El tema de los carros de tracción a sangre se ha instalado últimamente en la agenda a causa de las disputas entre las ONG protectoras de animales y los mismos carreros.

Por:  Agostina Simón. Estudiante de la ECI.

La Cooperativa “La Esperanza”, presidida por Carlos Andrada, es una de las tantas encargadas de pagar a cada uno de los carreros parte de las becas que la Municipalidad les asigna por el trabajo. Aproximadamente, cobran cada recorrido $80 y son los encargados de separar papel blanco, diarios, revistas, latas, cartones y metales.

Cada día -desde que salió en la cárcel en 2006- Alejandro Gallardo hace el mismo recorrido junto a su yegua Rocío por los barrios Alberdi, Juan XXIII, Las Flores, La Madrid y Villa Páez. A veces, cuatro horas son suficientes para conseguir los $150 que él necesita para subsistir durante el día, $100 para alimentar a su familia y $50 para el animal. Su trabajo implica hurgar la basura, solicitar en casas y negocios por algún material –que cobra particularmente-, y transitar hasta el último rincón de pobreza.

“El carro es la salvación, sin eso no somos nada”, afirmó el hombre de 44 años mientras se reunía con sus compañeros de trabajo en el basural de B° Las Flores. Hacer sociales con vecinos y comerciantes es parte de esta tarea diaria que no eligieron como trabajo, sino como única opción desde niños para que sólo los más chicos de la casa pudieran estudiar. No es una tarea fácil, él cuida a los animales, arma y arregla su carro, y revisa cualquier bolsa, aunque las épocas de sequía se aprecien en las hendijas de sus manos.

Las 100 becas de $1500 que entrega la municipalidad a la Cooperativa para repartir no les alcanza y por eso reclaman más puestos de trabajo. Asimismo, se niegan a sustituir el carro por motocargas –como propone el Gobierno- porque consideran injusto que tengan que entregarlo junto al caballo. “Hay mucha pobreza en Córdoba; yo no quiero que el día de mañana mis hijos se suban al carro, quiero que tengan una vida digna”, susurró Alejandro dejando entrever que la situación debe ser tratada como algo más que un problema de tránsito o de recolección de basura: como una cuestión de inequidad social por resolver.

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