Por Gonzalo Gutiérrez *

Este tiempo de desigualdades pero también de invenciones, pone al Estado, el colectivo docente y la sociedad frente a varias encrucijadas. Entre otras, privilegiar lo individual o lo social, la tecnología como fin o medio, evaluar cuánto o priorizar qué se aprende. Afrontarlas obliga a recrear condiciones de trabajo que respeten derechos y optimicen la tarea docente.

La crisis del Covid-19 ha reconfigurado los modos de relación social a escala planetaria, y la escuela no es la excepción. Frente a ello, surgen múltiples interrogantes. ¿Qué de lo escolar conocido se sostendrá y qué se modificará? ¿Qué formas tomarán las desigualdades sociales y educativas a partir de estas transformaciones? ¿Cuáles son las prioridades en las que debemos enfocarnos?

Tal vez, una de las cuestiones más novedosas de esta situación sea que, más que nunca, las respuestas están en nuestras manos. Estamos viviendo tiempos de invenciones en el plano de las políticas públicas y de las prácticas escolares, de producir articulaciones siempre complejas entre ambas escalas, de recuperar saberes pedagógicos que permitan pensar este presente transformado, de clarificar prioridades y acordar sentidos sobre lo que implica atender y garantizar el derecho a la educación. 

Los informes producidos en estos meses muestran una explosión de desigualdades educativas que afectan a estudiantes y docentes. Entre los primeros, se encuentran quienes quedaron desconectados de la escuela y las/os que, aún conectados, cuentan con desiguales condiciones para sostenerse en esta nueva forma educativa, según disponibilidad de conectividad, acceso a dispositivos, espacios/útiles para estudiar y condiciones familiares para acompañar sus procesos de estudio. Entre los segundos, conectividad y accesibilidad replican desigualdades estudiantiles, a las que se agrega la heterogeneidad de las condiciones materiales y familiares para sostener el trabajo educativo en los hogares y saberes pedagógicos para enseñar con y desde entornos virtuales. 

En este escenario, resultan evidentes los efectos de la discontinuidad de políticas de Estado como Conectar Igualdad. Queda claro también que, cuando las políticas educativas se ven superadas por la realidad (como en este contexto), se aprecia mejor el corazón de la escuela pública, que late al calor del compromiso cotidiano de sus docentes por enseñar y cuidar a sus estudiantes. 

Vivimos tiempos en que la transmisión se sostuvo por fuera de los marcos laborales existentes, aportando las/os docentes sus dispositivos y conectividad, pero también presencia para abrir comedores, entregar materiales impresos e incluso en algunos casos visitar familias. En este tiempo, Estado y docentes hemos tenido que reinventar las formas de pensar la enseñanza. Sin embargo, conociendo la complejidad de la situación que enfrentamos y las incertidumbres que nos rodean (cuándo volver a la presencialidad, la configuración de un ciclo lectivo 2020-2021-2022, entre otras), este esfuerzo cumplió un ciclo y es necesario plantear con claridad nuevas prioridades. Entre ellas, algunas de las más relevantes son las siguientes:  

  1. Revincular a estudiantes con quienes perdimos conexión. Es preciso articular lo que sabemos desde el interior de la escuela sobre quiénes se desconectaron, con la capacidad estatal de radiografiar la situación a escala provincial/nacional, y el desarrollo de políticas sociales que, recuperando información escolar, generen estrategias de re-vinculación, porque la escuela sola no puede.
  2. Sostener a quienes se encuentran conectadas/os. Dialogar con nuestras/os estudiantes, escucharlos, transmitir tranquilidad, dar ánimo, hacer lugar a las preocupaciones familiares y explicar e informar, tantas veces como sea necesario, atendiendo preguntas o interrogantes que nos realicen, porque forman parte de una dimensión pedagógica que debemos recuperar y fortalecer. No se trata de psicologizar la relación educativa, sino de reconocer la relevancia de la dimensión vincular y emocional para sostenerse en la apuesta por aprender. 
  3. Focalizar nuestros esfuerzos en enseñar. Es este un tiempo donde deberíamos privilegiar la transmisión cultural y una buena ocasión para descolonizar la enseñanza con respecto al discurso evaluador. No es momento de preguntar cuánto se aprende en la escuela, sino qué se transmite: una canción, un problema, una poesía, un dilema, una información, un interrogante, una explicación, una devolución. Se trata de ampliar la mirada sobre los saberes curriculares, porque la función escolar no se reduce a ellos, sino que los asume como un medio para construir ciudadanía comprometida, según nuestra legislación, con la construcción de una sociedad justa, donde primen el respeto por las diferencias culturales, de género, regionales (entre otras), la promoción de experiencias de trabajo cooperativo y modos solidarios de acción. 
  4. Reinventar los modos de organizar el trabajo de enseñar y del oficio de aprender. Precisamos promover modos de reorganización del trabajo docente y las prácticas de estudio atendiendo algunas cuestiones como las siguientes: 
    1. Jerarquizar los saberes a transmitir. La referencia para la normalización del sistema es el año 2022, según las autoridades nacionales. El Estado debe orientar con claridad sobre aquellos saberes irrenunciables de la escuela (no de las asignaturas) en este escenario. No pueden ser las instituciones quienes definan los irrenunciables a transmitir, porque ello redundaría en una profundización de las desigualdades por omisión estatal.
    2. Disminuir la cantidad de tareas en el hogar, mediante el trabajo de dos o más docentes en torno a temas/problemas comunes. Este es un criterio de integración curricular, que disminuye la intensidad del trabajo docente y la fragmentación de propuestas que reciben las/os estudiantes, mejorando las condiciones familiares de acompañar las propuestas escolares. No puede pretenderse que las familias sostengan lo que en la escuela requiere entre 5 y 10 docentes para su transmisión.  
    3. Elaborar sistemas combinados de trabajo docente: tres días de clase y dos para elaborar actividades, socializar información entre docentes sobre las/os estudiantes y realizar devoluciones a sus producciones. Estrategias de este tipo disminuirían la intensificación del trabajo docente, generando mejores condiciones de respuesta e interacción con estudiantes (todas las encuestas muestran una dedicación semanal de hasta 10 horas en los hogares).
    4. Generar planificaciones comunes al interior de las escuelas. Tomar como referencia al curso/grado y la asignatura, de modo tal que se puedan compartir actividades, recursos, planificaciones, modelos de devoluciones. Este criterio permitiría disminuir la soledad para pensar propuestas y la fragmentación de lo que se le ofrece a las/os estudiantes. 
  1. Generar condiciones para enseñar y aprender en escenarios de virtualidad. La reciente creación de Mi Aula Web es un avance importante en tanto no consume datos. También los créditos para la compra de dispositivos, pero seamos claros: es responsabilidad del Estado proveerlas. En este escenario precisamos el diseño de políticas universales que distribuyan paquetes de datos y dispositivos para enseñar y aprender.

La educación está en nuestras manos porque, junto a la instauración de políticas que construyan condiciones para garantizar el derecho de aprender precisamos reinventar las formas de pensar y sostener la enseñanza y ello nos coloca, en todas las escalas del sistema, como protagonistas en las opciones a construir: fortalecer lógicas individualistas o colectivas y cooperativas; subordinar la enseñanza a las tecnologías o asumirlas como un medio para fines pedagógicos claros; poner el foco en el tecnicismo preocupado por cuánto se aprende o restituir el lugar emancipador de la escuela poniendo a disposición de nuestras/os estudiantes la mayor variedad de bienes culturales posibles; fortalecer lógicas de mercantilización educativa, con software privativos o promover el acceso a software libre; demandar a los docentes respuestas que ni estatal ni socialmente están construidas o acompañar el trabajo de enseñar, porque la educación es un asunto de todas y todos.   

* Director del Instituto de Capacitación e Investigación de los Educadores de la Provincia de Córdoba (ICIEC-UEPC) y docente en el profesorado de la FCC-UNC.

Imagen principal: Stringer / Reuters