Por Mariana Rey *
Afectados por la imposibilidad de reunión y el efecto dominó de la retracción económica, trabajadores de distintas disciplinas artísticas y artesanales de Córdoba reclaman y proponen soluciones al Estado, mientras tejen redes de solidaridad y ayuda mutua. Las voces de los y las protagonistas de un ensamble de organización colectiva, sensibilidad social e invención creativa, concentrado en una obra de arte llamada supervivencia.
Se abre el telón, pero los aplausos no se escuchan. El escenario está invadido, las butacas no. Los olores, la congregación de almas está mediada por la tecnología. El detrás de escena implica otras lógicas y las demandas de los trabajadores están a flor de piel. El arte se siente en estado de abandono, pero las respuestas por parte de los gobiernos son insuficientes.
En Córdoba, el Frente de Trabajadores de la Cultura (FTC)** se declaró en abril de 2020 en emergencia. Si bien los artistas transitan diversas situaciones, muchos necesitan ayuda económica, puesto que viven de los ingresos que generan a diario y no tienen otras fuentes de supervivencia. El colectivo afirma la necesidad de que se dicte una Ley de Emergencia para el sector.
La Red de Salas de Teatro Independiente de Córdoba, integrada por 65 espacios que representan el 85% del funcionamiento teatral de la provincia, se encuentra en alerta y pese a las campañas y los reclamos, tres espacios cerraron por cuestiones económicas: Urda, Bataclana y la sala del colectivo Torres Gemelas. Además, Caracola, La Nave y La brújula, que pagan alquiler, viven un estado crítico.
Artemia Barrionuevo es la vocera del Frente de los Trabajadores de la Cultura por el teatro, fundadora de la Asociación Civil Almazzena, y señala la precarización que habita los escenarios desde tiempos inmemoriales, situación que se vio agravada por la pandemia y el distanciamiento social: “El Estado no sostiene el trabajo cultural: hay falta de inversión en la cultura. Invierten en fondos concursables que no alcanzan a cubrir a todo el espectro de trabajadores”.
Las actividades artísticas llevan implícitas funciones de contención social que van mucho más allá de un reconocimiento pecuniario. Claro que, según el listado de actividades prioritarias, ni el teatro, ni la danza, la música o la pintura parecen esenciales. “Pedimos que se tenga en cuenta la situación de la pandemia y la pospandemia”, plantea Barrionuevo y presenta un dato demostrativo de la necesidad de una política más sólida de sostenimiento económico a los espacios artístico-culturales independientes: “A la Red, la Provincia de Córdoba le ofreció dos pagos, uno de 26 mil y otro de 30 mil, para dividir entre 16 salas”.
El Plan PODESTA, del Instituto Nacional de Teatro, creado para atender las contingencias de las artes escénicas durante la pandemia, es apenas un paliativo para una realidad que supera a los actores de carne y hueso. Según la versión del colectivo que representa a las salas, los subsidios previstos no contemplan los honorarios de ningún/a trabajador/a, porque están enfocados en gastos como los arreglos de la sala. “Los costos de mantenimiento rondan entre los 50 y 70 mil pesos mensuales. Este dinero se va entre alquileres, seguros de sala, contra incendios y servicios”, claramente insuficientes como ayuda del Estado. Otro ítem sensible es que los programas son incompatibles unos con otros, es decir que si un espacio recibe una linea de beneficios, no puede acceder a otra.
Una debacle generalizada
Si las salas cerraron sus puertas, la Feria del Paseo de las Artes se quedó sin alma, dado que los puestos desaparecieron hasta hace algunas semanas. Su suspensión implicó la reducción de ingresos para los artesanos feriantes entre el 75% y el 80%, que para mayo ya alcanzaba el 100%. A esto se sumó el determinante aumento de precios de los insumos. “La plata, por ejemplo, pasó de costar 60 mil pesos el kilo a 160 mil”, dice Romina Primo, integrante del Frente, permisionaria y miembro de la Comisión de Trabajo de la Coordinación General de la Plaza Seca del Paseo.
Para ampliar el espectro, diremos que la música continuó sonando mediada por las tecnologías, porque desde el 20 de marzo los músicos autogestionados vieron interrumpidos los ingresos de las presentaciones. “Esta condición de precariedad en la que vive el colectivo de autogestionados hace que tengamos una capacidad grande de reinventarnos y tomar otras actividades económicas de subsistencia, más allá de la música”, afirma Víctor Garay, miembro de la comisión directiva del Sindicato de Músicos de la provincia de Córdoba.
“La realidad cambió, nos quedamos sin ingreso fijo y la música y las clases virtuales no alcanzaron como ingresos. Además, la crisis económica hace que el consumo cultural baje”, añade Garay, guitarrista y músico autogestionado. Es preciso remarcar que, si bien la pandemia impactó, se trata de un sector tan inestable desde hace años, que en algunos casos tienen que pagar para subir a escenarios gastronómicos o festivales y poder ejercer su arte.
Para Garay, la pandemia evidenció la precariedad extrema en la que viven los músicos y músicas de la industria del cuarteto: “A pesar de ser una de las que mejor funcionaba y generaba más ingresos, al no estar bajo ningún convenio, no pudieron acceder a la asistencia del Estado (quizás algún IFE). Y menos de los empleadores, porque, como esas empresas no tienen a los trabajadores registrados, no hubo forma de que llegara la ayuda”.
Ante esta situación, los colectivos de músicos, trabajadores del teatro y artesanos, se organizaron para tratar de paliar la emergencia mediante el reparto de alimentos, utilizando sus propios vehículos. Romina Primo contó que durante junio se repartieron 1800 módulos alimentarios, la mayoría de los cuales provistos por la Municipalidad de Córdoba, mediante la utilización de un padrón confeccionado por la Facultad de Artes de la UNC.
Desde el Sindicato de Músicos de la Provincia de Córdoba, contaron además con fondos propios para estas iniciativas. Garay cuenta que, al inicio de la pandemia, conformaron un fondo solidario con un aporte extraordinario de los trabajadores de los cuerpos estables, que permitió asistir económicamente a trabajadores en situaciones más vulnerables y dar asistencia alimentaria a unas 600 personas.
Además, en julio las artes escénicas y los artesanos nucleados en el Paseo avanzaron en el entramado de una red solidaria, juntando fondos propios para repartir verduras, atendiendo al aspecto nutricional de los bolsones que se venían entregando. Almazenna convocó a la colecta en el marco del ciclo “Mujeres que leen mujeres”, con una cuenta de CBU que les permitió sumar ingresos para adquirir y distribuir verduras. Luego, en esta red solidaria sortearon artesanías entre quienes realizaron las donaciones.
Según los colectivos de trabajadores, el Estado provincial parece alejado de las realidades. “La Provincia es como hablar con una pared”, dice Artemia Barrionuevo. La Red de Salas hizo durante la pandemia una serie de pedidos. No obtuvieron resultados. Pedían planes de ayuda social y emergencia económica para los trabajadores del teatro. Además, que se declarara la emergencia cultural en toda la provincia y la implementación de un plan pos pandemia para la pronta recuperación de la actividad.
En ese contexto, pedían exceptuar a las salas del pago de servicios de luz, agua y teléfono, por dos años, además de un subsidio para la compra de materiales para implementar el protocolo exigido por el COE. Hubo más reclamos. Del otro lado, la respuesta fue incierta.
Reinventarse como salida
Los músicos también reclamaron medidas concretas al Estado provincial. El resultado fue diferente: lograron apoyo en actividades de difusión. La Agencia Córdoba Cultura contrata programas audiovisuales que los propios músicos graban en el sindicato mayormente y que luego circulan en las redes y a través del programa Cultura en casa.
También solicitaron a la Provincia un plan de activación o reactivación, mientras dure la pandemia, utilizando los recursos que antes se destinaban a eventos en vivo en los festivales realizados vía streaming. Reclamaron además el acceso a créditos para la compra de tecnología adecuada y mejoramiento de elementos técnicos para este tipo de realizaciones.
Desde el sindicato, reconocen como positivos los subsidios entregados desde el Fondo Nacional de las Artes y desde el INAMU. Si bien aún esperan respuesta sobre los protocolos para volver en pequeños formatos a trabajar en el sector gastronómico y así sostener la economía del día a día, entienden que tuvieron algunas respuestas. “No a la velocidad que necesita la urgencia, pero entendemos que hay un enorme sector de la población del país que está incluso peor, y por eso asistimos con fondos propios”, dice Garay.
Reaprender la materialidad técnica
Artemia Barrionuevo habla del esfuerzo y tiempo invertidos en la generación de contenidos en virtualidad. “Nosotras no nos preparamos para el teatro virtual. Nos reaprendimos en el código de la virtualidad y la situación estética nueva, porque se modifican los códigos de lo cultural virtual y entonces se vuelven complicados desde los tiempos de producción hasta el ritmo de la imagen”. Con risa y cierta preocupación, también expresa que la comunicación es otra, ya que cambian los modos comunicativos y un programa de cuatro minutos lleva muchísima producción.
Como colectivo, el desafío fue también incorporar la difusión del trabajo artesanal, que claramente posee una lógica distinta a la de los productos comerciales. Lo mismo sucede con la aparición de las clases virtuales que afrontaron los músicos, para las que también debieron sumergirse en el lenguaje de las redes y la difusión de sus productos culturales. El Sindicato de Músicos junto a SONAR avanzan en talleres para uso de redes sociales y la Municipalidad tiene abierta la convocatoria a capacitaciones en esa línea.
Entonces… ¿es o no teatro?
“Los compañeros están diversificados”, cuenta Barrionuevo. Algunos creen que lo que sucede en las salas en el marco del aislamiento social no es teatro, dado que carece de participación de la comunidad. “Creo que hacemos una representación visual mediada por otros medios y que la virtualidad llegó para quedarse”, expresa. En cuanto a lo emocional, hay una falta insustituible, porque los comentarios en las redes no son una analogía de la esencia del espectador: “Hay una pérdida de la espontaneidad, del momento de la complicidad, del convite… que es invaluable y no reemplazable”, lamenta.
“El teatro es un compromiso social, es despertar reflexiones, y ese eje comprometido implica hoy respetar el aislamiento, teniendo consciencia de los demás y cuidándonos colectivamente. Ahora, para construir lazos con la gente hay que trabajar en protocolos para volver a encontrarnos y tener la confianza educativa para habitar los espacios cerrados desde lo cultural. Y a largo plazo, generar leyes y ordenanzas para las necesidades del sector cultural”, agrega.
La reapertura del Paseo
En relación al vínculo del FTC con la Municipalidad, Barrionuevo destaca que si bien no hay medidas concretas, existe una intención de diálogo con el sector de la cultura que es muy valiosa y dio su primer fruto con la apertura de la feria de los artesanos. Al respecto, Romina Primo celebra la presencia del Estado municipal, inédita en los últimos 39 años.
El colectivo de artesanos había presentado al COE un protocolo que integra a los y las trabajadores de la Plaza Seca, así como el sector antiguedades, calle Laprida, pasaje Revol y la feria de plantas y alimentos. Una vez incorporadas las observaciones y aprobado el protocolo, se realizó la nueva configuración de puestos y la separación de los mismos. Hoy la plaza está atravesada sin rotondas y se promueve una circulación en U de los visitantes. Los fines de semana, el paseo tiene un operativo de servidores urbanos que colocan vallas delimitando la zona, una alfombra sanitizante, toma de fiebre y sanitización de manos. Asimismo, la Subsecretaría de Cultura de la Municipalidad, en articulación con el COE, garantiza la hidrolavadora para la limpieza de la plaza y los baños públicos.
Ver video Ingreso al Paseo
Sin embargo, hay una lógica reducción de puestos. “De 150 puestos fijos en la plaza y 550 artesanos y feriantes que componen el espacio, hoy encontramos en términos generales 200 y 55 en la plaza”, informa Primo. Esto se debe a decisiones personales de los trabajadores, la reducción de la presencia de los de más de 60 años y la inasistencia del “artesano visitante”, impedido de viajar porque muchos son residentes de las Sierras Chicas.
Desde un lugar más emocional, la vocera reconoce que también existe “cierto temor de volver, personas que no se encuentran aptas en términos personales para habitar nuevamente la feria”. Feria que para la artista implica una transmisión de conocimiento, una identidad propia que genera un movimiento que hace vivir a barrio Güemes.
Pospandemia: las leyes que nos faltan
Barrionuevo afirma que a futuro es inminente una renta básica para quienes se dedican al arte y la cultura, y la reactivación de la Ley de Reconocimiento Artístico (suspendida hace cuatro años, establecía que artistas en edad jubilatoria que no tuvieran otro tipo de aporte, recibieran un ingreso mensual).
Por su parte, Primo argumenta que cada sector presenta diferentes circunstancias y -para su colectivo- es importante contar con una Ley Nacional de Artesanías, que proteja a la feria como colectivo de trabajo. Para ella, la presencia estatal debe ser en el mantenimiento de la infraestructura y las condiciones de higiene, así como el apoyo económico en el armado de la estructura de los puestos. Y menciona además a necesidad de publicidad y convocatorias más amplias, el fomento a la producción artesanal, la profesionalización y el sostenimiento del trabajo, la articulación y las vinculación con la universidad, para avanzar y capitalizar los recursos con la mano de obra calificada para el desarrollo del paseo como una escuela de oficios.
Finalmente, Garay plantea que el reclamo profundo es encontrar una forma de reconocimiento laboral plasmada en una Ley Nacional que contenga a los y las artistas como personas trabajadoras, aportando a una jubilación, obra social y otros derechos y la concreción de un Convenio Colectivo de Trabajo del sector del entretenimiento.
Imagen principal: Silvana González Méndez @monsegmendez
* Comunicadora Social. Especialista en lenguaje y comunicación digital. No docente FCC-UNC.
** El FTC son el Sindicato de Músicos de la Provincia de Córdoba (Personería Gremial 546/62); SONAR Asociación Civil de Músicxs de Córdoba; UDAIC (Unión de Artesanos Independientes de Córdoba) (Personería Jurídica 182 “A”/84); Multisectorial Cultura Pública; Teatristas en Acción; Asociación Civil Almazenna, Centro de Investigaciones Expresivas y Biblioteca Popular (Personería Jurídica 101”A”/02 ); Red de Salas de Teatro Independiente de Córdoba; Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos de Córdoba; Red de Orquestas Barriales de Córdoba; Feria Artesanal Paseo de las Artes ( Decreto 2411/81); ARPA – Asociación de Artesanos Paseo de las Artes ( Personería Jurídica 117 “A”/83 ); Colectivo El Eternauta – Asociación Civil (Resolución 267 C /19) – Casa Grote – Espacio Cultural; F.A.A.L (Frente de Artesanos y Artistas en Lucha , Córdoba); Colectivo de Cineastas de Córdoba – CCC; Asociación Teatro La Cochera.