Por María Paulinelli *

Desde la esquina entre el relato y la poesía, el recorrido por la obra literaria de egresadas/os y docentes de la ECI-FCC continúa con Feedlot, de Javier Quintá, Fábulas de la ciudad, de Ulises Oliva, y Polvo, de Gabriela Halac.

¡Hola! Los días se hacen cortos… inexorable, lentamente. Avisan la llegada del invierno, el final de este otoño transparente.

También, un otoño extraño, diferente. Algarabía de cielos muy azules, calidez de un tiempo casi voluptuoso,  pasmosa presencia de un bullicio que parece anunciar la primavera.  Todas cercanías que parecen… sin concretar lo que se supone que suceda.

Solo es un otoño que se desplaza –intermitente– hacia el invierno. 

 Y entonces, en este discurrir por esos aconteceres potenciales,  ocurre que me encuentro también, en cercanías. Miro los textos que me miran y encuentro que ellos, también, me muestran eso: cercanías.

 Alejamiento paradójico de lo que resulta el normal acatamiento: otoño que preludia en un invierno. Textos que anuncian una escritura más cercana a otros discursos.

Cercanía de una estación desdibujada… pero estación otoñal cerrando un ciclo. Textos que son los mundos posibles que se narran… pero desde el vértigo que da la creatividad, la libertad, la certeza de un lenguaje que restalla.

Es así que los invito a leer estas nuevas maravillas. Digo nuevas, porque quizás no las leyeron. Textos que mezclan el ordenamiento poético  con el relato escueto de aconteceres y de hechos.

 La confusión entre narrar y expresar, crear, sentir… para recuperar así, la magia que aún existe en los espacios que habitamos. La sublime conjunción de la imagen que se dice y que, también, se intercala entre las hojas que narran y recuerdan.   

Acá estamos.

Ni poemas ni relatos. Indistintos.  Javier Quintá con Feedlot. Los inciertos espacios de los mundos posibles.  Ulises Oliva  con Fábulas de la ciudad. Los mundos posibles también se hacen con imágenes, momentos. Gabriela Halac con  Polvo.

¿Me siguen?

Ni poemas, ni relatos. Indistintos.

Javier Quintá – Foto: Babilonia literaria

Javier Quintá escribe Feedlot.   

Quizás lo sueña. Quizás, aún lo está escribiendo. Yo, lo leo. Quizás, también lo sueño.

Todo es y no es al mismo tiempo. Por eso digo: Indistintos… como queriendo apresar en un concepto la significación de todo el texto.

Imposible rotular o encasillar el desmadre de significaciones, la brillantez de las situaciones relatadas, el acoso a un lenguaje desde distintas modalidades discursivas. Resulta así, una aventura la lectura.

 Vamos juntos. Empecemos.

La palabra que da nombre al conjunto de fragmentos que es el texto -Feedlot- se representa en la sutil imagen de la tapa. Imagen que reverbera  en otra imagen. Indistintas. Una y otra. Destellos una de otra.

¿Por qué Feedlot, me pregunto sorprendida? La traducción me indica: Corral de engorde intensivo de ganado en corrales, en la cual se le suministra a los animales dietas de alta concentración energética y alta digestibilidad. Metáfora, me digo. Una traslación de significaciones que tienen en común, la nutrición, la sustentación, la alimentación de forma graduada y conveniente. Infiero. Metáfora pues, de la similitud que guarda ese sistema con la sustentabilidad que provee la lectura de este texto. Increíble. ¿No? Y entonces, es que comprendo lo indistinto… que resulta una totalidad indivisible.

Pero sigo. Abro el libro y me encuentro con una hoja de textura diferente. Tiene un texto. Es y no es un Prólogo. Si  lo fuera, estaría dentro del texto. Acá está en el borde. Independiente. Tiene un título: Javier Quintá. Su voz –la del autor- reseña el enunciado. Es a su vez, la síntesis de todos los fragmentos. Así dice: En la escritura una lengua muda como la mía adquiere sonido…… Durante muchos años me mantuve en silencio. Hasta este momento en que escribo. Presente permanente que confiere a la escritura la potencialidad de “engorde intensivo” como indica  el título del libro. La mudez desaparece en la escritura.

Pero dice algo más. Señala la totalidad o indiferenciación de los sentidos que lo relacionan con el mundo de la escritura. Oigo con los ojos, toco con el olfato, con las manos huelo el contorno de las cosas. Más aún. La escritura lo relaciona con la existencia. Le da consistencia al mundo donde vive. Sin mis palabras pierdo la trama, busco en sueños algo de realidad. Nuevamente reitera ese sentido de indistinto. Sueño / realidad.

Indistinción que permite concretar ese mundo posible, esos mundos posibles que ha creado… y que están escritos  en Feedlot. 

Un conjunto de fragmentos estructura el texto. Fragmentos que podrían agruparse en series, grupos, formaciones por la progresión de los títulos –algunos- por la significación de los enunciados-otros-. De  todas maneras, se ordenan libremente. Solo la cronología puede ser un condicionante que estructure.

Estas series se agrupan en Notas telefónicas, Cronología de años -2001, 2007 y 2020- y de meses -de enero a diciembre-, fragmentos numerados, y con diversidad de títulos- los restantes-.

Cada grupo tiene una significación particular que restalla la maravilla de ese mundo posible que resulta todo el texto. Así Notas telefónicas señala cuestiones que le son imprescindibles y que se vinculan a la escritura. Transcribo algunas solamente. (Es mejor que las lean en el texto.) Uno tiene que empezar a escribir/ solo para saber que nunca se dice toda la verdad….. Cosas que dejó el recital de poesía: /quitarle a las palabras/ lo que tienen de escrito…… ¿Qué es un sueño/ sino el deseo / de que algo se concrete?

La cronología de los años y los meses, permite atisbar los acontecimientos que suceden en su vida pero vinculados a la producción escrituraria. Llego tarde. / Hoy debería escribir un poco, pienso

Los numerados, apelan a situaciones entreveradas entre el mundo real y lo imaginado. Sueño que se me cae el pelo/ y yo/ desde arriba/ veo los huecos de mi interior.

Pero es en los fragmentos restantes, donde el relato del mundo posible enunciado por Javier,  se muestra con toda su potencialidad. Diseñados en el formato de la poesía, -pero sin rima ni ritmo como todos los fragmentos del libro- atisban situaciones, cuentan experiencias, rememoran momentos… todo desde esa indistinción entre lo real y lo imaginado,  lo factual y lo soñado, lo vivido y lo deseado. Aluden a la cotidianeidad de un día de clase, del camino hasta el trabajo, de diversos oficios, profesiones…. Los afectos, las vivencias, la vida en definitiva atraviesan, como luces que relampaguean y se apagan. Relatos todos que resultan así, fragmentos de ese mundo posible que es su vida y que puede ser transferido en la escritura como sustancia que alimente, vivifique y permanezca. Indicios. Solo gestos. Movimientos. Destellos. Por eso les decía: indistintos. Y leemos Dialéctica negativa, sucinta autobiografía; Zeus como la incomunicación que nos rodea; Editor, Pintor, Jardinero, Maratonista…  micro relatos donde suceden las perentoriedades del oficio o profesiones; Gabriela Mistral, donde se amontonan las minucias que cuentan un día de clase; Youtube, donde campea la ternura en ese momento con su hija… y así accedemos a ese mundo posible que nos entrega en cada fragmento, desde el sueño de un poema y el lenguaje, que oscila entre la poesía y el relato de historias que suceden o no…. Pero que fueron escritas o soñadas por Javier.

No dejen de leerlo. La maravilla los encontrará a la vuelta de cada hoja.

Los inciertos espacios de los mundos posibles

Ulises Oliva, autor de Fábulas de la ciudad

Lo leí hace mucho tiempo. 

Vuelvo a sentir la dulce melancolía de las cosas que no están pero estarán para nosotros, siempre.

Fábulas de la ciudad, de Ulises Oliva, conserva la magia, el hechizo, la extrañeza de quienes saben que los sueños existen y no se acaban nunca…. Porque hay una ciudad-Córdoba, la nuestra- que encierra mil historias… y es una maravilla encontrarlas aún hoy… en este texto.

Les digo, entonces.

Fábula. Leyenda que narra las acciones de los dioses o héroes de la Antigüedad, dice el diccionario.  Relato misterioso –yo completo- por su modalidad discursiva: la  leyenda. Historias  fantasiosas –lo de Dioses- y de humanos – lo de  héroes-.

Reviso estas fábulas  y encuentro ogros, duendes, gigantes, espectros, almas moribundas, fantasmas, sombras que se pierden. Esa caterva de personajes deambulando, me señala que pertenecen al mundo de los dioses de este espacio. De esta ciudad que puede convertirse en un Olimpo- el nuestro-. Con una mitología-los relatos- que abreva en estas fábulas.

Pero también, están los héroes. Héroes que tienen la consistencia del polvo que solo es la memoria, la fantasía de una mentira elaborada, la ausencia que confiere la desaparición forzosa de la muerte, la indistinción de destinos ilegibles. Se enuncian nombres, datos, referencias, como si fuera posible encontrar en el parpadeo de un relato una presencia que no sabemos si alguna vez, fue tal… o si solo es la añoranza que tiene lo deseado. 

 Un narrador  habla, narra, rememora.

Un narrador que  también, inventa o supone desde el abandono de toda apariencia de verdad o referencia. Digo. Llevo. Invento. Un narrador que escucha a los que saben: testigos,  protagonistas ocasionales, ecos de voces del más acá… Que dice reproduzco… que sabe la posibilidad de detener su pérdida en el tiempo El últimos de los relatos ha pretendido eternidad. Vaya en un plumín su armonioso encanto de nostalgia.que también sabe que los románticos de siempre puedan escribir sus historietas de amor

Un narrador que escucha, dialoga para luego transcribir lo que ha escuchado. Recupero de aquel la que quizás sea su proeza menos notable, relato que él mismo conserva en su poco modesta Autobiografía en tercera persona. Un narrador que tiene la prudencia de colocar la tipografía diferente que denote  la ajenidad de esas voces que testimonian, que narran, que dialogan. Un narrador, incierto en su enunciación de los posibles.

Un Prólogo explica el origen de los textos. Justifica la pretensión de publicarlos, luego de relatar cuando y porqué fueron escritos. Como redactor de textos periodísticos, escribe textos hasta que un día: …procuré amenizar la tarea agregando un par de breves historias de ficción, haciendo hablar a personajes apócrifos y adornando un poco el tedio que me significaba ir a determinados lugares y describir las boludeces que veía. Esos textos que fueron rechazados, constituyen los fragmentos de este libro. Ante la insistencia de algunos amigos obsecuentes, decidí publicar. Pido perdón, entonces, por los amigos que tengo.

El texto se organiza en fragmentos divididos en fragmentos más pequeños. Algunos titulados. Otros, llevan números. Las fábulas dan cuenta de la ciudad que es Córdoba, reconocible en sus plazas, en sus calles, sus edificios, sus personajes, su lenguaje. Se titulan así: Fabulas de Plaza Italia, Mitología de los templos, Flores en el bosque, Fulbo, En la vía, Blues en la avenida, Monólogo en la costanera. Las fábulas son relatos. Relatos de los mundos posibles que son de una ciudad que se hace fábula.

 La historia de la mujer que tuvo un desencuentro con su amado y espera sentada en la Plaza por si aparece. Los aerobistas que se enamoran. El canillita que vocea sus propias interpretaciones en vez de las noticias.  También son relatos de relatos. Mañana campestre, donde alguien cuenta la historia de Cypriano Reyes y su devenir desconocido. Las transcripciones  que explican vanamente las teorías sobre espacios emblemáticos de la Ciudad. Al principio fue la Plaza Italia.  La mutación de algunos edificios La trasformación de la Vieja Usina.   Los dioses que habitan la ciudad se referencian en Mitología de los templos Espíritus vagabundos que huyen azorados desde la Torre Ángela que imposibilita el olvida y asienta la memoria. Enamorados del Parque Sarmiento que condenaron con su historia de imposibles, la existencia de las flores. Ogros del Museo Sobremonte que imponen un caprichoso desorden, lejanía de presentes.

La ciudad como mágico posible, se visualiza en la Estación Mitre, que apela a la imagen de  En la vía. Un pasado que se ha ido pero permanece aún en las fotografías que quedan como pruebas de otro tiempo, o en las historias que refrendan ese tiempo. La historia del Cueto Molina, el boletero estafador… las baldosas que mágicamente señalan el tiempo de existencia del edificio… la voz de don Demetrio Valdez, viejo cuidador, que desglosa en delirio un retazo de ayer.

También hay un espacio de ese mundo posible que se llama desde un habla que pertenece solo a ella. El capítulo Fulbo -con ocho fragmentos- juega con  la fantasía de una memoria reconquistada e inventada. Llevo unas pocas tardes bajo el brazo, un invento de corazón y lapicera, y unas ganas de que sea domingo, o sábado. Mientras me va el plumín en un recuerdo de lo que nunca existió. Y entonces, surgen relatos del Fulbo -como dice-. Relatos y ensoñaciones que se inician, continúan, terminan con ese Llevo y que remiten a momentos donde todo era posible. Los jugadores, los hinchas, los cánticos, el partido en una cancha: imprevistos, imposibles. Todo el Fulbo. Solo el Fulbo

 Y así, se desparraman las fábulas por la escritura. Las fábulas que como también explica su significado, proporcionan una enseñanza o consejo moral. Una enseñanza que se expresa finalmente en la voz que transcribe mientras dice: Aquí solo quedan sueños. …… Siento pena por los humanos que yacen allá fuera: se han quedado sin sueños.

Cada fábula significa una posibilidad de seguir estando vivos… si entendemos vivir como la totalidad de la existencia que tenemos. Incluir lo inexplicable. Dar lugar a lo nimio, a lo pequeño. Detener lo previsible. Apostar por lo fútil, lo liviano aunque sea innecesario. Mirar lo que está oculto. Esperar lo inadmisible. Creer  en lo improbable. Saber que aún puede suceder lo impredecible.

Fábulas de la ciudad, como Ulises las define: Para que los tontos la ignoren, los avezados la tengan de adorno y para que, los románticos de siempre, podamos escribir nuestras livianas historietas de amor.

No encuentro más palabras para seguir hablando de las fábulas. Un texto pequeño, Imprescindible, si queremos vivir en la ciudad y no sobrevivir únicamente.

¡Seguro que lo leen!

Los mundos posibles, también se hacen con imágenes, momentos.

Gabriela Halac, REtratada por Hugo Suárez para el Proyecto Certezas

Tengo el libro entre las manos.  Me subyuga la transparencia del objeto. Todo blanco. Los nombres en relieve. Solamente una imagen en tonos grises parece mostrar una familia.

Así es Polvo. Una maravilla como objeto. Un libro que parece tener la consistencia de las cosas intangibles… o la tersura de la memoria al recordar momentos.

Gabriela Halac escribió Polvo. También delineó las imágenes. Diseñó el texto. Es todo suyo. Todo ese mundo posible lo hizo ella… hasta que aparecemos nosotros. Lo miramos. Lo leemos. Dejamos pasar nuestras manos por sus hojas. Deambulamos entre imágenes y letras. Nos empapamos de ese polvo que rezuma y que es blanco. Infinitamente blanco.

Entonces, se hace nuestro.

En la solapa, unas pocas palabras referencian el mundo posible que se encierra. Polvo es un relato sobre la memoria.

Entrega pistas para la lectura, para un acertado  acceso al texto. Los relatos aquí publicados, eligen deliberadamente qué mostrar y qué ocultar. Sutilmente se pronuncia sobre el mundo entregado entre sus páginas. Se presenta así, la lógica de los sueños, de la peripecia y de la elipsis que permiten saltar de un fragmento a otro.   Avisa de la magia que supone hacerlo nuestro desde una lectura permanentemente nueva, diferente. Como las partículas en suspensión que en algún momento se precipitan generando un nuevo paisaje. La magia que implica la transformación de ese mundo posible en la lectura. De letras. También, de imágenes.  

Una especie de prólogo abre el texto. Digo una especie, porque  nos adentra en la memoria, el polvo del recuerdo, en el relato de un momento.  Los hermanos se reúnen. El acontecimiento relatado, consiste en recordar situaciones, que omiten la intrascendencia de un único registro y son definidas como falsas cuando aparezcan superpuestas. Mientras los niños rememoran… Al final del pasillo, desde el hueco de la escalera, se escuchan los pasos del padre que sube. Es una familia. Los niños recuerdan. El padre está presente, pero afuera. Sube la escalera.

Este brevísimo fragmento también cierra el conjunto de fragmentos que es el libro. Remite a la circularidad de la lectura propuesta que permite  entrar, salir, volver atrás, detenerse, reiterar, omitir algo. Una lectura que es ordenar los relatos desde la ubicuidad de la memoria. Una memoria que siempre está presente en esa metáfora que la define. El polvo. Polvo con partículas que parecen suspendidas pero permanecen en la reiteración de infinitas lecturas sugeridas.

Son singulares las lecturas que sustenta. Por la multiplicidad, pero también, por los requerimientos. Una lectura que lee y también, mira.   Las letras ordenadas en palabras, por un lado. Las imágenes entorpeciendo la sucesión de los relatos… o quizás  completando lo que cuentan. Imágenes tenues, incompletas. Desasidas de una referencia para ser solo sugerencias. Así, en plural… como solo recuerda la memoria.

Presentación de Polvo en Documenta Escénicas

Por eso, los blancos en las hojas que son tantos. Los blancos que apabullan, que deslumbran.  Proponen internarnos en las partículas que caen y que caen. Son parte del diseño. Proveen la memoria. Miramos y leemos. Pero cuando leemos también, miramos. Las palabras se convierten en imágenes que retozan desde la comprensión de ese momento. La escena que provee una reminiscencia. Está muy oscuro, pero ella ve el reflejo de luz en unas piernas que se agitan para llegar a alguna parte. Aparece otro cuerpo encima Abre grande los ojos, se asusta, espera que no brillen, que su respiración no suene, que la oscuridad la trague. 

De ahí que el mundo posible que es Polvo, tenga la cercanía de la imagen. No solo en su presencia, sino en la recurrencia descriptiva que narra… mientras muestra. Mientras se piensa en la mirada. La definición de ese lugar la excede. Piensa que es un calificativo que solo soporta adentro de un cuadro, de una foto, mirado sobre una superficie plana o por la ventanilla de un auto con aire acondicionado. Pintoresco, si podría ser ese.

La recurrencia a la fotografía, a otras imágenes, es otro recurso. En esa foto aparecen todos, tienen entre ocho y trece años. El niño con una chomba marroncito claro, la hermana mayor, con un vestidito fucsia a lunares, muy liviano; y las más chica trepada sobre el borde de una sillón de jardín….. Todos parecen mirarlo igual. 

Ver, mirar, reconocer texturas, formas y colores, así es ese mundo posible que se enuncia desde la actitud primigenia del que observa. También cuando se escribe. Ella insiste en ver. Deformidad o transparencia fantasmal impiden el reconocimiento inmediato… ….Mira hacia atrás, retoma el trazo, la tinta explota al mojarse, Escritura, grafismo borroso. Inmaterial. Alcanza a ver como se forma una laguna oscura o imperfecta.

  Los fragmentos se ordenan en ocho capítulos que son los momentos de una vida. Una casa en el campo, veranos. Un niño/  Otoño de ciudad. Una niña/ Partículas de días. Una chica / Mar. Plazas acantilados. /Una casa interior/ Malestares. Mujeres. /Contaminación. Cosas que se terminan /Una casa en el campo. Una familia. 

Ocho capítulos que ordenan en imágenes y relatos, los avatares posibles de una vida. Una vida temprana, Incompleta. Y es, ese desplegarse de avatares -que pueden leerse u omitirse- lo que nuevamente, impone una circularidad en la memoria, también en la lectura. Ya no, en el mundo posible que se narra que está sujeto al tiempo transcurrido.  Es que la cronología no puede obviarse, ni aún negarse. Por eso, si el primer capítulo habla de Una casa en el campo. Un niño, el último también, lo hace. Una casa en el campo. Una familia. Solo que ahora, ese niño del primer sintagma, se reemplaza por Una familia, que señala la vida ya vivida.  Es otra significación de Polvo  que metaforiza el paso del tiempo y de los días. La consistencia espuria de la vida que conduce del nacimiento hacia la muerte.

Profunda significación del texto. 

Los mundos posibles pueden mirarse. También pueden decirse.

Imagen y palabra.

Yo termino. Ustedes empiezan la maravilla de recorrer estas cercanías a la escritura de los mundos posibles… Mundos posibles hechos por ustedes y que –ahora– completaremos todos.

Hasta pronto. María

Textos

Halac, Gabriela, 2010, Polvo, Ediciones Recovecos, Córdoba.
Oliva, Ulises, 1997, Fábulas de la ciudad, Ediciones Argos, Córdoba.
Quintá, Javier, 2021 Feedlot, Ediciones Bardos, Córdoba.

Foto principal: www.bichosdelcampo.com

Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.