Por Azul Regina Urioste y Agustina Juárez Marcos *

La poesía es un arsenal de cuerpos, voces y experiencias que buscan disputar los sentidos construídos. ¿A dónde se inscribe el deseo de los cuerpos que escapan a la norma?

Ahí está.

Nos atraviesa y se planta,

justo en el hueco tibio entre el desencanto y el alivio.

Que no sabemos bien

dónde poner la mano para indicar el lugar que ocupa entre el vientre y la garganta,

ni cómo llegó hasta ahí.

Pero sí sabemos

que se alimenta:

en la boca

sabe a encuentro.

“La poesía nace en los momentos de mayor crisis, como la escritura de los ’90, en contextos de crisis económica. Justamente porque da una especie de sensación de comodidad cuando el afuera es hostil”.  Flor López lo reafirma. Dice que se lo dijeron, que también lo dice la historia. Una historia que también la contaron los Cuadernos de existencia lesbiana una década antes, una recopilación autogestiva de fotocopias de textos, dibujos, collages, e inscripciones a mano alzada con el único destino de divulgar, difundir y que el testimonio de las lesbianas se haga cuerpo en un contexto de aspereza y lucha de la reivindicación de su existencia. Entre teorías, críticas y traducciones de vaya-saber-dónde, los Cuadernos nos dejaron la poesía como uno de los tantos lugares de encuentro.


“Algo que tenemos y hemos tenido las lesbianas es la ausencia de marcos representativos de cómo hacer la vida, de cómo hacer las cosas, incluso en el cine, la literatura, la televisión”, dice Flor.  Afuera de lo establecido, pareciera, no hay parámetros; pero sí hay reglas claras: la prohibición y la censura. Los cuerpos sexuados desaparecen, o se corrigen, se fuerzan, se vuelven moldeables a las normativas. El deseo es un imperativo, pero regulado.

“En aquellos años, dirán las gentes, perdimos el rastro

del significado de nosotros, de ustedes

hasta encontrarnos

reducidos a yo

y todo ese asunto se tornó

estúpido, irónico, terrible:

intentábamos vivir una vida personal

y, cierto, aquella fue la única vida

de la que podíamos dar testimonio

Pero los grandes pájaros oscuros de la historia gritaron

y se sumergieron

en nuestro clima personal

Fueron decapitados en alguna otra parte pero sus picos y alas

se movieron

a lo largo de la costa, a través de los jirones de niebla

donde permanecíamos, diciendo yo.

De Adrienne Rich, En aquellos años en Oscuros campos de la república, 2000, ed. Grupo Editorial Norma, Bogotá, Colombia. 


Flor López enciende la pregunta: ¿en dónde y desde dónde se forman las lesbianas?

Más allá de los estilos narrativos, la estética y los tiempos, la poesía se presenta como marco de configuración de las cosas y conocimiento del mundo que nos rodea, del cotidiano, que puede destrabar sentidos que no están en las cosas mismas ni en los ojos de quienes las ven.  Aparece más bien como una potencia para liberar nuestras subjetividades en palabras. Funciona entonces como un trampolín: una búsqueda constante de la identificación se prefigura y es performativa en los cuerpos, las lenguas y los dedos que hacen la poesía. Las identidades lésbicas, trans, no binarias y el sinfín de las configuraciones posibles de ser-estar en el mundo hacen nido de su existencia, se expresan y encuentran ahí, entre publicaciones editoriales autogestivas, blogs, talleres de escritura y lecturas compartidas el relato desde el cual cada cuerpo vive y siente, texto mediante, a viva voz.

“y cuando hablamos
tememos que nuestras palabras
no sean escuchadas
ni bienvenidas,
pero cuando callamos
seguimos teniendo miedo.
Por eso, es mejor hablar
recordando
que no se esperaba que sobreviviéramos”

Audre Lorde

“Hay quienes no formamos parte de la especie más que como el error, la anomalía que confirma la precisión
y el equilibrio de las cosas. Como las crías enfermas,
defectuosas, que las perras apartan alzándolas del cuello con la boca,
no se espera de nosotros ninguna fortaleza ni coraje. La mayoría de las veces no hace falta matarnos: el cuerpo vaciado del amor
y del deseo de los otros pasa rápido. Una mancha en el cielo
que pocos llegan a ver antes de que se apague a miles de años luz, sin poder hacer contacto con la tierra,
sin que nadie la extrañe. Pero a veces, contra todas las probabilidades, una raíz crece desaforada, sostenida en el aire hasta clavarse en la materia,
arrastrada por un deseo salvaje, por el empuje de la vida que resiste aunque sepa que en ese esfuerzo descomunal corre el riesgo de –finalmente- quebrarse. Dejá
que tu cabeza descanse en mis manos, me dijiste, prometo
no soltarte. Y yo, que lo único que sabía era que había que escapar del amor como quien escapa
de una pedrada en el pecho, un golpe bien dado en el lugar
más vulnerable, me quedé
sin embargo en ese abrazo y fui curado de las enfermedades de los otros, de lo que hicieron conmigo
para salvarse. No hizo falta que nadie más me tocara. Un cuerpo
sostenido en otro cuerpo se vuelve una casa.”

De Claudia Masin, La luz de la luna, en La desobediencia, 2018, ed. Contexto, Argentina.

Foto: Lis Sticca

¿A dónde se inscribe el deseo de lo incierto, de lo desconocido?

El concepto de lesbiana se esconde, huye, se escapa. De la palabra de boca puberta da miedo, asco; de la palabra adolescente enciende la censura, el miedo.

“Pasa gente.
No somos invisibles.

 No te importa,
primera y única vez que no te importa.

(…)

mañana
No vas a recordar,
Por la resaca
O x la vergüenza
De nombrarnos.
De vivir dentro
De un cuerpo
A mitad del deseo.”

De Vero Rojo, fragmento de Besos de iniciación en Besos, 2019, ed. El Brote.

“Es que la clandestinidad
no sólo incomoda
sino que a veces irrumpe
y apaga, la posibilidad de cualquier vuelo.”

De Karo Ballesteros, fragmento de “Volando a besos” en “Besos”, 2019, ed. El Brote.


La poesía se abre como un puente donde los cuerpos se pasean desnudos y muestran sus miserias y sus tesoros. Rompen la linealidad del tiempo: hay margen de desandar, de deshacer, de proponer a la historia pasada un nuevo camino.

“La pequeña piensa que su cuerpo
es un culto, se mira la piel
debajo de las sábanas porque sólo ahí puede,
rasga un poco y encuentra la posición. (…)
Todo lo frío que estaba allí, niña –
pienso
ahora que conozco lo que significa el beso, ahora
que entro en la selva húmeda
cada vez que quiero – fue lo que ganó
por mucho tiempo
porque niña allí no se podía
dar pelea. (…)”

De Paula Dutto, fragmento de La misma línea en Besos, 2019, ed. El Brote.

“Desde hace poco tiempo empiezan a aparecer la figura de la lesbiana posible –afirma Flor–. Me parece importante la potencia política de que existan representaciones o una poesía que luego es pensada por la crítica como una poesía lesbiana”. La poesía, entonces, funciona como sistema de representaciones. Por fuera del porno y las pocas figuras lésbicas de las novelas mainstream argentinas, las lesbianas no aparecían como destino hasta hace poco tiempo atrás. Incluso hoy que las nuevas generaciones comienzan a dibujar su horizonte con nuevas plataformas tecnológicas, con youtubers y nuevas aspiraciones lesbofriendly sonando en la listas de “les más escuchades” de Spotify, sigue encendida la pregunta: ¿dónde se acomodan en este esquema las chongas, les pibxs, que construyen desde su masculinidad una trinchera contra la heteronorma?


En algún lugar público o privado alguien de seguridad (vigilancia) puede decirte que entraste al baño equivocado, puede custodiar la puerta para al salir encontrarte y verificar –según sus paradigmas o políticas del lugar–, si tu elección entre la opción binaria de las posibilidades fue correcta o no. Los baños son un ejemplo que materializan la norma sexista. “¿Qué ocurre cuando una mujer biológica se presenta a sí misma como butch (chonga), pasa por ser un hombre en algunas circunstancias y es vista como una butch en otras, y no se considera a sí misma mujer, pero mantiene una distancia respecto a la categoría «hombre»?”. (Jack Halbesrtam, 2008). Los baños no cuestionan, el personal de seguridad tampoco.

“Cuando rompimos todas las formas posibles de nombrarnos
donde guardaban asilo tranquilo los suyos y los míos
la crisis ya no era nuestra
pero salimos como vocerxs de un gobierno roto
a poner palabras sobre el caos ajeno
para desordenar esos cajones de estanterías
donde catalogaban y clasificaban por títulos
lo que puede un cuerpo con otro cuerpo

(…)

Tan terrible fue el después
de esa ceremonia en el cordón de la vereda
cuando la clausuró a los gritos un policía
que escupiendo odio de institución azul
catalogó y clasificó por títulos
lo que puede un cuerpo con otro cuerpo
es decir
todo lo que no podía mi cuerpo pegado a su cuerpo
en esa esquina esa noche que nos marcamos para siempre”

De Azul, fragmento de Beso sin título en Besos, 2019, ed. El Brote.


La poesía, así y sin reparos, reaparece como el espacio lúdico de profanos y profanas y empieza a aglutinar lectores y presencia en escenarios. De lo más indie a lo más pomposo: la poesía va creciendo como las plantas que brotan en el asfalto o en la pared de una casa vieja. Nadie sabe cómo se alimenta, pero aparece y crece. La poesía no pregunta: responde.

Poesía para desviadas. Para desviades. Poesía para salir del clóset o volverse a meter por miedo a las represalias. Poesía para vivir la fantasía de amar en todas partes o sólo dentro de una cama y las persianas baja, para tener sexo de día en plena siesta o para llorar apenas cae la noche. La poesía se hace y hace cuerpo. “Para mí la poesía es el cuerpo. No existe la poesía sin el cuerpo, porque la poesía es oralidad y la poesía es la voz, la voz es el cuerpo. Entonces definitivamente en un poema está el cuerpo del poetx sí o sí”, nos responde Flor.


Foto: Fauna – Activismo fotográfico

Flor López reside en Córdoba, es poeta y escritora. Fundó y dirige la escuela de escritura creativa El Brote. A través de este espacio brinda talleres de formación para poetxs principiantes y avanzados, como también articula actividades con artistas de otras provincias. En el marco de los talleres de poesía de primer y segundo año organizó una actividad donde el colectivo trabajó con textos de temática lésbica, y como resultado produjeron tres tomos de un fanzine que nos comparten la pregunta: “¿Qué significan los besos? ¿Qué significan los besos en la boca?”. Besos, besos y más besos: así se llaman cada uno de los tomos que unen las narrativas de poetxs que decidieron juntar sus palabras como manifestación de repudio al fallo lesbodiante que condenó a Mariana Gómez a un año de prisión en suspenso por besar a su pareja en una estación de trenes en la Ciudad de Buenos Aires.

La palabra se permea a los reclamos; su naturaleza -si es que existe como tal- es inherente al cuerpo de quien la escribe: los cuerpos castigados por las fuerzas represivas de la norma al aparecerse en la vía pública; al comportarse en la vida pública como se vive en la vida privada, sin que sea el “secreto” la pieza angular de las pieles que se tocan.

Toda palabra es política. La resistencia se performatea, se abre y se funde entre fanzines, talleres, poesía que aparece nombrando usuarios desconocides en las redes; capturas de pantallas de notas o mensajes de whatsapp, editoriales pequeñas y pequeñísimas que resisten en sus obras a la luz de un neoliberalismo arrasante.

La poesía se vuelve un arsenal de cuerpos, voces y experiencias que buscan disputar los sentidos construídos, y generar nuevas representaciones, posibilidades del ser/hacer, en sí, formas disímiles de cómo este mundo puede ser habitado. Elles escriben. Y son muchos, muchas y muches les que esperan para leer.

Foto principal: Enfant Terrible

* Trabajo final para la Diplomatura en Diversidad Sexual, dictada entre mayo y septiembre de 2019 y organizada por la Secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC-UNC), junto con la Dirección de Desarrollo de Capacidades y el Área de Diversidad Sexual del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación. Coordinación: Nicolás Giammona y Javier Wenger (Área de Diversidad Sexual del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación).