Por Julieta Lucovas *
“Golpear donde más duele”, es la lógica de una modalidad de violencia de género que suele quedar impune. Las hasta ahora desoídas denuncias de Gilda Morales contra su ex pareja por –entre otras agresiones– abuso sexual en perjuicio de su propio hijo ponen al descubierto las limitaciones del Estado para prevenir y del Poder Judicial para sancionar.
—Te voy a quitar a los chicos
—Te voy a hacer sufrir donde más te duele
¿Qué pasa cuando les niñes y adolescentes son agredides para perjudicar a las madres? ¿Por qué el Estado prioriza el vínculo paterno filial por sobre el bienestar y la seguridad de elles?
La violencia de género tiene diversas modalidades. La utilización de les hijes como objeto para tener el control y continuar la violencia contra la mujer es una de las formas más brutales. Esta modalidad se llama violencia vicaria y es un concepto definido por Sonia Vaccaro, psicóloga clínica y experta en victimología y violencia contra mujeres e infancias. El término vicario es tomado como adjetivo y es definido por la RAE como aquello que ocupa el lugar de otra persona o cosa. En este caso, el objetivo final es golpear a la mujer “donde más le duele”.
Para lograr identificar la violencia vicaria entre otras formas de violencia machista, Bárbara Porter, psicóloga chilena, estableció algunas formas directas de violencia vicaria padecidas por niños y niñas, entre las cuales se incluye el abuso sexual, la violencia vincular y la violencia judicial que además de re-victimizar, muchas veces termina manifestándose en revinculaciones forzadas con progenitores denunciados, el “arrancamiento” del hogar materno y otros procesos que envuelven a madres e hijes en una continua vulneración de derechos.
En diálogo con QUÉ PORTAL, Enrique Stola, médico psiquiatra y experto en violencia de género y abuso sexual en las infancias, mencionó que el incremento de este tipo de violencia se encuentra vinculado al mejoramiento de las leyes de protección hacia las mujeres por un lado y a su creciente empoderamiento por el otro, producto de una mayor concientización sobre la igualdad de género que promueven las luchas feministas. Todo esto hace que los varones ya no tengan tanta libertad para utilizar los dispositivos de control sobre los cuerpos “de sus mujeres”. Entonces el cuerpo de las niñas y niños pasa a ser el territorio que puede ser agredido para perjudicar a las madres. Por otro lado agregó que además “la violencia vicaria está sostenida por sectores machistas del poder judicial que avalan la conducta masculina”.
“Es un sistema perverso”
La violencia vicaria no ocurre solo en el ámbito privado de los hogares. Las instituciones violentan sistemáticamente a las madres que denuncian los daños que sufren sus hijes por parte de sus progenitores y parecen mirar para otro lado cuando se trata de asegurar su protección y bienestar, como lo establece la Convención sobre los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes.
“Antes de que yo realizara las graves denuncias en contra del progenitor, he sufrido diferentes violencias por parte del mismo. Además, en reiteradas oportunidades me amenazó con quitarme a mi hijo, situación que también quedó plasmada en las denuncias”, relata Gilda Morales. Una de las tantas madres protectoras que luchan por justicia para sus hijes.
En el año 2015 Gilda realizó la primera denuncia contra el progenitor de uno de sus tres hijes, luego de que el niño presentara signos de abuso sexual. El padre del menor solicitó la custodia por obstrucción del vínculo paterno filial. A través de una medida cautelar, la jueza de familia de Córdoba, Silvia Morcillo, ordenó que el niño fuera entregado a su padre con una causa penal abierta y sin investigar. Hace dos años aproximadamente que la madre no puede ver a su hijo, mientras el niño no tiene contacto tampoco con sus hermanes maternos.
“Actualmente el progenitor de mi hijo se encuentra imputado por cuatro delitos de impedimento de contacto, con dos causas por abuso sexual, otra de abandono de persona y lesiones gravísimas y coerción en perjuicio de mi hijo. Todo en vías de investigación”, relata la madre. Resalta además que el sistema judicial “es un sistema perverso” ya que su causa se encuentra envuelta desde un primer momento en una amplia violación de derechos humanos y violencia institucional.
Giselle Videla, abogada militante y especialista en violencia de género, se refiere a la situación de Gilda Morales como un “secuestro institucional”. Agrega que pese a pruebas objetivas que existen, sobre todo en el fuero de familia, el poder judicial se encuentra reticente a la restitución del niño a su centro de vida, a su madre y también a sus dos hermanos que hace dos años no tienen ningún tipo de contacto con él.
El de Gilda no es un caso aislado. Otros casos también se han logrado mediatizar, como el de La Niña Sol en Córdoba, el caso de Arcoiris en La Rioja, Alerta por Martín en Buenos Aires, Justicia por Luna de CABA, entre otros. Todas estas causas tienen en común las revinculaciones forzadas de niñes con progenitores denunciados, el archivo de causas por investigaciones deficientes y la criminalización del cuidado de las madres, que son tildadas de obstructoras del vínculo paterno filial.
“En la Justicia nos encontramos frente a un descreimiento de las palabras de las madres”, menciona la abogada. Expresa que existe una doctrina de la “falsa denuncia” que se sostiene durante todo el procedimiento. El descreimiento hacia las madres que denuncian este tipo de delitos se debe a que son cometidos dentro del ámbito de “lo privado” y supuestamente las pruebas que hay no son suficientes, a pesar de contar muchas veces con informes psicológicos y haber pasado por distintas instancias como la cámara Gesell en donde les niñes y adolescentes manifiestan distintas situaciones de violencia.
Si bien en la provincia Córdoba existen diferentes organismos a los que una madre puede acudir cuando tiene que realizar una denuncia por este tipo de delitos, como Defensoría de Niños, Niñas y Adolescentes, la Secretaría de Niñez y Adolescencia y SENAF, no tienen un poder de acción real. Giselle, explica que cuando una madre va en busca de ayuda a estos lugares por la situación que está viviendo y no encuentra una verdadera respuesta en la justicia, se encuentra con instituciones que no son competentes y que en general los profesionales que intervienen en este tipo de causa carecen de perspectiva de género y de niñez. Todo esto pese a que en Argentina contamos con la Ley Micaela que obliga a les funcionaries de la gestión pública de todo el país a formarse y capacitarse en perspectiva de género.
Un delito que debe ser tipificado
Actualmente no hay en nuestro país una estadística oficial de violencia vicaria. Un informe publicado por el Observatorio de Femicidios en Argentina “Adriana Marisel Zambrano”, coordinado por la asociación civil La Casa del Encuentro, reportó bajo el término de “femicidio vinculado” que en los últimos diez años 120 niños y niñas fueron asesinados para destruir psíquicamente a la mujer. Un porcentaje de estos femicidas contaba con denuncias previas.
El término violencia vicaria se incluyó en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género en España y recientemente ha sido legislado en el país de México. En Argentina todavía no se encuentra tipificado en el ordenamiento nacional sobre protección de los derechos de las mujeres.
Actualmente en nuestro país hay dos proyectos de ley en Diputados, a los fines de incluir este tipo de violencia en la Ley N° 26.485 de Protección Integral. Uno de estos proyectos fue presentado en junio de 2022 por la diputada nacional del Frente de Todos, Mónica Macha. El otro presentado en julio de 2022 por Victoria Tolosa Paz, Ministra de Desarrollo Social de la Nación. En éste último participan colectivos de hombres y mujeres profesionales entre los cuales se encuentran Asociación MAMI, el Dr. Juan Pablo Gallego, el Dr. Enrique Stola. Estos proyectos buscan darle a la violencia vicaria el marco normativo necesario.
Mientras tanto, la militancia y las Madres Protectoras, que conforman una agrupación que vincula a mujeres desoídas que luchan por justicia para sus hijes, son quienes se encuentran visibilizando a través de diferentes medios la existencia de este tipo de violencia.
“Yo creo que lo que se puede hacer es seguir en pie, armarse de paciencia, emprender el camino de la vía dolorosa, de la lucha. Confiar que en algún momento la vida sea justa”, reflexiona Gilda Morales.
* Estudiante de quinto año de la Licenciatura en Comunicación Social, orientación en Producción Gráfica, de la FCC-UNC. Integrante del equipo de prácticas preprofesionales en el Qué Portal y la Secretaría de Producción y Transmedia de la FCC-UNC.