Por María Paulinelli *

La autoficción como el discurso de un sujeto que se busca y se representa, se diluye y se conjetura, se inventa y se referencia. El relato de una vida cotidiana, única, previsible, azarosa, especial y naturalmente ordinaria.

 Es una modalidad escrituraria de la contemporaneidad.  Se incluye dentro de las narrativas del yo. .. y, en consecuencia participa de ese espíritu de la época en su concepción del mundo  pero también, en las posibilidades de representación de ese mundo. Así, muestra  las transformaciones del sujeto en un espacio más amplio y, a la vez, difuso – el de la subjetividad- pero también, las múltiples posibilidades de representación de esa subjetividad. De allí, cierta imprecisión en los límites que la definen, cierto intermitente balbuceo en las enunciaciones, ciertas variadas experimentaciones en la forma de referenciar los enunciados.        

Es casi una aventura tratar de asomarnos al espacio de la autoficción para tratar de reconocerlo, o por lo menos, tratar de deletrearlo. Pero también,  es una aventura porque somete el lenguaje a lo imprevisible de lo nuevo, lo distinto…                                                                                                                      

 ¿Vamos? ¿Lo intentamos?

Algunas pistas  de reconocimiento   

Es una forma narrativa que referencia la construcción de una subjetividad a partir del lenguaje como posibilidad. Eso explica la multiplicidad como rasgo distintivo.                                                                                     

Pero también, define su carácter de discurso en esa  implícita conformación de sujetos discursivos: quien escribe y sobre quien se escribe. Ambos como  la subjetividad de un yo. Un yo que enuncia y que es enunciado.  Ambos, también,  como sujetos de ficción pero, en un ambiguo territorio entre lo imaginado y lo real referencial.

Sujetos discursivos, doblemente ficcionales a su vez, en cuanto sujeto narrado-la materia del enunciado- y sujeto que narra – sujeto de la enunciación-.  Pero también sujetos ficcionales de un mundo posible -la ficción como construcción-.

La autoficción se  diferencia de los géneros tradicionales: biografías, autobiografías, cartas, diarios, en la construcción de subjetividades en lugar de sujetos, en esa evanescencia del relato, en la carencia de certezas en la narración. Se diferencia, a su vez, de los relatos de memoria: no existe una voluntad de recordar, rememorar. Es la construcción de un discurso sobre y desde una subjetividad determinada.  Por eso, se dice que “es la elaboración de una huella que se transformó en palabra de verdad”.  Al ser discurso,  profundiza el uso de las distintas funciones del lenguaje, lo que explica la multiplicidad de modalidades enunciativas.                       

Asimismo, posibilita  la indiferenciación como la identificación,  entre los sujetos del relato: autor, narrador, personaje, con la consiguiente pérdida de diafanidad.  A veces, el personaje tiene un nombre diferente al autor. Otras, no tiene nombre. Otras veces, tiene el mismo nombre que el autor.  También el narrador, se enuncia en las distintas personas gramaticales, lo que supone perspectivas diversas respecto al autor y al personaje.   El autor está en el centro. Es el sujeto y objeto del relato: “La huella de una vida”, como ha sido definida.

 La autoficción es  el relato de una vida cualquiera: inacabado, desordenado, minucioso, sin límites entre lo público y privado.  Un relato que  pretende mostrar la totalidad de la relación  con el mundo en la cotidianidad y en lo extraordinario, en la propia experiencia y en la experiencia de los otros. Una búsqueda que responde a cierto aire de época que caracteriza esta contemporaneidad.  Por eso, resulta una suma de fragmentos, colecciones, rastros… en la constitución de una subjetividad que afirma la singularidad de las personas.                                                                                                                   

La multiplicidad también, se refiere a los variados discursos lingüísticos y visuales que ocupan los espacios ambiguos de la literatura, el cine, el teatro y la historieta. Son  ambiguos porque trastocan, transforman, recrean, desde esa perspectiva múltiple, ubicua y pantanosa los límites de lo real y lo imaginado.  La autoficción, entonces, como una modalidad nueva, interpeladora y transgresora en la enunciación de un yo.

Diversas posibilidades que se recrean en innumerables textos actuales. ¿Los vemos?  En un primer momento, los consideramos  desde la importancia del relato: Karl Ove Knausgard, Alan Pauls, Juan José Millás y Amos Oz.  Después,  en textos narrativos que bordean peligrosamente el espacio del discurso poético: Fernando Arrabal, Fernando Aramburu, Peter Handke y  Ocean Voung. ¿Empezamos?     

Narrar un hombre contemporáneo cualquiera  

 La muerte del padre ( 2006) del noruego Karl Ove Knausgard. Es la primera entrega del proyecto de seis tomos que integran Mi lucha y que pueden ser leídas independientemente.                                                              

¿Por qué mi lucha? Porque es la historia de cada uno de las batallas que cada hombre libra a lo largo de su vida. Batallas de todo tipo, de toda dimensión, de toda envergadura posible. Batallas en fin, que corresponden a un hombre de este tiempo. Knausgard, habla de su vida y lo  hace en una identificación total entre autor, narrador y personaje. Por eso, escribe:  “Hoy es 27 de febrero de 2008. Son las 23.43. Yo, el que escribe esto, Karl Ove Knausgard, nací en diciembre de 19 68 y por tanto tengo en este momento treinta y nueve años. Tengo tres hijos, Vanja, Heidi y John, y estoy casado en segundas nupcias con Linda Bostrom Knausgard. Los cuatro están durmiendo en habitaciones alrededor de mí en un piso de Malmo donde llevamos viviendo año y medio. Exceptuando a los padres de algunos niños de la Guardería de Vanja y Heidi, no conocemos a nadie aquí. Y no los echamos de menos pues no saco nada en claro de la vida social. Nunca digo en el fondo lo que pienso, pero siempre me acerco mucho a la persona con la que hablo, hago como si lo que me dicen me interesa, excepto cuando bebo….”  Y así sigue. Si este primer tomo, habla de la muerte del padre como el acontecimiento bisagra en su identidad, los textos siguientes toman, la infancia, el primer enamoramiento u y otros, como  instancias fundamentales que ordenan esa vida que relata como narrador,  al mismo tiempo que testimonia como autor y desempeña como personaje de la historia. 

 Una vida común pero no por eso menos singular, menos rutinaria, menos única que la de cualquier contemporáneo. Interesante experiencia de lectura. Una prosa simple, ordenada  pero no por  eso,  menos cautivadora en su linealidad. Imprescindible para  compartir, por la contemporaneidad de la propuesta

Las marcas en el texto como datos.       

La vida descalzo. Playas ( 2006) del argentino Alan Pauls, trabaja  otra posibilidad de autoficcionalizar.  Una ambigua enunciación en primera y tercera persona, excluye toda posibilidad de reconocimiento. No hay datos, ni nombres que posibiliten atisbar una identidad o reconocer al narrador. Sin embargo, algunas marcas en el texto, nos remiten a la identidad del autor. Una serie de fotografías de la niñez de  Pauls, precedidas por una anotación en la contratapa: (Fotografías: Archivo personal del autor).  

Asimismo  la inclusión en una colección de Ensayos sobre las experiencias de la infancia, nos remite a un también, ambiguo terreno en la adscripción del tipo de discurso.  No relato sino un ensayo como interpretación de los acontecimientos de la niñez.                     

El  trabajo sobre la enunciación posibilita, paradójicamente, atisbar la identidad del narrador, autor, personaje. No solo la condensación de estas, sino el trabajo sobre los tiempos del relato, convierten a esta etapa de la vida- la niñez en la playa- en un relato de la vida. “Piensa en todo lo que no vivirá, y mientras arrima el vaso de jugo y se acomoda en la cama y abre el libro, se da cuenta, casi sin escándalo que no está triste”……. “y que el libro que acaba de abrir y que ya cierra su trampa sobre él, una trampa que nunca más volverá a abrirse”……. “ que ese libro es el otro lugar que tiene la forma de la felicidad perfecta,  y que, como escribió alguien a quien él leerá recién veinte años más tarde, cuando ya no esté circunstancial, sino crónicamente enfermo, tanto que solo será capaz de hacer lo único  que quiere hacer,  quemarse los ojos leyendo, quizás no haya habido días en nuestra infancia más plenamente vividos que aquellos que creímos dejar sin vivirlos, aquellos que pasamos con el libro por el que más tarde, una vez que lo hayamos olvidado, estaremos dispuestos a sacrificarlo todo.”   Un hermoso y nostálgico relato autoficcional, en el estilo depurado de uno de los escritores más relevantes de su generación. Imposible… ¡no leerlo!

Escribo mientras, vivo       

El Mundo ( 2007)  del español, Juan José Millas. Una identificación entre autor, narrador y personaje en el uso de la primera persona.  Cierta  cercanía a un relato de memoria, en ese volver una y otra vez en la rememoración de distintos momentos de la vida. Pero también la enunciación vinculada al proceso de escritura. Escribe,  mientras, vive.  Vive, mientras, escribe. “ Aunque ha pasado tanto tiempo, continúo calle abajo para huir”……”Escribo estas líneas a  la misma hora, más o menos de la huida. Mientras, el correr de la pantalla se mueve de manera nerviosa, (porque escribo de prisa, escribo como huyo, con la cabeza agachada y una expresión de sufrimiento en el rostro) suena una música de Bach que he puesto en el reproductor de música. Habitualmente no escribo con música, pero hoy la he puesto para contar la historia de aquel lunes”.

Un texto sobre su vida metaforizada en el mundo, que se cierra así, ratificando esa condensación de sujetos ficcionales: “No sé en qué momento comencé a ser Juan José Millás, pero sí tuve claro que durante el viaje de vuelta (¿o el de vuelta era de ida?),  que aquel día había comenzado a dejar de serlo. Recuerdo que al llegar a casa estaba un poco triste, como cuando terminas un libro que quizá  sea el último.”

Cercano a una novela de aprendizaje. Cercano también a un libro de memorias. Una escritura diáfana propia de uno de los más reconocidos escritores españoles actuales.                                                                

 Para empezar a conocerlo y ya no poder dejarlo….

La metáfora de la infancia y  una madre inolvidable       

 Una historia de amor y oscuridad ( 2004) de  Amos Oz. Está escrita en la primera persona del singular que posibilita la identificación entre autor, narrador y personaje.   

Sabemos, así,  que el niño es Amos. Sabemos, también, que esa es su infancia. Sabemos,  que la historia de amor, es la historia de su madre. Sabemos, finalmente que la oscuridad hace referencia a un momento de la historia de Israel, magistralmente narrada: “Qué hermoso sería detener el tiempo y detener también estas líneas, unos dos años antes de su muerte en esa imagen de nosotros tres en el Monte de Tel Arza: mi madre con un vestido azul, un pañuelo rojo atado con gracia al cuello, sentada, erguida, y bella con la espalda apoyada en el tronco de un árbol, la cabeza de mi padre sobre una de sus piernas y la mía sobre la otra, acariciando con su mano fría, nuestro rostro y nuestros cabellos.  Había mil años de oscuridad entre unos y otros. Incluso entre los tres condenados en una misma celda. E incluso entonces, en Tel Arza aquella mañana de sábado… incluso en aquel momento el más querido de toda mi infancia, mil años de oscuridad nos separaban” Debo decirlo: es uno de mis escritores amigos. Lo leo y lo leo permanentemente. Sería importante que lo conocieran.                                         Quizás esta novela es una de las más hermosas.                                                                  La adaptación  al cine  en el film del mismo nombre, dirigido por Natalie Portman, es indescriptiblemente hermosa.  Poesía de imágenes en una acertada y bellísima lectura del texto literario.

Seguimos con esto de la autoficción. ¿Sí? ¡Hasta pronto!

Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.