Por Victoria Costamagna *

La última dictadura militar tuvo el funesto apoyo de algunos sectores de la sociedad. Desde miembros del Poder Judicial, la Iglesia y la política hasta medios de comunicación y empresas. Según el testimonio de Estela Marta Reyna de Soulier, actuaron como cómplices civiles del terrorismo de Estado, algo que surge reiteradamente en las audiencias.

Los últimos testimonios brindados en la cuarta audiencia del Juicio Diedrichs-Herrera permiten entrever que el plan sistemático de desaparición de personas era conocido por la cúpula de la Iglesia Católica y muchos de sus párrocos. A pesar de ello, su elección fue no actuar ante las aberrantes denuncias que recibían de familias que buscaban a sus seres queridos.

María Livia Cuello y su hijo Ramón Orlando Arias, madre y hermano de Miguel Ángel Arias “Coqui”, dejaron en claro que Raúl Primatesta y Julio César ‘Chiche’ Aráoz sabían lo que estaba pasando. Conocían dónde eran llevados los jóvenes y cuál era su destino final. Pero nadie dijo nada, fueron cómplices del terror, de la ilegalidad y del silencio.

Estela Marta Reyna de Soulier, esposa de Luis Roberto Soulier, relata que luego del secuestro de su esposo, junto a otros familiares llevaron a cabo acciones en búsqueda de información sobre su paradero: “Fui a una reunión que hubo en una iglesia en barrio Los Plátanos. Tuve en mis manos una nota impresa donde los compañeros de trabajo de mucha gente que estaba detenida y desaparecida sin explicaciones pedía a las autoridades que se investigara (…), que se diera una respuesta dada la gravedad de la situación”.

A pesar de lo que estaba viviendo, se dirigió al Instituto Nuestra Señora de Loreto para pedir ayuda en la búsqueda de su marido, quien era allí preceptor y delegado gremial. “En ese estado fui al colegio a pedir a sus compañeros de trabajo (de Luis) que firmaran la nota por quien los había representado y defendido; y también por mí y sus hijos”. Recuerda que la directora, Beatriz Novillo, no quería dejarla entrar ni tampoco recibirla: “Para dejar ingresar este papel al colegio debo saber primero quiénes son las personas que promueven esta acción”, le dijo la directora. “Yo interpreté que me estaba pidiendo nombres. Le dije que iba a preguntar y volvía, pero no lo hice”.

Otra de las experiencias que Estela Reyna de Soulier cuenta en su testimonio involucra de lleno al sector eclesiástico. En esos años, el padre Carlos Marela le ofrece ayuda y la lleva a hablar con el párroco Francisco Luchesse en Villa Allende, al hogar de huérfanos que dirigía. Luchesse le dijo que su marido no iba a aparecer jamás. “El cura me dijo sin ninguna sorpresa: «No van a aparecer más. Vos, como esposa, podés hacer todo lo que quieras, tenés derecho, pero yo como cura no te voy a mentir. No van a aparecer más, sobre todo por la fecha que me estás dando». Luego pensó un poco y me dijo: «Soulier me suena… pero no va a aparecer»”.

El padre Francisco Luchesse le comentó que también tenía acceso al registro de la Cárcel de San Martín, “me citó unos días más adelante a la Dirección de Cárceles, que en ese momento estaba por Deán Funes o Caseros al 1000 y el cura estaba ahí en una oficina. Cuando yo fui me dijo: «Por acá no están ni pasaron nunca», eso fue todo”, señaló Estela.

Finalizando su declaración, Estela recuerda que durante el encuentro que tuvo con el párroco en Villa Allende, Luchesse justificaba el accionar militar bajo la idea de que esa era una ‘guerra sucia’. “Tiempo después supe que era la Teoría de los Dos Demonios. Mientras tanto, el cura me decía: «Cualquier persona como vos, una chica joven buena moza, pasa y tira una bomba en cualquier parte y puede matar». O sea que yo era sospechosa por la edad que tenía, no importaba lo que estaba pasando”.

Sospechas fundadas

Las fuertes sospechas hacia las cúpulas eclesiásticas que durante años sólo parecían rumores, hoy se confirman en los juicios por delitos de Lesa Humanidad. La complicidad y el apoyo brindado a los militares durante el terrorismo de Estado en la Argentina sale a la luz gracias a los testimonios de sobrevivientes y familiares de desaparecidos, en su lucha por saber la verdad y exigir justicia.

Luis Soulier era preceptor y delegado gremial en el Instituto Loreto. Hacia el año 1975, un grupo de personas comenzó a preguntar por él en el colegio. Al enterarse, Luis dejó de ir solo a cualquier lugar, por precaución. Finalmente, Luis es secuestrado en 1976 y actualmente continúa desaparecido.

Estela Reyna de Soulier destaca que el único que siempre se interesó por lo que le pasó a su esposo fue el cura Carlos Ponce de León (representante legal del Instituto Loreto), quien le reconoció que en ese tiempo había encontrado una lista de docentes y alumnos del colegio que había confeccionado otro cura, quien luego se fue de la institución. “Me dijo que la nota no estaba firmada, no era una lista general sino de algunos alumnos y profesores. Creo que algunas de sus acciones como participar en el centro de estudiantes o hablar de política molestaban a las autoridades y eran mal vistas”, recordó.

“Tuve que dedicarme a seguir adelante”

Estela quedó sola con sus dos hijos a cargo. Diego Gabriel, el mayor, y Susana Cecilia. La ausencia de Luis resintió la crianza de sus hijos. “Las preguntas eran constantes: «Mamá, ¿papá va a volver?», me decía el mayor que tenía cuatros años en ese momento. Le dije que pensaba que no volvería. «¿Y vos qué pensás?, le pregunté». «Entonces está muerto», me contesta a lo que respondo que pienso que sí y me dice: «Yo también. Si no le dan de comer…»”.

Desde la familia Soulier se hicieron muchas gestiones a diversos organismos incluso internacionales como la Cruz Roja. Se habló con arzobispos e iglesias, se presentaron hábeas corpus que fueron denegados. En el caso de un hábeas corpus negativo, la respuesta judicial fue que el operativo de su secuestro “no se había realizado”. Pero como señaló Estela, tanto su suegro como la camioneta salieron de la policía de la provincia de Córdoba”. 

“Después de muchos años pude saber, cuando me conecté con investigadores del Archivo Provincial de la Memoria, que había una chica que salía a veces y recordaba los nombres de la gente que ingresaba a La Perla”. Se refiere a Ana Iliovich, quien estuvo detenida durante dos años en La Perla. “Ella anotaba en un cuaderno y en ese cuaderno estaba el nombre de como la conocían a mi cuñada, “Pelusa”, y el nombre de Luis Roberto Soulier”, recordó.

“Espero que mis palabras no queden sólo acá como una declaración, sino que den vuelta. Que sean conocidas por los hijos, por los nietos y especialmente para los nietos que faltan recuperar”. Así, Estela Reyna de Soulier finalizó su testimonio luego de esperar 44 años para poder hacerlo.

Crónica publicada en https://serajusticia.ar/

* Estudiante y tesista de la Licenciatura en Comunicación Social. Fue consejera estudiantil y presidenta del Centro de Estudiantes de la FCC-UNC. Actualmente es redactora de Será Justicia – El diario de los juicios en Córdoba.