La visión de les estudiantes de la FCC sobre el contexto actual y el sistema educativo ofrece un mosaico de opiniones. Como idea común, algo queda claro: resistir el “malestar de época” y construir solidaridad, más allá de la irrupción forzada de la tecnología.

Por Roy Rodríguez *

¿Brechas tecnológicas o grietas de la realidad? ¿Educación a distancia o presencialidades virtuales? Mientras intentamos interpretar cada costado de estas nuevas realidades, una especie de todo parece transformarse bajo las quietudes aparentes. ¿Qué fue de la educación que conocimos? ¿Qué será de la educación luego de este 2020? Nadie tiene las respuestas. Acaso, algunos alumnos de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC) nos dejen un mosaico de opiniones desde dónde construir una idea de futuro. Común. Y aún por construir.

La nueva realidad de los procesos de enseñanza aprendizaje de la Facultad, forjada al calor de la pandemia, enfrentó nuevas problemáticas que, paradójicamente, en muchos casos, tuvieron que ver con la comunicación. “Para mí, las principales dificultades son afectivas”, dice Pablo Sánchez en su reflexión vía Whatsapp. “El nuevo “modelo de enseñanza” se dio por un colapso, el fin de un mundo. Y es difícil aprender en medio de la melancolía por un mundo perdido, mientras hacemos un duelo, y a su vez transitar una nueva normalidad”.

Pablo es alumno de quinto año de la FCC. Los espacios virtuales han sido para él, como para muches alumnes, zonas de contención, pero también lugares donde se proyectaron y reflejaron las viejas carencias de la antigua educación. “No siempre estaban claros los objetivos de los trabajos, la metodología para realizarlos, el formato de entrega”, apunta Catalina Gay Caramuti. 

A su vez, Florencia Mazzoni, quien cursa sus últimas materias, coincide en el diagnóstico y ahonda: “Muchas cátedras tienen el mismo desorden en el espacio virtual que en la cursada normal presencial”.

Dificultades y ventajas

Para Belén Barquín, la falta de comunicación de horarios de clase y un acceso real al material bibliográfico fueron parte de las dificultades que acompañaron esta nueva realidad. Planificar. Organizar. Mediatizar. El aula y la vida. Espacio y tiempo modificados para siempre. “Ahora lo impredecible ha desgarrado el lienzo de lo inevitable”, escribía en un lejano marzo de 2020  Franco “Bifo” Berardi. Lo impredecible de la pandemia, modificando el lienzo de la realidad capitalista.

“Es muy difícil planificar en este contexto. Sin la posibilidad de planificar, ni de amar… no hay modelo de enseñanza que se sostenga”, alega Pablo Sánchez. “La subjetividad estallada del tiempo sin tiempo y el espacio segregado por la enfermedad conviven con el microfascismo vecinal y la muerte del futuro esperado”, agrega.  Y en medio de esa sopa cotidiana, “la disolución del aula, la intensificación de los procesos de mediatización y la crueldad imperceptible de las desigualdades estructurales son un tridente macropolítico”, en donde se cuecen las incertidumbres del presente y del futuro. 

Desde Traslasierra, la voz de Juan Manuel Negretti cuenta otra versión de la misma historia: “Este contexto de pandemia, de alguna forma, me permitió acceder a otras posibilidades que, en la cotidianeidad anterior, se me hubieran complicado, por los tiempos y por las distancias. El cursado virtual nos ha facilitado las posibilidades de cursado a los que vivimos en el interior”. 

Para Negretti, las dificultades parecen ser otras: “Quizás el tema de la conectividad y por ahí la posibilidad de acceder a material de estudio acorde a las plataformas digitales, fueron problemas a resolver. De todas maneras, hubo cátedras que hicieron un excelente trabajo en cuanto a acompañar al alumno”.

“En mi caso –como tengo tres trabajos– no ir a cursar me facilitó la organización de mis tiempos. Pude leer tranquila los apuntes y me gustó esa modalidad de trabajo. Lo que me resultó bastante complicado fue elaborar los trabajos que eran grupales, debido a las distancias y a que ni siquiera llegamos a conocer a nuestros compañeres”, apunta Florencia Mazzoni.

Lo que es ventaja para unos, es desventaja para otros. Subjetividades y pandemias. Algunes de les estudiantes consultades se quejaron por el hecho de sólo tener dos o tres clases en todo el semestre. Todo en un contexto de cierta falta de comunicación entre docentes y alumnes.

“La principal ventaja, a mi criterio, fue la incorporación de lo tecnológico al dictado de materias. Es decir, en cronogramas y pedagogías pensadas sólo para el intercambio áulico, se pudieron incorporar, por ejemplo, la entrega virtual de trabajos prácticos, sin la necesidad de imprimir. Además, se sumaron lenguajes audiovisuales como parte de la bibliografía. Por el contrario, el propio factor tiempo influyó en la imposibilidad de reestructurar el esquema de dictado para que estudiantes y docentes se familiarizaran con el aprendizaje virtual”, dice Gay Caramuti. 

Transitivo y disrruptivo

En su trabajo La educación en línea, transiciones y disrupciones, Concepción Barrón Tirado dice: “La educación en línea sin duda es necesaria, pero insuficiente, si de entrada no se cambian los paradigmas educativos, si no se hace un análisis profundo de las currículas, de los contenidos enciclopédicos centrados en lo disciplinario, de la enseñanza, del aprendizaje y de la evaluación, de la práctica docente y de la gestión académico-administrativa. Sin duda es un momento de disrupción y transformación en la educación. Las TIC, por sí solas, no tienen una función pedagógica y su uso no siempre conlleva procesos pedagógicos innovadores”. 

Pero si hay algo que se transformó en el contexto de pandemia fue la relación docente alumno: “En algunas materias creo que la relación se vio fortalecida, a través de un acercamiento por la predisposición reconfortante de los docentes. En particular, me sentí acompañado y contenido. Hubo docentes que incluso estuvieron en pequeños detalles que tenían que ver con la comunicación personal”. La visión de Juan Manuel Negretti coincide con la de Catalina Gay: “Les docentes se sentían más comodxs en sus espacios cotidianos. Y eso generó un código común que sirvió como acercamiento en el vínculo. A diferencia de las clases presenciales, en donde la disposición del  docente frente a lxs estudiantes genera más distancia”.

“Personalmente, asistí a los momentos de mayor coraje, solidaridad, honestidad y aventura por parte de lxs docentes. No todxs tenían las mismas herramientas o modalidades para garantizar el mismo tipo de lazo y particularidad… pero se notó, de ambas partes, la necesidad de dar sentido al horror de perder la presencia”, dice Pablo Sánchez.

Lo grupal

Y mientras el espacio áulico se reconvirtió, de un momento para el otro, en pantallas múltiples. Y voces y ruidos hacían zoom sobre las vidas cotidianas de miles de alumnos y profesores, la relación entre los propios alumnos pareció deambular en el territorio indefinido de las interacciones a través de la web. Para Belén Barquín, las principales dificultades fueron “la falta de disponibilidad para el uso de computadoras compartidas en el interior de cada familia y la mala conectividad. Además, en aquellos grupos con estudiantes con los que teníamos un vínculo de amistad previo, el nuevo contexto no favoreció, más allá de una división de tareas”.

Para Pablo Sánchez, la organización de esas tareas grupales fue un proceso “impulsado por la necesidad de resolver problemas con recursos más o menos escasos”.  “Trabajar en grupos fue complejo, pero no imposible. En un primer momento, al no tener la posibilidad del cara a cara, teníamos que elaborar una serie de estrategias en cuanto a la presentación. Pero, de todas maneras, con las herramientas digitales disponibles pudimos trabajar. Faltó ese vínculo que nos da el trato cotidiano”, dice Negretti, quien coincide con la visión de Mazzoni: “Siento que se perdió esa posibilidad de enriquecimiento que nos daba la antigua normalidad con la elaboración de las tareas grupales”.

Tras algunos meses de nuevas normalidades, de enseñanzas y aprendizajes, de zooms y drives, futuro es cada vez más una palabra con significados diversos. ¿Estamos ante un nuevo modelo? ¿Lo que llegó se quedará? “¿Es posible una educación en la individualidad de cada casa?”, se pregunta Florencia.  Y agrega: “¿La individualidad construye la educación que realmente queremos? ¿Es posible proyectar una Universidad sin comunidad?”.

 “Creo que a las generaciones más jovenes les costará menos, ya que están acostumbradas al aprendizaje digital. Desde mi experiencia como estudiante de Comunicación, en una Facultad que posee un plan de estudios de 1993, considero que ante una situación muy externa, las personas nos vamos adaptando a procesos que vienen sucediendo desde hace bastante tiempo”, apunta Catalina.

Para Pablo Sánchez, esa inestabilidad y maleabilidad del “nuevo sistema educativo” serían parte de sus mayores ventajas. “Las desventajas son claras: colaboración al régimen de monetización de datos e información privada, crisis de las sensibilidades y espacios fluidos. Y, al no estar preparadxs para el colapso definitivo del modelo anterior, la lentitud para reparar y organizar estrategias solidarias que reviertan la expansión de la crueldad en nuestra misma comunidad académica en particular y de la sociedad en general, tendrá consecuencias graves. Quizás recién en un tiempo podamos tener un diagnóstico claro. Por ahora, hay que disputar contra el malestar de la época y formar nuevas estrategias de apoyo mutuo para que la formación se nutra del contexto y pueda intervenir en ese contexto”.

Licenciado en Comunicación Social egresado de la ECI-UNC. Trabajó en varios medios nacionales y de Córdoba y actualmente se desempeña en el área de Extensión de la FCC.