El hallazgo de una vieja nota administrativa destinada a enmendar el error involuntario de un docente dispara una historia de encuentros, de quienes en distintos tiempos y continentes fueron víctimas de genocidios. Relatos del 50 aniversario de la ECI-UNC.
Por Roy Rodríguez *
Es el 30 de noviembre de 1973. Alfredo Guillermo Barbano y Benjamín García Holgado están frente a frente. Lo atestigua un papel amarillo que esperó por años en un archivo. Ahora está frente a mis ojos. Lleva la firma del periodista Miguel Clariá, por entonces secretario de la recién creada Escuela de Ciencias de la Información. Ahora, el 16 de marzo de 2022, a días de cumplirse un aniversario del Golpe de Estado de 1976, la historia comienza a asomarse.
Intento confirmar los datos. Benjamín García Holgado fue uno de los profesores elegidos por el organizador de la Escuela de Ciencias de la Información, Adelmo Montenegro, para comenzar el dictado de clases hace 50 años. Llegaba, como otros tantos, desde Buenos Aires, una vez por semana, a dar clases en el edificio que la Universidad había comprado especialmente para la nueva Escuela al Instituto Cultural Argentino Norteamericano (ICANA), en avenida Vélez Sársfield y 27 de Abril. Viajaba por Aerolíneas Argentinas, con pasajes a cargo de la Universidad. Otros tiempos. Otras prioridades.
Buceando en la web, aparecen algunas huellas de don Benjamín. En Mercado Libre, por ejemplo, está a la venta un libro que lleva su firma. Tan amarillento como el papel que aún me espera sobre el escritorio. De Mitre a Roca. Política, sociedad y economía (1860 – 1904), editado en 1975 por Editorial El Coloquio.
Después envío algunos mails, a la manera que alguien tira una botella al mar. Alguien con su mismo nombre sigue estudiando hoy la historia argentina. Espero unos días. Dos, quizás tres. No hay respuestas. Entonces recibo un mensaje de Whatsapp. María Paullinelli, profesora emérita de la Facultad me invita a contar historias que testimonien acerca de los 50 años de la Escuelita, como aún le decimos muchos a la Facultad.
Me digo que tengo una historia. Pero la botella está aún en el mar. Y no hay manera de confirmarla. María es parte de la historia misma de la Facultad. Tímidamente le pregunto si conoció a García Holgado. Le envío una nota de don Benjamín, que apareció en Tiempo Argentino hace algunos años. Tenía más de 80 el hombre por entonces. Puede vérselo mostrando una foto, muy antigua. La nota lleva el título: “Preguntábamos de niños si valía la pena esa guerra” y la firma Boyanovsky Bazán.
Escribe el periodista: “De pronto parece regresar a esos años, a esa foto blanco y negro donde se lo ve sentadito en una terraza inundada de sol, en Cazorla, provincia de Jaén, con pantaloncitos y una remera blanca ceñida al cuerpo, y parece ver a su hermano Vicente, por última vez, que con 23 años combatía en el bando de los rojos. Esa tarde Benjamín tuvo una premonición. Su hermano lo saludó desde lejos agitando los brazos, y ese gesto le imprimió la certeza de que nunca más iba a verlo. Y así fue. La única vez que volvió a tener una sensación similar fue la última vez que vio a su padre”.
Benjamín García Holgado llegó a la Argentina en 1949. Escapaba de los crímenes de la dictadura de Francisco Franco. Bajó de algún barco junto a su madre Mauricia y su hermana Dora. Las esperaba Luisa, otra de sus hermanas, que había migrado tiempo antes. El niño de pantalones cortos que escuchaba caer las bombas falangistas escondido en un sótano, trabajó y estudió hasta convertirse en abogado, sociólogo y doctor en Historia. Para entonces, se había nacionalizado argentino. Quizás don Benjamín encontraba parecidos entre Franco y Mitre o Roca.
Los mensajes van y vienen. María Paulinelli está preparando el almuerzo para sus nietas. Pero se hace un tiempo para confirmar con una compañera que el hombre de la foto del diario es el profesor. Su profesor. “Era nuestro preferido”, me dice emocionada. “Aprendí tanto con él”. Y me promete que se reunirá con su compañera y que dará toda la información que consiga. Nos prometemos un abrazo (ella sabe que fue mi profesora preferida). Pero escribo sin esperarla. Busco. Sigo buscando.
Unas horas después, al otro lado de la línea está Inés. Hija de don Benjamín. Habla también desde la emoción. Inés García Holgado es abogada y querellante en la causa que por los crímenes del franquismo inició desde Argentina la jueza María Romilda Servini de Cubría en 2010. Busca reparar la memoria de sus ancestros. Tres familiares de don Benjamín fueron asesinados por el franquismo. Un cuarto continúa desaparecido. “Hay dos Vicentes. Uno es el padre y otro el hermano de mi papá. Después están Elías y Luis, que eran tíos”.
Elías García-Holgado era alcalde del pueblo de don Benjamín. Lo acusaron de haber subastado la imagen de la Virgen. Le hicieron comer un plato de mierda. Después lo fusilaron. A Luis lo mataron por masón. Era concejal de Hervas, Cáceres. Lo fusilaron y apedrearon su cadáver. Lo enterraron de pie.
Después hablamos de Córdoba. De Benjamín García Holgado, profesor de Historia Argentina II en la ECI. “Él era muy amigo de sus alumnos. Y cada tanto alguien me lo recuerda”, dice Inés. Intentamos reconstruir por qué dejó de viajar. En aquellos setenta bastaba una resolución para dejar a un profesor cesante por razones políticas. “Yo era chica. Sé que estuvo mucho tiempo como profesor. Y después sé que dejó de ir, pero no sé por qué”.
Cuando cortamos me resuenan sus palabras. “Él era muy amigo de sus alumnos”. El papel amarillo sigue esperando. Habla también de Alfredo Guillermo Barbano. La ficha de inscripción en la Escuela de Ciencias de la Información dice que había nacido en Pergamino el 3 de marzo de 1945. Y que vivía en la calle 14 esquina 3 del barrio Los Olmos, en Córdoba, junto a su esposa. Que era maestro normal y que sus padres tenían un pequeño hotel en su ciudad natal. Dice además que trabajaba más de seis horas en un banco. El Nación. Su foto lo muestra vestido de traje. Serio, detrás de un bigote rubio y una penetrante mirada clara.
La información que la Comisión Nacional para la Desaparición de Personas (Conadep) brinda sobre Alfredo Guillermo Barbano dice: “Inició su actividad laboral el 24 de febrero de 1965, bajo legajo personal n° 33.730, como Ayudante de 13ª en la sucursal de Salto en provincia de Buenos Aires. En 1967 es trasladado a la sucursal de Pergamino, también en la provincia de Buenos Aires y, finalmente en 1969, será trasladado definitivamente a Córdoba (Capital), ya como Ayudante de 11ª”. Es el documento 2185.
Otro expediente aún espera para terminar de contar esta historia. Lleva el número 42740241. La nota de apertura está dirigida a Miguel Clariá y fechada el 25 de octubre de 1974: “Me dirijo al señor Secretario a fin de corregir un error deslizado en el acta de exámenes de la asignatura a mi cargo, Historia Argentina II, que ha podido ser verificado en la constatación de la ficha correspondiente al alumno perjudicado, señor Alfredo Guillermo Barbano, Matrícula 891-72-563-45-1”.
Quizás Benjamín García Holgado y Alfredo Guillermo Barbano, profesor y alumno, estuvieron frente a frente una vez más. Fue en el momento en que el rubio de bigotes hizo el reclamo. Acaso hablaron amablemente. Quizás discutieron acerca de los parecidos entre Franco y Roca o Mitre. Después el profesor decidió subsanar su error.
“El examen de referencia fue rendido el día 30 de noviembre de 1973 y el alumno Barbano obtuvo 8 (ocho) puntos. En el acta correspondiente, sin embargo, se asentó al mencionado alumno como “No presentado”. Agradeceré al señor Secretario sepa disculpar la involuntaria omisión producida en este caso, por el excesivo número de alumnos presentados en esta oportunidad y le solicito quiera rectificar bajo mi total responsabilidad el acta correspondiente”. Firma Benjamín García Holgado.
Al otro lado de la hoja amarillenta, la firma y el sello de Clariá dan curso a la solicitud. Ese día, Alfredo Guillermo Barbano estuvo presente. Quizás, el momento del reclamo fue la última vez que estuvo frente a don Benjamín, ese profesor con acento gallego que era amigo de sus alumnos. Es posible que se saludaran. Y es posible que, al despedirse, don Benjamín recordara un sentimiento tan parecido a ese de su niñez, cuando vio por última vez a su hermano o a su padre. Premoniciones.
El 16 de marzo de 1976 (exactamente 46 años antes de que estos papeles amarillos llegaran a mis manos), una patota del Ejército irrumpió en la casa de la calle 14 esquina 3 del barrio Los Olmos. Desde entonces, Alfredo Guillermo Barbano está ausente. Y no hay carta que lo repare. Es uno de los 54 estudiantes desaparecidos de la Escuela de Ciencias de la Información.
El profesor García Holgado murió en octubre de 2019. A pesar de los esfuerzos de su hija, los crímenes del franquismo no han sido reparados. La jueza Servini de Cubría pidió en vano la detención de los asesinos y llegó a procesar incluso a el exministro de Franco, Martín Villa. Pero la Cámara Federal porteña lo desprocesó y dictó “falta de mérito”.
Me quedo pensando en los papeles amarillos, que se desgajan mientras en algún lugar del tiempo algo sigue sucediendo un 30 de noviembre de 1973. Alumno y profesor conversan. El profesor examina. Omitirá anotar. Después escribirá su descargo y pedirá enmendar el error. Para que el ausente esté presente. Acaso ambos hayan presentido que los uniría la historia. Triste historia de ausentes. Entonces la palabra. Un fogonazo sobre la oscuridad. Y la firma de don Benjamín. Para que los ausentes estén presentes. Ahora y siempre.
Foto principal: Estudiantes de la Escuela de Ciencias de la Información, cuando funcionaba en su primera sede, en Vélez Sársfield y Caseros – Oscar Moreschi / La Nueva Mañana (www.lmdiario.com.ar)
* Licenciado en Comunicación Social egresado de la ECI-UNC. Trabajó en varios medios nacionales y de Córdoba y actualmente se desempeña en el área de Producción y Transmedia de la FCC-UNC.