Por Roy Rodríguez *
El Covid 19, con lógicas de propagación similares a las de las finanzas globales, pareciera cuestionar al capital financiero. Tanto desde lo simbólico como desde lo real. La salida de la crisis global, incierta, es un abanico que va desde el peligro de nuevas dictaduras globales al regreso de unos nuevos locos años 20.
estos días
son oscuras pisadas de dios/
el otoño / vela sus armas en mi cuerpo…
Pablo Dumit
Acaso el intento de pensar estos días, donde la palabra coronavirus o virus de corona parece envolverlo todo, sea vano. O lo que es peor: una reflexión sobre el tema podría quedar desamparada al momento de leer estos tiempos en perspectiva. Teniendo presente el riesgo, parece preciso reflexionar, ya no tanto sobre las estadísticas, las cuestiones relativas al encierro y la pérdida de derechos, sino vislumbrar símbolos. Preguntarle a las palabras, investigar pequeñas señales, como avisos de la pandemia.
Carl G. Jung considera que existen en la realidad una serie de coincidencias significativa que se dan durante un tiempo determinado. Es decir que existe una sincronicidad a la que define como “un acontecimiento simultáneo de un cierto estado psíquico con uno o más sucesos externos que aparecen como paralelos significativos en un estado subjetivo momentáneo”. (Jung, 2005, p.35). Siguiendo a Jung, si uno presta un poco de atención, hubo acontecimientos que nos avisaron del coronavirus.
Predicciones y simulacros
Dean Koontz, en su novela, “Los ojos de la oscuridad”, escrita en 1981, describía un virus que aparecería en Wuhan hacia 2020. Y pondría en vilo a la humanidad. Peter May, escocés, escribió en 2005 una historia que mostraba a una Londres detenida y en cuarentena. Lockdown, se llama la novela, que junto a Los Ojos en la Oscuridad, se volvieron objeto de lectura en estos días.
Desde 2002, diferentes estudios advertían sobre los peligros de la aparición de virus respiratorios relacionados con la familia de los corona, con potencial de pandemias globales.
En octubre del año pasado, la Fundación Bill y Melinda Gates junto al Foro Económico Mundial y la Universidad John Hopkins, realizaron un simulacro que pretendía predecir las consecuencias y aportar soluciones a la eventual aparición de un virus pandémico. Los resultados y algunos documentos siguen online en el sitio web. El simulacro se llamó Event 201.
Según los participantes del encuentro, en la tierra se producen anualmente 200 eventos proclives de convertirse en pandemia. El 11 de octubre, los especialistas comenzaron a trabajar un hipotético evento 201.
El ensayo, analizó las derivaciones de una pandemia global. En este caso, el virus, de la familia de los coronas, habitaba en murciélagos. Pero contagiaba a los humanos a través de cerdos. El primer brote se producía en criaderos multitudinarios de Brasil. De allí pasaba a los humanos. En una segunda fase infectaba las grandes ciudades de Latinoamérica para luego llegar a todo el mundo y convertirse en incontrolable por 18 meses, momento en que los laboratorios podían lograr la vacuna.
Los especialistas calcularon incluso las formas de financiar la crisis. Concluían que, sólo el FMI tenía un billón de dólares para créditos. Pero decían que las normas de los organismos financieros, no estaban preparadas para realizar desembolsos en una crisis real, humana.
Santos y coronas
Tan real pareció el simulacro que, el 17 de noviembre, un mes después de aquellas discusiones hipotéticas, China documentó el primer caso de un virus de corona desconocido y que parecía provenir de los murciélagos. La palabra Covid aún no existía en las redacciones de los diarios.
Dos meses después, cuando el virus llegó a Europa y los rezos inútiles se multiplicaban ante la muerte, una vieja imagen surgió desde Alemania. El santoral de la iglesia católica guardaba una sorpresa: la patrona de las pandemias no era otra que Santa Corona. Según la historia, una iglesia de Baviera guarda las reliquias de una joven mujer de 16 años que murió perseguida por el Imperio Romano entre los años 250 y 350. La Catedral de Aquisgrán (lugar donde descansan los restos de Carlomagno) se encontraba restaurando el relicario para exhibirlo como parte de una muestra. La pandemia se adelantó.
Extrañamente, cuando hablamos del coronavirus en español, aceptamos las lógicas de construcción del idioma inglés. Convertimos el adjetivo en sustantivo. Es difícil romper con la dependencia cultural. Deberíamos llamarlos virus de corona. Es que así se llama la familia de virus que se distinguen por su imagen en el microscopio: llevan una especie de corona, que facilita su proceso de infección a las células. El Covid 19 es entonces un virus que porta una corona. Como los reyes. Como los reyes de cada una de las naciones que aglutinaron tras de sí poblaciones diferentes para constituir los estados nación europeos en los últimos 200 o 300 años.
El virus de corona, transformado en pandemia mortal y de miedo, es invisible. Su poder es invisible. Tan invisible como los lazos que mantienen en el poder a la reina de Inglaterra o el rey de España, por ejemplo. Lo invisible pensado como lo no cuestionado por siglos. Como si las familias reales tuviesen una capacidad de adaptación y transformación similares a los de un virus.
Coronas aparecieron en toda la Ciudad Universitaria de Córdoba, entre octubre y noviembre de 2019. Es que, pasada la celebración de los 100 años de la Reforma, una mano casi anónima decidió restaurar el poder conservador, desde lo simbólico. Los cestos de basura, hasta entonces pintados de verde con una leyenda que recordaba la Reforma, comenzaron a mutar a un color amarillo y con el escudo de la Universidad, en negro. Ese escudo, que ni siquiera cayó durante los días de junio hace más de un siglo, reapareció portando la corona que reivindica las monarquías y la religión católica. No es extraño. Córdoba vivió más de 200 años siguiendo los dictados de la monarquía española. También albergó al Virrey, cuando éste huyo de Buenos Aires. Y, por si fuera poco, uno de sus principales teatros sigue llamándose Real. Y, aun cuando (en apariencias) no quedan reyes por estos cerros, sus calles y paseos homenajean en silencio las monarquías.
Historia y crisis
Ante el avance del virus de corona, decenas de gobiernos alrededor del mundo decidieron dictar un aislamiento social obligatorio. Por primera vez en la historia de la humanidad, miles de millones de personas fueron obligados a internarse obligatoriamente en sus casas.
Estamos lejos de saber cuáles serán las consecuencias sociales de este encierro masivo. Sólo hace falta examinar la historia social en relación al cambio climático para intuir que los cambios, necesariamente vendrán.
Mucho se ha hablado en los últimos tiempos de la peste negra, que mató en Europa a más de 100 millones de personas. Fue una de las primeras manifestaciones de lo que se llama la pequeña glaciación, una baja en la temperatura media en el hemisferio norte que duró aproximadamente tres siglos, entre 1550 y 1850. Según Philipp Bloom, a esta anomalía climática, la humanidad intentó adaptarse a fuerza de ensayo y error. Así llegó primero una nueva agricultura y se dejó atrás el pensamiento religioso para reemplazarlo por el pensamiento científico. En su enciclopédico intento de llegar a la presidencia de los Estados Unidos, llamado La Tierra en Juego, Al Gore afirma que el frío de esos tiempos hizo que los europeos se reunieran por largos períodos frente a las chimeneas. Y que esas reuniones incentivaron el intercambio de ideas que derivó en un nuevo modo de ver y reproducir la realidad: el Renacimiento.
La otra pandemia
Hoy, el aislamiento y el cambio climático tienen forma de laboratorio cotidiano que aún no logramos comprender de manera profunda. Ayudan los intentos de sociólogos, historiadores, antropólogos o geógrafos como David Harvey: El Covid 19 es un “todopoderoso derrumbe al corazón de la forma de consumismo que domina en los países más opulentos. La forma en espiral de infinita acumulación de capital está desmoronándose desde adentro del mundo hacia cualquier otra parte.”
Una de las tesis fundamentales de Harvey indica que, el capitalismo, a lo largo de la historia, para paliar las crisis de sobreacumulación de capital en algunos espacios, genera ajustes espacio temporales en otros, que se manifiestan en formas de crisis periódicas y le permiten al capital generar nuevas ganancias y reproducirse, generando lo que llama, acumulación por desposesión. Que no es otra cosa que garantizar la acumulación y concentración de capital en pocas manos, en detrimento de mayorías desposeídas.
Según el FMI, por la pandemia del Covid 19, 170 países de poco más de 200 en el mundo entrarán en una recesión profunda, con consecuencias que podrían ser aún peores que los de la crisis de 1929. ¿Con el mundo en crisis, cuál es la posibilidad del capital de producir nuevos ajustes espacio temporales que garanticen el viejo patrón de acumulación por desposesión? ¿Esto indica que estamos entrando en una espiral que llevará a reorganizar las economías y las finanzas globales?
La última gran reorganización de la economía y finanzas globales se dio con la crisis del Petróleo en 1973 (vale recordar que, al momento de escribir estas líneas, el petróleo vale menos de los 2 dólares, precio que a finales de los 60 y principios de los 70 fue el factor desencadenante de la crisis). Desde entonces, mediante la liberalización económica y financiera mundial, a través del GATT primero y la OMC, después, el neoliberalismo entró en acción produciendo un enorme desacople entre la economía real y la financiera. En 1973, la relación entre el valor de las divisas en las transacciones financieras y las de la economía real era de 2:1. En 2004 la cantidad de transacciones financieras en el mundo era 90 veces las de las transacciones que permitían el intercambio de mercancías. En 2017, la relación se volvió astronómica: el conjunto del valor del comercio de mercancías fue de 17,88 billones de dólares por año. Las transacciones financieras alcanzaron los 5,1 billones de dólares diarios.
El capitalismo como virus
A esta altura, es necesario decir que los sincronismos esbozados por Jung parecen ir un paso más allá. Santa Corona, no sólo es la santa de las pandemias resistentes, también es conocida como la Santa del Dinero. Las coronas austríacas, que tuvieron un uso efímero hace un siglo, entre 1918 y 1924, llevaban ese nombre en su honor.
Por eso, no debería sorprender a nadie el hecho de que las finanzas globales se muevan con la misma lógica del virus. Capaces de alcanzar los rincones más remotos del globo en cuestión de segundos. Y como el virus, sus apalancamientos, compras y ventas de capitales ficticios, son invisibles para la mayoría de la sociedad, pero llevaron al paroxismo la desigualdad. En enero de este año el informe de Oxfam indicaba que las 2500 personas más ricas del mundo poseían la misma riqueza que más del 60 por ciento de la población mundial.
Diversos informes periodísticos consignan que las personas más ricas del mundo se refugiaron del Covid 19 en sus mansiones o en bunkers preparados para resistir incluso una guerra nuclear. Sin embargo, parece válido preguntarse si las contradicciones del sistema económico actual no son capaces de, en el contexto de la pandemia, hacer estallar una bomba de consecuencias aún peores que las de una explosión atómica. La cuarentena global y la parálisis económica parecen mostrar más que nunca esas contradicciones. ¿Habrá lugar en la tierra capaz de soportar un nuevo ajuste espacio temporal para la necesaria reproducción del capital? ¿O habremos llegado al final del patrón de acumulación global puesto en marcha en 1973?
Para Harvey “el Estado goza del monopolio sobre el uso legítimo de la violencia así como sobre la emisión del dinero fiduciario, el medio primordial de intercambio. Existe una estrecha relación entre la perpetuidad de la forma dinero y la perpetuidad de los derechos de propiedad privada (una implica a la otra)” (97, 2014).
Ante la crisis provocada por el Covid 19, los diferentes gobiernos aceleran la emisión monetaria, como una forma de garantizar los derechos de propiedad. Pero a su vez, agigantan las desigualdades y profundizan las contradicciones del capitalismo. Sólo la Reserva Federal de Estados Unidos decidió inyectar 2,3 billones de dólares al mercado, como una forma de “ayudar” a las empresas y familias. La misma receta con que rescató al sistema durante la crisis de 2008. Una forma de perpetuar los derechos de propiedad de las clases dominantes.
¿Cuáles serán los resultados de utilizar viejas recetas ante horizontes nuevos e inciertos? ¿Si el antiguo patrón de acumulación parece haber terminado, cuál será el resultado de inyectar capital ficticio a la economía real? ¿Cuáles las consecuencias políticas de estas medidas en un estado de confinamiento global? ¿Es una forma de garantizar la supervivencia de las familias o, por el contrario, busca garantizar derechos de propiedad de quienes se encuentran encerrados en sus mansiones y búnkeres?
Los locos años 20
“Hemos entrado en tiempos paradójicos propios de una sociedad mundial en transición. Tiempos de inestabilidad generalizada en la que los horizontes compartidos se diluyen y nadie sabe si lo que viene mañana es la repetición de lo de ahora, o un nuevo orden social más preocupado por el bienestar de las personas… o el abismo. La angustiosa contingencia del porvenir es la única certidumbre”, afirma Álvaro García Linera.
Theodore Adorno se lamentaba sobre la oportunidad perdida por la humanidad luego de la Primera Guerra Mundial, donde tras la gran devastación, se produjeron movimientos estéticos que iban a marcar al siglo XX como el cubismo, la música atonal, el jazz o el primer expresionismo alemán. Fueron las dictaduras que sobrevinieron al final de la guerra las que, según Adorno, impidieron un verdadero desarrollo de otras formas sociales, quizás más justas.
Un siglo después, en este horizonte de incertidumbre esbozado por García Linera, quizás estemos ante oportunidades semejantes. ¿Serán nuevas formas dictatoriales las que emerjan, asociadas al control social mediante la tecnología o, seremos capaces de crear nuevas relaciones? Los números resuenan: 1920 – 2020. Sincronismos. ¿Estaremos a las puertas de una nueva versión de los Locos Años 20, o las maneras en que resolvamos las contradicciones puestas de manifiesto por el Covid 19 nos llevarán a nuevas dictaduras, posiblemente globales?
Por lo pronto, durante la cuarentena planetaria nos encontramos ante un nuevo tiempo personal y social. Ya no hay un tiempo de trabajo y un tiempo libre. El tiempo parece una especie de devenir constante e infinito, entre pantallas y paredes, con días relativamente iguales, donde la única certeza es la incertidumbre del mañana. “En el tiempo libre se prolonga la falta de libertad, y la mayor parte de las personas que no son libres no son conscientes de esto, como tampoco lo son de su propia falta de libertad”, decía Adorno hace más de medio siglo. ¿Es posible que estemos asistiendo a una nueva forma de construir los tiempos y espacios individuales y sociales? ¿Acaso millones de personas durante esta cuarentena forzada por el virus estén tomando conciencia de su verdadera condición de hombres no libres? Las preguntas no tienen respuestas ahora.
El virus de corona, invisible, como los lazos que sostienen a las monarquías, al neoliberalismo y a esta plutocracia global, ponen en evidencia las contradicciones. Como si la realidad dejara señales a seguir, para permitirnos encontrar lo injusto, lo perimido.
Las reliquias de Santa Corona, patrona de todas las pandemias resistentes, reaparecieron. En el seno de una iglesia católica en Alemania, el motor y centro de la economía europea. Patrona del dinero, Santa Corona, nos deja mensajes crípticos, paradójicos. Andorra y Luxemburgo, memorias de las viejas coronas europeas, están (al momento de escribir esta nota) entre los cinco países con mayor cantidad de casos por millón de Covid 19 sobre la tierra. Sólo son superadas por San Marino y el Vaticano. Y por supuesto, por la capital del mundo, Nueva York. Andorra y Luxemburgo son habitadas por millonarios que las eligen por su condición de paraísos fiscales. Las usan para no compartir con el resto de la humanidad sus ganancias siderales y así continuar agigantando la brecha entre ricos y pobres, que se sustenta en la mirada laxa de El Vaticano sobre la desposesión organizada a nivel global. Santa Corona.
Y mientras Bill Gates financia siete proyectos de vacunas contra el Covid 19, las contradicciones sociales parecen no tener anticuerpos para las crisis que llegarán. Será otro tiempo, sin dudas. Otro tiempo que ni los líderes del mundo, ni los dueños del capital encerrados en sus bunkers, parecen prever. Acaso una oportunidad. Cien años después. Unos locos años veinte, donde el horizonte del mundo se ponga de una vez patas para arriba y baile sobre las reliquias de Santa Corona. Donde la voz de todos prevalezca sobre las dictaduras. Incluso sobre las invisibles, que aún dicta el capitalismo.
Bibliografía
-Adorno, Theodore W. Aquellos años 20. En Crítica de la Cultura y Sociedad II. (436 – 453) Ediciones Akal, Madrid, 2009.
-Adorno, Theodore W. Tiempo libre. En Crítica de la Cultura y Sociedad II. (572 – 597) Ediciones Akal, Madrid, 2009.
-Bloom, Philip. El motín de la naturaleza. Anagrama. Barcelona 2019.
-García Linera, Álvaro. Conocimiento Social en tiempos de horizontes colapsados. Conferencia, Universidad Nacional de San Martín. 30 de marzo de 2020.
-Gore, Al. La tierra en juego. Emecé. Buenos Aires, 1993
-Harvey, David. Política anticapitalista en tiempos de COVID 19. En Sopa de Wuhan. Editorial Aspo. Pablo Amadeo Editor. Recuperada de https://www.elextremosur.com/files/content/23/23684/sopa-de-wuhan.pdf
-Harvey, David. El “nuevo” imperialismo. Acumulación por desposesión. En: Socialist Register 2004 (enero 2005). Buenos Aires. CLACSO, 2005.
-Harvey David. Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Instituto de Altos Estudios Nacionales. Quito. 2014.
-Jung, C. G. Sincronicidad. Editorial Sirio. Málaga. 2005.
* Licenciado en Comunicación Social egresado de la ECI-UNC. Trabajó en varios medios nacionales y de Córdoba y actualmente se desempeña en el área de Extensión de la FCC.