosa como me pasó a mí, que fueron dos o tres días de locura, sentí la necesidad de desaparecer un rato y evadir el vértigo. Por ejemplo, pensé en los hijos de Cristina, en la gente a la que le pega la fama por elevación. Qué difícil debe ser estar en boca de todos, porque en las redes estás a la vista de todo el mundo. Ahí están la gracia y la doble vara. No están reguladas, vale todo. Yo no voy a dejar de tuittear ni de escribir pavadas en Facebook ni subir cosas en Instagram, pero sí sé que magnifican todo, para bien o para mal. O pasas desapercibido o la pegás fuerte, y tenés que estar preparado para que te cuestionen un montón de cosas.  

-Es un terreno donde todo parece demasiado incierto y relativo.

-Es que estamos pensando en algo que es demasiado contemporáneo. Somos como conejillos de indias de las redes, ratoncitos de laboratorio. No tenemos la posta, todavía estamos atravesando el momento y es difícil tener una idea cerrada del tema.

La economía, el poder y los medios

-Vos pronto te vas a recibir y cursaste toda la carrera con el plan 93, ya bastante envejecido. Un proyecto importante de la gestión y la comunidad de esta facultad es la renovación del plan de estudio. En general y en particular sobre lo que estamos hablando, ¿qué se te ocurre que debe incluir ese plan?

-Es fundamental tener una materia de Economía actualizada. Yo pude cursar la cátedra B antes que se extinga y me sirvió muchísimo. Es fundamental, porque es increíble cómo entender la economía te permite entender después un montón de cosas. Si el día de mañana te toca hacer una nota sobre las fuerzas armadas, o sobre el presupuesto de educación, o entrevistar a alguien que tenga que ver con la economía, si no tenés una base actualizada desde la facu es muy difícil. Por otra parte, cuando estaba estudiando Producción Gráfica uno de los temas son los manuales de estilo de Clarín, La Nación, La Voz… Está bueno conocer los manuales de estilo para saber la cantidad de cosas que se pasan por… la oreja, digamos. La mayoría de las cosas no se respetan en los diarios y con la vorágine de las redes y los portales web menos. Todo es inmediato y la práctica periodística está lejos de las cosas escritas y el “deber ser” del periodismo. Hoy la mayoría de los diarios y los portales web se basan en el Twitter. Hacen una nota con los memes de que perdió Boca, o con que Alberto Fernández le contestó a una estudiante. ¿Es sustancialmente periodístico? ¿Hay una noticia grosa detrás de eso? No. Pero vende, se difunde y la gente lo lee. No podemos pensar la comunicación sin las redes sociales. Hay que tomarlas en serio, no como algo accesorio, porque quizás sean hoy uno de los principales medios. Y también hacer incapié en la comunicación como un servicio social. A esto la facu te lo inculca, pero en un contexto económico precarizante y de sálvese quién pueda, del capitalismo más salvaje que tenga memoria la humanidad, es fundamental darle voz realmente a los que necesitan.

-¿Qué es el macrismo?

-Qué fue el macrismo, quizás.

-¿Fue?

-(Levanta las cejas) El otro día Jorge Alemán decía que él tuvo una discusión con Cristina Kirchner cuando ganó Macri en 2015. Ella le decía que el macrismo iba a construir un movimiento hegemónico. Y Jorge Alemán le dice que no van a poder construirlo y nunca nadie se va a tatuar la cara de Macri, no va a ser remera ni bandera, sino una sucursal más del neoliberalismo. Yo pienso que el macrismo es una versión reciclada del delarruismo y el menemismo, pero en un contexto latinoamericano donde vino a cumplir funciones exitosamente para ellos. No deberíamos pensar al macrismo por fuera de lo que intentaron en otros países y en algunos lograron, con este perfil de hombre caucásico, empresario, con una mujer adorno. (Enrique) Peña Nieto en México, (Henrique) Capriles y Leopoldo López en Venezuela que no ganaron pero están ahí, (Sebastián) Piñera en Chile, en Bolivia (Luis Fernando) Camacho… Un modelo pensadito y muy estructurado, que en Argentina fue exitoso. Vinieron a hacer lo que tenían que hacer, lo hicieron y se van bastante impunes.

-¿Qué lo hizo posible?

-Lo hizo posible, por un lado, tener los medios y el poder económico a favor. En eso soy muy marxista o marxiana: si tenés la estructura económica, manejás el resto de las cosas. Y también el kirchnerismo cometió errores. Hubo un error comunicacional gigante al hablarnos a nosotros mismos y subestimar a la derecha. Lo mismo pasa en Bolivia. Llegamos al poder y pensamos que la derecha no está, y no sólo está sino que tiene los medios económicos, el odio y la ideología, y no tienen ningún límite. Y Macri, Durán Barba, la embajada (de Estados Unidos), Patricia Bullrich y Marquitos Peña lo supieron capitalizar. La herencia más pesada que deja el macrismo es haber convencido a la gente de que no era merecedora de las cosas que tenía. Ahí hay algo que se nos está escapando y tenemos que entrarle.

“La facu de Comunicación es un lugar del que uno nunca se quiere ir. Yo defiendo la universidad pública por su calidez humana”

Un oasis de humanidad

Quizás ese realismo, o la montaña rusa emocional de los últimos días, hagan que frente al escenario político que se avecina con la asunción de su nuevo amigo tenga “tantos malos presentimientos como esperanzas”. La frase flota y se funde en el rumor de quienes esperan para inscribirse y buscan refugio bajo los árboles, bajo un sol agobiante que no hace mella en su entusiasmo. Agostina saluda a algún conocido, toma un mate y pasea por la escena una mirada melancólica.

-¿Te ves en esos pibes y pibas que están por ingresar?

-Uh…

-Hace nada que estuviste ahí.

-No, no, ya hace bastante, jaja. Sí, creo que la facu es hermosa, es un lugar del que uno nunca se quiere ir. Mis amigos que se han recibido buscan cualquier cosa para seguir: cursos de posgrado, esto, aquello… Es un oasis la facu de Comunicación. Cuando vine a rendir estaba tan nerviosa que casi me paro y me voy. El profe dictó las preguntas y “no sé nada”. Pero me puse a escribir, me quedé, se me hizo una laguna y le hice una consulta al profe sobre una consigna. Me vio pálida, muerta de miedo, leyó lo que había escrito y me dijo: “Vas bien, está encaminado, tranquilizate”. Ese mínimo gesto de contención hace la diferencia. No sé si pasa en todas las facultades y en todas las universidades. Por eso defiendo la universidad pública, porque es como una gran familia. No en el sectarismo, sino en la calidez humana. Los profes ganan una miseria y tienen un montón de motivos para venir sin ganas, sin embargo le ponen y te quedan y te apoyan.

Fotos: Guadalupe Scotta, área de Comunicación de la FCC-UNC.