El recuerdo de la adolescencia, juventud y vocación compartidas; el testimonio de la militancia, el presentimiento del horror y el anhelo de justicia. Una semblanza de Yolanda Mabel Damora, escrita por Noemí Falco, su compañera en la escuela secundaria y la ECI.

Por Noemí Falco *

Fue la intensidad de la adolescencia, la conmocionante secundaria y la pasión por cambiar el mundo lo que me uniría a Mabel para siempre.

La conocí al poco tiempo de su llegada de Mendoza, con una maleta cargada de sueños y una enorme sed de justicia social.

Compartíamos con una amiga en común, las clases de inglés pero como nuestro tiempo era siempre insuficiente, la convencimos de cambiar de colegio. Y llegó al Carbó que se transformó en el espacio que nos permitió intercambiar ideas, proyectos y sobre todo la búsqueda de los caminos para cristalizarlos. Todo parecía indicar que sería la religión lo que movería las montañas. Y la espiritualidad nos unía en cada frase, en cada gesto. Nos mirábamos y sabíamos qué pensaba una y cómo reaccionaría ante determinada situación.

Y llegó la hora de decidir la carrera universitaria. Y como la lectura era uno de nuestros puntos de encuentro, sentimos que podíamos abrazar la carrera de Letras. Y creímos entonces que eso condensaba lo que buscábamos. El mundo tenía que cambiar y la Literatura nos respondía preguntas inquietantes que nos merodeaban y que la religión nos había dejado de responder.

Influenciadas por Liliana, hoy médica, sentimos también a la Medicina como una herramienta valiosa y la contemplamos entre los recursos para paliar los dolores humanos.

Pero tampoco nos conformaba. Se agotaba en un hospital, en una sala, en un consultorio. Y se nos redujo como la religión y las letras.

En nuestras caminatas habituales encontrábamos la pobreza en cada esquina. Una pobreza que rechazábamos desde las entrañas, seguramente porque no la sabíamos explicar. ¿Por qué niños carentes de todo aquí y fortunas incalculables allá? Algo no estaba bien. Y buscamos y sondeamos. Y apareció cierta línea en algún papel que decía: Ciencias de la Información. Y fuimos a leer su programa y allí estaba la salida: Historia, Sociología, Ciencias Políticas, Literatura y la enorme influencia de los medios de información a los que todavía no evaluábamos en su totalidad. Pero era eso: era el conocimiento y la comunicación lo que nos permitiría bucear más y mejor. Y fue allí, En ese instante que comprendimos que era saber, conocer, comprender lo que nos haría libres para transformar. Y entonces tiramos las letras por la ventana y le dejamos la Medicina para Liliana que indignada nos vio partir con otro rumbo universitario.

Y allí encontramos lo que veníamos a buscar y más. Y mucho más. Allí se abrieron nuestras cabezas y comprendimos que no era la religión la que salvaría el mundo. Si lo fuera, nos dijimos, lo hubiera hecho hace dos mil años.

Y así entramos a la efervescencia política de los 70´. Y así nos comprometimos con los más nobles ideales. Y leímos ya no sólo nuestros apuntes sino la literatura de vanguardia política que planteaba que la única salida para reconfigurar el mundo era la revolucionaria. Esa era. No había otra. Y leímos y discutimos y nos sumamos a grupos pequeños. Y fuimos a marchas y salimos a la calle para cambiar el statu quo que hacía sangrar a una sociedad convulsionada.

Y vino el golpe que derrocó a Salvador Allende y se instaló la radio de contrainformación de la Escuelita. Nos plegamos escuchando las verdades que venían desde Chile y desmontamos las mentiras. Y protestamos.

Y nuestras clases se interrumpían por la avalancha de las organizaciones revolucionarias a veces y por la Policía otras. Y el caos político nos envolvía en la histórica esquina de Vélez Sarsfield y Gral Paz.

Y Mabel comenzó a aparecer con Alberto. Ternura de Alberto. Grandeza. Generosidad de Alberto. Transparencia infinita en su mirada. Pocos seres podían iluminar y generar reacciones tan sanas y bellas como lo hacía Alberto. Y los ojos de Mabel, de nuevo sus ojos.

Y la lucha siguió con tiempos revoltosos y angustiantes. Con razzias, con seguimientos, con miedo, con muchísimo miedo. Con un miedo que anunciaba un cambio de situación mucho peor que el que vivíamos. Porque a las injusticias se sumó el encarcelamiento de compañeros, las persecuciones, la represión y la tortura. Y la muerte. Así conocimos de cerca el horror y la muerte.

No olvidaré jamás los ojos Mabel el día que me visitó, unos pocos días antes del golpe. Nos abrazamos con toda la angustia que los tiempos nos imprimían. Todo quedó en aquel abrazo: sus sueños, sus alegrías escasas, su perseverancia, su convicción y lo que aún no podía medir desde mis veintiún años: la muerte. También llegaría la muerte el día que se la llevaron junto a Alberto. Y fueron ausencia y silencio.

Pero aquí estará Mabel… en mi corazón. Cada 1° de agosto celebro su cumpleaños cuando ya no tengo a nadie con quien pensarla. Aquí está y estará por siempre en cada acto de justicia que se materialice. Eso quería Mabel, justicia. Esa es la justicia que hoy venimos a buscar.

* Licenciada en Comunicación Social de la ECI-UNC. Militante pyme y cooperativista. Fundadora de la Revista Matices, integrante de la Mutual Conexión y de Diarios y Periódicos Regionales Argentinos (Dypra).