Por María Paulinelli *

El viaje a través de los libros publicados por egresadas y egresados de la hoy Facultad de Ciencias de la Comunicación comienza a transitar su segundo itinerario: la ficción. Y arranca con el desafío de la escritura, en Inundación, de Eugenia Almeida, y El viaje inútil, de Camila Sosa Villada.

¡Hola! De nuevo con ustedes.

De nuevo en este diálogo, que es encuentro en el tiempo de la escritura y la memoria.

Y recomenzamos otra vez, como antes, la alucinante lectura de los textos que  convierten en presencia a unos y  otros. Los que escriben, los que leen. Todos en la increíble comunicación de la significación que solo otorgan las palabras.

Ahora –en los meses de este año– en la remisión a esos mundos posibles que son nuestros. La ficción en los relatos. Esa construcción de mundos que solo son posibles en los discursos que los dicen, que tienen la perentoriedad de lo real en retazos, atisbos, remisiones… También la volatilidad de la imaginación que inventa y crea.  Discursos que, más allá de quiénes dicen, tienen la capacidad de transformarse  con quiénes –también– leen. 

 Maravilla el poder de las palabras. Simbólica significación que deriva en realidades, porque ese es el sentido último de la ficción que relevamos, que después reseñaremos. Ya no la invención, la  quimera, la ilusión, la fantasía.  En esta contemporaneidad, la ficción es un mundo que aúna lo real con lo imaginado en lo posible.

Una construcción perfecta en su estructura de fragmentos con sentido de mundo único. Una unicidad que resulta de total autonomía.

Existe en las palabras, se ordena por reglas que  son propias, exclusivas, permanece idéntico en el tiempo que solo es escritura, pero puede transformarse en el acceso a la metáfora que siempre arrojan las palabras que se leen. 

Un mundo que establece relaciones con la espesura de lo real acontecido… pero, también,  con la desmesura de lo solamente imaginado.  

Entonces, dicho esto,  los invito a reconocer estos mundos posibles creados por Ustedes en la tenacidad de la escritura y recreados nuevamente, en la interpretación de la lectura. Por eso… digo que son nuestros.

Y recorreremos estos mundos, lentamente.

Identificaremos la materia narrativa que sustentan.

Vislumbraremos los destellos del mundo real de que provienen y nos adentraremos en el imaginario que contienen…

Todo eso, desde la escritura única de alguien que es uno de los nuestros… y  que nos llevará a recorrer, también, la memoria que somos, que hemos sido, que seremos.

Así… empezamos. 

Los mundos posibles en la escritura y la lectura

Eugenia Almeida y Camila Sosa Villada deconstruyen los mundos posibles que han creado.

Nombran cómo…  sin atisbar lo posible relatado. Solo inducen a entender, discurrir,  interpretar esa nueva maravilla que resulta crear un mundo que es posible, solo en la potencialidad de la escritura… que se revalida y multiplica en la lectura.

Indagan en la consistencia referencial de las palabras.

Hablan de la escritura, la lectura y lo hacen interpretando los mecanismos que dibujaron la posibilidad de nuevos mundos, esos posibles.

Suponen la poeticidad de las significaciones que son una y muchas, simultáneamente. En cada relato que musitan.

Inquieren  esa sabiduría de crear en el diseño de un discurso,  la realidad del mundo que habitamos.

Reconocen el prodigio de aunar una memoria –la de ellas– con la historia que se narra, que se cuenta. 

Nombran  ese misterio –del que resulta la escritura–  que conforta de la precariedad de ser humanos, fugaces y mortales.

Eugenia, desde la poética indagación de la escritura.

Camila, desde la renovación de la escritura en cuanto posibilidad nueva, diferente.

Inundación, de Eugenia Almeida

Eugenia Almeida _ Foto: www.enteculturaltucuman.gob.ar

Abro el libro, como hice en otro tiempo.

Me seduce, nuevamente, la dualidad de las dos metáforas nombradas en el título. Una dualidad que remite a la exterioridad de un suceso, un acontecimiento, un envolvente movimiento en esa Inundación que referencia. Una inundación que arrasa, que transforma, que solo es fuerza vital y que transgrede el orden natural establecido.

La metáfora explicitada en las dos experiencias vividas por Eugenia, la relatan, la referencian, la poetizan… mostrando como después de su llegada,  el mundo se transforma, es diferente. Todo es otro. 

El título se completa con  la alusión a  El lenguaje secreto de que estamos hechos. La interioridad  de los humanos… ese estamos, que designa  una pertenencia que solo es nuestra…  y que es secreta. Secreta, en la única, exclusiva pertenencia a cada uno.

Esa dualidad es el espacio donde Eugenia dice y dice en la perentoria necesidad de  referenciarnos… desde el lenguaje secreto que conforma el alfabeto, como dice el epígrafe de Roberto Juarroz.  

El texto se organiza entonces, desde estas metáforas que nombran el epígrafe y el título.

Un fragmento inicial, referencia la significación del libro. Lo  que es… lo que no es… lo que resulta para Eugenia que lo escribe: La primera letra de mi alfabeto del silencio.

Y entonces, se suceden los fragmentos. Veintisiete –igual que el alfabeto–  metaforizan las múltiples significaciones que encuentra en la escritura. Esos fragmentos que –introducidos por subtítulos– desparraman el abecedario… cubren un vasto recorrido que se organiza en las letras que inicialan y compendian el sentido final de todo el texto. El mundo. Cualidades. Escritores que aparecen. Escritoras que se nombran. Todo lo que está en ese lenguaje secreto del que estamos hechos.

Hablar del mundo para poder entonces, hablar de la escritura. Los vientos, los filamentos, la quimera, el movimiento… Las cualidades de las cosas: la opacidad, la perseverancia, el entusiasmo… el silencio.

Hablar de las increíbles significaciones que crean los autores… de ahí la referencia a Franz Kafka, Herman Hesse, Ray Bradbury, Irene Nemirovsky, Jean Baptiste Rossi, Simone Weil… Nuevamente para hablar de la escritura.

Los nombres de mujeres escritoras, nominadas como una letanía, solo nombres, sin orden, solo  nombres  Todas apelando a la identidad de la escritura.

Y ahí, entre los fragmentos, uno diferente: la inundación. La inundación vivida en la infancia y ahora, en el presente. La inundación en singular,  como única significación. Concepto que se condensa en la metáfora con que cierra ese fragmento: Todas esas aguas/ Inundaciones./ Así es la escritura. 

Esa inundación  que  transforma, envuelve, disloca, transfigura. Y nos hace ser nosotros. Estar vivos. Por eso dice Eugenia en el final del texto: Lo que me puede salvar es la escritura. No por lo que quede escrito. Nunca. Eso carece de toda importancia. Lo que me puede salvar es el gesto, el pequeño ritual que me recuerda quién soy y al desplegarse dice que quizás aún no es tiempo de subirse al tres den la noche. Lo que me puede salvar es siempre lo mismo: lo que olvido y recupero allí, al borde del abismo, cuando todo parece ya por tierra, cuando no hay esperanza de alivio, cuando empiezo a girar enloquecida buscando algo, algo, algo que me salve. Siempre lo que encuentro es la escritura. 

Los dejo en el silencio para que lean una y otra vez, ese fragmento. Allí está todo dicho. Solo queda decirlo en voz alta –maravillosa posibilidad de la lectura–  y entonces… recordarlo. 

Eugenia indaga poéticamente a la escritura.

Nos permite habitar el territorio donde los mundos posibles son posibles. Nos interpela sobre la escritura como vida,  como el rescoldo que nos protege de la muerte. 

El viaje inútil, de Camila Sosa Villada

Camila Sosa Villada – Foto: Lali Zanotti – www.elmundo.es

Todo viaje significa movimiento. Cambios. Transformaciones.  De ahí el título.   Camila toma esta palabra –viaje– para explicar el sentido primigenio del texto. La transición que lo define. Lo adjetiva y es, esa calificación, lo que sintetiza las  significaciones implícitas. Un viaje inútil hacia el recuerdo, dice en el final del texto.

 Así también titula Trans/ escritura. Ya no la metáfora de “ese viaje realizado”, sino la simple denominación de lo que se ha vivido. El lenguaje permite estas posibilidades. Posibilita simbolizar y referenciar al mismo tiempo. 

El texto es una suma de fragmentos.

Fragmentos sin orden aparente que merodean la memoria de esa experiencia que permite el viaje, el recorrido vital. La niñez que se expande, que ilumina el comienzo, el derrotero. La adolescencia que profundiza  esas búsquedas. Los otros tiempos se suceden en la transición de Camila. Todo,  encandilado por la posibilidad que significaron, que aún siguen significando,   la lectura y la escritura.

El primer momento es la escritura. Desde un pasado explicitado en un presente –recurso sabiamente utilizado y que remite a la actualización que permite la memoria–, ella dice: Escribir es el gesto de amor que mi papá tiene para mí. Y, es ese momento, que  vislumbra  a Camila como Camila. La escritura nace de ese acto. El deseo de escribir encuentra que soy fértil, que soy una hembra viable para incubarlo, pone sus huevos yo lo cargo dentro de mí como una madre. La define. Y en la rememoración de ese recuerdo, es que afirma: Ahora se presenta la oportunidad de escribir ese momento, el del origen de mi escritura.  Y entonces, es que entendemos, el sentido de ese viaje que se inicia ahí y tiene la escritura como espacio. 

Un espacio que se magnifica en la lectura. Se completa. Así dice: …. Y de repente, abro la boca y empiezan a correr las palabras. Lo hago en voz alta, como todos los niños que aprenden a leer, con muchísima torpeza, como los primeros pasos. Leo sin saberlo. Simplemente sigo mi cuerpo.

Increíble metaforización de ese momento, que nombra ambos procesos. El aprendizaje de la lectura y el deslizamiento hacia la transición. 

Se abre una dimensión diferente en el tiempo que se habita. El mundo es amable ahí, leyendo en mi cama. Encuentro un refugio que es lo que más busco a esa edad. Un refugio. Y sobre todo  encuentro que existe un poder en el ejercicio de la lectura. El poder del goce de la soledad.

Y el viaje continúa. Inmediatamente después como una consecuencia inevitable, llega la práctica de la escritura. También llega el reconocimiento de que es ella la que vive realmente. Lo explicita simplemente. No tengo conciencia, en aquel momento,  de que soy yo la que escribe. Lo entiendo mucho después, pero el momento de incandescencia es ahí, en la escritura.

Luego escribirá continuando el relato de ese viaje: Mi primer acto de travestismo no fue salir a la calle vestida de mujer con todas las de la ley. Mi primer acto de travestismo fue a través de la escritura.

Se unen entonces, los sentidos de ambos títulos. Se afirma la significación de trans/escritura.

La referenciación se incrusta en la metáfora del viaje y se expande simbólicamente sobre el texto. La escritura alcanza otra dimensión. Otra posibilidad. Es ahora, trans/escritura. 

Resulta imprescindible conocer con la lectura el periplo a Camila Sosa Villada. Concreta ese mundo posible que es el relato de su vida con la certeza de que vivir como Camila también era posible. El mundo de palabras se corresponde con el mundo de lo real acontecido. Ambos posibles. Coincidencias buscadas, realizadas.

El texto sigue con la narración de los avatares que se ordenan en los diferentes momentos y que pivotean siempre sobre las palabras como elemento fundacional de lo humano, de  su potencial simbólico.

Por eso, insisto en la lectura. Como práctica de entendimiento de los textos. Como posibilidad de comprensión de la existencia de cada uno de nosotros. 

Camila integra un poema y un breve fragmento narrativo. Lo hace con una letra diferente. Es la escritura de otro tiempo. Es la muestra de lo que quedó de esos inicios.

Y van pasando en movimiento, las imágenes de su relación con la poesía, con el teatro… con la literatura hecha por mujeres, también con otros grandes escritores…. Con la re-creación en la representación escénica de artistas femeninas…  con la escritura plenamente suya que es toda una conmoción, un descubrimiento doloroso, solo suyo. Un viaje inútil… pero un viaje único, imprescindible.

Un bello texto.

Una mirada diferente, transparente, diversa sobre la escritura, sus posibilidades y las distintas materializaciones. 

El texto se completa con un fragmento de Demián Orozs –director de Colección– que explica el sentido de la línea editorial en que se inscribe la publicación. Editorial donde se publicó, también, Inundación de Eugenia. Transcribo la afirmación que señala la propuesta de DocumentA/ Escénicas. Se trata aquí de una colección que aspira a convertirse en lugar de reunión y construcción de una zona reflexiva, con obras que permitan cruzar experiencia en torno a la escritura. Ya sea por el origen de los autores, su lugar en la escena o incluso su llegada al campo literario desde otras artes o disciplinas.

También, les digo que  Gabriela Halac es la responsable del proyecto y diseño de colección. Una egresada de nuestra Institución.

Pertenencias a la escritura, desde distintas formas. 

Los mundos posibles necesitan de la escritura y la lectura para ser verdaderamente eso: posibles.

También necesitan pensarse en la construcción que implican como textos. Por eso es que les propuse  la escritura de Eugenia y de Camila, porque son las miradas que –centradas en la escritura–  nos permitirán avanzar en esos mundos…  que llamamos posibles y que haremos nuestros desde la lectura.

¡Hasta pronto!  María

Textos

Almeida, Eugenia. 2019. Inundación. El lenguaje secreto del que estamos hechos. Ediciones DocumentA/ Escénicas. Córdoba.

Sosa Villada, Camila. 2018. El viaje inútil. Trans/escritura. Ediciones DocumentA/Escénicas. Córdoba.

Imagen principal: www.zendalibros.com

Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.