Por María Paulinelli *
En un mundo signado por la pobreza, violencia, banalidad y desaparición de la política, ciertas lecturas nos recuerdan que no todo está perdido y es posible recuperar humanidad. Un nuevo ciclo de reseñas se inicia con La piedra de la locura, de Benjamín Labatut, y la poesía de Pablo Carrizo, Eloísa Oliva y Silvina Mercadal.
¡Hola!
Y… vuelvo. Una y otra vez.
Tiendo mis palabras desde el fulgor de la pantalla… desde el afecto que me moviliza a estar con ustedes… desde las ganas de mejorar este tiempo que vivimos.
Y entonces, vuelvo. Hablo. Digo. Les sugiero
Un verano poco amable. La palabra crisis nos envuelve desde variadas perspectivas. Una naturaleza hostil nos devuelve siglos de desenfreno, de displicencia, de desconocimiento de los límites de su utilización. Temperaturas extremas, incendios devastadores, fenómenos inusuales de sismos, erupción de volcanes, nos llenan de pavor y desesperanza. El lento transcurrir de las estaciones se ha alterado en un desorden inexplicable.
Los humanos no escapan a esta situación de intemperancia. No solo en el desconocimiento del otro en las relaciones mínimas de convivencia –la violencia exacerbada, la carencia de reglas, la indolencia frente a la vida y la muerte– sino la desaparición de la política como marco regulador de la relaciones sociales –autoritarismo sin límites, bastardeo e inocuidad de las instituciones, desaparición de las utopías que permitían la ilusión de transformaciones sociales–. Los desgarramientos de países, el atavismo de los odios, el desconocimiento de la paz en generaciones sucesivas, la falta de esperanza, el desmedro de los otros en incomprensibles guerras, en absurdas tropelías de superioridades étnicas, económicas, ridículamente intelectuales sumergen este mundo que habitamos en un caos.
La palabra como forma de comunicación y relación de las personas y de los grupos, lentamente se desvanece en esa categorización propia de lo humano. Y así, podríamos seguir enumerando las distintas falencias que nos abrazan y nos llevan a estar tremendamente tristes, confundidos, cada vez más solos y aislados.
Pero no todo está perdido. Aún nos queda la posibilidad de volver a recuperar esa condición que los hombres y mujeres tuvimos y tenemos todavía. Mirarnos, reconocernos, pensar desde la vitalidad que nos cimenta, cómo podemos volver a recuperar al otro, a la palabra, a la construcción de nuevas utopías, a la esperanza en un mañana más de todos…
Y entonces, en esta crisis incierta, en esta carencia de luz y transparencia, volvernos una y otra vez a reconocer las voces que nos alertaron, que nos sacudieron de la comodidad y la complacencia. .. que nos siguen alertando en los textos que escribieron.
Les decía, los animaba a la resistencia en los últimos diálogos que mantuvimos el año que ha pasado. Resistencia a la disgregación, a la vaciedad de propuestas, a la carencia de la política en todos los niveles de la sociedad.
Resistencia también –desde nuestras posibilidades– a la utilización espuria de la palabra, a la falta de significaciones, a la banalidad a la que ha sido reducida.

Y aquí estoy para contarles, los textos maravillosos que he leído y que les sugiero que lean, que los piensen y que, además, propongan otras lecturas para que las palabras se expandan, no solo en la pantalla, sino en el encuentro que significa dialogar, hablar con el otro.
Y empiezo. Hace un tiempo les hablaba de Benjamín Labatut, el chileno autor de Un verdor terrible. Recuerdo que quise transmitirles su mirada sobre la carencia de certezas de las matemáticas y las ciencias en estos dos últimos siglos y les remarcaba la metáfora del Jardinero Nocturno que cierra el texto y que resume estas insuficiencias. Me resultó increíble.
Y como me pareció así, es que este verano me encontré con La piedra de la locura. Allí, no solo profundiza aquellos conceptos, sino que –desde la experiencia política de las últimas décadas en su país– enuncia una mirada que quizás sea necesario revisar en estos tiempos que vivimos. Por eso, allá va como texto fundamental.
Pero no puedo despegarme de la poesía como el último reducto que nos queda a los humanos. Tres textos. Solo tres, he retenido. Los tres de egresados de la ECI-FCC: Pablo Carrizo, Eloísa Oliva y Silvina Mercadal.
El lirismo se transforma. La poesía se nutre de lo cotidiano. Se inunda con la sonoridad de la música, la virulencia de las imágenes, se convierte ella misma en un objeto de arte. Pero también, puede ser leída como una visión que remite a una crisis de la identidad que deviene de esa otra crisis de la razón, del conocimiento y de las ciencias.
Los tres, pues, como posibilidades distintas. Como muestras de lo nuevo, lo diferente que se expande en todos los espacios de este tiempo. Un tiempo que nos exige respuestas diferentes. Otras formas de entender y de vivir.
Les diré poco. Solo pistas adonde me condujeron mis lecturas. Ustedes, leerán los textos y realizarán su propio recorrido. Por eso es que adjunto el PDF de Labatut. Los libros de poesía están en la Biblioteca de la Facultad.
¿Empezamos?
Naufragar en la locura
Benjamín Labatut escribe La piedra de la locura. Continúa sus sabias reflexiones sobre este tiempo que vivimos. Les advierto, considero solo la primera parte: La extracción de la piedra de la locura.
Me pregunto: ¿Por qué la remisión a la locura? Quizás –me respondo– como necesidad de ubicarse en ese espacio ambiguo, nuevo, desconocido, inexplicable, quizás ininteligible, adonde nos lleva ese nuevo espíritu del tiempo –como decía Edgard Morin– para caracterizar lo primordial, que define una época.

Un epígrafe de Antonio Gramsci transparenta el espacio desde donde habla. La crisis consiste precisamente en que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer: durante este interregno surgen los más variados síntomas mórbidos. Está todo dicho.
Dos fragmentos estructuran el texto. Uno remite a voces que anunciaron estos cambios. Se continúa al final del texto con la voz de un documentalista que insiste en este anuncio. Plantea así, sucintamente, cómo esta crisis fue anunciada. Menciona, en un primer momento, solo tres protagonistas. El escritor Phillips Lovecraft, quien en un relato plantea lo que Labatut reseña certeramente.
Así, explicita: Vivimos en una isla de plácida ignorancia en medio de negros mares de infinito y no estamos destinados a viajar muy lejos. Las ciencias, nos han perjudicado poco hasta este momento; pero algún día la suma de todo ese saber disgregado abrirá una perspectiva tan aterradora sobre la realidad, y sobre el espantoso lugar que ocupamos en ella, que nos volveremos locos producto de esa revelación, o huiremos de la luz hacia la paz y la seguridad de una nueva edad oscura.
El matemático David Hilbert, reconoce la crisis de las matemáticas causada por nuevas ideas que habían ampliado este universo de forma increíble, pero mostrando paradojas irresolubles y contradicciones lógica que amenazaban con destruir todo su edificio teórico. Buscó así –dice Labatut– desenterrar los últimos cimientos de la matemáticas: históricamente, coincidió con el abrupto surgimiento de ideologías fascistas a lo largo de Europa, y también, fue –aunque quizás esto de forma inconsciente– un intento por hallar tierra firme y contener el avance de una extraordinaria sin razón que parecía estar extendiendo su garras no solamente sobre el paisaje político, sino por debajo de la piel de la ciencia humana más racional de todas.
El escritor de ciencia ficción, Philip Kindred Dick, creando esa tensión entre alucinación y realidad con la existencia de infinitos mundos. Esto lo lleva a afirmar que nuestro mundo, esta sólida masa de roca que habitamos, no es verdaderamente real, sino que deberíamos pensar en él como en un simulacro, o una simulación. Concluye Labatut: En sus sueños locos, en su maravilloso delirio, sintió la resaca y el tirón de corrientes subterráneas que han comenzado a despedazar nuestro mundo.
Estas tres miradas parecen haberse fusionado para crear la imagen de un cosmos inaudito que no está regido por un orden, sino que se nutre del caos.
Y luego, leemos el segundo fragmento, donde Labatut reconoce que durante siglos conocíamos una sola manera de hacer las cosas. Se remite, entonces, en una traslación importante, a la experiencia política chilena.
Magistralmente, enuncia los distintos momentos que se suceden desde la dictadura de Augusto Pinochet: seguimiento de un orden establecido con sus reglas, el adormecimiento en un orden democrático liderado por el crecimiento económico, el surgimiento de la conciencia de las carencias con las consiguientes movilizaciones y protestas que fueron acompañadas de violencia y caos, la pandemia con todo el aislamiento y anulación de la sociabilidad…. Busca causas que justifiquen este fracaso. Dice: No hubo una narrativa central que explicitara. Solo voces discordantes, experiencias que se superponían desordenadamente, un caos que oscurecía las utopías ahora oscurecidas. Quedó reducido a un estallido social. Una singularidad que no logró concretarse.
Y volvemos al primer fragmento que retoma ahora la voz del documentalista Adam Curtis que trata de explicar estas situaciones sin sentido como la chilena. Labatut resume: No tenemos historias para explicarnos adecuadamente porque estamos atrapados en una carrera alocada, desencadenados del pasado y sin nada que nos ate a una imagen fija del futuro, libre de cualquier tipo de restricción pero completamente perdidos.
Y termina: La irrupción de lo nuevo es un proceso traumático. Hoy los monstruos y maravillas de la ciencia y la tecnología nos tienen paralizados. Debemos hacer un esfuerzo constante para no ahogarnos entre las rompientes de una interminable marea de cambios, mientras los poderes políticos y económicos nos apalean hasta la sumisión y las grandes compañías que habían prometido no hacer el mal, nos espían con su enjambre de algoritmos.
Sagaz relato que nos involucra a nosotros… Inteligente perspectiva que nos golpea en la cierta comprobación de la situación en la que estamos. ¿No?

Los poetas dicen
Pablo Carrizo escribe La segunda luz. Eloísa Oliva, El núcleo de la tierra, seguido de El año de los sicotrópicos. Y Silvina Mercadal, La cautiva, alucina.
Entonces, recorro las páginas. Miro el diseño que forman las letras al dispersarse en las hojas en blanco. Me abrazo a las palabras y busco su sentido mientras… mientras siento que aún es posible la poesía pero desde posibilidades diferentes.
El lirismo del yo, da paso a la interpelación, al encuentro con el otro. Pareciera que ni siquiera un balbuceo permite explayarse a ese yo que musita diálogos o se desploma ante la fuerza y sonoridad de las metáforas, imágenes, sensaciones. Burbujeantes figuras que recitan otro lirismo despegado de la forma incisiva del yo al pronunciarse, al decirse, al recitarse.

Me embeleso con ese objeto bello que es el libro de Pablo. Admiro la memoria insinuada y poetizada en esas palabras que buscan denodadamente esa segunda luz que puede ser el pasado y puede ser el presente… en una cotidianidad que desliza un sentido de la vida diferente.
Así, prioriza una memoria cargada de acciones simples, comunes, casi precarias, con el lirismo que solo dan las pequeñas cosas que vivimos. Intrascendencia que inaugura una nueva trascendencia.
Me pregunto y me sigo preguntando. ¿Acaso ese es el significado de segunda luz?
Siento el distanciamiento del mundo en Eloísa. La comprendo. Me identifico con esa necesidad reverencial como define al lenguaje.
Quedo absorta en los cambios que enmudecen la alegría… en la necesidad de nuevos centros en la tierra que se habita, que no es otra que la metáfora de la vida que transcurre.
El mundo enmudece ante el dolor que producen los humanos, por eso la remisión a otros antiguos dolores en la Historia. Por eso, también, interroga y se pregunta por las tristezas que construyen su experiencia vital.


Admiro la ruptura de identidades creadas y referenciadas como formas legitimadas en el tiempo. Eso significa el texto de Silvina Mercadal. La inoperancia de la significación de la cautiva echeverriana, y de todas las implicancias con la nacionalidad que se creaba.
La creación de una nueva cautiva que alucina, es decir que sorprende, asombra… hasta deslumbra. Una mirada desde los años de este siglo que prioriza otras significaciones, diferentes ellas, pero brutalmente contemporáneas.
Y siento, entonces, finalmente, que estos textos se internan en un cierto desmedro de la tradicional actitud lírica… para proponer una poesía de los días de este siglo
Los dejo ensimismados en el mundo que hoy vivimos.
Interpretaciones. Significaciones. Sacudimientos ante lo banal que puede resultar nuestra existencia. Banalidad no exenta de violencia, desconocimiento y marginaciones.
La palabra nos conduce por laberintos impensados… pero siempre singularmente humanos.
¡Hasta más vernos! María
Una acotación final. Me he propuesto que mis encuentros con ustedes tengan la consistencia imprescindible, y también, la extensión que dan los escasos tiempos que suponen los textos que hoy circulan. La lectura de estas propuestas dará iluminaciones que completarán estas escuetas señales.
¡Gracias!
Textos
Carrizo, Pablo. 2024. La segunda luz. Lote II Ediciones. Córdoba.
Labatut, Benjamín. 2022. La piedra de la locura. Nuevos Cuadernos Anagrama – Anagrama Editorial. Barcelona. España.
Mercadal, Silvina. 2016. La cautiva, alucina. Borde Perdido Editorial Córdoba.
Oliva, Eloísa. 2019. El núcleo de la tierra, seguido de El año de los psicotrópicos. 2017. Ediciones Nebliplateada. Buenos Aires.
Foto principal: Un bote repleto de migrantes Sirios navega en el mar Mediterráneo rumbo a Europa: Foto: Sea Eye
* Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.