Por María Paulinelli *

Tercer recorrido por textos de egresadxs y docentes de la ECI-FCC sobre el pasado reciente: la rebeldía y la militancia en El torno y la molotov y la represalia del terrorismo de Estado en La Perla. Testimonios de una generación que nos legó “su risa fresca mezclada con el llanto” y mucho más.

El tiempo de la memoria.
El espacio de la escritura.
El testimonio como espacio de la Historia y la memoria.
El  testimonio como documento para el deber de memoria.
Todos testimonios.
Un acoso al lenguaje desde la memoria y la Historia. El torno y la molotov.
Ximena Cabral, Hernán Tejerina, Susana Roitman y Emilia Olivera, sus autores. La documentación de lo imposible. La Perla. Historia y testimonios de un campo de concentración. Ana Mariani y Alejo Gómez Jacobo, sus autores.  

¡Hola, amigos!
Son días de memoria. Días de reencuentros. Días de ausencias y vacíos. Siento  alegría y  nostalgia,  tristeza y  añoranza.
La melancolía me invade… como a ustedes.

Hace cincuenta años, algunos éramos jóvenes. Creíamos que todo era posible. No sabíamos de muertes implacables. No sospechábamos el espesor de la violencia. No imaginábamos que pensar en un mundo diferente era un error que se condenaba con represión, desaparición y asesinatos.  Pero… sucedió.
Desde 1975, cambió bruscamente la existencia.  Las sombras invadieron nuestro tiempo. Hubo un corte, una ruptura en el desenvolverse cotidiano de los días. Fue entonces, que nos robaron los sueños, nos quitaron la vida, nos llenaron de ausencias.
Vinieron después otras generaciones. Con sueños y utopías propias cada una. Con ese desenfado tan hermoso de ser estudiante de Comunicación. Con la  alegría de ser jóvenes, de tener toda la vida por delante. Unos y otros llenamos ese espacio maravilloso de nuestra Escuelita-entonces-, de nuestra Facultad –ahora-.Todos formamos un nosotros. Único, indivisible. Todos somos la Historia desde hace cincuenta años.

Pero de aquella, la primera generación, quedó la risa fresca mezclada con el llanto. La desaparición absurda. La ausencia inexplicable. También la permanencia. La esperanza en que aún era posible… que las estrellas brillaran aún de día. Las lecturas que propongo recorren esos años que bordean nuestros cincuenta años. Uno, ese tiempo de utopías. El otro, la oscuridad de ese tiempo que aún no ha desaparecido de la memoria de quienes lo vivimos. Lecturas. Lecturas imprescindibles. Para saber sobre nosotros.    

Testimonios. Un acoso al lenguaje desde la memoria y la Historia

 Toda lectura genera una complicidad particular entre los autores y lectores. Una complicidad  en la comprensión de ciertos elementos del discurso que sin ser explicitados, forman parte de las significaciones presentes en el texto. El torno y la molotov, me sedujo desde esa misma metáfora que aludía a un tiempo ya lejano, no pasado, permanente en la memoria. Resabios de esos años -aún felices- cuando creíamos que todo era posible, que la revolución venía hacia nosotros- en la  totalidad de una sociedad indestructible- obreros y estudiantes- para hacer posible lo imposible. Leí, entonces, el texto con la premura y la certeza de los acontecimientos conocidos. Pero también, lo leí desde la voluntad de las palabras de unos y de otros. Periodistas y entrevistados. Autores y hombres testimoniando desde la memoria de sus vidas, desde un periodismo comprometido con un tiempo.

Reconocí la plenitud de un lenguaje que hablaba desde un yo,  pero que se aventuraba en las significaciones múltiples, heterogéneas que solo la memoria confiere a las palabras. Reconocí, asimismo, la pasión, el compromiso en las voces que inquirían, preguntaban, haciendo  con esas respuestas, con esos testimonios un nuevo texto. Esos pequeños fragmentos superpuestos, que muestran la comprensión, la solidaridad con esas voces, aun testimoniando a pesar de la ausencia y la desaparición de un tiempo de utopías.

Entonces, los animo a la lectura. Al descubrimiento de aquel mundo, prolijamente referenciado, maravillosamente recordado en esas dobles voces de quienes enuncian una historia y de quienes testimonian esa historia.

He señalado lo que me sedujo de este libro: la prolija referenciación de un  tiempo histórico- la épica subsumida con la vida de hombres comunes, cotidianos-, la heterogeneidad de dos tipos de voces: periodistas y entrevistados, el testimonio como documento que posibilita información pero que también, permite aprehender la consistencia del lenguaje. Y más allá de eso: la alternancia de discursos lingüísticos e icónicos, el juego con dos tipos de letra, la metáfora campeando en todo el texto: el título, los fragmentos, las anotaciones a los testimonios, la memoria. Conviene repasar, profundizar estos aspectos para estrujar la lectura más allá de sus previsibles recepciones.

La estructura rezuma transparencia. Digo así porque el discurso todo participa de la referenciación de un momento de la Historia, identificado con la metáfora de “el torno y la molotov”. Entonces, leo: ¿Qué aprende un hombre cuando aprende a manejar un torno? Hay, en algún punto de las historias aquí recogidas, ese instante más o menos fortuito de aprehensión de un saber técnico que, visto en perspectiva, es el antecedente del descubrimiento de lo político. Completo la significación explicitada: De eso hablan –también- los militantes que prestan su voz a este libro, del maridaje –de la consecución lógica- entre aprender a cortar una chapa y a develar la naturaleza política de los procesos de producción.

Los autores, anclan con el subtítulo la certeza de un tiempo preciso: Relatos e imágenes de la Córdoba obrera 60 – 70. También, anclan los tipos de lenguaje: palabras y fotografías. La memoria fosilizada en las imágenes que retienen ese tiempo. Los testimonios convertidos en relato desde una memoria que ya existe… para hacer otra memoria en la lectura. El Prólogo explica la génesis del libro. Explica sus significaciones esenciales. Resume el espíritu del tiempo relatado. Justifica la entrevista como documento, como texto generador: A lo largo de estas entrevistas, se reflejan los modos en que cada trabajador fue atravesado por el torrente de hechos políticos y sociales. Cada testimonio recogido en este libro es el fragmento y la versión de uno de los tiempos más vibrantes fragorosos y arbitrarios de la historia argentina. Y también de los más bellos.

Acerca de los testimonios, es el capítulo siguiente. Justifican allí, el uso de los testimonios como metodología de investigación. Les dan un nombre, una significación particular. Así dicen: Se trata entonces de postales donde los modos de sentir y de actuar de una generación no tienen pretensión de representatividad ni exhaustividad sino que pintan diferentes rutinas y acontecimientos que fueron parte de una época.

Asimismo, llaman estaciones a esos espacios de escritura donde cada testimonio se convierte en relato en esa doble presencia de voces: entrevistados y autores. Enumeran los protagonistas de “estas estaciones” con una breve semblanza de cada uno.

Estructura, Actores y Prácticas en la Córdoba 60-70 es el posterior capítulo que, en el subtítulo explica su función: Claves para leer los testimonios.     Como señalamos, es una certera referenciación del período considerado. La organización en fragmentos divididos a su vez con subtitulados, posibilitan un mapa de los acontecimientos de dichas décadas. Resulta una ajustada síntesis que provee la información necesaria para poder anclar los testimonios en un relato histórico suficientemente acotado y justificado. Explicitado el contexto, justificada la documentación, el texto se abre a los testimonios en nueve fragmentos autónomos que tienen en común solo el uso de una tipografía que permite identificar con la cursiva las voces de los periodistas mientras mantiene la tipografía de los capítulos anteriores para el testimonio propiamente dicho.

Digo “solo tienen en común” porque la estructura de cada testimonio es autónoma respecto a las modalidades discursivas empleadas. Es esta multiplicidad de posibilidades, sumado a las incisivas acotaciones e interrogantes de los periodistas, lo que dinamiza y enriquece el relato. Porque de eso se trata: cada testimonio se convierte en un relato independiente sobre un acontecimiento, sobre ese espacio  de  memoria. Las imágenes completan ese sentido de recordar con  las fotografías incluidas en cada “estación” como han denominado cada uno de los nueve fragmentos. Esta autonomía supone una heterogeneidad resultado de la diferencia. Diferencia magistralmente lograda en diversas posibilidades.

Las veamos. Un testimonio reducido a narración del acontecimiento. Una introducción contextualiza los últimos días de Agustín Tosco en el testimonio de Antonio Medina. El testimonio está mediatizado en esa tercera persona que no solo transcribe, sino que carga de significaciones dicho testimonio. 31 años después, Antonio Medina narra con voz pausada. Nombra cada palabra con la nitidez y morosidad de quien ha contado muchas veces lo que ahora vuelve a contar. Recuerda las primeras señales de la enfermedad de Agustín y después, el vértigo de hechos que se suceden como una trama alucinada. Sigue el relato que incluye la inmediatez de toda narración. No hay interferencias. Solo el testimonio que termina con Medina acaba su relato y queda pensativo. Un rato después, dice: “Y así se acabó el Gringo”. Una entrevista en la estructura tradicional de preguntas y respuestas. La víbora Testimonio de Juan Villa. Un fragmento explicita el sentido del título en la voz de quien testimonia. Me decían la Víbora porque aparecía zigzagueando…. La letra cursiva, contextualiza la situación de la entrevista. Seguidamente se transcriben las preguntas y respuestas.

Otras entrevistas apelan a distintas experimentaciones en la referenciación del entrevistado- datos biográficos,  modalidades del testimonio,  gestos, actitudes- contextualizaciones históricas que completan informaciones necesarias. Contextualizacion de la situación. La sutil descripción que reenvía a la situación de enunciación del testimonio. Lo cotidiano presente en la memoria que dibuja la épica de un tiempo. Taurino tiene una voz estentórea. Su relato del Cordobazo resuena en la cocina de su casa. Al otro lado de la ventana, su mujer riega las plantas.
El testimonio pronunciado. Masera ha decidido empezar desde el principio y en su principio late la historia del autodidacta. No es difícil advertir en sus palabras lo mucho que el ingenio obrero, el fino olfato técnico. Gestos, actitudes que dicen también del testimonio. La inconfundible sonrisa de los hombres satisfechos, ilumina el rostro de Rodriguez, Su relato bordea el fin. Modalidades de testimoniar Narra esos tiempos viejos sin énfasis, su viaje a la semilla es el prólogo de lo que ha de venir: el activismo político, los vericuetos sindicales. Paz ejerce el recuerdo con morosidad. Oscila entre lo que irrumpe como recuerdo vivido y su relato. Introduce el suspenso en el relato resultante. Calla durante un instante. Parece querer, con exactitud, recordar algo. Entonces, continúa. El relato se interna por las confrontaciones de las bases sindicales y la burocracia de entonces.

El periodista analiza, desde la subjetividad de su presencia, el testimonio. Atencio pronuncia con énfasis –casi con desdén- la palabra “duda”. Acaso un hombre no pueda definirse en relación a una palabra. Pero de ser posible, podría decirse: “Atencio no duda” Sus recuerdos son precisos y su evaluación política de lo recordado también lo es.
Enuncia el periodista la significación de las palabras que escucha, de ese testimonio que transcribe. Atencio concibe la realidad y el camino hacia su superación histórica como una sucesión de antagonismos bastante transparentes. Duda. Convicción. Burguesía proletariado. Las opacidades le son molestas, las mediaciones también. Taurino cree en la prepotencia de la voluntad como motor del cambio. Cree en la lucha de clases y en la importancia que tiene en esa lucha la clase obrera movilizada.

Asimismo, transparenta las significaciones, las explica en perspectiva. Hay algo epifánico en el relato de Nágera. Sonríe ligeramente, menea la cabeza y recuerda como en ese instante entendió que algo en la trama de su vida se había quebrado para siempre.

Podría seguir leyéndoles otros fragmentos. Los animo a leerlos. A encontrar  Ustedes mismos estas múltiples  posibilidades de transcribir  los testimonios, de hacer del lenguaje una forma  particular de identificar las personas como sujetos históricos y como seres comunes.

El texto se cierra con un Epílogo de Luis Bazan que enfatiza la necesidad de los trabajadores de escribir la propia historia. Los datos de los autores, ratifican ese compromiso propio de los periodistas para recabar testimonios, para construir los acontecimientos desde la entrevista como modalidad. También, desde la creatividad que supone un trabajo sobre el lenguaje desde el abismo de sus significaciones latentes. Ximena Cabral, Emilia Olivera, Hernán Tejerina, como egresados y alguna vez, estudiantes. Susana Roitman como presencia docente.

Cierro el texto que quedará siempre abierto en la memoria fundante que significa su lectura. Mejor digo, en las memorias fundantes. Pluralidad de lecturas posibles en un texto de palabras que acosan la Historia.

La memoria estalla. Nos cubre.  Incorpora en nosotros –quienes pudimos vivirlo, quienes saben de historias- ese tiempo increíble. Ese tiempo de todos donde había utopías y… aún éramos jóvenes.

La documentación de lo imposible

 El textoLa Perla. Historia y testimonios de un campo de concentración. Ana Mariani. Alejo Gómez Jacobo, sus autores. Me pregunto si se puede nombrar lo innombrable. Si se puede expresar con palabras la deshumanización, la crueldad inaudita, la perversión del poder sin límites. Hace ya mucho que leo textos de memoria. Hace ya mucho, también, que constato la imposibilidad de los discursos para mostrar, relatar, referenciar las situaciones límites. Esas… donde lo humano ha sido abandonado.  Escritores, periodistas, historiadores han buscado hablar sobre los campos. Las experimentaciones son disímiles. Insisten en la imposibilidad de las palabras. Otras, buscan la fidelidad de documentos. También, el testimonio resulta una variante.

El soplo de una vida se condensa en abandonar los silencios, las sombras, los vacíos. Decir lo que no puede ser dicho, nombrar lo que no puede ser nombrado.

Tomo el libro La Perla. Una búsqueda más, me digo. Una cuadrícula en un espacio rojo, la imagen desdibujada de un panóptico me interpelan. Me sumen en la aterradora imposibilidad de escapar de esos cuadrados. El título, me remite a lo más oscuro y denso de los lugares de otro tiempo en Córdoba. La Perla.

La Perla definida en el subtítulo: Historia y testimonio de un campo de concentración.  De ahí el sentido  de la imagen que presenta el libro. La significación unívoca que remite al  espacio referenciado, pero que también, denota  la memoria colectiva: un lugar de horror y sufrimiento.

 Entonces, pienso en la escritura. Pienso en Ana y en Alejo- los autores-. ¿Se habrán hecho estas preguntas cuando planeaban este texto? ¿Cómo escribir un texto que represente la historia de este campo? ¿Qué documentación elegir que referencie la verdad de ese acontecimiento? ¿Qué procedimientos discursivos usar para decir lo que impide ser verbalizado? Abro el texto para encontrar las respuestas necesarias. Leo y analizo. Voy más allá de las enunciaciones. Estoy suspendida en la memoria. Sigamos juntos la lectura.

 Imágenes y palabras, se unen en el texto para documentar, mostrar la historia.  Abro el libro. Imágenes grises, devastadoras en la falta de nitidez, de luz y transparencia, nos introducen en el relato. En la Historia. Dos compactos con fotografías del edificio y de algunos protagonistas se intercalan en el texto escrito. Referencian el testimonio indiscutible de la imagen. La veracidad de que fue un campo de concentración. Hoy es un espacio de memoria.

 La primera página, referencia la ubicación del predio. También, Incluye un plano de los distintos espacios  con los datos. Pareciera necesario, me digo, certificar de todas formas la existencia de ese lugar. Certificar que fue posible la existencia de un campo de exterminio entre nosotros, cercano a Córdoba. Esa minuciosidad de la documentación se explaya en todo el texto. Certifica la verdad que resulta ineludible, incuestionable. Sigamos la lectura.

 El discurso lingüístico se organiza en capítulos con títulos que poéticamente sintetizan el desarrollo de una historia desprovista de toda posibilidad de ser referenciada.  Por eso el sentido de esa forma del lenguaje en los distintos títulos que remiten, remiten simplemente. Las dedicatorias y un epígrafe anteceden al fragmento que explica la denominación La Perla. El apodo de la esposa de Luciano Benjamín Menéndez, el jefe del III Cuerpo de Ejército durante la Dictadura del 76. Un apodo incongruente con la significación que ahora tiene en la memoria colectiva. Sinónimo del espanto, nombraba en otro tiempo a una mujer. Luego fue el nombre del campo. El primer capítulo documenta la construcción del edificio, las distintas situaciones, el uso de sus instalaciones. Y entonces, los autores nos enfrentan con los testimonios de los protagonistas. Esos testimonios que constituyen la fuente imprescindible de esa historia que se proponen relatar.

El texto se desplaza en las voces de los sobrevivientes que relatan, narran, testimonian. Constituyen el núcleo duro del relato. Mientras, Alejo y Ana son las presencias ausentes que contextualizan, explican, informan, referencian. Y digo así, -presencias ausentes- porque transcriben los testimonios, sin ningún tipo de injerencia. Son mudos relatores de las distintas historias que hablan por sí mismas, que narran lo que resulta imposible de narrar. Ese distanciamiento de los autores-como ellos se autodenominan en el texto-, excluye toda intermediación, impide cualquier mediatización. Ratifican de este modo,  la veracidad de los testimonios. Los convierte en la prueba ineludible de la documentación que significan. El uso de la tercera persona afianza ese distanciamiento y afirma la función referencial de los fragmentos discursivos.

Las historias se suceden en el vértigo que la investigación periodística confiere. La memoria se construye desde las voces que desde el presente, hablan del pasado. Un pasado que se ensancha, se muestra, estalla una y mil veces en la continuidad del relato que finalmente se hace Historia. Pero no alcanza con eso. Es necesario documentar más. No dejar ningún entresijo, ningún hueco.

A la Bibliografía, sigue un Anexo documental. Cuatro fragmentos lo componen. El primero Algunos militares, según sobrevivientes. Una breve reseña de quienes eran los dueños de la vida y de la muerte. Los nombres, los apodos, sus conductas en la voz y la memoria de quienes fueron sus víctimas. Una identificación que sintetiza cómo fue posible que eso sucediera. Forma parte de la historia. El segundo Personal del Destacamento de Inteligencia 141 General Iribarren. Un organigrama  aproximado realizado por algunos de los sobreviviente Corresponde a los años 1976 y 1978. Se completa así la información sobre los represores involucrados. El tercero Víctimas del Terrorismo de Estado. Córdoba, Puntualiza datos sobre la detención, situación, profesión etc. El cuarto Fuentes documentales. Los autores, dejan constancia de las posibles carencias de las informaciones vertidas y solicitan los datos pertinentes para completar así, este listado.

He terminado la lectura. Siento que la información me sobrepasa. Una investigación increíble que cubre toda posible perspectiva… pero que además no se cierra, queda abierta en la nota que adjuntan los autores. No tengo más palabras. Me conmueve que Alejo sea un egresado de la Escuela. Que el texto forme parte de la Historia. Que sea la memoria de un tiempo sin olvido.

¡Nos vemos! Les dejo dos lecturas imprescindibles de los nuestros. La memoria sigue presente entre nosotros.

Textos

Mariani, Ana y Gomez Jacobo, Alejo. 2012 La Perla. Historia y testimonios de un campo de concentración. Editorial Aguilar Buenos Aires.

Tejerina Hernán, Roitman Susana, Cabral Ximena, Olivera Emilia. 2010. El torno y la molotov. Universitas Editorial. Córdoba.

Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.