Por Agustina Yance *
A pesar de lo que el sentido común podría indicar, los editores independientes enfrentan la falta de su principal insumo de distintas maneras. Unos se cierran a los escritores reconocidos. Otros transforman la carencia en una oportunidad creativa.
En la actualidad, las editoriales independientes de Córdoba, las que reciben la denominación de “pequeñas” pero representan a la mayoría del sistema editorial, son afectadas por la escasez de insumos de impresión, principalmente de papel.
Esta crisis genera distintas posturas en la industria editorial. Por un lado, consideran que produce un estancamiento de producción que perjudica el alumbramiento de nuevos escritores. Y por otro lado, opinan que genera una proliferación de creatividad que trae a la mesa nuevas propuestas de soportes y materiales: libros hechos de cartón con páginas textiles y papeles reciclados, entre muchas otras cosas más.
Un problema crítico: la escasez de papel
En la industria editorial, las editoriales independientes transitan actualmente serios problemas para producir y comercializar libros. Un informe de la Cámara Argentina del Libro (CAL) reconoce el problema de desabastecimiento de papel iniciado a fines de 2021 y agravado en 2022.
En la Argentina la falta de papel se agudiza a causa de la concentración de la fabricación en dos grandes oligopolios: el Grupo Ledesma y la empresa Celulosa. Ambas corporaciones tienen la potestad de fijar los precios y de decidir a dónde direccionar el papel. El poder que controlan aumenta a causa de la inexistencia de regulación por parte del Estado, que, desentendido, no evita el abuso y los tratos desiguales hacia las editoriales pequeñas. Algo que no padecen las multinacionales del mercado editorial.
Otro conflicto que afrontan semana a semana las pequeñas editoriales independientes es el aumento regular del costo del papel. Según la CAL, el papel aumentó un 35 % en el 2020; un 121 % en 2021, y en lo que va de 2023, acumula un aumento de un 63 %. Esta suba implica que los editores del rubro independiente, con tal de poder publicar y subsistir tienen que aceptar los altos valores, que cuestan inclusive más que la mano de obra intelectual. En efecto, el papel tiene una participación de más de un 50 % en el costo del libro.
Ante este panorama caracterizado por la contrariedad, las editoriales buscan una manera de adaptarse, un arma que les sirva para combatir en todos los frentes. ¿Cómo se plantan?
Dos miradas que se entrecruzan
Desde muy joven, Alejo Carbonell emprende una relación con la literatura. Desde que en su juventud empieza a escribir y a publicar algún que otro libro. Su relación con el oficio de escritor se afianzó cuando experimentó, de primera mano, la magia de convertir un manuscrito a un libro. Actualmente se desempeña como director y editor de Caballo Negro Editora. Entre sus propósitos editoriales destaca la construcción de un catálogo fructífero, que promueva la difusión de escritores del interior del país, figuras que suelen quedar relegadas a la sombra de las grandes editoriales que habitan en Buenos Aires.
A Carbonell la falta de papel lo ha perseguido por mucho tiempo, como un compañero recurrente al que ha enfrentado desde el primer día. A pesar de que considera que actualmente hay muchas editoriales como “jamás hubo antes”, el horizonte editorial “está verdaderamente áspero” en términos económicos. Para él, hacer libros es cada vez más caro y además, la carencia del recurso vital dificulta el accionar de los editores independientes cuyos planes editoriales son más ajustados: “La gran mayoría de las editoriales argentinas no publican más de diez libros al año. Hay un puñado de ‘monstruos enormes’, después algunas decenas de editoriales medianas, y luego todas las otras que somos pequeñas. Y las pequeñas publicamos muy poco”, detalla Carbonell.
Manuela Orosz y su padre Demian Orosz están a cargo de Vaca Muerta Ediciones, un proyecto editorial creado en 2022. Desde su casa en Unquillo, Sierras Chicas, la familia realiza la impresión, el cocido y la encuadernación casera de los libros. Humildemente esperan todo evento, feria y espacio que puedan ocupar para hacer llegar sus trabajos a los lectores aficionados.
Manuela coincide con Carbonell en considerar que la falta de papel es un mal peligroso y frecuente. “El papel durante este año fue todo un tema. Es muy difícil de conseguir, y más allá de conseguirlo, está el tema de cómo se han disparado los precios. Entonces lo que hay, sale muy carísimo, porque hay muy poco. Lo que entra viene con esos aumentos y es algo que casi nunca baja”. Por ese motivo, explica Orosz, tomar la decisión de hacer un libro nuevo o de continuar haciendo los que ya están en producción, “se vuelve una gran complicación que trastorna a los editores y los somete a una encrucijada: aumentar el precio final del libro o que sigan siendo accesibles para los lectores”.
La editora Vaca Muerta atraviesa un plus a la situación problemática propia del interior de la provincia: no sólo tienen que esperar que lleguen los materiales que vienen del exterior si no que también tienen que esperar que lleguen de Buenos Aires. “El otro día pensaba, en torno al papel o las cartulinas de la tapa: ‘uy, si estuviera en Buenos Aires, voy, lo veo y lo compro’. Acá lo tenes que pedir y no lo conocemos hasta que llega”, ilustró. Estableciendo una especie de analogía entre “centro y periferia” para Orosz cuando se reside en cualquier otra provincia que no sea Buenos Aires, se complican los accesos y la disposición de los materiales.
Ante la situación que enfrenta junto a sus compañeros, Carbonell plantea que la escasez del papel genera un “efecto conservador”. Es decir que, con el contexto económico adverso actual y la escasez de dinero de la editorial, el editor prefiere ir a lo seguro. En otras palabras, para no errar o tratar de errar lo menos posible, el editor se vuelca a publicar a aquellos escritores que ya cuentan con trayectoria y prestigio consolidado. En vez de arriesgarse a confiar en nuevos exponentes. “Suponete que un pibe de 20 años viene con un libro que está muy bueno, y también viene… no sé, Javier Quinta, que ya tiene algún que otro premio, dos o tres libros publicados, con un libro buenísimo. ¿A quién público? A Javier Quinta. Y es una situación motivada únicamente por el terror”. Frente a ello, el editor de Caballo Negro se muestra disconforme porque, si bien esta “estrategia” permite la posibilidad de ingresos estables, afecta seriamente a los lectores y a sus formas de pensar. En definitiva, para él, “perturba al crecimiento de la cultura, debido a que la ausencia de cosas experimentales y nuevas, va empobreciendo la mirada social”.
Por su parte, Manuela Orosz decide escarbar un poco más para sacar, aunque sea, algo positivo. No niega que acortar las oportunidades y los materiales genere menos margen de acción; y que mientras más posibilidades se tengan, más cosas se pueden hacer. Pero al mismo tiempo, sin intención de romantizar cree que aunque predomine la escasez, es posible y de hecho, Vaca Muerta lo hace, usar cosas que funcionan y que permiten seguir promoviendo la producción. “Un libro puede estar bueno sin que se haga necesariamente como siempre se hace”, dispara.
Desde esa perspectiva la creatividad tiene espacio para resurgir desde distintas expresiones poco convencionales. “Cada uno, en su trabajo, va encontrando cosas. La otra vez, una compañera había hecho un libro con una tinta. Depende de cómo imprimas, qué máquina tengas, a veces la tinta se puede levantar porque no se agarra bien al papel. Esta compañera me decía que eso le había parecido rebonito para un libro que se trata sobre fantasmas, porque lo vas tocando y se va borrando. Entonces tiene como esa cosa volátil. Eso es alucinante”, grafica de manera muy entretenida. No obstante, Orosz sabe perfectamente que lo ideal sería tener el papel para editar un libro de manera tradicional, si esa fuese la elección de la editorial.
Orosz no coincide con Carbonell en el hecho de que frente a la ausencia de papel se decida optar por lo seguro. Al contrario, piensa que las editoriales independientes tienen mayor flexibilidad y que uno de sus faros es apuntar a dar a leer. “Al hacer los libros nosotros tenemos bastante margen de cómo queremos hacerlo. Me parece que, a lo mejor, si vas a una imprenta o a las grandes editoriales, eso se diluye”, remata.
Foto principal: Agustina Yance
* Estudiante de tercer año de la Licenciatura en Comunicación Social. Informe producido en el taller Periodismo: de lo hecho a lo posible, del sumario a la primicia. Qué portal, coordinado por la periodista y docente Pilar Ferreyra, en el marco de las Prácticas Preprofesionales en la Secretaría de Producción y Transmedia y el Programa de Apoyo y Mejoramiento de la Enseñanza de Grado (PAMEG).