Por Ana Andrada *

La pandemia reveló inequidades preexistentes, vinculadas a lo económico, político, social y cultural. El presente desafía a la educación superior a repensar una pedagogía crítica e inclusiva y al docente a descentrarse, para interpretar los nuevos sentidos y subjetividades desde una perspectiva de educación popular y emancipatoria.

Pensar la educación en  pandemia es reflexionar sobre aquello que veníamos haciendo en la  educación superior, donde solo en horas pasamos a la modalidad virtual. Caso inédito, inesperado. Había que dar respuesta a la educación pública, al compromiso con la masividad en las cursadas de nuestras instituciones educativas. La pandemia visibilizó situaciones pre-existentes a nivel sanitario, económico y político; y en lo educativo, también afloraron virtudes y desencantos de nuestras propias prácticas.

Una deuda en la educación superior es hacer, pensar, sentir y construir desde una dimensión pedagógica crítica en los procesos de enseñanza y  aprendizaje. Los principios de Paulo Freire están lejanos en esta virtualidad, pero ya eran ajenos en la presencialidad. Siguen siendo preocupaciones, desafíos y deudas a cumplir.

Simón Rodríguez afirmaba quelo que no se hace sentir no se entiende, y lo que no se entiende no interesa. Llamar, captar y fijar la atención, son las tres partes del arte de enseñar. Y no todos los maestros sobresalen en las tres”. También nos reta a descentrarnos en nuestro oficio. 

Las asimetrías y desigualdades educativas están emparentadas con cuestiones estructurales, en lo económico, político, social y cultural. Una educación que se ve implosionada por procesos de globalización neoliberales y crisis económicas no se resuelve sólo instrumentando nuevos recursos tecnológicos, sino preguntándose qué significaciones, qué sentidos y qué subjetividades se construyen en nuestros contextos.

Nuestra tarea y la de nuestros estudiantes no se agota en las habilidades requeridas de acceso y uso tecnológico; implica además las interacciones y competencias que se generan a partir de ellas. Entonces, ¿cómo pensarnos en nuestro ámbito universitario, cuando la realidad nos interpela por cómo damos sentido crítico para no caer en la mera instrumentalidad? 

Aun en tiempos de pandemia y despliegue virtual, la praxis es necesaria, ya que es  “reflexión y acción de los hombres sobre el mundo para transformarlo”, como lo manifiesta Freire. Es así que la educación superior debe pensarse en este marco desde una perspectiva crítica, lo que supone un importante desafío que ya tenía pendiente en la presencialidad y ahora debe estar presente en la virtualidad. 

Desde esa perspectiva, el docente debería poder descentrarse para conformarse desde una mirada crítica y reflexiva. Del otro lado del acto educativo, el estudiante es una persona humana con derechos y el desafío es vincularse, no de manera monológica, sino dialógica, respetando sus modos de apropiación.

En este sentido, la gran distancia que muchos reflejan entre enseñar y evaluar, cuando ambas acciones son parte de un mismo proceso, nos presenta las estructuras de poder en el ámbito educativo. Aquellos preocupados por controlar al estudiante no pueden ver que ese vínculo pedagógico es el que facilita los procesos de apropiación. No podemos ver los ojos de nuestros estudiantes, pero sí podemos reconocer sus miradas, sus sentimientos, sus dudas, sus preocupaciones. Esto vale igual si está sentado en el aula o frente a la pantalla. 

La educación superior tiene deudas desde la Reforma del 18, desde las cátedras libres o populares. Por ello, la relación entre actores humanos que se comunican e interactúan, potenciando lo dialógico sobre lo monológico, es un punto de partida posible, donde se procura construir en nuestras aulas virtuales desde una ecología simbólica, donde el uso pedagógico y reflexivo debería ser orientador de nuestras prácticas educativas. Para ello es necesaria la capacitación y la reflexión permanentes, en clave de educación popular y emancipatoria en el nivel superior.


* Especialista en docencia universitaria. Directora del Profesorado en Comunicación Social de la FCC-UNC.