Por Diego Piva *

La pregunta puede resultar innecesaria hasta para el más ajeno a este deporte. Se podría afirmar que pocas personas desconocen por completo que este año se jugará la copa del mundo de fútbol masculino en Qatar. Pero, ¿qué es Qatar? ¿Dónde queda Qatar? Y lo más importante: ¿qué pasa en Qatar?

Con la relativa alternancia de continentes que comenzó a darse hace poco tiempo en cuanto a las sedes, este año el mundial de fútbol se disputará en Asia por segunda vez en la historia, luego de 20 años. A diferencia de aquel Corea-Japón -del que quedará el recuerdo de la temprana eliminación de la selección argentina-, esta vez el país anfitrión se encuentra en el otro extremo del continente, más precisamente la península arábiga, en Oriente Medio.

Este pequeño país recibirá entre noviembre y diciembre a 32 equipos, 32 culturas diferentes en un territorio que equivale, aproximadamente, a la mitad de la provincia de Tucumán. Esta península, casi un apéndice territorial de Arabia Saudita, no es una república, ni una monarquía parlamentaria o constitucional como lo son España o el Reino Unido, por ejemplo. Tampoco es una ciudad-Estado, aunque eso podría suponerse por su tamaño. Qatar es un emirato: se trata ni más ni menos de una monarquía absolutista dominada por la familia Al Thani, una dinastía que rige desde hace más de 150 años en el poder.

A mediados de la década de los 90, quien asumió el mando fue el emir Hamad bin Khalifa Al-Thani, luego de un golpe de Estado contra su propio padre, y a partir de ese momento se comenzaron a explotar los riquísimos recursos naturales que posee el territorio: las reservas de gas y petróleo que hicieron de Qatar en esta última década el cuarto país con mayor PBI per cápita del planeta, según un reporte del Banco Mundial en abril de este año. Claro que la distribución de capitales no es equitativa y la población en general -inmigrantes que no tienen ningún vínculo con la realeza- no percibe los beneficios económicos de tamaña riqueza. Un panorama bastante similar, exceptuando a la monarquía, al de finales del siglo XIX en estas tierras.

Qatar formó parte desde el siglo XVIII del histórico Imperio otomano, que comenzó a formarse en el siglo XIII y cayó definitivamente en 1922, después de la derrota de las potencias centrales en la Primera Guerra Mundial. Desde 1916 fue un protectorado del Reino Unido -un territorio con su propio gobierno local, que no está formalmente anexado pero con un vínculo tal que está imposibilitado de tratar con otras potencias- hasta 1971, cuando se independizó definitivamente, pero aun así siguieron manteniendo estrechas relaciones económicas y diplomáticas: Qatar, en su condición de primer exportador de gas natural licuado a nivel mundial, se convirtió en el principal proveedor de este recurso para el Reino Unido (con un 90% de las importaciones) luego del conflicto energético que provino con el Brexit.

Además del vínculo económico, también subsiste la tradición de la nobleza árabe de instruir a sus jerarcas en el Reino Unido: tanto Hamad bin Khalifa Al-Thani como su hijo y actual mandatario del país, Tamim bin Hamad Al-Thani, se formaron en la Royal Military Academy Sandhurst, la escuela de oficiales del ejército británico.

El emir Tamim Bin Hamad Al Thani; su padre y ex emir Hamad Bin Jalifa Al Thani; y su madre y jequesa Moza Bint Nasser Al Missned

Qatar es un país árabe y la religión oficial es el islam. Son partidarios de la interpretación wahabita del islam sunita, es decir, “la tendencia que lee el Corán e interpreta al islam con los ojos de Arabia Saudita. Extremistas. De allí viene el terrorismo que creó el Estado Islámico; Qatar es uno de los países que financian el ataque a Yemen, por ejemplo, que genera tantas muertes todos los días”, explica el periodista e historiador Mariano Saravia en Caravana Qatar, programa radial de los SRT de nuestra universidad. 

Hay que decir que en su territorio hay libertad de culto, pero también son conocidas las injusticias históricas que padecen las mujeres, los colectivos LGBTIQ+ y toda disidencia a un régimen patriarcal muy consolidado y dominante. De hecho, están y estarán prohibidas durante lo que dure la copa del mundo, las “muestras de afecto” entre personas del mismo sexo, según declaró Nasser Al-Khater, director del Comité Organizador del torneo.

Sus habitantes nativos hablan el árabe, el idioma oficial, y también un inglés fluido, pero su población es de casi tres millones de habitantes y en su gran mayoría –casi un 80%– está compuesta por inmigrantes provenientes de países empobrecidos del sur asiático, con la particularidad de haber sido también colonias británicas en el pasado. Más precisamente de la India (el 31,31% de la población extranjera), Bangladesh (11,80%), Nepal (11,41%), Pakistán (10,58%) y también algunos cercanos del noreste de África, principalmente de Egipto (8,40%).

Esclavitud moderna para el fútbol moderno

En 1986, aquel torneo donde Maradona alcanzó niveles superlativos y le dio a Argentina su segunda estrella se disputó en un México caliente en varios sentidos. Por un lado, el calor agobiante del verano no era un impedimento para que se disputasen los partidos, más allá de los reclamos de los protagonistas. Además, meses antes, su capital había sido sacudida por uno de los peores terremotos de su historia y la ciudad había quedado devastada. Sin embargo, el país priorizó el compromiso asumido con la FIFA e invirtió todo su capital en la organización del mundial, mientras los edificios, las rutas y la vida de las personas afectadas se reconstruían como se podía.

Esta política de la FIFA de llevar adelante su torneo emblema a como dé lugar, se repite hoy en día ante los ojos del mundo y sin demasiado disimulo. Esta vez, las autoridades tuvieron la sutileza de postergar seis meses el inicio de la competencia, debido a las temperaturas prohibitivas del verano, pero desde que se designó a Qatar como sede para este año, el país ha llevado a cabo la construcción de seis estadios, la remodelación completa de dos más y una inmensa infraestructura para recibir a los visitantes, en base a la explotación laboral de inmigrantes que ingresan al país exclusivamente para trabajar.

Al respecto, el periodista Hugo Caric plantea: “De lo que todo el mundo va a hablar en Qatar durante el mundial seguramente será de los estadios súper modernos, de la organización e infraestructura, pero no precisamente de lo que hay detrás: el trabajo esclavo en la construcción de los estadios, la cantidad de muertes que hay detrás de ello; muertes de obreros que trabajan en condiciones infrahumanas, con los pasaportes retenidos por las autoridades, imposibilitados de volver a sus países de origen; de un montón de anomalías que claramente vulneran derechos humanos básicos, y que todo está maquillado detrás de la fastuosidad que nos presenta Qatar en su propuesta para el mundial”.

Como menciona Caric, las muertes de los obreros existen y el índice de mortalidad es escalofriante. Tanto por la cantidad como por ser muertes totalmente evitables si no fuera por  el contexto en el que suceden. En febrero del año pasado, el periódico británico The Guardian, publicó un artículo en el que denunciaba que, en promedio, 12 obreros por semana murieron en las obras, sumando un total de 6.500 personas desde que se anunció que se haría allí la copa del mundo. El informe se basa en las estadísticas facilitadas por los gobiernos de los países proveedores de la mano de obra, y el número sería aun mayor, ya que no se han podido recolectar datos de todos los países en cuestión. En relación a esto, Gianni Infantino -presidente de la FIFA- minimizó la cifra diciendo que “han sido 3.000 y son demasiadas”. Además, agregó: “Cuando le das trabajo a alguien, incluso en condiciones difíciles, le das dignidad y orgullo, no es caridad. 6.000 personas también podrían estar muriendo en otros sitios”. 

En abril de 2016, Amnistía Internacional publicó otro informe en el que explica este contexto laboral en base a una serie de entrevistas a trabajadores que experimentaron el trabajo forzado, las faltas de libertades y de pago, las amenazas y el hacinamiento. Describe que los migrantes “no pueden cambiar de trabajo, no pueden salir del país y suelen tener que esperar meses para cobrar sus salarios. Mientras, la FIFA, sus patrocinadores y las empresas de construcción implicadas se preparan para obtener ingentes beneficios económicos de la celebración del torneo”. Se sabe que la FIFA, que es una de las multinacionales más rentables del mundo con una cosecha estimada de siete mil millones de dólares en el último lustro, tiene su mayor caudal de ingresos durante los mundiales.

La publicación, además de revelar las “condiciones de hacinamiento y de falta de higiene y seguridad en sus alojamientos”, explica que “los empleadores no expiden o renuevan el permiso de residencia a sus trabajadores, a pesar de que están obligados a hacerlo. Con estos documentos de identidad, pueden demostrar que tienen permiso para vivir y trabajar en Qatar. Sin ellos, pueden ser encarcelados o multados. Por esta razón, tienen miedo de aventurarse más allá de la zona de obras o del campamento donde viven”, además del hecho de que les confiscan los pasaportes al entrar al país, sin poder abandonarlo legalmente.

Por otro lado, los empleados “deben pagar elevadas comisiones de entre 500 y 4500 dólares a contratistas de sus países de origen”, quienes “hacen falsas promesas respecto al salario (…) y sobre la clase de empleo ofertado”. “A veces no se pagan los sueldos durante varios meses. Los trabajadores no pueden pagarse la comida, enviar dinero a sus familias ni hacer pagos sobre préstamos asociados a la contratación”.

Por último, “si los trabajadores se quejan de las condiciones o piden ayuda, normalmente son intimidados y amenazados (…) con deducciones de la paga o su expulsión sin recibir el sueldo que les corresponde”.

Imagen: Amnistía Internacional

¿Cuál es la relación de Qatar con el deporte?

Qatar no tiene tradición futbolera. Su liga nacional cuenta con sólo 12 clubes, de los cuales 10 son propiedad de miembros de la familia Al-Thani; y la segunda (y última) división es una liga semiprofesional. Seis de los ocho estadios, que albergarán los 64 partidos que se disputarán en el mundial, fueron construidos exclusivamente para el torneo. Aun así, comenzaron a aparecer en los primeros planos del deporte internacional a través de algunos grupos de inversión. Primero con patrocinios en las camisetas y estadios de los principales equipos europeos y americanos, y luego con acciones concretas sobre clubes como el París Saint Germain, tras fundar Qatar Sport Investments y hacerla propietaria del club.

Además de la aspiración a organizar el torneo más prestigioso del deporte popular por excelencia, también fueron inmiscuyéndose en otras disciplinas atrayentes, como el tenis, con un torneo de categoría ATP desde los años noventa y otro WTA, desde el 2001; el motociclismo, con el Gran Premio de MotoGP desde el año 2004; y, desde 2021, la Fórmula 1 -máxima categoría del automovilismo- agregó al Gran Premio de Qatar como parte de su calendario, con un contrato por diez años, más allá de la desaprobación y repudio de diferentes organizaciones, como por ejemplo Amnistía Internacional.

¿Por qué Qatar será la sede del mundial?

Se podría presumir que estos esfuerzos por protagonizar los grandes eventos deportivos, vienen de la mano con las intenciones de “limpiar” la imagen negativa que estos países de Medio Oriente tienen en cuanto a los derechos humanos, sociales y laborales. “Hay una estrategia geopolítica detrás de lo que es la pantalla del deporte, una intención de posicionarse de una determinada manera a los ojos de la gente y sobre todo a los ojos de las inversiones”, reflexiona Hugo Caric.

Su designación para albergar el torneo de fútbol más prestigioso del mundo no fue a través de un simple sorteo determinado por la suerte y la incertidumbre. Se trató de un proceso caracterizado por sospechas de hechos de corrupción que desataron una investigación llevada a cabo por la justicia estadounidense a través del FBI, en conjunto con la suiza. Ésta derivó en una crisis institucional en la entidad madre del fútbol internacional, con el fin abrupto de largos procesos de mandato, sanciones económicas, procesos penales y hasta detenciones de algunos funcionarios de la FIFA.

Entre las postulaciones que incluían a países como Japón, Corea del Sur, Estados Unidos y Australia, Qatar se aseguró el premio, según indagaciones de la prensa europea, a raíz de sobornos de hasta 3,6 millones de dólares a 30 miembros de la FIFA, otorgados por el entonces presidente de la AFC (Confederación Asiática de Fútbol) y actual presidente de la Asociación de Fútbol de Qatar, Mohammed Bin Hammam. Estos hechos fueron el primer paso de lo que luego se dio a conocer como FIFAGate.

Todo pasó a estado público en mayo del año 2015, cuando las autoridades suizas irrumpieron en el hotel donde se preparaba el congreso en el que Joseph Blatter sería nuevamente reelecto como máxima autoridad de la Federación. En esa oportunidad, fueron detenidos preventivamente siete directivos, y a raíz de eso fueron destituidos el propio Blatter y Michelle Platini -quien fuera uno de los mejores jugadores de la década de los 80-, por entonces presidente de la UEFA. En una nota publicada en la revista El Sur en ese mismo año, Hugo Caric describió la situación del mandamás: “Un discurso exultante (aquel de la repetida frase “¡let’s go Fifa!”) completó la escena de la nueva consagración, pero un par de días más tarde Blatter anunciaría en conferencia de prensa que su último mandato apenas se extendería por ocho meses. ‘Aunque fui reelegido, no tenía el apoyo de todo el mundo del fútbol’, argumentó aquella vez. Las balas le picaban demasiado cerca”.

Michel platini y joseph blatter – Foto: AFP

Al ser consultado por las consecuencias que generó esta crisis institucional, Caric observó que “así como hubo gente que dejó su cargo en la FIFA, también hubo quienes no: no hay que olvidar que Infantino era un hombre clave en la estructura que conducía Platini en la UEFA”. Y agregó: “Tampoco se avanzó con una decisión institucional para terminar de completar como correspondía el trabajo de renovar un poco la imagen de la FIFA. Muchas cosas quedaron como estaban, incluso la misma designación de la sede para Qatar”.

FotoMontaje: Diego Piva

Si algo positivo se puede rescatar de esta poco asumida historia es justamente el hecho de conocer que esto pasa hoy y pasó siempre; y de tener la oportunidad de hacer algo al respecto. Desde que el fútbol es un deporte que moviliza al mundo y por lo tanto un producto cultural, también es un producto de mercado que puede ser usado políticamente. Todo esto bajo la responsabilidad (a veces penal) de quienes lo gestionan. Hubo copas del mundo que se disputaron bajo amenazas de muerte, o en países que transitaban las más oscuras dictaduras, también otras -como ésta- que se organizaron bajo las condiciones de moderna esclavitud y una trama de corrupción. Por todo esto, al fútbol hay que disputarlo y ganarlo en la cancha, pero también en todos los frentes posibles.

Fuentes

* Estudiante de la Tecnicatura en Periodismo Deportivo de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC) de la UNC. Equipo de prácticas preprofesionales en el Qué Portal y la Secretaría de Producción y Transmedia de la FCC-UNC.