Por Julio Villafañe *

Desde la denuncia al terrorismo de Estado pinochetista y la hipócrita moral burguesa hasta las crónicas de la comunidad travesti marginada por el neoliberalismo y asolada por el sida. Pedro Lemebel, escritor, performer, actor y activista de la revolución coliza.

Una siempre está escribiendo aunque no escriba.

La letra con fuego. El fuego en el cuerpo. El cuerpo en una escalera.

La letra con fuego. El fuego en el cuerpo. El cuerpo en las alturas.

La letra con fuego. El fuego en el cuerpo. El cuerpo en el escenario.

Pedro Lemebel dejó un manifiesto escrito a puro pulso, músculo de sangre, sangre marica, y una revolución en la piel. Su vida fue una constante agitación para despertar esa revolución en las otras pieles. 

Contra la grotesca exhibición de la violencia estatal pinochetista y la posterior ostentosa burguesía trasandina, Lemebel montó con Antonio Casas el colectivo Yeguas del Apocalipsis, que en el 87 apareció aturdiendo las vistas cómodas con dos travestis que muy aseñoradas se presentaban como las señoras de la fundación CEMA. Una institución de beneficencia destinada a brindar “bienestar espiritual y material a la mujer chilena”, que fue dirigida hasta 2016 por Lucía Hiriart de Pinochet y hasta hoy es investigada por el increíble aumento de capital que recibió durante la dictadura a través de donaciones.

Pedro Lemebel y Francisco Casas, Las Yeguas del Apocalipsis, interpretan Las dos Fridas (1989)

Contra la liberalización de la economía y el saqueo de recursos naturales, Lemebel y Casas se acostaron sobre cal viva en un aula de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Concepción. Con el norte en la pantalla de un televisor que estaba adornada con un signo de dólares, y el sur en una bolsa de cal, las Yeguas rindieron homenaje a Sebastián Acevedo. El 11 de noviembre de 1983, Sebastián, obrero minero, frente a la catedral gritó “que la CNI devuelva a mis hijos” y se roció en combustible para luego inmolarse. La Central Nacional de Inteligencia era el servicio de espionaje y persecución que la dictadura chilena creó en 1977, y en 1983 había secuestrado a los hijos de Sebastián, Galo y María Candelaria. Luego de la inmolación pública, María Candelaria fue liberada, Galo continuó detenido hasta noviembre de 1985 (1).

Contra la siempre bajo sospecha cueca democrática, en agosto del ´89 los tacos de las Yeguas sonaron en el escenario del Teatro Cariola en la calle San Diego cuando Patricio Aylwin, en plena campaña por la transición a la democracia, anunciaba sus propuestas para el sector de la cultura. La actriz Ana Gónzalez vió interrumpido su discurso cuando Pedro y Francisco subieron al escenario con una bandera que era tan clara como la apuesta por travestir la democracia que nacía: “Homosexuales por el cambio” era a la respuesta a la pregunta para la que nadie tenía respuesta: ¿De qué se ríe presidente? (2).

El 12 de octubre del mismo año, contra el olvido y el perdón de todas las matanzas, los pies descalzos bailaban una cueca sola sobre un mapa de América Latina que estaba regado de pedazos de vidrio de botellas de coca cola. La sangre iba tiñendo el blanco inicial como la memoria de les desaparecides y asesinades, desde la conquista, había teñido la memoria de los pueblos y la danza de las madres, hijas y familiares de desaparecides que bailaban cuecas solas para que se note la ausencia de sus hijos, de sus esposos, de sus padres. Esas danzas llenaron los espacios de ausencias, y lo que otrora fuera una monarquía europea, en los años 70 y 80 fue un plan económico para empobrecer y saquear los países, en ese mapa tajeando los pies, desde un imperialista rojo tono coca (3).

La memoria volvía a perfomatearse en el mismo año. Las Yeguas son invitadas por el Instituto Chileno Francés de Cultura a la muestra “Intervenciones plásticas  en el paisaje urbano”. Lo que el SIDA se llevó es la propuesta que recuerda a las compañeras travestis que fallecieron víctimas de la enfermedad. La muestra consistió en una serie de fotografías que emulaban poses de actrices hollywoodenses con vestuario extravagante perteneciente, en parte, a travestis chilenas que habían fallecido (4).

Hollywood y su industria cinematográfica y espectacularizadora de la cultura van a estar en el foco nuevamente en 1991, cuando el Cine Arte Nomandie diera su última función el 19 de agosto. Pedro Lemebel y Francisco Salas estuvieron presentes durante la proyección y al finalizar, con encajes y vestidos ostentosos, lloraron lágrimas inducidas frente a les presentes y luego se despidieron por una alfombra roja orinando sobre unas estrellas amarillas. Se alejaron como estrellas, saludando desde la parte de atrás de un automóvil (5).

Para el año 1996, las críticas al norte se podrían hacer en el centro mismo del norte imperialista. La dupla apocalíptica fue invitada al Centro de Estudios para Lesbianas y Gays para la Crossing National and Sexual Borders: Queer sexualities in Latin/o America. Cadáveres se tituló el trabajo que presentaron: Carbón, cal y el vídeo del homenaje a Sebastián Acevedo fueron expuestos en el punto neurálgico en el que caían los ojos de toda esa obra antiimperialista. Un homenaje a Néstor Perlongher para resaltar el activismo político marica en la región y una fuerte crítica de Lemebel al activismo que la ciudad de New York habilitaba (6).

El legado artístico de Lemebel trasciende las performances de las Yeguas y se adentra en la literatura, las crónicas periodísticas y el trabajo en radio. Gran parte de esas columnas se publicaron en libros. 

Han pasado casi dos años desde que Raquel Olea y Carolina Rosetti me dieron un lugar en la programación de esta emisora de mujeres para que echara a volar estos textos en el espacio ‘Cancionero’, un micro programa de diez minutos, dos veces al día, de lunes a viernes, donde este puñado de crónicas se hicieron públicas en el goteo oral de su musicalizado relato”, aparece en las primeras página de De Perlas y Cicatrices, publicado en 1998. En 2004, Adiós Mariquita Linda saldría a la luz con otra colección de crónicas. 

Tengo miedo torero, su primera y única novela (quedó inconclusa otra en la que estaba trabajando previo a su fallecimiento) publicada en 2001. En 2020, pasó a la pantalla grande bajo la dirección de Rodrigo Sepúlveda. El amor homosexual, la loca del frente, la contienda política y una izquierda que se confunde entre el romance y el atentado a Augusto Pinochet en El Cajón del Maipo en 1986 tienen lugar en esta producción que contó con la supervisión del propio Pedro, quien se encargó especialmente de parte del casting de les protagonistas. 

En el 2012, Lemebel fue operado por un cáncer de laringe. La intervención modificó su voz, casi extinta luego de una extracción casi completa de su laringe, pero no fue un impedimento para que continuara compartiendo algunas lecturas en funciones más íntimas y con una apuesta en la que la transgresión era la letra y no ese cuerpo que se ponía en juego en cada performance como en la época apocalípitica. 

Filmame siempre

Joanna Reposi Garibaldi dirigió y grabó el documental que registra los últimos años de Pedro Lemebel, escritor, performer, activista, actor. Artista multifacético que con las alas rotas levantó el polvo de una sociedad chilena cómoda en la quietud de la resignación.

Esa hombría de la que usted se jacta

Se la metieron en el regimiento

Un milico asesino

De esos que aún están en el poder

Mi hombría no la recibí del partido

Porque me rechazaron con risitas

Muchas veces

Mi hombría la aprendí participando

En la dura de esos años

Y se rieron de mi voz amariconada

Gritando: Y va a caer, y va a caer

Y aunque usted grita como hombre

No ha conseguido que se vaya.

En 1986 Pedro Lemebel leyó su manifiesto Hablo por mi diferencia, en un acto de la misma izquierda que rechazó su militancia tantas veces. Llevaba la cara maquillada con una gran hoz marcando su perfil, trazando una nueva línea revolucionaria, la revolución marica (7). Esta producción cierra con un registro en el que Pedro lee a un auditorio ese texto que construyó un nuevo sujeto político, en el que la libertad se sale de un manual y las subjetividades se caen de cualquier plataforma partidaria.

El montaje quiebra al género por la alternancia de los registros y las imágenes de archivo, más la decisión de la directora de omitir fechas y coordenadas espaciales. El documental transcurre entre registros propios para esta producción, testimonios de los años de Las Yeguas, y los registros fílmicos de obras icónicas del artista que se mezclan con recuerdos familiares y una foto proyectada en la pared de la casa común.

El cuerpo cayendo en una escalera. El fuego. 

La letra en una pasarela. La letra es fuego.

Entre febrero y junio del 2014, Lemebel realizó dos performances con el neoprén (o fana, el pegamento altamente inflamable) y el fuego como protagonistas. 

Desnudo bajando la Escalera. Desnudo dentro de un saco de marinero. Desnudo dentro de un saco de marinero rodando por la escalera del Museo de Arte Contemporáneo de Santiago de Chile. Pedro Lemebel desnudo dentro de un saco de marinero rodando por los escalones embadurnados de neoprén en llamas de las escaleras del Museo de Arte Contemporáneo de Santiago de Chile (8).

Abecedario fue su última obra. Dejó la huella carbonizada de un abecedario incendiado en la pasarela peatonal que corta la ruta 5 hacia el Cementerio Metropolitano, lugar donde fue sepultado pocos meses después (9).

“Siempre he usado fuego y neoprén, por toda la carga simbólica que tiene ese pegamento inflamable desde la dictadura; la droga del tolueno para el hambre, los jóvenes cesantes, la barricada, el corazón molotov, hasta ahora que se vuelve a potenciar en la calle incendiada de la marcha estudiantil” (Lemebel en Espinoza 2014).

La literatura, la crónica, el teatro, la obra performática junto a Francisco Salas en las Yeguas del Apocalipsis y la obra solista, fueron una manera de sentir y de expresar en ese Chile de transición hacia una democracia que dejaba caer, entre derechas e izquierdas, a toda esa porción de la sociedad que era demasiado marica para la conservadora derecha, demasiado marica para la izquierda revolucionaria. La clase no se separó del género en la vida de Lemebel. Sus obras reflejaron ese vacío en el que quedaron las identidades no hetero cis cuando se creaban las bases de una sociedad chilena que seguía negando derechos a miles de personas. 

Un recuerdo que arde en deseos de réplica y se convierte en apuesta a futuro.

Una vuelta a la clase como espacio de germen para todas las liberaciones.

Una obra necesaria e imprescindible para un retorno al arte transformador, agitador, y apocalipticamente escandaloso de la coliza loca del frente.

  1. Homenaje a Sebastián Acevedo. Facultad de Periodismo, Universidad de Concepción. 1991.
  2.  De qué se ríe presidente. Intervención en un acto de Candidato del candidato a presidente Patricio Aylwin. 1989.
  3. La Conquista de América. Comisión Chilena de Derechos Humanos. 1989.
  4. Lo que el SIDA se llevó. Instituto Chileno Francés de Cultura. 1989.
  5. De la nostalgia. Cine Arte Nomandie. 1991.
  6. Cadáveres. Universidad de la Ciudad de New York. 1996.
  7. Hablo por mi Diferencia. Estación de Ferrocarril Mapocho. Santiago. 1986.
  8. Desnudo bajando la escalera o la cita de la cita. Museo de Arte Contemporáneo de Santiago de Chile. 2014.
  9. Abecedario. Pasarela peatonal Ruta 5 hacia el Cementerio Metropolitano. 2014.

Archivo http://www.yeguasdelapocalipsis.cl/inicio/

* Comunicador social transfeminista. Trabaja en Agencia Sudaka TLGBINB. Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social (FCC-UNC). Aprendiendo a investigar. Siempre buscando más preguntas que respuestas. Integrante del equipo de investigación Formar: “Género y Comunicación. Repensando espacios de articulación y construcción colectiva, desde una perspectiva transfeminista y decolonial” (Secyt- FCC UNC). Integrante del Observatorio de Medios “Cuerpo(s), Territorio(s) y Fronteras” (CiPeCo-FCC-UNC).