Por Florencia Ramonda *
Frente al riesgo de los “contactos estrechos” y la crisis económica, entre los escasos rubros laborales que crecieron en pandemia figuran el trabajo sexual virtual y la venta de contenidos eróticos. Testimonios de tres jóvenes que intentan ganarse la vida y defender derechos aun en la desnudez.
—Si se están haciendo memes, es porque realmente está pasando y mucho.
La afirmación de Gonzalo en respuesta a cómo fue su comienzo como trabajador sexual virtual (TVS) es reveladora. Posiblemente, así descubrieron muchos usuarios de redes sociales que la pandemia acrecentó esta modalidad del trabajo sexual y la venta de contenido érotico de forma independiente. Es decir, alejado de las plataformas y páginas convencionales.
El meme, como imagen graciosa que refleja un momento determinado de la cultura y la sociedad, suele graficar un ideal de este trabajo en donde el dinero ingresa fácilmente, se salva la economía familiar o se accede a lujos impensados. Tomando el refrán “todo chiste tiene su grado de verdad” conversé con tres trabajadores para conocer cómo desarrollan su actividad y cuáles son sus problemáticas. Lunita, Belén y Gonzalo son jóvenes nacidos en Córdoba. Los tres se consideran TSV, generadores de contenido erótico y modelos eróticos alternativos.
Lunita lleva más años en la actividad y decidió mudarse a Buenos Aires: “Empecé trabajando en Córdoba y en ese momento éramos tres o cuatro. Era la única que laburaba a full y no había manera de que yo creciera si no me venía a trabajar a Buenos Aires”. En su cuenta principal de Instagram Lunitagalactica tiene alrededor de 33.400 seguidores.
Gonzalo también es artista y personal trainer, por lo cual pasaba mucho tiempo en las redes para difundir su trabajo antes de comenzar con el TSV. Debido al confinamiento obligatorio de principios de 2020, perdió su trabajo, en donde estaba contratado de manera informal. En ese contexto apareció el meme que le permitió cuestionarse si la venta de contenido podría ser una fuente de ingresos ante su situación económica.
Algo similar le ocurrió a Belén, solo que ella ya había realizado producciones eróticas (sin ponerlas en venta) antes de ser despedida como empleada de una farmacia y dedicarse completamente al modelaje erótico: “Lo hacía solamente por gusto propio, porque me gustaba que otras personas lo vean. Tenía seguidores que eran fotógrafos, o chicas que se dedicaban al modelaje erótico y ellas me decían ‘¿por qué no te dedicas a vender contenido?’”
TVS: entre plataformas y redes
El trabajo sexual virtual consiste en la generación de contenido e interacción erótica a través de internet. Los formatos son variados, al igual que la especificidad de cada plataforma o red social donde se publican. Lo más común es la venta de packs de fotos y videos que son directamente por los trabajadores con sus clientes. También se utilizan plataformas exclusivas para webcamers, publicación de sesiones fotográficas y sexting. Sin embargo, quien produce el contenido solo se queda con un porcentaje de lo que el cliente abona para acceder a ello. Este es el caso de la página onlyfans, que si bien no está destinada exclusivamente a la venta de contenido erótico, es uno de las más utilizadas. Allí el usuario o seguidor paga una cuota mensual para poder observar, de forma exclusiva, todas las publicaciones que realiza esa persona que le interesa.
Las redes sociales son utilizadas principalmente para la promoción del contenido. Es una gran vidriera en donde ofrecer las producciones. A través de Twitter los videos e imágenes circulan sin inconvenientes -por ahora-. En cambio, en Instagram las publicaciones requieren de un cuidado especial, ya que constantemente están modificando sus políticas y control de imágenes. Gonzalo me cuenta que cuando comenzó la actividad podía subir una foto de su culo y no pasaba nada, pero era un privilegio propio de su físico masculino, ya que si una mujer subía ese tipo de imágenes era censurada rápidamente. “Ahora te censuran todas. Pero es por que se dieron cuenta de que se estaba vendiendo mucho (ríe) entonces se han puesto más estricto”.
—¿Y cómo haces para seguir publicando en instagram?
—Vas probando o jugando un poco. Te das cuenta que si subís fotos en determinados ángulos, principalmente si son esos de abajo para arriba,instagram entiende que estas tratando de mostrar tus zonas erógenas, aún si tenes puesto un pantalón. Entonces trato de evitarla. Hay fotos en las que vos podes cortar la imagen para que quede tu torso, o partes del cuerpo. Al no completar la imagen, no te las censuran. A mi me llama la atención, porque con un deportista, o un artista eso no pasa.
La complejidad de poder cobrar
Gonzalo reconoce que esta no es su actividad económica principal, solo tenía las herramientas para hacerlo desde su hogar y un conocimiento básico en redes sociales. Cuando toma la decisión de vender fotos eróticas se contacta con Belén, quien le confecciona un pequeño apunte con recomendaciones para manejarse de la mejor manera en redes, pero especialmente en las formas y medios de cobro. Como estrategia de difusión comenzó ofreciendo fotos a cambio de “propinas” en el sistema “cafecito”. Al ver que sus fotos caseras o amateur atraían a clientes, armó un pack de contenidos (diez fotos y dos videos) que cobraba mediante mercado pago, aunque este producto no es el que más vende actualmente. “Al comienzo era como para probar. Si sale, sale”.
Para Belén y Lunita el cobro significa una situación compleja. Al dedicarse exclusivamente a la actividad suelen recibir pagos en moneda extranjera mediante billeteras virtuales, como PayPal, pero las medidas para que ese dinero llegue a sus manos son numerosas. No pueden exceder un límite de transacción, en ningún momento quien paga o vende debe aclarar que ese movimiento de dinero es parte del trabajo sexual. Belén cuenta que es un área de actividad muy controlada, ya que “si hay algún indicio de que uno hace trabajo sexual te cierran la cuenta y te absorben tu dinero. Es re injusto, porque una se lo ganó, puso tiempo. Es un bajón para nosotras estar constantemente perseguida por eso”.
Sí, la plata se da por perdida. Lunita ha perdido alrededor de 800 dólares, lo que equivale a meses de trabajo, e implica, a su vez, que haya gente que cuente con su contenido de manera gratuita. De todas maneras la posibilidad de cobrar virtualmente le genera mayor seguridad personal: “Tenes mayor información del que compra tu contenido, por que cuando te encontras con un cliente en la calle la información es totalmente menor. En cambio, por internet tenés el número de teléfono, el número de la cuenta bancaria, además obligadamente sabés el nombre real de esa persona”.
Más que fotos sin ropa
Postear en un determinado horario según la plataforma, editar videos, interactuar con seguidores y sobre todo mantener la creatividad activa para poder seguir generando material. Como cualquier emprendimiento o actividad autogestiva las horas reales de trabajo suelen ser difíciles de cuantificar y las condiciones de trabajo dependen de uno mismo o de los objetivos que se desean alcanzar. “Durante el primer año y medio, o dos de laburo trabajé más de doce horas al día, sí o sí. No me daba un franco. Hace diez meses me mude sola entonces decidí bajar un cambio”, expresa Lunita, cuya manera de reducir su jornada laboral consistió en contratar a otra persona para que se encargue de subir contenido en la mitad de sus redes. En total tiene siete cuentas.
Belén le dedica aproximadamente seis horas por día a la actividad. La interacción con sus clientes es central porque sus ingresos principales provienen del contenido exclusivo: “Whatsapp vip” (al estilo de una suscripción mensual para recibir por whatsapp contenido diario), vídeos a pedido y videollamadas. “Cuando quieren contenido a pedido generalmente no tienen mucha paciencia, entonces no hago una producción muy grande. A veces me piden cosas con detalles específicos y trato de hacerlo todo desde casa en el momento”.
Teniendo en cuenta que una de las finalidades del trabajo es que el cliente siga comprando contenido, los TSV suelen invertir parte de sus ingresos en fotógrafos, maquilladores, alquiler de locaciones, community manager, vestuario, etc. Sin duda su actividad requiere del vínculo con otros tipos de trabajo. “Son muchas cosas que se terminan relacionando. Por ahí la gente ‘común’, que no está en este ambiente, considera que solamente somos alguien que sube una foto en culo en las redes y nada más . Pero a quienes nos va bien en esto, somos personas que hemos estudiado muchas cosas, que nos hemos informado, que nos hemos instruido para mejorar nuestro trabajo. No es simplemente hacerse una foto y subirla”, aclara Lunita.
¿Quiénes miran?
El servicio que ofrecen les TSV se diferencia completamente del contenido que podría encontrarse en páginas web pornográficas tradicionales, no solo por la interacción virtual entre cliente y trabajador, sino también por la diversidad de personas que ejercen la actividad. “El cliente está buscando lo que esa persona específica tiene para mostrar y no hay comparación”, comenta Lunita, y destaca que existe la suposición de que solo hay producciones de “cuerpos hegemónicos”, pero todo lo contrario: “A veces les gusta como sos, se sienten cómodos con vos. No importa si sos flaca o gordita. Ellos te eligen”.
El aislamiento preventivo y obligatorio volvió difusos los márgenes entre trabajo remoto y vida cotidiana. Al ser el vínculo y la interacción una parte fundamental del tsv (no solo en el servicio que se ofrece sino también en la difusión), resulta interesante conocer cuáles son los límites que los trabajadores deben establecer ante ciertas situaciones.
—¿Cómo es el trato con los clientes?
Belén: —A veces te hacen llamadas de la nada, cuando te estas bañando, estás con tu familia o durmiendo. Ellos te llaman, no tienen límites u horarios. Creen que estás todo el tiempo a su disposición, que todo el tiempo estás siendo una actriz porno. Las actrices pornos tienen una vida además de esto. Yo entiendo que ellos en determinado momento tengan mucho deseo, pero cuando es imposible se los digo. Igualmente, tengo clientes que son muy amorosos: me saludan deseandome los buenos días, preguntándome cómo estoy. Por ejemplo, hoy les dije que estaba viajando para ir al medico, y despues me llegaron muchos mensajes preguntando cómo me había ido. Así salen nuestras charlas. A mí particularmente me encanta eso, porque no soy solo un producto sexual para ellos.
Gonzalo lo compara con otros empleos y sostiene que no es tan pesado como trabajar en atención al cliente de un negocio o empresa, pero algunos usuarios no comprenden que él vende contenido: “Algunos siguen con la idea esa de ‘mostrame’, y uno le dice que no, entonces dicen ‘bueno te muestro yo’… y te mandan un montón de fotos. Yo trabajo de esto. Una vez hubo uno que me empezó a llamar por todos lados, por el instagram, por el otro celu, y fue como ‘no’. Lo bloquee”.
Contención y solidaridad
Lunita creó hace unos años el grupo “Solochicxs”, integrada exclusivamente por trabajadores sexuales virtuales. Poseen un perfil de instagram, además de canales propios de comunicación en telegram y whatsapp, que en un comienzo estaban destinados a compartir herramientas y estrategias de comunicación en redes. “No había nada de información cuando empecé. Cada vez aparecen nuevas plataformas, que sirven para venta de contenido, pero cada una funciona de manera diferente y es todo un trámite aprenderlas. Entonces, se me ocurrió armar esta página con la idea de que nos juntemos y colaboremos entre todos. Vi la cantidad de tiempo que me estaba ahorrando y le estaba ahorrando a estas nuevas personas, por compartir algo que para mí era simple”. Pero la presencia de clientes o usuarios acosadores y el contexto económico, hizo que el grupo fuera adoptando nuevas finalidades, ya que en la actualidad funciona como una red de contención. Desde “solochicxs” se advierte sobre usuarios peligrosos y perfiles falsos que revenden contenidos, se acompaña a les trabajadores ante determinadas problemáticas y se realizan acciones solidarias.
Lunita: —Se da una situación muy interesante, en donde alguien dice: “Hey, necesito ayuda” y salen diez personas dispuestas a ayudar. También se hicieron colectas grandes, por ejemplo para una compañera que necesitaba juntar dinero urgente para la operación de su hermanito. Fue movilizar el pedido, colaborar y publicar en redes. Es una herramienta muy útil en casos urgentes.
Belén cuenta que para ella este tipo de grupos son muy importantes para sostenerse en el trabajo, especialmente los días en que seguir con la actividad se vuelve complejo: “A veces alguien comenta que está frustrado, se siente mal, o no tiene ganas de trabajar. Y todas la pasamos, nos entendemos. Le decimos que se tome su tiempo”. ¿Pero cómo tomarse un tiempo cuando la presencia, las horas que se pasa en redes repercute de manera directa en sus ingresos? Ella es concluyente: “Primero está la salud mental”.
Exponerse para sobrevivir
Al comenzar la pandemia, la cantidad de personas dentro de la actividad fue creciendo. Las redes sociales mostraban usuarios ofreciendo su servicio, pidiendo recomendaciones e información sobre la actividad. Los tres entrevistados confirmaron que hubo un aumento de personas vendiendo sus contenidos eróticos durante los primeros meses de la pandemia, aunque no todos lograron permanecer en el oficio.
Eugenia Aravena, vicepresidenta de junta directiva de la Plataforma Latinoamericana de Personas que Ejercen el Trabajo Sexual (PLAPERS) y referente de la Red Nacional por el Reconocimiento del Trabajo Sexual, sostiene que la crisis social causada por la pandemia, en cuanto al trabajo sexual en general, incrementó la oferta, pero no de igual manera la demanda. A su vez, expulsó a la pobreza a un montón de trabajadores, “incluso a gente con titulo universitario, como el caso de una campañera que es diseñadora gráfica y ahora esta tratanto de sobrevivir con el trabajo sexual virtual, pero no le alcanza ni para un alquiler”.
Algunas personas vieron el TVS como una posibilidad de generar un ingreso económico al tener todas las herramientas a su alcance para comenzar a producir contenidos. De todos modos no basta con tener un celular o acceso a internet. Tanto Lunita como Bélen afirman que hay que elegir esta actividad y ser consciente que todo aquello que se sube a internet “queda para siempre”.
Lunita: —No hagas como que te vas a meter en esto y nadie se va a enterar. Creo que puede ser un daño emocional muy fuerte si vos realmente no querías que eso se viera en ningún lado y lo hiciste únicamente por obligación económica.
Es clara la exposición de los y las trabajadoras sexuales dentro de la virtualidad, pero no solo implica el erotismo de sus cuerpos o practicas en redes, sino también de cuestiones emocionales. Belén constantemente resalta la importancia de estar “bien de ánimo” para estar presente para el otro: “Somos humanos y hay días buenos y días malos”. Posiblemente hay quienes puedan elegir no trabajar en esos días poco favorables, pero no es el caso de la mayoría de los trabajadores.
Lo virtual no quita lo clandestino
Eugenia también resalta un aspecto importante e identificatorio de la lucha por el trabajo sexual que se replica en el ámbito virtual: “El problema de la virtualización es que otra vez te lleva al plano clandestino, porque hay riesgo de que te imputen por promoción de la prostitución ajena; o sea, proxenetismo”. Asimismo, nos aclara que el decreto 1086/2005 impulsó la derogación del los códigos de faltas, reconociendo el derecho a la jubilación y la seguridad social de las y los trabajadores sexuales, pero al poco tiempo el decreto 936/2011 prohibió la oferta de servicios sexuales a través de avisos clasificados, que a su vez complicaciones en la publicidad a través de la web.
En el caso de la venta de imágenes, Lunita señala que pese a estar amparados por derechos de autor, hay páginas que hacen uso de fotografías (para publicidad web, carteles, remeras, tazas) sin consentimiento de las modelos. “En otro trabajo no funciona así, a las modelos se les avisa y se busca consentimiento para ese tipo de cosas”.
Aquel meme que vio Gonzalo ha quedado bastante alejado de la realidad. Poco ilustra el trabajo y la complejidad de ejercer una actividad sexual o erótica dentro de este contexto en el que aún perduran prejuicios y exclusión. Definitivamente el dinero no llega de manera rápida, ni en cantidades asombrosas y esta elección implica -al igual que cualquier trabajo- horas de dedicación y contención.
—Estaría bueno empezar a considerarlo un trabajo como cualquier otro, ya que es igual a la de cualquier emprendimiento -propone Lunita-. Es necesario que los derechos se cumplan. No perder derechos solo porque estás desnuda.
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* Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social de la FCC-UNC. Integrante del equipo de prácticas preprofesionales de la Secretaría de Producción y Transmedia y el Portal Qué de la FCC-UNC.