Promover la lectura en la niñez supone un desafío que va más allá de simplemente leer. Sole Rebelles, narradora cordobesa, habla de su experiencia.
Por Daniela Frontera. Egresada ECI UNC.
El interés de promover la lectura en los niños se manifiesta en múltiples espacios, como la escuela, bibliotecas, talleres de escritura y ferias del libro, entre otros. La producción de literatura infanto- juvenil por parte de las editoriales acompaña este impulso con cantidad de títulos y colecciones, una oferta muchas veces abrumadora. Frente a este escenario surge la pregunta acerca del sentido de esta actividad: ¿De qué hablamos cuando hablamos de promoción o animación a la lectura? Está claro que la tarea excede la simple selección de un libro, o la búsqueda de un tema o autor. Quizás la palabra “contagiar” represente mejor el desafío del que hablamos porque nos acerca más a la idea de “transmitiro trasladar desde un cierto sentir”. Como dice Laura Devetach en su libro “La construcción del camino lector”, ayudar a los chicos a “descubrir que pueden vibrar como ha vibrado antes quien lo incita ahora a la lectura, a ponerse curiosos o tristes con las emociones y chispas que el escritor puso en su cuento (…). Contagiar el gusto por leer y no sólo el hábito, la costumbre por vía voluntarista y racional”.
Pero, ¿Cómo lograrlo? Ciertamente no puede contagiarse algo que no ha sido interiorizadoantes en nosotros, algo que no nos ha inquietado. Otra cita de Devetach nos aclara el panorama: “Quien no sufre o goza o se activa con la lectura o cualquier otra actividad, difícilmente pueda transmitirla, como se transmiten las actitudes amorosas. Leer para nosotros mismos, para los demás, o con ellos-chicos o grandes- con honestidad. O no pretendamos que los chicos sean lectores”.
Parece que la clave es contagiar disfrute, la literatura busca su fin estético, ese vibrar irrepetible que nos moviliza. Desde su experiencia con la oralidad, Sole Rebelles, narradora cordobesa miembro del CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil), integrante del Grupo Venique Tecuento y autora de espectáculos unipersonales,nos cuenta cómo es su trabajo con los más chicos.
Te conocí en una escuela primaria, vos estabas frente a los chicos a viva voz narrando un cuento (creo que de Gustavo Roldán). Tenías un montón de miraditas clavadas, zambullidas en el discurrir del relato y pensé: ¿cómo lo hace? Claramente había una conexión ahí, vos lo estabas disfrutando y ellos también.
¿Cómo se contagia el disfrute desde una experiencia de narración oral?
Vos decís Roldán y a mí me llega una oleada de admiración y ternura. Creo que esa es la respuesta a tu pregunta. Se trata de que algo adentro mío admira el trabajo del autor, entonces tomo el texto desde el respeto y lo “paso por el cuerpo” para volver a mostrarlo desde mi persona. Antes que nada, el texto me emocionó, lo elegí, me deslumbró. Pienso en la narración como una experiencia conjunta entre cuenta cuentos y “escuchador”. Cuando un cuento pasó por mi cuerpo, por mi voz y la gente lo va ayudando a crecer, llega un momento en que es parte de mí ycreo que es ahí cuando es real la conexión. Es el momento en que el disfrute se comparte, como bien decís.
¿Cuáles son esos elementos en una historia que no fallan a la hora de captar la atención de los chicos?
Me parece que es fundamental involucrar a los escuchadores, no como personajes, sino haciendo pequeños guiños que los inviten a sumarse.Hay una expresión que uso cuando el señor de la historia que estoy contando sube a la punta de la montaña, por un instante mesalgo del rol de narradora y mirando directo al público pregunto: ¿vieron que las montañas terminan siempre en punta? Muchos asienten, yo sigo el relato, disfruto mucho de esos instantes, cuando se suman a la propuesta y responden, siento que ya estamos contando juntos.
¿Cómo influyen tus textos propios (esas lecturas y vivencias incorporadas a lo largo de los años) en tu trabajo y cómo te acompañan?
Siento que al narrar, todos mis “textos internos” (como dice mi querida Laura Devetach) van asomando nariz. Cada persona lleva consigo guiños de la infancia que la acompañan. A veces veo cómo se cuelan expresiones, gestos, detalles de personas y lecturas con las que crecí. Seguir leyendo, investigando, conociendo, es una manera de ir ampliando mi mundo interior y eso se ve reflejado en los cuentos también.
A esos papás que tienen la intención de contagiar a sus hijos el gusto por la lectura, ¿qué les dirías para animarlos en ese camino?
Pienso que el modelo lector es uno de los caminos que hacen que otras personas tengan ganas de transitar la lectura. Tomarse un tiempo para explorar juntos un libro y vivirlo adentro de sus páginas, contar un cuento, o incluso alguna historia que el día nos regala, porque también las anécdotas son una forma de constituirnos “escuchadores del mundo”. ¿Acaso hablamos con los chicos de las cosas que nos pasaron hoy? Por lo general les preguntamos: ¿Qué hiciste? ¿Qué comiste? ¿Con quién jugaste? Poder compartir con ellos alguna anécdota del día es dar también importancia a los detalles en la vida de adultos, un buen ejemplo de que cuando crecemos también tenemos cosas interesantes que contar. No sé, hoy abrí el huevo… ¡y tenía dos yemas! Qué historia ahí mismo, en la cocina, en mi casa. Para compartir el gusto por la lectura, nada mejor que leer juntos (libros y mundo).
¿Cuál fue la devolución más afectuosa que recibiste de un niño, esa frase, mirada o gesto que no podrías olvidar?
Hay una cosa que me “desmaya de amor” y es cuando veo que alguien deja caer su mandíbula relajada, la boca se entreabre y mi corazón se alegra infinito. El niño se deja, el cuento lo atrapa. Eso es maravillosamente inolvidable. Y otra es que muchos niños me van a escuchar varias veces en espacios que se sostienen durante todo el año, los veo crecer y siento que estamos recorriendo un tramo de nuestras historias, juntos. Eso también me emociona.
Bibliografía: Devetach, Laura, (2008), La construcción del camino lector, Ed. Comunicarte, Colección Pedagogía y Didáctica.