Por Roy Rodríguez *
Mientras el mundo espera la vacuna contra el Covid-19, Bill Gates y el World Economic Forum proponen un “gran reseteo global”. La propuesta abreva en las teorías del liberal-conservador Milton Friedman y plantea la digitalización y automatización de todas las actividades económicas posibles a fin de “disminuir la dependencia funcional del personal humano” y recuperar la rentabilidad pre-pandemia. Además, el multimillonario propietario de Microsoft impulsa el proyecto de una Identidad Digital que con el pretexto de la seguridad sanitaria permitiría controlar la circulación de las personas a nivel planetario.
Un niño nacido en Burundí, África, debería vivir 5.333 años para contaminar lo mismo que Bill Gates sólo en sus viajes en avión privado. Sin embargo, mientras la pandemia sigue azotando realidades, el fundador de Microsoft dice invertir millones de dólares para lograr una vacuna que salve a la humanidad de un virus que, desde el punto de vista simbólico y práctico, cuestiona la forma en que se gestionan los bienes y los recursos globales por parte de 100 personas de más de 70 años en promedio y que tienen tanto como la mitad de la humanidad. Sin embargo, desde el World Economic Forum (WEF ), organismo con el que el Gates comparte varios proyectos, lanzó durante los últimos meses una serie de escritos que ven a la crisis generada por el Covid 19 como una oportunidad de generar un gran reseteo global.
Desde hace unos meses, el Foro Económico Mundial (FEM) según su denominación en español, con sede en Davos –una estación de esquí suiza a donde hace cien años los ricos del mundo iban echarse en cómodas reposeras para esperar la muerte– comenzó a hacer circular papers con un enigmático título: The Great Reset 2030. Hablan de resetear la economía global. Y aprovechar la pandemia para hacerlo. Resetear es un concepto que viene de la informática. Se emparenta con la idea de reinicio. De cambiar algo en los sistemas. Y, en ese reinicio los sistemas suelen “olvidar” los problemas que generaron la o las fallas.
Evento 201
La Fundación Bill y Melinda Gates compartieron con el WEF la realización de un evento que, por sus características y, sobre todo por el posterior arribo de la pandemia de Sars Cov2, (Covid 19), abrió el juego a un cúmulo de especulaciones, muchas sin fundamento. Sin embargo, la idea de Event 201, tuvo mucho de premonitoria.
Fue un simulacro de pandemia que se desarrolló en la Universidad John Hopkins el 19 de octubre de 2019. En ese mismo momento, al otro lado del mundo, en una ciudad hasta entonces ignota llamada Wuhan comenzaban a aparecer los primeros casos de lo que se llamó coronavirus.
Resumiendo, la idea del Event 201 era la siguiente: decían los expertos que en el mundo se producen 200 eventos epidémicos por año, relacionados con diferentes enfermedades. Pensaban entonces que el evento 201 podría desatar una pandemia global que traería graves consecuencias a la salud y economías.
El escenario sobre el que trabajaron expertos en salud, economía, política y finanzas tenía que ver con la supuesta aparición de un virus respiratorio en cerdos hacinados en criaderos de Brasil. Se propagaba por los barrios pobres de Latinoamérica, después China, Portugal y Europa. No había posibilidades de una vacuna en el primer año, aunque la creación de un retroviral usado para otras enfermedades permitía aliviar algunos casos. A los 18 meses, la pandemia terminaba por controlarse, dejando 65 millones de muertos.
El informe económico del Event 201 dice que muchos países no iban a estar en condiciones de acudir al FMI para financiar gastos de la pandemia. Pero sí a las fundaciones más ricas del planeta financiadas por las grandes fortunas, como la Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Ford o la Fundación Rockefeller. El informe supone que las cuarenta fundaciones más ricas del planeta tendrían la capacidad financiera para socorrer a los países por unos 500 mil millones de dólares. A casi un año de la declaración de la pandemia real, ese dinero de las fundaciones sólo parece apostar a la creación pronta de una vacuna.
Todo por las vacunas
Entonces, Bill Gates aparece a diario haciendo pronósticos sobre el futuro y la salud tal como si fuese un experto en salud. Pero, por qué uno de los hombres más ricos del planeta demuestra tanto interés en la salud de los seres humanos, mientras contamina lo mismo que millones de personas y esa contaminación con carbono hace peligrar no sólo la salud humana sino la vida sobre la tierra. ¿Cuáles son sus prioridades? ¿Cómo las establece?
Desde hace años la Fundación Bill y Melinda Gates patrocinan diversos emprendimientos relacionados con la salud. Incluso financian actividades de la Organización Mundial de la Salud, algo que le ha valido críticas a la entidad supranacional. Es que muchos consideran que estos financiamientos producirían sesgos en las miradas de estudios y planes de salud globales.
En ese sentido, la fundación de los Gates financia el proyecto GAVI (Global Alliance for Vaccines and Immunization). Según Unicef, GAVI “ayuda a vacunar a casi la mitad de los niños del mundo contra enfermedades infecciosas debilitantes y mortales.” Así enunciado sería imposible estar en desacuerdo.
Sin embargo, al revisar la información pública que la propia GAVI muestra en su página aparece un “modelo de negocios”. Según el documento, la tarea de la “Alianza” es la de modelar y hacer previsible el mercado global de las vacunas. Ese mercado ronda los 27 mil millones de dólares. Y previsiones anteriores a la pandemia de Covid 19 precisaban que para el 2027 crecería a más de 64 mil millones. Paradójicamente, Wikipedia incluye a GAVI en la categoría de banco.
El mercado global de vacunas es encabezado por Pfizer. La siguen. Novartis, Roche, Johnson & Johnson, Merck & Co, Sanofi, GlaxoSmithKline; AbbVie, Takeda y AstraZeneca. Justas controlan más del 40 por ciento de las transacciones globales.
“Nuestro modelo de negocio público-privado único ayuda a garantizar que generaciones de niños no perderse las vacunas que salvan vidas”, dice la web de GAVI. Y agrega: “Nuestro sólido modelo de negocios nos permite ayudar a los países a introducir nuevas vacunas. Apoyamos países en la mejora de sus sistemas de salud e inmunización para aumentar la cobertura y llegar a todos los niños. Una mayor cobertura de inmunización conduce a poblaciones más saludables y productivas y a mayor prosperidad. Esto, a su vez, significa que los países están en mejores condiciones de pagar por su vacuna y eventualmente hacer de nuestros programas y soportes algo transitorio”.
Uno de los países en donde la Alianza Gavi ha llevado adelante políticas de vacunación masiva como soporte de los gobiernos es Burundi. Justo allí donde el modo de vida de las poblaciones permite una vida más amigable con la idea de la humanidad en armonía con la naturaleza.
Un ID en manos privadas
Casi contemporáneos con los proyectos Event 201 y GAVI aparece la idea de ID 2020. Por supuesto, GAVI y la Fundación Rockefeller son socios fundadores de la idea. No está la Fundación Bill y Melinda Gates. En este caso el representante corporativo es Microsoft, empresa de Gates. Y comparten el espacio con dos consultoras globales: IDEO y Accenture. Bucear en los negocios y compromisos de estas dos últimas nos indican algunas pistas, ideas, maquilladas de los propósitos de este proyecto. Accenture, por ejemplo, trabaja junto al departamento de Desarrollo del Reino Unido. Apuntan dicen a incluir en un mercado sostenible de trabajo a los miles de millones de personas que en el mundo ganan menos de ocho dólares por día. Lo de IDEO va aún más allá: piensan una cultura corporativa plana y autosuficiente.
¿Pero qué buscan plasmar con ID 2020? Según su propia declaración de principios, trabajan para que cada persona en este mundo tenga su propio ID Digital. Es decir, un documento digital global que sirva para identificar a todas y cada una de las personas, con sus historias clínicas y su prontuario, su historial laboral y sus viajes, por ejemplo.
¿Cuál es el interés de un proyecto financiado por capitales privados en asociación con organismos globales de salud como GAVI de participar de manera permanente en un proyecto de identidad de todos y cada uno de los seres humanos? ¿Y sobre todo quitarle la potestad de la identidad de las personas a los Estados? Seguramente, los gerentes y especialistas que lideran los proyectos contestarán: garantizar la seguridad y la salud de las personas en sus desplazamientos alrededor del planeta. Visto al revés podría pensarse que esa garantía sólo podría sostenerse no siendo pobre, proviniendo de territorios debidamente certificados como ausentes de enfermedades y cuya historia personal de garantías de no portar ningún virus.
Guetos globales
Si algo vino a mostrar el Covid-19 es que ninguna persona estaba libre de padecer la enfermedad. Sin embargo, un ID global podría ser la garantía para inmovilizar en sus territorios infectados y pobres, ya no a algunos millones de personas, sino a países enteros.
En el Manifiesto de ID 2020 puede leerse: “Para algunos, incluidos los refugiados, los apátridas y otros grupos marginados, no es posible confiar en los sistemas nacionales de identificación. Esto puede deberse a exclusión, inaccesibilidad o riesgo, o porque las credenciales que poseen no son ampliamente reconocidas. Si bien apoyamos los esfuerzos para ampliar el acceso a los programas de identidad, creemos que es imperativo complementar dichos esfuerzos proporcionando una alternativa a las personas que carecen de accesos seguros y confiables a sistemas de identidad”.
Más adelante, sin embargo, agrega: “La identidad digital conlleva un riesgo significativo si no se diseña cuidadosamente y se implementa con cuidado. No subestimamos los riesgos de uso indebido y abuso de datos, particularmente cuando los sistemas de identidad digital están diseñados como grandes bases de datos centralizadas”.
Todo un gates
Así, meses antes de la aparición de la pandemia del coronavirus, el creador de las grandes bases de datos globales y de los sistemas operativos sobre los que corren la mayoría de los programas participa de un simulacro de pandemia, a fin de prever las consecuencias. Lo realiza junto al FEM, organismo financiado por las empresas globales y la Universidad John Hopkins, la misma que durante el desarrollo de la crisis de Covid 19 será la encargada de difundir los datos globales.
Para esa época la misma persona financia un proyecto de vacunación de niños a nivel global, que introduce en el mercado de las vacunas a países que de otra forma no invertirían en ese rubro. Se produce así una transferencia encubierta de recursos de los países más pobres a los grandes laboratorios globales que, paradójicamente son los mismos encargados de investigar y comercializar la vacuna contra el Covid-19.
A su vez, el programa de Vacunas Global, organizaciones de la burocracia supranacional y la propia empresa de sistemas creadora de Windows lleva adelante un programa de identidad digital que permitirá reunir en un solo espacio todos los datos de cada persona del mundo, pasando aún por sobre los sistemas de identidad nacionales y estatales. Los datos quedan a resguardo de un organismo financiado casi íntegramente por organizaciones privadas cuyo objetivo primero fue (y quizás siga siendo) el de generar ganancias. Entonces llega The Great Reset.
Resetear
Por qué, en medio de la pandemia los ricos del mundo se interesan por la idea de resetear la economía global, como si el Covid-19 fuera una oportunidad para el olvido, sin siquiera consultar a los países, a los Estados, a los gobiernos. Y mucho menos a los miles de millones que diariamente sufren las consecuencias de sus decisiones. La democracia parece ser entonces un escaparate de decoración. Cartones sobre los que se sostiene un pasado que no existe.
El gran reseteo propuesto por el WEF trae viejas recetas. Rescata por ejemplo a Milton Friedman, padre del neoliberalismo y propone un “capitalismo de partes interesadas”. “Friedman afirmó polémicamente que, bajo ciertos supuestos, un director ejecutivo debe centrarse por completo en maximizar las ganancias. Su mensaje se rechaza en gran medida hoy (…) pero se malinterpreta y tergiversa”, dice el artículo.
Bajo la firma de Alex Edmans, el artículo parece ser uno más de las decenas que a diario pueblan la web del WEF. Buscan instalar en principio una idea que va un paso más allá de aquella que en los 90 inundó los papers de consultoría empresarial: la responsabilidad social corporativa. Que no era más que una forma de maquillar con acciones emparentadas con el márketing las problemáticas y externalidades que las corporaciones dispensaban a las mansas comunidades. El capitalismo de partes, propone el profesor inglés, debería en todo caso tratar de la misma manera a los accionistas, a los proveedores y a los empleados. Y no aprovecharse de ellos.
Y vuelve a intentar una traducción amable de las teorías de Friedman: “La responsabilidad social de las empresas es aumentar las ganancias porque al hacerlo, los individuos (inversionistas, empleados y clientes) tienen la máxima flexibilidad para elegir qué responsabilidades sociales desean cumplir.” Parece entonces como si la vida, de repente, se hubiese escindido definitivamente de la política. Argumenta Edmans que “puede ser de interés propio de una empresa adoptar objetivos sociales. Estos objetivos no son simplemente valiosos o imprecisos, sino un buen sentido comercial”.
Los conceptos de productividad, crecimiento indefinido y ganancia son abiertamente cuestionados en el mundo que detuvo la pandemia. Sin embargo, desde la teoría económica que respalda el Great Reset, sólo se trata de un reparto más equitativo, sin olvidarse de los accionistas…
La consultora Edelman presentó en enero pasado, antes de la reunión de Davos su informe anual sobre el capitalismo global (Edelman trust barometer). Lo tituló Trust: competencia y ética. El 78 por ciento de los encuestados a nivel global creía -cuando la pandemia era aún un nubarrón en el horizonte que “las élites se enriquece mientras la gente común lucha por pagar sus cuentas”.
Para ir más allá, durante la primera semana de noviembre, el fundador del WEF, Klaus Schwab fue más allá: presentó un libro bajo el título The Great Reset. Schwab fue cofundador del Foro Económico Mundial y desde 1979 publica el Global Competitiveness Report, un informe anual que evalúa el potencial para aumentar la productividad y el crecimiento económico de los países de todo el mundo. Fue miembro del comité de dirección de Bilderberg, el grupo privado en donde las elites globales deciden per sé el destino del planeta.
“La única respuesta aceptable para una crisis semejante es intentar aplicar un ‘Gran Reinicio’ de nuestras economías, políticas y sociedades (…) Al mismo tiempo, el mundo también debe seguir prestando atención a la cuestión definitoria de la era prepandemia: la ‘Cuarta Revolución Industrial’ y la digitalización de innumerables actividades económicas. Los recientes avances tecnológicos nos han dado las herramientas que necesitamos para enfrentar la crisis actual –inclusive a través del rápido desarrollo de vacunas, nuevos tratamientos y equipamiento de protección personal–. Necesitaremos seguir invirtiendo en investigación y desarrollo, educación e innovación, mientras creamos protecciones contra quienes hacen un mal uso de la tecnología”, escribe Schwab.
La cuarta revolución
Un fabricante de robótica para líneas de alimentos envasados es más explícito: “Uno de los principales atractivos que ofrece la automatización frente a esta situación de pandemia mundial, es la capacidad para disminuir la dependencia funcional del personal humano dentro de las plantas de producción, sobre todo en entornos manuales”.
Sirva de aclaración otro de los documentos del WEF “una colaboración entre empleadores, gobiernos y trabajadores a escala nacional y global será esencial para la recuperación. En enero de 2020 anunciamos en el Foro Económico Mundial la creación de una plataforma denominada Reskilling Revolution dedicada a la mejora de la educación, las capacidades y el empleo para mil millones de personas de aquí a 2030”.
La enunciación se parece demasiado a la del Centro Internacional de Mejoramiento Genético de Trigo y Maíz. Financiado por la Fundación Rockefeller y Ford y en la actualidad por la Fundación Bill y Melinda Gates fue el espacio que permitió el desarrollo de la llamada Revolución Verde. Uno de sus fundadores Norman Borlaug fue reconocido con el Nobel de la Paz por “su lucha contra el hambre”. En la práctica, según Vandana Shiva, sus investigaciones generaron más hambre, concentración de la tierra, desempleo y contaminación ambiental. Y las únicas ganadoras fueron las multinacionales de la alimentación, principalmente las norteamericanas. En su informe 2019 del CIMMyT dice luchar contra el “hambre y cambio climático”.
Bill Gates sólo durante el 2018 emitió en sus viajes en avión privado alrededor del mundo la friolera de 1600 toneladas de carbono. Se necesitarían 80 camiones de carga para trasladar semejante cantidad. Esas emisiones son causales directas del calentamiento global que pone en peligro a toda la humanidad, más allá de cualquier pandemia.
Escaparates tecnológicos
GAVI vacuna en Burundi a miles de niños. Cuarenta de cada mil no llegarán a cumplir cinco. Su esperanza de vida no superará los 60 años. Necesitarían vivir 5.000 para poder dejar una huella de carbono similar a la de Bill Gates en 2018. Sí sufrirán las sequías y hambrunas que provocan las emisiones de carbono de un capitalismo global que saqueó a sus ancestros y que, además, nunca lo incluirá. ¿Cuál será su destino?
En La montaña mágica, de Tomas Mann, el protagonista Hans Castorp va de visitas desde Hamburgo a uno de los hospitales de recuperación de tuberculosis en Davos. Pasará días tirado en reposeras mientras enferma y muere. Unos meses antes, había muerto su abuelo, un industrial alemán. En el cajón, sobre las manos del muerto, reposa un rosario hecho de marfil. Parece ser una costumbre entre los ricos alemanes de principios del siglo XX, llevar ese objeto como una forma de intentar abrir las puertas del cielo. La matanza de elefantes para obtener su marfil dejaron a estos mamíferos al borde de la extinción. ¿Cuál es la diferencia entre una creencia religiosa y la de los devotos del neoliberalismo que hoy escriben a un costado de las pistas de esquí?
Quedan preguntas abiertas. ¿Qué les deparará la vida a las personas y los gobiernos que pudieran oponerse al gran reseteo de la economía global? Para entonces un pequeño grupo de personas poseerán sus datos personales, sus antecedentes de vacunación y de salud. Todos esos datos serán administrados por algoritmos que, de manera eficiente dirán qué cosa está en condiciones de hacer cada persona, según su ID Global. Hasta dónde puede viajar, qué comprar, dónde y cómo vivir y hasta cuántas horas trabajar y en qué. ¿La democracia será apenas un despojo virtual, un escaparate tecnológico para sostener la ganancia y la necesidad insaciable de las corporaciones? Reset.
Foto principal: www.ciudadanospormexico.org
* Licenciado en Comunicación Social egresado de la ECI-UNC. Trabajó en varios medios nacionales y de Córdoba y actualmente se desempeña en el área de Extensión de la FCC-UNC.