La escritora y periodista comparte la experiencia de vivir, involucrarse y comprometerse con la vocación de transmitir la realidad. Además, los desafíos profesionales y costos personales que depara encarar investigaciones como las de sus libros “La Cuca”, sobre la represora Mirta Antón, y “La Perla”, sobre el campo de concentración del III Cuerpo de Ejército en tiempos del terrorismo de Estado.
Por María Fernanda Adad *
Ella ingresa al salón de clases cargada de libros, dueña de una mirada que logra reflejar todo el dolor de las imágenes que recabó en sus entrevistas, pero que a su vez transmite la paz de la tarea realizada. La periodista Ana Mariani nos introducirá en sus trabajos desde un lugar de maestra solidaria, dispuesta a compartir sus saberes.
Autora del El Horror está enterrado en San Vicente (2003), informe multimedia para el diario La Voz del Interior, y los libros La vida por delante – La tragedia de los chicos del colegio Manuel Belgrano (2006), La Perla – Historia y testimonios de un campo de concentración (en coautoría con Alejo Gómez Jacobo, 2012) y La Cuca – Mirta Graciela Antón, la única mujer sentenciada a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad (2018), Mariani está invitada al curso Buscar, Mirar, Preguntar – Fuentes y entrevista periodística, organizado por las Secretarías de Extensión y Producción y Transmedia de la FCC-UNC y dictado por el periodista y docente Alexis Oliva.
Ambos han compartido muchas horas de trabajo en la cobertura de los juicios de lesa humanidad, que en Córdoba se reiniciaron hace más de diez años, tras la caída de las leyes de impunidad. Desde esa experiencia común, Alexis presenta a Ana: “Es una maestra-compañera, de la que uno puede aprender viendo el producto de su trabajo, pero también compartiendo el proceso y las fuentes; con la generosidad que tiene un maestro en serio”.
Ana agradece la invitación, a nosotros por asistir y antes de comenzar la entrevista colectiva dice: “Hay dos o tres cosas, más bien personales, que no están en los libros de teoría, pero también son importantes para nuestra experiencia: eso de ser solidarios y no guardarnos la información. Muchos periodistas creen que tener la información y no compartirla es realmente importante para ellos, pero no para la comunidad, no para la ciudadanía. Por eso, lo que ocurrió en la sala de prensa en los juicios fue sumamente importante, porque se dio esa solidaridad ente nosotros, entre los que intercambiábamos lo que cada uno podía dar de sí mismo”.
A continuación, hace referencia a un dilema que atravesó la experiencia con su último trabajo, La Cuca, sobre la represora Mirta Graciela Antón. “Es el libro más difícil de mi vida; el más difícil, no porque los otros no lo hayan sido, sino por razones diferentes, fundamentalmente porque tuve muchas contradicciones personales que duraron prácticamente los cuatro años de la Megacausa La Perla. No sabía si éticamente había que darles voz a los genocidas, si era positivo, si realmente yo estaba aportando algo al escribir un libro sobre la torturadora y asesina del Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba (D2), que fue, más que temible, horroroso”.
– ¿Cómo resolvió esa contradicción?
-Fui madurando la idea, charlando con mis compañeros. Ya había salido el libro de Camilo (Ratti) sobre Luciano Benjamín Menéndez, Cachorro, y charlé bastante con él, con Sergio Carreras, con Alexis, con Marta Platía, y llegué a la conclusión de que tenía que hacerlo, con todo el costo emocional, porque me dejó marcas que todavía las siento y creo que van a seguir conmigo toda la vida. Pero lo hice, porque consideré fundamental que se conociera quién era ésta mujer. También estaba segura de que el libro no podía salir si no la podía entrevistar a ella. Fui a hablar con su abogado y en un primer momento dijo que no me iba a atender, pero el último día del juicio, cuando sólo faltaba la última palabra de ellos y la condena, me mandó a decir con el abogado que iba a hablar conmigo. Esa primera entrevista fue en los tribunales federales y las otras en Bouwer.
– ¿Ella fue la que dijo “no nos vemos más, hasta acá llegaron nuestras reuniones”?
– En esa última entrevista ella me dice: “Te estuve buscando y te encontré. Te buscaron mis hijos, que son policías. Vos estás en una vereda, yo estoy en otra, vos usas el clavel rojo, yo la escarapela argentina”. Ellos siempre usan por supuesto unos símbolos patrios y nosotros estamos al margen de eso. Le dije que nunca me había gustado entrevistar a alguien que no estuviera cómodo conmigo, por lo cual me podía retirar. En ese momento me dijo: “No, somos personas civilizadas, por lo cual nos podemos seguir viendo”. Ahí supe… intuí que era la última vez.
– ¿Fue distinta esa última entrevista a las anteriores?
-Fue prácticamente un duelo entre ella y yo, porque ya le pregunté por todos los crímenes y todo lo que me faltaba preguntarle. A veces le preguntaba de a poco, porque no quería que ella se enojara y no poder conseguir la entrevista. Al despedirse, después de que yo le había preguntado muchas cosas, ella ya estaba muy seria. Entonces, le dije: “Bueno, si usted no se siente disconforme nos podemos ver el próximo lunes”. “sí”, me dijo. Volví el siguiente lunes, me hicieron esperar muchísimo y finalmente vino una guardiacárcel y me dijo: “La señora Antón dijo que había quedado muy claro que no se iban a ver más”. O sea, una mentira más de todas las que había dicho.
La verdad, detrás de las palabras
“Creo que su ego, su narcisismo, la llevó a querer contar, para salir en un libro”, conjetura Mariani sobre lo que más allá de su propia voluntad la llevó a mantener esas entrevistas con una mujer represora en el opresivo contexto de la cárcel. No fue fácil, tuvo que estudiar y fortalecerse para enfrentar estrategias, riesgos y tentaciones.
– ¿Cómo se hace, mientras se entrevista, para no juzgar a alguien que aparte ya fue juzgado por la Justicia?
-Es difícil, pero en nuestro oficio, cuando nos encontramos con estos seres, tratamos de dejar los fantasmas afuera; y la subjetividad, en lo posible, también. Es difícil, pero yo tenía un trabajo de psicoanálisis hecho. Fue el ámbito donde me cubrí y me reforcé, si no quizás no lo hubiera podido hacer.
-¿Cómo uno puede pasar de entrevistar a gente con la cual puede empatizar, que son las víctimas, a los victimarios?
-Es dificilísimo, pero lo único que yo traté fue de observarla, escucharla, hacerle algunas preguntas puntuales y tratar de dejar afuera toda la subjetividad posible, aunque no es del todo posible. Pero traté de hacerlo. De lo contrario no hubiera sido posible el libro. Me costó muchísimo encontrar el tono para no juzgarla, para no introducir ninguna idea mía. Lo que no quiere decir que uno sea imparcial. En los dos epígrafes que abren el libro está lo que yo en realidad pienso. Uno es de Elisa Monje: “Hasta ese momento no pude imaginar lo que era el infierno, pues eso era el infierno”. Y el de Ana Mohaded: “Si no hay juicio y castigo, la serpiente pone huevos”. Al elegir esos dos epígrafes, ya estoy tomando una postura.
-¿Cómo se preparó para las entrevistas?
-Yo iba con todo el material ya sumamente estudiado. Fui leyendo toda la bibliografía que pude. Me comuniqué con la autora del libro La mujer de los perros, Nancy Guzmán, (sobre la represora de la DINA chilena Ingrid Olderock), con gente de Santa Fe, porque hay otra torturadora policía con 24 años de prisión. Fuera de Europa y las guardianas nazis, como Mirta Graciela Antón no encontré ninguna. Y te puedo contar también el costo que tuvo para mí, cada sábado y domingo anterior a esos lunes, en los que yo trataba de aislarme de mis afectos, de mi familia, estar sola, para poder pensar, reforzarme y entrar a Bouwer. Entrar a una cárcel es muy doloroso por todo lo que vos ves alrededor.
– ¿Cómo la vio a ella? ¿Es una persona perversa o qué es?
-Tengo mi hipótesis. La importancia que tiene en todos nosotros la familia y cómo nos criaron. Por eso me parece muy interesante lo que cuenta Liliana, una amiga de la infancia de ella: “Yo no te puedo decir y nadie puede saber que pasaba entre esas cuatro paredes, pero el padre era un violento, muchas veces la Cuca venia llorando diciendo que el padre le había pegado a su madre, era alcohólico, los castigaba…”. Ella se cría en un ambiente bastante trágico. Ella pinta una infancia rosa, que no coincide con la que dicen los amigos del barrio. Dice que fue muy feliz, que nunca tuvo problemas, que su padre era un pianista. Poco habla de su madre. La figura del padre era para ella muy importante.
-Entre la entrevista primera y la última, mediaba una sentencia. ¿Usted ya tenía los fundamentos?
-Sí, tenía los fundamentos. Fue al final y saqué muchísimas cosas de los fundamentos; por ejemplo, los seis abusos deshonestos.
-¿La Cuca habla de su familia involucrada en la dictadura?
-Ella habla de su esposo y dice: “Él sí”. Ahí están sus contradicciones, porque reconoce que hubo delitos de parte de ellos. Cuando yo le pregunto: “¿Y su esposo?”. “Mi esposo sí” (su esposo era miembro del Comando Libertadores de América y del D2). Así estaba reconociendo que en el D2 se cometieron delitos de lesa humanidad, pero sostiene que ella es una rehén, porque como no está el esposo la culpan a ella.
-¿Usted le creyó que recién para la última entrevista la hizo investigar?
-Siempre me quedará la duda, porque recordé que a otro periodista, cuando llegó a entrevistarla, le dijo: “Vos me investigaste a mí, pero yo te investigué a vos, ya sé todo’’. A mí el último día me lo dijo. Siempre fui pensando que era la última vez, que en algún momento me iba a decir que no nos veíamos más. Ya no me recibía con la misma sonrisa de todos los lunes, porque eran lunes los que me habían dado para ir a entrevistarla.
-Además de la tentación de la monstruosidad, en su caso como biógrafa de este personaje, también debe haber tenido que superar esa tentación de subirle el precio a su personaje…
-Exactamente, así es, tuve que hacerlo.
-Eso es una cuestión de rigor periodístico.
– Si, porque de lo contrario no hubiera podido; de lo contrario hubiera sido el primer día, me hubiera ido y no hubiera vuelto más.
Las fuentes, ética y respeto
“A cada respuesta que ella me daba, yo le mencionaba otras muertes, entre ellas las de la familia Pujadas, en las que ella intervino… Le pregunté por Luisa Monje, violada por el que era su esposo’’, nos cuenta la escritora, asumiendo la voz de los testigos y sus fuentes.
-¿Cómo fue recibido el libro por las víctimas-fuentes?
– A mí lo único que me importaba, aparte de mis amistades dentro del periodismo, era que las victimas que testimoniaron para el libro no se sintieran mal. Entonces fui a hablar con cada una de ellas después del libro y todas quedaron conformes porque yo respeté los off de record que es para mí un sine qua non al hablar de periodismo. También sintieron que había sido un libro que había respetado lo que ellos me habían dicho tal cual, porque hay testimonios de mujeres, pero también de hombres, porque ella también torturó a hombres.
-En “La Perla” no dan detalles de lo que fueron las torturas, no le dan margen al amarillismo. ¿Con “La Cuca” está en la misma línea? ¿No hay riego de generar simpatía por el personaje?
-Para nada, al contrario. Y de las víctimas, escribí lo que ellas querían que realmente se sepa. No hay posibilidad de dejar de decir que alguien fue violada, pero dentro de eso cuidarla a la persona y decir lo que ella realmente quiere decir. Cuando alguien me pide que no publique algo, paro el grabador, y lo vuelvo a poner en marcha cuando me dice que siga.
-En el momento de publicación del libro, ¿qué sintió?
-Ahí sentí alivio y también sentimientos contradictorios, porque uno a la vez que está contento porque ha terminado algo, también está la otra parte de todo lo que pasaste para llegar ahí. Quiero decir que Lucía Galará me acompañó en toda la búsqueda de información.
-¿Es diferente la satisfacción entre este libro y los otros?
-El de la Cuca tiene eso de haber dado a conocer quién era este personaje y volver sobre las víctimas, en eso digamos es comparable a “La Perla”, que nos llevó muchos más años y muchos dolores, intensos dolores, incluso a veces salíamos de las entrevistas sin poder hablar entre Alejo y yo.
La tarea realizada
“Tuve que luchar muchísimo para poder escribir sobre los derechos humanos. Para seguir en esto, hay que tener mucha vocación y mucha dedicación’’. Ana siguió respondiendo amablemente cada pregunta, con la generosidad que sólo tienen los/las grandes. Habló de la Justicia de hoy, los medios y sus trabajadores, y nos habló de ella.
-Aunque no se lo haya propuesto así, ¿podría decirse que sus tres libros son de alguna manera una trilogía?
-Creo que sí, que son una trilogía, y que hasta acá llego.
-¿Quiere dejar el tema?
-“La vida por delante” está focalizado en un lugar, la escuela Manuel Belgrano. “La Perla” fue mucho más amplio, en el sentido de las víctimas y de la importancia, porque fue el tercer campo de concentración del país, en cuanto a muertes y a dimensiones. Y éste se centra en un personaje que es nada menos que una genocida. Creo que es una trilogía, y si bien puedo seguir escribiendo sobre la temática, creo que sobre esto ya está.
-¿Nunca te dio miedo?
-Y sí, siempre los que trabajamos en esto, estamos preparados para que nos pueda caer la bomba en cualquier momento, y más aún ahora que les están dando prisiones domiciliarias a medio mundo.
-Esta es una profesión que a muchos antes de los cincuenta ya los quemó, física, psicológica, moralmente, o las tres a la vez. ¿Cómo se hace para mantenerse?
-Yo pienso que una cuestión importante es el compromiso. El compromiso y el deseo, cuando está el deseo allá vas atrás de él. En mí, el deseo está en esto, en lo que hago y me costó muchísimo llegar. La verdad que para seguir en esto hay que tener mucha vocación y dedicación. Y muchas veces dejar cosas de lado para poder seguir, pero también tomarte tus respiros. Por supuesto, es bastante difícil, porque a veces encontrás, como decíamos al principio, esa gente que no te quiere dar información. En realidad, tenemos que ser solidarios con todo, y por eso yo trato siempre, cuando hago éstos trabajos, de reunirme con gente joven, porque son los que van a seguir.
-¿A esto lo toma como una militancia?
-Sí, creo que ya es una militancia. A esta altura, sí.
Fotos: Guadalupe Scotta (área de Comunicación de la FCC-UNC)
* Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social y Diplomatura en Locución. Trabaja en radio www.delaviejaescuela.com Texto elaborado durante el curso “Buscar, mirar, preguntar – Fuentes y entrevista periodística”, de las secretarías de Extensión y Producción y Transmedia de la FCC-UNC.