Especialistas en educación y docentes de nuestra facultad reflexionan sobre los desafíos de la educación pública en un escenario de cuarentena y obligada virtualidad.
Invitados a testimoniar, reflexionar y proponer en torno al derecho humano a la educación en contexto de pandemia, seis investigadores/as, autores/as, especialistas y funcionarios/as de gestión, con el común horizonte del trabajo docente en nuestra facultad, abordan las perspectivas pedagógicas, sociales, técnicas y políticas para sostener el proceso de enseñanza – aprendizaje y sus actores en este escenario de crisis.
Los textos de Eva Da Porta, Ana Andrada, Enrique Bambozzi, Hebe Ramello, Gonzalo Gutiérrez y Nidia Abatedaga componen una pluralidad de miradas y aportes, con más interrogantes que certezas, más desafíos que logros, más críticas –incluso autocríticas– que conformidades, pero sobre todo con obstinada esperanza, capacidad creadora y testimonio de compromiso con y para la educación pública.
El acontecimiento y la red (derecho a la educación en tiempos de pandemia)
Por Eva Da Porta *
Frente al desgarro impuesto por la pandemia, una red solidaria virtual comenzó a tejer, reparar y contener, pero muchxs quedaron excluidxs. Para convocar a quienes el aislamiento expulsó, el derecho humano a la educación debe ser repetido una y otra vez, como un conjuro.
Desde que se inició en marzo de este año el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio por Covid-19, poder estudiar se volvió algo novedoso para algunxs, difícil para muchxs e imposible para tantxs, pero, ¿para cuantxs? ¿Cuántxs estudiantes dejaron de serlo? ¿Quiénes quedaron afuera? ¿Cómo se llaman? ¿Cuántos años tienen? ¿Dónde viven? ¿Con quiénes viven? ¿Por qué no pueden estudiar? ¿Cómo ocupan su tiempo? ¿Qué sienten? ¿Están tristes?
Un acontecimiento es algo inesperado, un quiebre en las certezas, una ruptura, una rasgadura irreparable. La pandemia por Covid-19 se impuso como un acontecimiento. Rompió el tejido de las vidas personales, cortó las tramas de las instituciones y confinó los espacios de la vida en común con un vallado perimetral que marca una clara frontera entre la salud y la enfermedad, el cuidado y la desidia, la vida y la muerte.
Sin embargo, y casi al momento del desgarro, los hilos virtuales comenzaron rápidamente a zurcir el tejido, a tejer locamente lo que el acontecimiento había deshilachado, sin pedir permiso, sin reparar en las formas ni en los modos, sin cuestionar el cómo o para qué. La red se intensificó como nunca, se ramificó como un rizoma alimentado con nutrientes muy poderosos, cuyas raíces y ramas, imposibles de distinguir unas de otras, a una velocidad frenética fueron enlazando espacios, personas, saberes, valores, imágenes, tiempos. Pero no todxs quedaron enredadxs en la virtualidad, muchxs cayeron por los huecos de la red al vacío del acontecimiento y quedaron suspendidos sin tiempo y sin lugar, como astronautas sin nave.
El derecho a la educación es un conjuro contra la injusticia, contra la desigualdad, contra el desamparo. Es un conjuro que es necesario repetir y repetir para ahuyentar esos espectros que acosan y se vuelven realidades, discursos, gobiernos. Es un derecho humano y uno fundamental, porque es fuente de otros derechos. Por eso, aunque siempre sea una deuda por saldar, hay que reclamarlo, exigirlo y ampliarlo.
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* Magíster en Sociosemiótica (CEA-UNC) y doctora en Comunicación (UNLP). Docente de la FCC-UNC.
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Desafíos pedagógicos, de la presencialidad a la virtualidad
Por Ana Andrada *
La pandemia reveló inequidades preexistentes, vinculadas a lo económico, político, social y cultural. El presente desafía a la educación superior a repensar una pedagogía crítica e inclusiva y al docente a descentrarse, para interpretar los nuevos sentidos y subjetividades desde una perspectiva de educación popular y emancipatoria.
Pensar la educación en pandemia es reflexionar sobre aquello que veníamos haciendo en la educación superior, donde solo en horas pasamos a la modalidad virtual. Caso inédito, inesperado. Había que dar respuesta a la educación pública, al compromiso con la masividad en las cursadas de nuestras instituciones educativas. La pandemia visibilizó situaciones pre-existentes a nivel sanitario, económico y político; y en lo educativo, también afloraron virtudes y desencantos de nuestras propias prácticas.
Una deuda en la educación superior es hacer, pensar, sentir y construir desde una dimensión pedagógica crítica en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Los principios de Paulo Freire están lejanos en esta virtualidad, pero ya eran ajenos en la presencialidad. Siguen siendo preocupaciones, desafíos y deudas a cumplir.
Simón Rodríguez afirmaba que “lo que no se hace sentir no se entiende, y lo que no se entiende no interesa. Llamar, captar y fijar la atención, son las tres partes del arte de enseñar. Y no todos los maestros sobresalen en las tres”. También nos reta a descentrarnos en nuestro oficio.
Las asimetrías y desigualdades educativas están emparentadas con cuestiones estructurales, en lo económico, político, social y cultural. Una educación que se ve implosionada por procesos de globalización neoliberales y crisis económicas no se resuelve sólo instrumentando nuevos recursos tecnológicos, sino preguntándose qué significaciones, qué sentidos y qué subjetividades se construyen en nuestros contextos.
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* Especialista en docencia universitaria. Directora del Profesorado en Comunicación Social de la FCC-UNC.
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Pensar los nuevos procesos educativos en términos políticos
Por Enrique Bambozzi *
La pandemia impone el desafío de repensar la educación en relación a categorías como incertidumbre, normalidad, presencia, virtualidad… y al mismo tiempo sostener la perspectiva de derechos, desde una idea de educación como “provocación” formadora (y transformadora) de la sociedad.
La virtualización de la educación en perspectiva pedagógica con enunciación latinoamericana nos inscribe en un escenario de desigualdades materiales y simbólicas que se traducen no solo en los ámbitos de escolarización formales sino también en los formatos socioeducativos que, pensados originalmente para sujetos con derechos vulnerados, también han colapsado en su configuración inclusiva y territorial.
En este marco, la categoría “incertidumbre” aparece casi de forma contradictoria para ordenar, dar sentido, a esta nueva ¿normalidad?, que está siendo y que vino para quedarse, no en términos de aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) sino en formas nuevas de habitar los espacios educativos.
En este sentido, virtualizar la educación aparece como un pretexto para reflexionar en sentido pedagógico transformador acerca de los posibles desafíos para que la intencionalidad formativa (categoría central del pensamiento pedagógico universal) posibilite que lo humano acontezca. Podemos señalar desafíos porque justamente la categoría “incertidumbre” no es sinónimo de vacío, sino, por el contrario, un estado existencial productor de sentidos y, por lo tanto, de itinerarios, respuestas, nuevas preguntas.
Entiendo que el desafío socioestructural mayor es dejar de concebir la virtualidad como una alternativa pedagógica entre otras (lo que significaría posicionamientos más vinculados a aproximaciones tecnócratas), para enunciarla, por el contrario, desde la centralidad de una emergencia social que ha provocado una ruptura con lo que estaba siendo para convertirla en la traducción pedagógico-política única de accesibilidad al derecho humano básico de la educación. En este sentido, la virtualidad altera las formas socioeducativas de comprender lo real, inscribe disputas no solo nuevas sino necesarias que no aparecen como opción sino como necesidad.
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* Doctor en Ciencias de la Educación y posdoctorado en Ciencias Sociales. Profesor regular investigador de la FCC-UNC.
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La educación a distancia y el distanciamiento educativo (trazos de una experiencia)
Por Hebe Ramello *
A pesar de la experiencia acumulada en educación a distancia, en la obligada virtualidad estudiantes y docentes transitaron desde la confusión, el enojo y el extrañamiento hasta la aceptación y la oportunidad de un (re)aprendizaje. La clave para no profundizar las brechas socio-educativas es encontrar una respuesta colectiva y político-académica.
En diciembre de 2019, se discutían en el ámbito de la Universidad Nacional de Córdoba aspectos relacionados a la operativización de procedimientos para la presentación de propuestas educativas a distancia, en el marco del Sistema Institucional de Educación a Distancia (SIED), de reciente validación por parte del el Ministerio de Educación de la Nación.
Por entonces, en la ciudad china de Wuhan se registraba un agrupamiento de casos de neumonía atípica, cuya tasa de contagio evolucionaba a niveles exponenciales, con severas complicaciones en la salud de la población. China notificaba la aparición de una nueva infección por coronavirus, al que pronto se conoció como Covid-19.
Tres meses después el virus se había convertido en una amenaza global para los sistemas sanitarios. El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró pandemia al brote de COVID-19. Por esos días, en la tarea cotidiana del Área de Educación a Distancia (EaD) se multiplicaban consultas por la imposibilidad de concurrir a los exámenes, obligatoriamente presenciales por normativa vigente en la UNC.
Se intuía lo inminente. A partir del 20 de marzo, el Gobierno nacional decretó el ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) en el territorio nacional y, entre otras medidas de emergencia sanitaria, dispuso el confinamiento en sus hogares de la población en general y la suspensión temporal de las clases presenciales, en todos los niveles del sistema educativo formal.
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* Directora de Carreras Cortas del Área de Educación a Distancia de la FCC-UNC.
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Desafíos, prioridades y opciones para educar en escenario de pandemia
Este tiempo de desigualdades pero también de invenciones, pone al Estado, el colectivo docente y la sociedad frente a varias encrucijadas. Entre otras, privilegiar lo individual o lo social, la tecnología como fin o medio, evaluar cuánto o priorizar qué se aprende. Afrontarlas obliga a recrear condiciones de trabajo que respeten derechos y optimicen la tarea docente.
Por Gonzalo Gutiérrez *
La crisis del Covid-19 ha reconfigurado los modos de relación social a escala planetaria, y la escuela no es la excepción. Frente a ello, surgen múltiples interrogantes. ¿Qué de lo escolar conocido se sostendrá y qué se modificará? ¿Qué formas tomarán las desigualdades sociales y educativas a partir de estas transformaciones? ¿Cuáles son las prioridades en las que debemos enfocarnos?
Tal vez, una de las cuestiones más novedosas de esta situación sea que, más que nunca, las respuestas están en nuestras manos. Estamos viviendo tiempos de invenciones en el plano de las políticas públicas y de las prácticas escolares, de producir articulaciones siempre complejas entre ambas escalas, de recuperar saberes pedagógicos que permitan pensar este presente transformado, de clarificar prioridades y acordar sentidos sobre lo que implica atender y garantizar el derecho a la educación.
Los informes producidos en estos meses muestran una explosión de desigualdades educativas que afectan a estudiantes y docentes. Entre los primeros, se encuentran quienes quedaron desconectados de la escuela y las/os que, aún conectados, cuentan con desiguales condiciones para sostenerse en esta nueva forma educativa, según disponibilidad de conectividad, acceso a dispositivos, espacios/útiles para estudiar y condiciones familiares para acompañar sus procesos de estudio. Entre los segundos, conectividad y accesibilidad replican desigualdades estudiantiles, a las que se agrega la heterogeneidad de las condiciones materiales y familiares para sostener el trabajo educativo en los hogares y saberes pedagógicos para enseñar con y desde entornos virtuales.
En este escenario, resultan evidentes los efectos de la discontinuidad de políticas de Estado como Conectar Igualdad. Queda claro también que, cuando las políticas educativas se ven superadas por la realidad (como en este contexto), se aprecia mejor el corazón de la escuela pública, que late al calor del compromiso cotidiano de sus docentes por enseñar y cuidar a sus estudiantes.
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* Director del Instituto de Capacitación e Investigación de los Educadores de la Provincia de Córdoba (ICIEC-UEPC) y docente en el profesorado de la FCC-UNC.
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Cómo planificar políticas educativas en contexto de crisis
Por Nidia Abatedaga *
La inédita experiencia de gestionar la contingencia al ritmo de los acontecimientos impone contradicciones entre la oportunidad de innovar y expandir saberes y el riesgo de acrecentar la inequidad y el control social. Para resolverlas, deben prevalecer lo humano y lo colectivo.
Cada día nos sorprende la inusitada realidad que vivimos y la extraordinaria capacidad de adaptación y resiliencia que las sociedades desarrollan, de cara a ir adecuando modos de vida a la situación mundial de pandemia. La educación no escapa a esta realidad y también enfrenta a diario escenarios de excepción, respecto de los cuales se debe ir tomando decisiones.
Los especialistas en planificación concuerdan en afirmar que las personas compartimos la vocación por dominar el futuro. Por lo tanto, permanentemente hacemos prognosis a través de planes y programas, con el propósito de direccionar el horizonte en función de nuestros intereses y necesidades.
Las políticas educativas diseñadas para este 2020 han visto profundamente alterados los objetivos propuestos y enfrentan la desafiante tarea de planificar la contingencia al ritmo de acontecimientos que, como impulsos azarosos, cambian permanentemente las condiciones de su logro. Es decir, no estamos dejando de planificar, sino que ahora lo hacemos redireccionando a gran velocidad nuestras acciones.
Cuando a principios del año académico se suspendieron las actividades sociales, económicas, culturales y educativas durante quince días, el freno pareció aquietar la rotación del planeta. En el ámbito de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, el sosiego no se manifestó, en un primer momento, en la línea de modificar los planes y programas educativos diseñados, ni las convicciones acerca de la continuidad de prácticas habituales del proceso de enseñanza–aprendizaje. Durante los primeros meses de las medidas de aislamiento, continuábamos pensando en el mismo registro, sostenido por la inercia y persuadidos de que podríamos aplicar lo planificado de antemano, bajo la idea generalizada que se trataría sólo de una postergación temporal del mismo proceso.
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* Doctora en Comunicación (UNLP). Secretaria Académica y docente de la FCC-UNC.
Foto principal: Albert Gea / Reuters
Producción: Yanina Arraya, Alexis Oliva, Mariana Rey, Pablo Natta y Roy Rodríguez / Edición: Alexis Oliva