Por Maria Paulinelli *
Los diarios de vida referencian itinerarios diversos. Particularizan maneras de estar en el mundo. Muestran una subjetividad en un tiempo. Enuncian lo que quizás enunciaríamos nosotros.
Escrituras que detienen vacíos
Y, decimos, así porque escribir el diario de una vida posibilita llenar el vacío que supone la precariedad de la existencia de todo hombre. Una vida como tantas, pero también -paradójicamente- una vida única, porque es de alguien. De este y no de ese. De uno y no de otro, como afirmábamos.
Así, en los tiempos pasados, los diarios significaron dejar constancia de una vida en el testimonio cotidiano emplazado en las fechas demarcadas. Un testimonio que aludía a esos hechos que sumados, constituían acontecimientos propios de un tiempo, un espacio, una manera de estar y ser. Quizás por eso aludían también a lo que no debía olvidarse, una especie de memoria que se expandía para mostrar que esa vida era también la vida de otros, sin la unicidad que significaba dejarla escrita para siempre. Paradojas… pero siempre hechos, espacios, tiempos. Singularidades proyectadas a pluralidades.
Diarios…ahora distintos en el protagonismo de un yo que se diluye en las posibilidades de vivir y de decir. De ahí ese incierto territorio donde el yo se desliza imperceptiblemente, entre la delimitación de un tiempo –los diarios de vida- y la enunciación de un relato- la autoficción-. Deslizamientos que suponen ese desplegarse de las subjetividades buscando ansiosamente referenciar, mostrar, contar, decir para detener el vacío de la existencia de todo humano. Y entonces, hoy, deambularemos por los diarios de vida. Distintos. Diferentes. Todos como modos particulares de representar una vida. Infinitos en sus modalidades. Únicos
Y entonces, fueron ellos… los escritores
Reconocíamos transformaciones en la contemporaneidad. Transformaciones que nos llevan a esos inciertos territorios donde la referenciación se entreteje con la ficción ya no como imaginación sino como construcción. Cambios que comenzaron en distintos borramientos. O mejor, en cambios sutiles. Pero cambios. Quizás sean los escritores quienes los impulsaron. Muchos. Demasiados. Hablamos solamente de dos.
Si el Diario es una posibilidad de dejar huellas, vemos que estas huellas explicitan a su vez, la condición particular de trabajar con las palabras.
Y entonces, está Cesare Pavese. El italiano. El oficio de vivir. Fragmentos de una vida. Una vida que gira obsesiva, tercamente alrededor de su condición de escritor. Lo escrito y lo por escribir. Lo escrito por otros. La complejidad del acto creativo. La literatura como horizonte único de la vida. La premonición de la muerte. “No palabras. Un gesto. No escribiré más” . Esa conciencia de ese oficio de ´vivir que es el de poetizar intuido en” no es la ardiente inspiración la que crea la idea feliz, sino la idea feliz la que crea el ardor inesperado” .
Pero también, Alejandra Pizarnik. Argentina. Diario. Un lugar de aprendizaje y trabajo. De allí sus reflexiones sobre sus lecturas, sobre su formación, sobre su experiencia de escritura. La búsqueda de una prosa, la posibilidad de dotarse de un lenguaje concreto. Por eso, “pensando en mi obra literaria, lo mejor que se me ocurre es una especie de diario” Es que, como asevera años más tarde, en una ratificación de esta elección: “Nada peor que buscar sobre qué escribir. Mejor escribir sobre lo que pueda, es decir sobre mí, para un día llegar a escribir sobre lo que quiero”.
Por eso hablábamos de borramientos que permiten centrar el diario en un espacio determinado: el de la escritura.
Más allá de la vida… más cerca de referenciar la escritura
Ricardo Piglia. ¿Cómo no recordarlo? Desmesurado creador de ficciones y ensayos. Insustituible. Respiración artificial puede y debe ser considerada la novela ensayo de nuestro país más relevante del siglo XX. El epígrafe “Tuvimos la experiencia pero no su sentido” sintetiza el derrotero de nuestro devenir histórico desde los inicios de nuestra existencia como nación. Otras novelas y cuentos además de ensayos, insisten en esta problemática que integra interpretaciones sobre la ficción, la lectura, los procedimientos narrativos y críticos.
La última de sus publicaciones es Los diarios de Emilio Renzi en tres tomos titulados: Los años de formación, Los años felices y Un día en la vida. Emilio Renzi, alter ego, nombre derivado de su segundo nombre y apellido, es quien organiza ese relato desde los años de juventud hasta su desenlace final. La existencia de cuadernos de escritura donde consigna su itinerario de vida, es la excusa para ordenarlos y cerrar de alguna manera su producción escrituraria ante el avance de una enfermedad inexorable. “Por eso hablar de mí, es hablar de ese diario. Todo lo que soy está ahí pero no soy más que palabras”, dice.
En el formato de un diario de vida con las connotaciones propias de la autoficción, Piglia resume la vida cultural y política de la Argentina, pero desde su protagonismo como relator y enunciador y, a la vez, como sujeto de acción. Los temas propios de la autoficción en cuanto la historia del protagonista que se va haciendo, se suman a disquisiciones sobre el sentido de la escritura, de la ficción. “A veces, cuando lo relee le cuesta reconocer lo que ha vivido. Hay episodios narrados en los cuadernos que ha olvidado por completo, Existen en el diario pero no en sus recuerdos. Y a la vez, ciertos recuerdos que permanecen en su memoria con la nitidez de una fotografía están ausentes como si nunca los hubiera vivido. Tiene la extraña sensación de haber vivido dos vidas. La que está escrita en sus cuadernos y la que está en sus recuerdos”.
Decíamos, más allá de la vida. …¿Por qué? Piglia lo explicita: “Obligado a traducir su vida en lenguaje, a elegir las palabras, ya no se trata de la experiencia vivida, sino de la comunicación de esa experiencia y la lógica que estructura los hechos, no es la de la sinceridad, sino la del lenguaje.” Complejidad de la enunciación. Abrumadoras significaciones de los enunciados. Experiencia escrituraria excepcional.
No puedo dejar de decirles que en una nueva vuelta de tuerca, el documentalista Andrés Di Tella, hace 327 cuadernos, donde Piglia, sigue problematizando esta escritura del diario de su vida.
Y… ¿hoy?
En esta contemporaneidad sin modalidades definidas, en esa complejidad ausente de diafanidad, los diarios de vida, se entrecruzan con otras modalidades escriturarias. Ya decíamos, con la autoficción. Ahora decimos con los relatos de memoria. Y entonces, recuerdo -también, yo- a Paul Auster. Otro amigo. ¿Quién no se ha emocionado con la lectura La invención de la soledad, 4321, La música del azar, El libro de las ilusiones? ¿Quién no ha visto Cigarros, Humos del vecino y ha sentido su presencia en los guiones de dichas películas?
Nos sorprendió con Diario de invierno. Nos sorprendió con la sinceridad del hombre que nos dice “Habla ya, antes de que sea demasiado tarde, y confía luego en seguir hablando hasta que no haya más que decir. Después de todo, se acaba el tiempo”. Es por eso que en una segunda persona que erradica la tradicional escritura en primera persona, Auster, enuncia el mismo proceso de escritura: “Mirándote la mano derecha mientras sujetas la pluma estilográfica que utilizas para escribir este diario, piensas…”.
Y entonces, la memoria avanza sobre ese proceso. Avanza en ese trabajo desordenado que significa recordar. De allí la carencia de cronología. Se entremezclan los distintos momentos de la vida. “Es junio de 1959. Tienes doce años (…) Treinta y dos años, justos hace hoy. Lo que significa exactamente la mitad de tu vida (…) También, nieva hoy y cuando te levantas de la cama y vas a la ventana…”.
Los acontecimientos de la vida. Vivencias. Sensaciones. Recuerdos. Experiencias. Sentimientos. Nimiedades. Todo en una magnífica espiral que recorre la escritura. En ese momento en que “se ha cerrado una puerta. Otra se ha abierto. Has entrado en el invierno de tu vida”. Solo la lectura puede encontrar el sentido de esa espiral donde se inscribe ese diario. Les queda a ustedes… recorrerla.
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¿Seguimos? Es invierno también para nosotros. Maravilla de la lectura como una manera de disfrutar las horas… de entorpecer el tedio. Ya volveré con otros amigos. ¡Espérenme! No me abandonen en estas errancias. ¡Hasta luego!
* Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.