Por María Paulinelli *
La crónica como género encrucijada de discursos, historias y verdades. Los cordobeses en el fin de milenio, de Rosita Halac y Jorge Barón Biza; Ambidiestra, de Juan Cruz Taborda; y Crónicas subversivas, de Pablo Ramos.
El tiempo de la memoria.
El espacio de la escritura.
La crónica es el acontecimiento hecho lenguaje en el tiempo que hace posible la escritura.
Un discurso desde la Historia, el Periodismo y la Literatura en transformación y cambio permanentes.
Una vibración restallante del lenguaje que referencia y, a veces, se imposibilita de toda transparencia.
Una constelación donde estallan distintas modalidades discursivas y el lenguaje enlaza los tiempos posibles de la vida.
La crónica como un nuevo entramado discursivo. Los cordobeses en el fin del milenio. Rosita Halac y Jorge Barón Biza. La crónica como lenguaje de imposibilidades discursivas: las incoherencias humanas y sus historias. Ambidiestras. Historias de Córdoba por derecha y por izquierda. Juan Cruz Taborda Varela
La Crónica es el deslizamiento de la verdad a las verdades. La contaminación de lo posible y lo imposible. La interpelación, la negación, las turbulencias. Crónicas subversivas, de Pablo Ramos.
¡Hola!
Los días que llegan. Los días que pasan. Los días que vienen. Siempre… los días de vida.
Seguimos en estos encuentros. Ustedes y yo, que hacemos un nosotros. Los libros: la excusa. La lectura, pretexto.
Así, recordamos ese tiempo que es nuestro.
Les propuse un viaje. Un viaje alrededor de un círculo donde están los textos de nuestros compañeros. Ese círculo que grafica cómo fue cambiando la escritura, el periodismo, la construcción del acontecimiento. Cómo el lenguaje se mueve y se transforma en las nuevas dimensiones que alcanzan los discursos. Cómo la lectura se abre en las variadas interpretaciones que, cada uno confiere a ese proceso.
Distintas posibilidades –me digo– para cada sujeto, para cada acto de enunciación, para cada proceso de comprensión de lo leído. Sigamos, les propongo. Veamos en los puntos que arman ese círculo, distintas modalidades, variadas experimentaciones. Los textos nos indican el camino. Cada encuentro marca un conjunto de puntos recorridos. Ya iniciamos y cerramos el círculo. ¿Se acuerdan?
Ahora queda marcar fragmento por fragmento y leer, leer, leer… mientras sentimos la presencia de aquellos que escribieron. Y entonces, la crónica emerge en varios de los textos, de Ustedes, mis amigos. La crónica es, quizás, el espacio escriturario que más experimentaciones ha tenido. De relato de hechos en un tiempo cronológico, afín a los ciclos naturales, la crónica se convierte en una suerte de constelación –¡Gracias Jorge Carrión por la metáfora! –.
Una constelación donde restallan otros discursos con los calificativos que señalan las modalidades. La crónica histórica, la crónica periodística, la crónica de costumbres, la crónica de viajes…. Un sinfín de textos resultantes que no solo relatan en el tiempo ordenado de la vida –de ahí cronos– sino que el enunciador se convierte en la voz que interfiere, que interpreta, que modula el acontecimiento… Los cordobeses en el fin del milenio, de Halac y Baron Biza. La voz se desliza de la verdad a las verdades posibles relatadas –Walsh y su certera definición sobre el mundo real convertido en realidad tras los discursos–. La crónica es también, eso. Se pierde. Se extravía. Se dice y se desdice, en la realidad que el caleidoscopio de la escritura va mostrando. ¿Cómo referenciar lo que es, por naturaleza, irreferenciable? ¿Cómo anclar un sentido en la pavorosa multiplicidad de sentidos que tienen las palabras?
El cronista que reconoce lo real desfigurado y encubierto, que sabe de la complejidad de las visiones resultantes de otras crónicas, sabe que solo un lenguaje sin normas y sin límites, puede ser el instrumento adecuado, necesario. De ahí la aventura que significa la escritura de algunas de estas crónicas. Ambidiestras, nos dice Juan Cruz Taborda Varela en la mirada distorsionada que produce una realidad escrituraria, también distorsionada… A su vez, lo real necesita ser destruido en la conformidad con los poderes existentes, con los relatos conformistas, con la adhesión indiscriminada a lo establecido por las normas. Por eso, las crónicas recurren a esa constelación donde los tiempos mutan: presentes con pasados que avizoran futuros más benévolos.
Las crónicas derrapan –ahora– el orden del mundo del cual hablan, lo subvierten en un nuevo lenguaje: el de los visionarios que son casi poetas. Crónicas subversivas, dice Pablo Ramos, en una migración permanente de formatos de los textos. Crónicas subversivas que apuntalan las voces de soñadores apasionados, descubridores de utopías. Crónicas subversivas que trenzan los tiempos de la esperanza hecha palabra.
Y entonces, les digo nuevamente: Caminemos estos textos… redimidos de la tristeza y soledad de los inviernos… Ahora, llegó uno.
La crónica como un nuevo entramado discursivo.
Los cordobeses en el fin del milenio. Rosita Halac y Jorge Baron Biza.
Un Prólogo define la modalidad de la escritura. Estas notas son periodísticas, dice. Lo justifica el formato para el que fueron escritas. ….aparecieron en distintos medios de Córdoba en la década del 90. Señala así, el carácter migrante de estos textos. Lo ratifica, además, la información entre paréntesis que acompaña cada título en el índice.
De distintos medios, compendian, ahora, un nuevo texto en el formato libro. Explica el Prólogo, la motivación de la compilación y la publicación: Esta fecha de tres ceros y la tecnología devoradora que la acompaña van a acelerar los mecanismos del recuerdo. Por eso el texto es un testimonio veraz de los discursos que florecieron en estos años. Es la justificación de la modalidad escrituraria, lo que llena de nuevas significaciones las notas compendiadas. Halac y Baron Biza se refieren seguidamente al texto. Lo definen como esa compilación de notas publicadas.
El texto como una nueva publicación –en formato libro– supone una permanencia distinta a la precariedad del periodismo. Creemos también que, a medida que pase el tiempo y nuestros días se conviertan en tema de nostalgia, muchos canosos del futuro e investigadores volverán a ellas para recordar o informarse sobre la última década del milenio. También adquiere una nueva significación esa organización de los fragmentos como partes de un todo. Ese todo que resulta la crónica de un tiempo y un espacio… Córdoba en el fin del milenio. Esto explica que la estructura cuidadosamente ordenada, no respeta la cronología de la aparición de las notas, sino que se ordena en espacios temáticos que les otorgan nuevas significaciones. Los hombres, mujeres, los jóvenes, sus vinculaciones, sus posibles acciones, sus pequeñas historias en sus únicas voces, son las consideraciones relevantes, las particularidades notables de las existencias humanas. Todo resulta un gran fresco, un enorme mural que, desde lo cotidiano, muestra, exhibe los nuevos protagonistas de estos tiempos: las personas comunes. Los irreconocibles, sin rostro. Los seguramente olvidables, pero tenazmente presentes. Los que son muchedumbres de ruidosos silencios.
Hoy, lo cuentan los relatos de Días Contados, ¿recuerdan? Allá, hace más de veinte años, dos de los nuestros, lo reconocían, lo hacían en esas notas que se convertirían en la crónica diferente sobre quienes hacíamos Córdoba.
Y digo crónica, porque –como dicen Halac y Barón Biza– las notas son periodísticas, no solo por los enunciados –de un tiempo presente, de espacios concretos, de acciones humanas– sino por la organización de cada nota –la titulación, ese distanciamiento en la referenciación de un lenguaje, la utilización de procedimientos y recursos–. Las notas, pues, son consideradas como fragmentos autónomos, como los múltiples fragmentos originales que las definen.
Pero también, digo “crónica diferente” y, entonces, otorgo otro sentido a la modalidad crónica. Halac y Baron Biza, lo dicen en el Prólogo. … la vida cotidiana esa fuente de pequeñas anécdotas que los estudiosos han empezado a considerar como uno de los pilares fundamentales de la Historia. Reconocen una particularidad en esas notas que compiladas definen un texto diferente, cercano a la Historia.
Más aún. Hacen suyas las palabras de Sebreli en la transcripción –sin comentarios, sin ninguna referencia– de los recursos y fuentes de esta modalidad escrituraria que nosotros encallamos en el deslumbrante espacio de la crónica… así como se escribe, se relata en esta contemporaneidad. Un paso de la singularidad de cada fragmento a la totalidad del nuevo texto. Por eso, transcriben a Sebreli: …las memorias, las tradiciones orales, la crónica social, la crítica de costumbres, la miscelánea, la biografía de antepasados, la historia de vida, el anecdotario, el relato de viaje, el diario íntimo, el epistolario, la novela histórica…
La crónica definida entonces, como la casi totalización de la escritura, en ese borramiento de los límites que tenían los discursos… allá cuando avanzaba el siglo veinte. Hoy, parece imposible marcar los límites, las normas. No solo la inexistencia de vanguardias, sino el virus tecnólogico que infecta, transformando –de nuevo Carrión y sus metáforas– las formas escriturarias y genera distintas experimentaciones y experiencias. Y eso es Los cordobeses en el fin del milenio. Una avanzada.
¿Puedo decir que hubo dos adelantados que transformaron un conjunto de notas periodísticas en un texto diferente? Ellos avizoraron la crónica como un espacio distinto que subsumía en uno solo, las posibilidades de hablar sobre el mundo y las personas. Reconocieron este nuevo relato aglutinante de la Historia, la Literatura, el Periodismo. Afirmaron un nuevo deslizamiento entre objetos culturales. Hibridación. Mezcla. Siempre mezcla. Constelaciones, como aventura metafóricamente Carrión.
Me ganó la nostalgia… y no puedo dejar de contarles. ¿Me siguen?
De estos dos autores, Rosita es egresada. Jorge fue la presencia fugaz –pero no por eso menos relevante– en una cátedra, la de Movimientos Estéticos. Fueron días de fiesta con su calidez, su sonrisa permanente, su humildad sin límites, su increíble sabiduría, Siempre dispuesto al diálogo con un dato preciso. Una particular mirada. Un texto coleccionable. Una opinión imprescindible. Pero, por sobre todo, por esa necesidad permanente de encuentro. Abandonó el mundo hace muchos años. Pero no logró irse. Aún permanece. Está en ese texto maravilloso que escribió cuando leíamos poesía después de clases, La loca no se rinde, para hablar de la lírica en tiempos contemporáneos. Está en el archivo que Fernanda Juárez, egresada, ha armado. Está en este texto que leeremos, seguro. Está en la maravillosa novela que publicó en esos tiempos: El desierto y su semilla.
Uno más de nosotros.
Seguimos.
La crónica como lenguaje de imposibilidades discursivas: las incoherencias humanas y sus historias.
Ambidiestras. Historias de Córdoba por derecha y por izquierda. Juan Cruz Taborda Varela
Miro el libro. Me subyuga la tapa. Dos pulgares provocan la extrañeza de esa imagen de un guante con seis dedos. Me provoca: desconcierto. Busco el significado del título. Ambidiestra. El Diccionario de la Real Academia Española, me indica: Persona que usa con la misma habilidad las extremidades de los dos lados. Siento reticencia.
La etimología de la palabra me indica que es la conjunción de ambi (ambos) y dext (cierto). Ambos ciertos, verdaderos. La verdad se desliza en las verdades. Me invade la incertidumbre.
Leo el subtítulo: Historias de Córdoba por derecha y por izquierda. Me dice que son los relatos de un espacio –Córdoba– desde dos posibles alternancias. Casi opuestas. Entiendo la complejidad de la titulación que me provoca esas distintas sensaciones. Desconcierto. Reticencia. Incertidumbre. Lo denota el título: Ambidiestra. Córdoba resulta el espacio narrado desde esa cualidad de ambidiestra.
Me pregunto entonces, sobre las particularidades del texto. Sobre la posibilidad de referenciar ese real carente de toda transparencia. Sobre la enunciación desperdigada en tanta significación, en tanto sentido que dispersan las palabras. Siento que la lectura es la única respuesta a esos interrogantes. Y allá voy, me digo. Allá vamos en la increíble aventura de leer desde el desconcierto, la reticencia y la incertidumbre que anclan como propios, los títulos del texto.
Juan Cruz nos sorprendió, hace algunos años, con la revista Matices. Matices, como las posibles visiones desplegadas. Como la multiplicidad de representaciones de toda realidad escrituraria. Ahora, nos sorprende con este nuevo texto. En medio, la Historia. Así con mayúsculas. La crónica es relato, es historia, hemos dicho. Con esta desmesura que la crónica alcanza en este tiempo nuestro. Donde el Periodismo, la Historia, la Literatura difuminan los límites de sus discursos. Donde un acontecimiento puede ser documentado desde el desarrollo imparable de la tecnología. Donde la realidad discursiva jaquea unicidades que definen los hechos. Donde la palabra tiene un significado que se multiplica en toda lectura política.
En todos estos donde, el texto Ambidiestra, se define crónica. Conjunto de crónicas, digo por la pluralidad de los fragmentos. Constelaciones de enunciados y de enunciaciones. Mezclas, siempre mezclas. Juan Cruz nos sugiere interpretaciones para iniciar la lectura. Los epígrafes señalan la necesidad de conocer el pasado para entender el presente, en la cita de Marc Bloch. Cristian Ferrer habla de los desdoblamientos y de los laberintos como metáforas para entender los hechos, para conocer la Historia… todo ello fue interrogado a la luz y a la sombra de la curiosidad, el cirujeo, la exhumación, la inquisición, la transferencia y la purga. A la luz y a la sombra. Importante, ¿no?
En el Prólogo, sintetiza los dos posibles métodos para relatar Córdoba. Uno: Desde los acuerdos, la connivencia, el contubernio. La Córdoba de ahora mismo es la Córdoba que ha subsistido sin hendiduras. Que camina lento bajo la sombra que la protege de lo distinto. La Córdoba –y no las Córdobas– de acá es una. El otro -dice- es: Observar las anormalidades, los nódulos malignos en el camino de la pereza democrática Aquello que se hizo para que nada siga intacto, inalterable, rozagante y denso. Para que nada siga como está, aunque esté. Y concluye: Ese camino, el segundo, el de las piedras y el silencio, es el que acá interesa: la Córdoba ambidiestra.
Entonces –me digo– podemos empezar a deslizarnos por el desconcierto de lo real desfigurado, desde la reticencia que significa descubrir ocultamientos, desde las incertidumbres del lenguaje en su intento de referenciar lo irreferenciable, como ya hemos expresado.
Las crónicas que relatan las historias tienen títulos que acentúan la provisoriedad de la versión que se relata. Títulos más poéticos en su formulación que referenciales de enunciados. Moño, gomina y endogamia, La niña entusiasta de la Revolución, Padre no sabe, La más roja de todas… Todos los textos se inician con una suerte de epígrafe que direcciona la lectura en una síntesis posible… que sigue interpelando. Es la transcripción de las palabras de alguno de los protagonistas que queda, queda en la memoria en esa voz que retumba en la memoria. . … vos le decís dictadura, yo no… -Y, gringo. Cuándo vas a cantar la marcha?…. –Puedo ser conservador, pero no soy de derecha.
Las historias se desplazan en más de un siglo. En infinidad de acontecimientos que se arman, se desarman, siguen huellas, pierden rumbos, conflictúan las versiones existentes, arman redes donde existen huecos, vacíos, blancos. Establecen un orden nuevo donde las visiones se ordenan de otra forma, desde una perspectiva que es nueva y diferente. Simulan el caleidoscopio que al girar reconvierte las figuras en otras y otras. Todo desde la minuciosa documentación de fuentes de información conveniente citadas.
Desde el protagonismo de la realización de entrevistas, tanto para los que interpelan, como para los que responden. Desde la inclusión de voces que provocan, transforman los relatos que han sido… y que se deslegitiman ahora. Juan Cruz, el periodista, el escritor, el historiador, está siempre presente. En la continuidad de las posibles secuencias. En la recurrencia a los tiempos que vinculan acciones. En la remisión a situaciones ya explicitadas en otros relatos. En la mirada crítica sobre algunos enunciados. En el diseño de un mundo que se observa ahora desde otro lugar, desde ese otro extremo. En la desacralización de lo establecido –ahora perimido–, absurdamente considerado como único y cierto.
Y entonces, en esa tarea ímproba para referenciar lo irreferenciable, en ese deslizamiento de la verdad a las verdades, es que el lenguaje se convierte en otro bastión de combate. Es necesario transformarlo. Convocar sus sentidos, multiplicar las posibilidades de representación. El juego de palabras …Julio, Julito… para hablar del hijo que es la paródica continuidad del padre en la política.
En la poesía que emerge en metáforas, remisiones, sensaciones.. La Confederación de las Derechas se perderá en el invierno de la desmemoria. O en la referencia al surgimiento del Peronismo. Dos arroyos confluyen en el mismo río de nombre juandomingo… En la ironía que se establece en un diálogo donde las significaciones han subvertido todo sentido. Donde el entrevistador, explicita su situación. Otra vez me pregunta. No conozco el sentido estricto de la vida. Quizás muchos. Quizás depende de cada cual. En la imposibilidad total de realizar una entrevista cuando confiesa al entrevistado. No sé, Arrambide Pizarro, yo vine a hacer preguntas, no a responder. En la desopilante entrevista que cierra el texto, donde la impunidad y la mentira superan toda previsibilidad, titulada Vas a leer todos los días. Metáfora de los sinsentidos revisados en los relatos que anteceden.
Podría seguir contando mi experiencia de lectura. Es más importante que ustedes hagan su propia experiencia, porque será dibujar nuevas historias… desde el poder de la crónica que trastoca, que niega, que interpela y nos propone hacer nuestro relato, nuestra historia.
La Crónica es el deslizamiento de la verdad a las verdades. La contaminación de lo posible y lo imposible. La interpelación, la negación, las turbulencias.
Crónicas Subversivas, de Pablo Ramos.
El texto me requiere una lectura diferente. Leo en voz alta. Siento que la oralidad toma la fuerza que impulsaba su trasmisión desde la radio. Simulo los sonidos, las pausas, las entonaciones… mientras toma la dimensión original de las palabras dichas. Texto migrante, me digo. Migrante en el paso de la oralidad a la escritura.
Pablo editorializa su programa radial con estos textos. Es otra migración que se produce con la identificación de las distintas modalidades discursivas. Editorial, crónica. Esos textos devinieron libros que se titulan Crónicas subversivas y migraron así al formato libro como posibilidad de quebrar la precariedad de la oralidad, de formalizar el texto escrito.
Me digo, entonces, que en el origen mismo, en su función primera, en la trasposición de formatos, acecha la condición de subversivos. De ahí el adjetivo que connota. Un adjetivo que se ensancha en el desconcierto del orden establecido que proponen, en la ajenidad de la referencialidad de las palabras. Son crónicas. Se ensanchan sus particularidades, hoy, cuando lo asocio a las constelaciones, como metáfora de pertenencia: poder armar distintas figuras con estrellas. Dar un significado diferente a esas figuras que miramos en el cielo. Entonces, me digo. Son crónicas, crónicas subversivas, desde la materialidad de sus signos. Más aún, leo a Pablo mientras dice: Soy un locutor que escucha / Ustedes son escuchadores que hablan. Anverso y reverso de la comunicación que se produce. Una nueva posibilidad de la constelación que representan.
Tomo el libro que compila los textos del 2013 al 2018. Se estructura en fragmentos precedidos por un Prólogo. Un Prefacio da la voz a Pablo que introduce el enunciado. Un fragmento breve, El arco, enuncia los sentidos. Los define en su condición de textos radiofónicos. Soy un locutor. La metáfora del arco, le permite definir las significaciones. Así dice: Por eso valoramos ese arco subversivo / que abre un tiempo y un territorio / que despliega sentidos para ser reconstruidos. Un nuevo espacio. Un nuevo tiempo. Construcción de un nuevo orden, desde las ruinas de otro. Continúa en la consideración de la metáfora: No somos la flecha que busca la verdad,/ somos la cuerda que tensa la aparente realidad/ para transformar lo que somos. Desechar la verdad como objetivo. Proponer la transformación que se busca: tensando lo real.
Los textos se ordenan en apartados titulados: Subversiones totales, Subversiones particulares y finalizan con un Epílogo. No tienen ninguna referencia, ni datos que expliquen su génesis. Simplemente fluyen en la estructura que simula el ordenamiento de un poema. Los temas se desplazan en múltiples consideraciones. Refuerzan la significación de la subversión como elemento incandescente que fluye y fluye en las palabras. A escribir, pintar, soñar, viajar, reír…/ cada acto simple puede ser subversivo. Polemizan con la realidad creada y establecida en la sociedad de los humanos. Así dice: La libertad es subversiva/ en un mundo que se devora a sí mismo/ en un mercado que todo lo etiqueta, lo compra y lo vende, / en una sociedad asustada por sus propias invenciones. Enumera las imposibilidades a que estamos sometidos, la alocada planificación de la vida que tenemos.
Concluye con el reconocimiento de que aún es posible la subversión constante y permanente. Aun así, la maquinaria de producir sujetos en serie / de diseñar futuros a escala / no puede con la pulsión vital que nos impulsa/ a encontrar la mejor versión subjetiva,/ la subversión original de cada huella que dibujamos/ en la senda fugaz pero real/ que trazan los sueños, los cuerpos, los deseos./ cuando la libertad es el único horizonte que perseguimos.
Los textos interpelan en la apelación directa a los protagonistas de tanta desolación, de tanta carencia de vida. Ese tú que se desnuda en el cuestionamiento. Los políticos, los periodistas, los hombres que toman decisiones, están ahí, desnudos en las responsabilidades que les cabe. Los textos también niegan las visiones felices, la humanidad imperante, los futuros deseados. Acaso por eso, muestran las turbulencias posibles, los hartazgos presentes, los desacatos imprescindibles. Trazan diversas líneas que representan el mundo desde la posibilidad de armar constelaciones de imágenes. Imágenes que son las significaciones que las palabras nos muestran. Y siempre la poesía… la libertad expresada… la necesidad de hacer nuestra la vida que vivimos.
El Epílogo subversiona la finalidad que siempre tiene. Aquí, es un recomienzo en esa metáfora del Nomadismo. El movimiento, el cambio para ese inconcluso y precario mundo nuestro. Un Manifiesto –me digo– que incita a seguir subvirtiendo lo real, el orden que establece y petrifica, las personas que deambulan sin sentido, las palabras vaciadas, corroídas. Todo eso, en el entramado del pasado y el presente orientados al futuro.
Transcribo todo este fragmento, porque es de una belleza y certeza increíbles. ¡Escuchen! Crear por creer / con la convicción del Kamikaze, / criar lo nuevo con el barro de lo viejo, / ser uno más pero ninguna menos / en el arte colectivo de vivir / cronicando este Cronos y este Caos / desde la periférica libertad, / componiendo fugaces obras, / actos que desencadenan consecuencias / y transforman el presente / subversionando lo que vendrá.
Hermosos textos los de Pablo. Más que eso, necesarios.
Siento que aún queda la esperanza.
Los distintos textos que leímos nos dieron las certezas que, quizás, no habíamos avizorado. La crónica, ese espacio tan viejo y tan nuevo como el mundo, nos mostró constelaciones, nos indicó nuevos significados, nos remitió a distintas experiencias de escritura.
Nos encontramos pronto. Aún quedan muchos rostros, muchos textos.
¡Hasta pronto!
Textos
Barón Biza, Jorge – Halac, Rosita. 1999. Los cordobeses en el fin del milenio, Ediciones Del Boulevard, Córdoba.
Ramos, Pablo. 2013. Crónicas Subversivas, Editorial Gráfica 29 de Mayo, Córdoba.
Ramos, Pablo. 2018. Crónicas Subversivas 2013-2018, Editorial Los Ríos, Villa Allende, Córdoba.
Taborda Varela, Juan Cruz. 2021. Ambidiestras. Historias de Córdoba por derecha y por izquierda, Editorial Recovecos, Córdoba.
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* Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.