Una multitud se congregó en la Washington y en distintas ciudades del mundo en defensa de la ciencia.

Por: Lucía Céspedes. Egresada FCC. Desde EEUU

La Marcha por la Ciencia del pasado sábado 22 de abril (que sea el Día de la Tierra, no es pura coincidencia) fue una manifestación con espíritu de festival, al menos en Washington DC. Lo tuvo todo: estrellas, muy buena música, seguidores leales bajo la lluvia, carpas, food trucks y vendedores de recuerdos. Muy puntual,  a las diez, empezó el evento principal. Cuando el presentador Questlove (músico, productor y periodista) apuntó a la Casa Blanca, lejana pero visible, desde el predio del Monumento a Washington donde se desarrollaba la acción.

Recortes presupuestarios a la Agencia de Protección Ambiental y al Instituto Nacional de Salud, censura en las comunicaciones del Servicio de Parques Nacionales, y, sobre todo, un discurso de negación del cambio climático y la instalación de los “alternative facts” (“hechos alternativos”) como verdades son algunos factores que animaron a distintas instituciones científicas de Estados Unidos a convocar su propia marcha en defensa de la ciencia. Una acción política pero no partidaria, y surgida desde la comunidad científica pero de ninguna manera restringida a ella, cuyo antecedente más exitoso fue la Marcha de las Mujeres el pasado enero.

El clima pasó por todas los estados, desde llovizna a “se llueve todo”. Tanta agua no resultó buena para los carteles y pancartas de cartón o papel, y muy pronto hubo masas de celulosa mojadas en cada cesto de basura. Una pena, porque los carteles eran un desfile de ingenio, ocurrencias, enojo y hartazgo bien humorado, y una dosis importante de frikismo. Los personajes fueron desde Beaker (el muppet científico) hasta los ácidos Rick y Morty, pasando por todo el elenco de Star Trek y hasta Doctor Who (portado por esta cronista), y quien sabe cuántos personajes más entre las 40.000 personas que, se estima, marcharon en DC solamente, sin contar las casi 600 marchas satélites en todo el mundo.

Hoy que la ciencia está amenazada, la ciencia ficción sale en su defensa. “Sin la ciencia, es sólo ficción” dice un cartel por ahí, como para reforzar el punto: la narrativa que se está instalando no sólo es negacionista, sino creadora de realidades paralelas. Al contrario, “celebrar la ciencia significa abordarla holísticamente, con sus aciertos y errores”, afirmó el anfitrión y YouTuber Derek Muller. “Más que ciencia, digamos que estamos defendiendo las ciencias”.

“Saludos a los observadores de la naturaleza, protectores del agua, y defensores de la Madre Tierra. Soy profesora universitaria, mohicana y científica”, declaró la doctora en ciencias químicas Mary Jo Ondrechen, dejando en claro que la ciencia, el método científico, el observar-hipotetizar-experimentar-tratar de sacar algún sentido de los resultados-y volver a empezar no es incompatible con ninguna cosmovisión. Desde la organización de la marcha ese es el mensaje: “Nuestra diversidad es nuestra mayor fortaleza, una multitud de opiniones, perspectivas e ideas es crítica para el proceso científico. Lo que nos une es nuestro amor por la ciencia y nuestra curiosidad insaciable” expresan en su sitio web oficial.

En cuanto a diversidad, los oradores fueron un desfile de mentes humanas corajudas que encontraron un terreno fértil para crecer. Como advirtió la profesora de la Universidad de Michigan Meghan Duffy, “el talento está bien distribuido en la sociedad, las oportunidades no”. “Yo no la tuve fácil, soy afroamericano criado en un barrio pobre de Nueva York. Gracias a un programa del Congreso tuve la posibilidad de convertirme en investigador, y ahora le doy esa posibilidad a otros”, destacó el doctor en neurociencias Erich Jarvis; “La astrónoma que diseñó nuestro sistema de clasificación de estrellas era sorda”, dijo en lenguaje de señas la doctora en biología Caroline Solomon.

Pasadas las 12 habló Bill Nye y la gente lo recibe al grito de “Bill, Bill, Bill!”. Con su corbatín de rigor, evidentemente era el orador más esperado. En Estados Unidos Nye es muy reconocido como el hombre de la ciencia (“The Science Guy”), por el programa de divulgación científica para chicos -y no tanto- que condujo de 1993 a 1998. Actualmente es director de la Sociedad Planetaria (The Planetary Society, ONG fundada por el legendario Carl Sagan para promover la exploración del Sistema Solar), y acaba de estrenar la serie “Bill Nye Saves the World” en Netflix. Él mismo encabezó la marcha en sí, que salió a las dos de la tarde y recorrió más de diez cuadras bien largas hasta la puerta del Congreso de los Estados Unidos.

La marcha se dispersa, el metro de DC está pronto a colapsar, y pienso en el énfasis que hubo todo el día en la importancia de comunicar la ciencia, de educar, de abrir el juego a las generaciones que se vienen. Antes se subirme al colectivo me reclamo no haberme comprado un café o una toalla. Mientras trato de encontrar consuelo en los rincones más secos de mi campera empapada, en el asiento de adelante viaja Julia, que me ve tiritando y me convida un chocolate. Tiene 8 años y vino desde Virginia con su mamá, fue a una marcha por primera vez, armada con un cartel lleno de tortugas marinas de un lado y la frase “There’s no planet B” (“No hay un planeta B”) del otro. Nuha, de 16 años, planea ser investigadora médica y no piensa permitir que se le niegue esa opción laboral. Sam y June, compañeros de primer grado, también la tienen clara. Él, con su buzo estampado con cohetes, quiere ser astronauta; ella, maestra o científica “para mezclar pociones”. Que el futuro se quede tranquilo, que tiemblen todos los hechos alternativos del mundo, acá hay equipo.

 

Fotos: Gentileza March for Science