Desalojados y reprimidos por la policía el 1° de junio pasado, lxs vecinxs de barrio Parque Esperanza de Juárez Celman continúan organizados y en lucha por su derecho a una vivienda digna. Hoy a las 17 mantendrán una charla con estudiantes de la FCC-UNC.

Un grupo de vecinxs que fueran desalojados en junio pasado de barrio Parque Esperanza de Juárez Celman la Policía provincial mantendrán hoy, desde las 17 horas, una charla con estudiantes en la Fotogalería de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC-UNC).

En el encuentro, organizado por la Secretaría de Extensión de la FCC-UNC,  se podrá recorrer la muestra de fotos “No hay tierra donde nacemos”, que el colectivo Medionegro exhibe en la Fotogalería Tomás Barceló Cuesta desde principios de este mes.

Durante la charla, se discutirá la problemática del territorio y las políticas urbanísticas, y sobre cómo continuarán su lucha lxs vecinxs, en el marco de la aprobación de la Ley de Integración Urbana, aprobada por el Senado a principios de octubre.

A continuación, reproducimos una crónica publicada por el colectivo de comunicación Medionegro luego del desalojo del 1° de junio de 2018:

 

Crónica del desalojo en barrio Parque Esperanza de Juárez Celman *

 

Des-Esperanza

 

El barrio Parque Esperanza, ubicado en Juárez Celman, vivió un cruel desalojo el viernes. A casi cinco años de haberse constituido como barrio con más de 120 familias organizadas en una cooperativa, y después de haber resistido a reiteradas órdenes judiciales emitidas por el juez Guerrero Marín para que se retiraran de las tierras, el 1º de junio lxs vecinos vivieron una jornada devastadora que comenzó con topadoras arrasando sus casas y terminó con razzias policiales.

El barrio Parque Esperanza está ubicado en terrenos pegados al barrio Ciudad de los Niños, al norte de la ciudad de Córdoba capital.

Son 11 hectáreas que, según lxs vecinxs organizadxs en la Cooperativa 12 de junio, tienen varixs dueñxs. Una parte de la tierra sería fiscal y pertenece a Caminos de las Sierras, otra es de Canciani, dueño de la empresa constructora Urbanor S.A, y otra parte es de una sucesión que nunca reclamó su titularidad.

La orden de desalojo fue pedida por la empresa Urbanor S.A  que la reclama como propia con el aval de la municipalidad de Juárez Celman.

Así como con las tierras, lxs responsables políticos de este atropello al derecho a una vivienda digna son varixs. Por un lado, la intendenta de Juárez Celman, Myrian Prunotto, que mantuvo a lo largo de todo el conflicto un discurso de diálogo para con los medios de comunicación, pero una estigmatización marcada y una clausura en las opciones de solución para con lxs vecinos, también es responsable el Gobernador Juan Schiaretti que no supo ni quiso ofrecer alternativas verdaderas a las familias aún cuando estaban a punto de quedar en la calle, y el juez Guerrero Marín que, atendió solamente a los pedidos de la empresa Urbanor S.A, y no los de lxs vecinxs de la zona.

Crónica de una violencia anunciada

El frío llegó y barrio Parque Esperanza tiritó tras quedar sin techo, sin tierra.

Esquivar controles policiales, ingresar a registrar lo que el Gobierno no quería que la sociedad vea. Primer encuentro: una familia devastada.

Su casa había sido derribada y su hijo menor, de unos cinco años, había sido golpeado en la cabeza por un policía. El hecho ocurrió durante la madrugada, en la oscuridad que signó el comienzo del operativo, luego de que el niño saliera huyendo asustado de su casa y quisiera volver a buscar a su mamá que había quedado atrás. Una pareja de ancianxs, muy preocupadxs, estaba consolando a esta familia porque, además, en su casa también habían alojado a otra señora de ochenta años recién operada y sin posibilidades de moverse.

Así fue nuestra entrada al operativo el viernes por la mañana. Casi no podíamos respirar y la bronca nos subía por todo el cuerpo.

Seguimos avanzando, veíamos topadoras tumbando casas para luego ser incendiadas por la policía, una vecina hacía listas de todos lxs vecinxs que vivían en la comunidad, otrxs vecinxs sacaban sus pertenencias fuera de sus casas, apuradxs porque la velocidad de la violencia no lxs esperaba.

“Saquen lo que puedan”, les gritaba despectivamente un oficial mientras la topadora avanzaba hacia sus casas. La máquina no se detenía ni daba tiempo a nada, a muchxs vecinxs les destruyó todas sus pertenencias, no les dejaron sacarlas. “Buscá tus cosas después de que pase la máquina”, les decía una mujer policía a una familia.

Veíamos caer un barrio entero, veíamos vecinxs desconsoladxs sin saber qué hacer. Un sinfín de imágenes que se irían multiplicando y acrecentando a lo largo del día.

“Pero yo no tengo dónde vivir, ¿dónde me voy a tirar?

¿Abajo de un puente?, ¿A la calle?

Ellos contestan:

–Sacá todas tus cosas porque te vamos a voltear tu casa, ya viene la topadora”

Correr para que no te atrapen, y toda esperanza esfumándose entre gritos y llantos.

Así, como todo buen cazador, Infantería hizo uso de todo poder, se lanzó a caballo y con perros sobre mujeres, mujeres con niñxs, hombres, ancianxs. El número de detenidos subía a  cada hora.

Un caballo puede llegar a correr hasta 80 km/h, un perro corre hasta un promedio de 35 Km/h y una persona en buenas condiciones físicas puede llegar a correr hasta 10 km/h, las desigualdades están a la vista. Te atrapé.

Doce personas detenidas y acá no hay derechos que valgan.

“Somos todos laburadores, vivimos de changas, no somos mala gente. Duele, siempre fuimos una gran comunidad, me duele por mis hijos, porque vamos a quedar en la calle.”

El predio es custodiado por la policía y se niega el acceso a cualquier persona. Ni legisladores, ni abogadxs, ni medios de comunicación, nadie logró ingresar en todo el día. Había algo grande para ocultar. Adentro, en los terrenos, todavía quedaban familias y un camión que no llegaba. La espera, desespera.

“Vino el ETER a meter miedo, pero vamos a resistir lo que podamos”

No existe el consuelo ante tanta impunidad. Las horas pasaban, el frío crecía y la noche fue llegando. La esperanza, la ilusión de una casa, el trabajo de años, el esfuerzo del día a día, los proyectos imaginados, el derecho a una vivienda, todo camino anulado.

Parque Esperanza no está solx, llegaban las llamadas, los mensajes se multiplicaban y la gente comenzaba a acercarse al lugar.

Moría la tarde y comenzaba un nuevo operativo. El baldío frente al predio estaba lleno de personas que se habían acercado a colaborar con donaciones y carpas. Al frente, una hilera de policías custodiaba el predio con sus armas y palos apuntando hacia la gente que se había ido reuniendo.

El comisario a cargo del operativo, luego de declarar “Vamos a dialogar”, se introdujo en la fila de uniformados y dio la orden de avanzar. Y avanzaron sin parar, por un largo rato.

Las mujeres del barrio, junto a las que iban llegando, formaron un cordón humano frente a la policía para permitir que el resto de la gente pudiera tener tiempo de llevar sus cosas hacia la iglesia. Pero la avanzada policial no se detenía. Mujeres valientes lloraban de miedo mientras cantaban tomadas de las manos. Así lograron que el operativo se retrase unos momentos.

Luego, empezó nuevamente la violencia. Gritos de la policía, luces, golpes. Las personas intentaban retroceder sin correr, todxs juntxs, despacio. Un grupo, el más numeroso, logró llegar hasta la iglesia.

En el barrio, lejos del predio, había un caos de autos, donaciones, llantos, niñxs por todos lados. Parecía que el avance del cordón de policías había llegado a su límite: el barrio aledaño a los terrenos arrasados por las topadoras. Pero no, nuevamente gritos de la policía y el avance irracional. Personas corriendo para cualquier lado y la iglesia, con las puertas cerradas. El cura aún no había llegado.

Había que retroceder pero, a la vez, era muy importante mantenerse juntxs. Lxs que defendían a compañerxs de los golpes de la policía fueron capturadxs y enviadxs detrás de la oscura fila de cascos y palos que avanzaba arrasando con todo a su paso. Una cacería declarada. Más miedo y una fuerte sensación de irrealidad. La persecución recorrió siete cuadras hasta la ruta. La policía montada terminó de expulsar a un grupo de compañerxs para que abandonen el barrio.

Fue el fin del operativo, el fin de la razzia.

Dentro del caos, la organización

Bajo la luna menguante, el dolor pareciera descansar. Las familias se van resguardando en la iglesia mientras siguen llegando colchones, frazadas, comida, ropa, muebles, chapas. Las pocas pertenencias que algunxs lograron sacar del predio se van mezclando con las donaciones de la gente.

Un pasamano acomoda colchones, un niño lee un libro que le acaba de llegar a las manos, alguien prepara una chocolatada caliente, dos chicxs le dan de comer a los perrunos que también son familia, una madre abriga a sus hijxs, postales de pequeñas grandes acciones que se alzan ante el dolor y la rabia.

“Es doloroso, estábamos esperanzados de que el gobierno se haga responsable de esto. Todo lo que dijo fue mentira. Mirá, ¡con frío y todo, tenemos que sacar todo a la calle! Como animales en el piso nos tienen”.

Las promesas que nunca llegan y un Gobernador sin memoria que “olvida” los plazos acordados hace 60 días atrás. Plazo que pondría solución a la situación habitacional de los vecinxs. Mientras tanto, ¡nosotrxs no olvidamos!.

“La justicia es como las serpientes, solo muerde a los descalzos”.

Eduardo Galeano

 

* Publicada en www.medionegro.org el 3 de junio de 2018.
https://www.medionegro.org/des-esperanza/