A 45 años de la masacre en que fueron asesinados ocho militantes del peronismo revolucionario, durante la dictadura cívico-militar. El Ejército de Menéndez, entre la alevosía criminal, la sobreactuación y el saqueo.

Por José Fernández

Era la mañana del 9 de marzo de 1977, dos jóvenes militantes que se encontraban en una confitería son reconocidos por integrantes de un grupo de tareas del III Cuerpo de Ejército como “peligrosos subversivos”. Minutos más tarde y con la apoyatura del Comando Radioeléctrico y la Seccional novena de la Policía de Córdoba, ingresan a la Confiteria “Los Cubanitos” ubicada sobre la Av. Octavio Pinto casi Rafael Nuñez, para detenerlos.

Los jóvenes se resisten, uno logra escapar malherido en su estómago por una bala policial. Posteriormente el otro es capturado y en descuido de sus captores Valdez logra tomarse la pastilla de cianuro. Por su parte el joven herido luego de recorrer varias cuadras se refugia en una casa en el barrio Villa Cabrera, donde se encontraba su compañera y muere horas más tarde. Prefiere morir allí antes de caer en un hospital en manos de los genocidas.

Para ese momento, la policía activa un operativo de rastrillaje y cerrojo, con el objetivo de encontrar a César Gerónimo Córdoba.

En su recorrido, una patrulla policial llega hasta las intersecciones de las calles Bazán de Pedraza y Manuel Quintana, en barrio Altos de Villa Cabrera, lugar de un singular Castillo. En su interior, jóvenes militantes Montoneros que resistían a la dictadura militar, se preparan para repeler el ataque. Alertados por esta resistencia, la presencia del Ejército genocida, no se hace demorar en el lugar.

La masacre

Fuertemente armados con pertrechos de combate, ametralladoras, fusiles de distintos calibres, granadas y hasta con bazookas; un número muy superior al de lxs ocho ocupantes del castillo, el Ejército bajo el mando del “Chacal” Menéndez, inicia el ataque criminal. La orden era la aniquilación. Desde distintos puntos de la cuadra y sus alrededores, hasta desde un campanario de iglesia del barrio, la lluvia de proyectiles impactaban sobre la vivienda.

Ampliamente superados en número y armamento, Leonor Zucaría logra escapar y esconderse en la casa vecina de la familia Cannata, mientras que Victor Berman Salinas Pinheiro en el intento, es fusilado por la espalda, cayendo muerto en el patio.

La resistencia en el castillo es imposible pero los militantes saben lo peligroso que es caer en manos de la dictadura, para ese tiempo ya era bien sabido las atroces sometimientos a la tortura que se aplicaban en los campos de concentración y sus consecuencias. Ante esto, tres de ellos deciden quitarse la vida antes de entregarse, lxs otros caen fusilados por el ejército. Entre las dos mujeres que caen asesinadas; Ada Alicia Juaneda e Hilda Inés Olivier de Santilli, esta última se encontraba embarazada.

Un impacto de bazooka, derriba un muro lateral, los militares logran su objetivo, destruir el lugar y por sobre todo aniquilar a los militantes. Sobre las ruinas se pasea el asesino General Menendez, con sus botas altas y su fuste, ingresa para inspeccionar su obra de terror. Entre los escombros se encuentra un botín, son varios pesos que tenía la organización para financiar la resistencia a la dictadura. El “General” Luciano Benjamín Menéndez se lo queda para él.

Algunos de los cuerpos de los caídos fueron enterrados en las fosas del cementerio de San Vicente y con los años, algunos podrán ser restituidos a sus familiares.

Foto y epígrafe del vespertino diario Córdoba, 9 de marzo de 1977

La casa

La familia Cannata, propietaria del Castillo, que era alquilado a Victor Berman Salinas Pinheiro, con quien mantenían una relación de amistad, también serán victimas de la represión. Félix Cannata, el padre de la familia junto a sus dos hijos Félix y Jorge, pasarán un par de años en prisión. La vivienda destruida quedará por varios años ocupada por el ejército, con el fin de capturar a posibles integrantes de Montoneros que pasaran por el lugar. En el tiempo de ocupación el ejército saqueará todo y se llevarán hasta los caños de agua.

Luego, la casa volverá a quedar en manos de sus originales propietarios y reconstruida por una de las hijas, “Maru” Cannata, quien actualmente vive con su familia. Ella mantuvo algunos registros sobre los muros del atroz ataque del ejército y un naranjo que se encontraba desde aquel entonces. Para Maru, sería importante que en la esquina de su casa se pueda dejar un registro que dé testimonio de la historia del castillo y su constante resurgir como el ave Fénix.

Homenaje

Hace 4 años cuando se cumplieron 40 años de la “masacre del Castillo”, se realizó un acto homenaje a los/as caídos/as y en el Memorial de los Desaparecidos en el Cementerio de San Vicente, lugar donde se descubrió una placa y se realizó un acto donde asintieron familiares y compañeros/as de militancia de los/las jóvenes montoneros. El mismo fue organizado por la Dirección de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba, por el Espacio para la Memoria, Promoción y Defensa de los Derechos Humanos “Campo de La Ribera”, el Archivo Provincial de la Memoria.

En la placa están los nombres de los/as caídos /as:
Cesar Gerónimo Córdoba Fillippi, Víctor Berman Salinas Pinheiro, Eduardo Tomás Molinete, Ilda Inés Olivier de Santilli, Juan Carlos Connochiari, Carlos Eduardo Antonio Mayo, Ada Alicia Juaneda y Raúl Alberto Vega.

Aclaración necesaria

Para poder escribir este artículo, tuve que acudir a varias fuentes, donde los testimonios al día de hoy se van reconstruyendo como un complejo rompecabezas de un hecho ocurrido en un contexto de altísima represión y clandestinidad.


Foto: Diario Córdoba

Fuentes:
“Lo que pasó en el castillo” / Tesis de grado en Antropología de la Lic. Torres, María Emilia.
“La noche que los militares atacaron con bazucas a “El Castillo” / infojusnoticias – Nota de Juan Manuel Mannarino.
“El Castillo” / Delfina Braun.
“Acto homenaje a 40 años de la Masacre del Castillo” / Comisión Provincial de la Memoria.