Por Isaura Gelid *

El Teletrabajo es una actividad que irrumpió en millones de hogares, como parte de las transformaciones impuestas por el aislamiento social. Como vivirlo y transitarlo sin perder calidad de vida y salud mental parece ser el verdadero desafío.

La llegada de Internet y el avance de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) cambiaron conceptualmente la idea de trabajo, pero también la de hogar. Cuando a principios de 2020 el coronavirus se expandió como pandemia a lo largo y ancho del mundo, el tiempo de producción y el de ocio, el hogar y la empresa no sólo compartieron espacios si no que vinieron a cambiar las prácticas, las formas de vida, y modos en que nos relacionamos, consumimos y producimos. Eso produjo un impacto en la salud mental de buena parte de los nuevos teletrabajadores. Norberto Pinotti, psicólogo y comunicador, durante 2020 fue parte de la Red Solidaria de Acompañamiento Psicosocial, un equipo de profesionales que desde la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba trabajó en forma mancomunada para combatir los efectos del aislamiento, brindando espacios de escucha y orientación. Habla ahora de las implicancias del teletrabajo.

Impuesto o adaptado, el teletrabajo masivo elevó los niveles de estrés. Síntomas que se agudizaron durante el confinamiento obligatorio. Entonces aparecieron cuadros de agudos, fatigas crónicas o trastornos de ansiedad y del sueño, relacionados con una nueva forma de trabajar. El teletrabajo. El trabajo en el interior del hogar.

Norberto Pinotti: “El teletrabajo irrumpe en todos los espacios”

El desarrollo tecnológico se metió en la vida cotidiana, en los espacios de la vida cotidiana de una manera muy veloz”, explica Pinotti. Esa velocidad, según su visión, implica una complicación epistemológica para quienes abordan, desde la psicología, los impactos de las nuevas formas de trabajo. “No tenemos aún la distancia necesaria para teorizar y hacer ciencia”.

Los tiempos cambiaron. “De chico nos repetían la frase: no lleves el trabajo a tu casa”. Los territorios del trabajo y los del esparcimiento estaban separados. Eso ya no existe. “Al llegar al hogar se pasaba a otro tiempo. Un tiempo de calidad con la familia, se descansaba o se dedicaba ese mismo tiempo a otros intereses”.

Los ajustes estructurales tanto en las empresas como en el estado trajeron al cuentapropismo como residuo de las políticas neoliberales e hizo que algunas profesiones comenzaran a desarrollarse en los hogares. “Por ejemplo, un administrador se adaptó perfectamente. Se instalaron los escritorios equipados con un ordenador en el interior de algunos hogares y las personas, en determinados horarios realizaban sus tareas laborales”, acota Pinotti.

“El tiempo está como puesto en un marco y colgado a la pared; la gente pasa su tiempo contemplando su tiempo vacío. Y sabemos que la fatalidad del loisir, por detrás de cualquier actividad lúdica, es la imposibilidad de perder su propio tiempo”, escribe Jean Baudrillard en su ensayo Videosfera y sujeto fractal. A él regresa Pinotti durante la conversación. La imagen se ha transformado en mundo. La realidad en una pantalla a la que cada sujeto se ha amarrado y desde donde se fragmenta definitivamente. Entonces aparecen los territorios en que privacidad se pierde de manera definitiva. Todo será público y lo que importan son las conexiones infinitas e inmediatas dentro de las redes que nos envuelven.

En permanente alerta

Para Pinotti, la presencia del trabajo en los espacios intrahogareños y el alerta constante de los cerebros, afecta la salud y los modos en que nos vinculamos. Según el especialista, durante la pandemia, se acentuaron algunas prácticas que atentan contra el bien-estar. Recuerda entonces como, algunas maestras enviaban tareas a los niños un domingo por la tarde, interrumpiendo costumbres y quehaceres de cada casa. Atentando contra la antigua idea del hogar como refugio.

Y desde allí comenta su experiencia durante la pandemia, como integrante de equipos de salud. Y las recomendaciones que fueron surgiendo a medida que la nueva realidad imponía la necesidad de repensar prácticas. “El establecimiento de una agenda, para mantener la rutina parece ser clave para conservar la salud mental mientras se realiza un teletrabajo. Esa rutina, vuelve más liviana la relación entre la vida cotidiana y el trabajo dentro una espacialidad única. Es importante levantarse por la mañana, vestirse, desayunar. Además planificar los domingos o días de descanso. Como el teletrabajo irrumpe en todos los espacios, muchas personas terminan trabajando en ojotas y en pijama. Entonces la idea de lo cotidiano se diluye en la idea de trabajo. Y no quedan espacios entre el no trabajo, el descanso y el trabajo propiamente dicho”.

En el caso de los estudiantes aconseja: no comer mientras se estudia para prevenir dolores de cabeza. “El estudio activa la actividad cerebral, para lo que el cuerpo necesita destinar mucho flujo sanguíneo. Lo mismo necesitamos para la digestión. Por eso, es necesario descartar el reinado del multitasking, los quehaceres múltiples. Y sobre todo, destinar a cada actividad un momento propio”.

Evitar la proliferación del cortisol en nuestro cerebro. Esa debería ser la tarea, según Pinotti. Cortisol es el nombre de una hormona cuya función principal es mantenernos en estado de alerta. “Tenemos el cerebro inflamado de cortisol”, exagera, citando a la psiquiatra española Marian Rojas Estape. “El uso constante del celular, hace que el cerebro esté todo el tiempo activado a través del cortisol. Elevando los niveles de estrés. No realizamos descarga alguna de las hormonas inherentes al estrés. La continuidad de ese cuadro, que se agudiza con las presiones del teletrabajo, genera un desequilibrio hormonal.”

El teletrabajo no es otra cosa que trabajo mediatizado por las TIC. Y sigue siendo un factor de autonomía económica y personal. “Brinda estabilidad y es un estructurante de la salud mental”, dice Pinotti. Pero la pregunta “¿Cuánto me pagan en relación al tiempo de trabajo?”, puede disparar respuestas inspiradoras. Y es la que suelen hacerse aquellos que, por trabajar en casa, le destinan más horas de las estipuladas a su actividad profesional”.

Y entonces comienza a relegarse la vida social, otro factor central en la salud mental de cada persona. “Cuando trabajamos, generalmente, lo hacemos con otros, se crea una red. En cambio, si se lleva el trabajo a casa y se realiza a solas, se pierde la red que nos brinda contención.” Esas redes protegen nuestra estabilidad. Y desaparecen en la soledad del hogar, sostiene Pinotti. Serán necesarias nuevas redes que simulen y reproduzcan aquellas naturalizadas en la cotidianeidad de un trabajo convencional. Esas que producían los encuentros genuinos.

Queda una línea asoma entre lo apocalíptico y lo integrado. Dice Pinotti: “La tecnología ya está aquí y forma parte de nuestras vidas. Necesitamos delimitar sus usos y destinarla para crear redes que partan desde la horizontalidad y no desde la verticalidad. Y tener siempre abierta la posibilidad del ‘modo avión’”.

* Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social de la FCC-UNC. Integrante del equipo de prácticas preprofesionales de la Secretaría de Producción y Transmedia y el Portal Qué de la FCC-UNC.