Por Micaela M. Becker *

Con la vida laboral, educativa y social obligadas al modo virtual, el presente habilita a pensar qué quedará del mundo que conocimos en una sociedad “a dos metros de distancia”. Y cómo la brecha tecnológica acentuará las desigualdades.

La expansión veloz de este nuevo virus nos puso en jaque. Este mundo globalizado con telarañas de redes comunicacionales y comerciales ha hecho que el Covid-19 llegue a nuestros espacios comunes mucho más rápido de lo que pensábamos. Adquirimos nuevos hábitos culturales: usamos barbijos y tapabocas, nos colocamos constantemente alcohol en gel en nuestras manos. Caminamos por las calles de nuestra ciudad para hacer compras con la mayor velocidad posible para evitar la exposición prolongada.

En nuestra facultad, en algunas aulas teníamos la costumbre de compartir mates entre docentes y estudiantes. Compartíamos abrazos y besos para felicitarnos frente a logros académicos. Y este nuevo contexto nos hace replantearnos qué sucederá con estos hábitos. 

Las clases se mudaron a las pantallas. Docentes, personal administrativo y estudiantes nos vimos obligados a recluirnos en nuestras casas. Las familias se acostumbraron a compartir diversos espacios en los hogares para trabajar, estudiar, enseñar y entretenerse. Pero, ¿qué prácticas nuevas nos está obligando a aprender esta sociedad volcada a la virtualidad?

En la materia de Introducción a la Comunicación Social reflexionamos sobre las características de la comunicación interpersonal. Los gestos complementan nuestras palabras, sumando más sentidos y significados. Al recorrer los textos de estudio, recordamos algunos hábitos que como argentinos nos diferencian de otras comunidades: el abrazo y el beso no sólo son para la persona conocida, los usamos también con aquella que nos presentan por primera vez o encontramos en alguna esquina. Son hábitos que utilizamos para iniciar nuevos vínculos, para comenzar una conversación o para sentirnos parte de algo más grande que nuestras individualidades. 

Transeúntes respetan la distancia social en el centro de Madrid
Foto: Joaquín Corchero (AFP) / https://www.elperiodico.com

Estos ritos de apoyo, diría Erving Goffman, se encuentran en una encrucijada actual: el contacto físico y la cercanía es la que propaga el virus del Covid-19. La proxémica deberá estudiar cómo este virus ha borrado las clasificaciones de las distancias sociales, la distancia entre las personas, a una medida exacta: dos metros. La incomodidad que sentíamos al subir a un ascensor estrecho con una persona desconocida será aún mayor.

Las relaciones humanas se han volcado a la virtualidad. El confinamiento nos ha obligado a olvidar esas grandes reuniones con amistades y transformarlas en videollamadas grupales por Whatsapp. También los adultos se han transformado en mediadores de la educación de sus hijos (muchas veces, con pocas herramientas para poder hacerlo) y las temporalidades diarias no alcanzan para distribuirlas entre el teletrabajo, las clases virtuales y los espacios de entretenimiento necesarios ante tanta infodemia, tanta información que nos agobia, de la cual muchas veces necesitamos escapar.

Una gran relación también se vio afectada: el vínculo de la enseñanza y aprendizaje. Docentes de todos los niveles (algunos más experimentados y otros no tanto) fuimos acorralados para aprender esto de dar clases de manera virtual. Frente a los problemas de acceso a la conectividad, muchos docentes nos encontramos con falta de experiencia sobre cómo transformar el vínculo pedagógico del aula hacia la virtualidad de una pantalla. Replantear los trabajos prácticos, las tareas, las clases explicativas ahora mediadas por una cámara y un micrófono. Para aquellos docentes acostumbrados al vínculo pedagógico cercano que generaba el aula, es una instancia que también nos ha obligado a aprender. Nuestros cuerpos sienten las consecuencias: más horas de trabajo que las habituales, en posiciones sedentarias, condicionan nuestra salud.

Sin embargo, y a pesar de recurrir a colegas con un poco más de experiencia, sentimos que algo está faltando. El derecho a la educación, uno de los estandartes del Estado argentino reconocido en nuestra región, se ve coartado por las limitaciones tecnológicas. Por su parte, estudiantes desde el jardín hasta la universidad fueron obligados a estudiar sin papeles, sin compañeros al lado. Nos olvidamos de la gran brecha tecnológica y educativa que sufre nuestro país. A pesar de esfuerzos a contrarreloj que realizaron autoridades gubernamentales para continuar los procesos educativos vía Internet y la televisión, muchos quedaron excluidos del mundo virtual.

Clase virtual de la materia Introducción a la Comunicación Social, de primer año de la FCC-UNC, a cargo de la profesora Micaela Becker

Si recorremos los informes del Observatorio Argentinos por la Educación (1), podemos encontrar más pistas de estos problemas que nos aquejan frente a la nueva modalidad. Sin negar los avances en infraestructura tecnológica, las cifras demuestran que la mitad de las conexiones del país son menores a 20 Mbps. ¿Qué significa en los hechos? Que a todos se nos complica comunicarnos con nuestros seres queridos y aún más llevar adelante actividades educativas que impliquen videoconferencias o streaming, volviendo a muchos meros autodidactas, con  producción de tareas, lecturas y reproducción de videos. Si vamos a los números crudos, podemos recuperar la siguiente idea: “El 19,5% de los estudiantes que finalizan la primaria y el 15,9% de los estudiantes que finalizan la secundaria no tiene acceso a Internet en su hogar”, nos denuncia el Observatorio (2). Entonces, la exclusión educativa se produce no sólo por limitaciones territoriales, sino también por medio del acceso (o no) a las nuevas tecnologías. Frente a esta realidad, nos preguntamos: ¿Este virus creará una nueva generación de analfabetos por no tener acceso a una computadora o internet? 

Por nuestros celulares, redes y medios de comunicación masivos han circulado diversos videos virales que muestran el regreso a clases en China, el primer país que sufrió de este virus. En ellos vemos como los infantes entran a los centros educativos con nuevas prácticas culturales de higiene. Los niños llegan con barbijos, se les desinfectan los zapatos, las manos y la ropa, e incluso se les controla la temperatura corporal antes de ser recibidos por la docente. Todas estas acciones son mediadas por robot amigables con el entorno infantil. También hemos observado en otro video que los niños usan divertidos sombreros para marcar la distancia social establecida por las direcciones de salud. En Francia, por otro lado, vemos imágenes similares en los espacios educativos: patios con cuadrados dibujados en el piso para delimitar el espacio de juego de cada niño, marcas a metro y medio de distancia para alinear los estudiantes en filas, más espacio entre pupitres y menos alumnos por aula. Los medios lo definen como “la nueva normalidad”.

El patio de una escuela primaria, en Francia
Foto: Twitter @lioneltop

Estas imágenes quedan muy lejanas a las realidades cotidianas en nuestro país. Estamos luchando para que muchos puedan acceder a una computadora (tras varios años de suspensión del programa Conectar Igualdad), y que podamos tener conexiones estables a la red de redes mundial. Lo esencial será garantizar derechos, como la educación, el trabajo y la salud, que se ven inestables frente al nuevo escenario.

Sin lugar a dudas, este virus vino a cambiar nuestras rutinas. Lo digital y el Covid-19 están reformulando nuestras prácticas cotidianas, desde los modos de enseñanza y aprendizaje hasta nuestro día a día para relacionarnos con las personas que nos rodean. Por último, una pregunta surge frente a este escenario: ¿Nuestras prácticas culturales ahora serán determinadas por protocolos de salud? 

Nuevas normas para el regreso a las escuelas, en China
Foto: https://www.rtve.es/

Este interrogante nos lleva a pensar, quizá con un poco de humor, si llegaremos a implementar las tipologías de inclinaciones tan representativas de la cultura japonesa. Las prácticas culturales ahora estarán normadas por un escrito que promete la seguridad sanitaria, quién sabe por cuánto tiempo. Lo más seguro es que tendremos que esperar más para ver grandes multitudes escuchando a su estrella musical o grandes protestas de ciudadanos reclamando por sus derechos. Lo que sí sabemos es que, como muchos memes han expresado, el 2020 será un año bisagra para comprendernos como comunidad, como sociedad global y como gregarios que somos los seres humanos.

(1) Estos informes pueden consultarse en: https://argentinosporlaeducacion.org/informes

(2) Ante esta situación, Argentinos por la Educación está reuniendo adhesiones para que “se garantice la conectividad libre y gratuita en todo el país para el uso de plataformas educativas”. También reclaman “el uso gratuito de mensajes de texto y audios de Whatsapp en los asentamientos populares geo-localizados por el RENABAP, hasta la fecha en que las clases regresen a las aulas”. Para adherir, ingresar a https://argentinosporlaeducacion.org/sumate 

Foto principal: Dallas Morning News / https://www.dallasnews.com

* Doctoranda en Comunicación Social de la FCC-UNC. Magister en Comunicación y Cultura Contemporánea del CEA-FCS-UNC. Profesora de la Cátedra de Introducción a la Comunicación Social de la FCC-UNC. Miembro del Programa de Estudios sobre Medio Oriente del CEA-FCS-UNC.