Al cumplirse cinco meses de la “extremadamente dudosa” muerte del periodista mendocino Sebastián Moro durante golpe de Estado en Bolivia, el reclamo por su esclarecimiento crece a nivel nacional e internacional. Días atrás, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA exhortó a investigar su “posible asesinato”. Mientras su madre y hermanas bregan por verdad y justicia, su historia se convierte en ejemplo del mandato de “dar testimonio en tiempos difíciles” que formulara Rodolfo Walsh.
Por Alexis Oliva
“Para que tal vez, alguna vez, esa memoria no esté cargada de muerte –al decir de Roberto Arlt– y sí de plena esperanza. La memoria que supera al olvido, al olvido impuesto y al autoinfligido. Memoria que nace y renace a partir de los testimonios de víctimas y testigos pero que se reproduce en quienes quieren escuchar y en quienes la transmiten”.
Sebastián Moro
(Tesis de la Licenciatura en Comunicación Social,
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
Universidad Nacional de Cuyo, abril de 2015)
Es difícil calcular cuántos kilómetros han recorrido las mujeres de la familia Moro-Rocchietti en busca de verdad y justicia, desde que hace cinco meses la vida del periodista mendocino Sebastián Moro se apagó en una clínica de La Paz, una semana después de que el 10 de noviembre de 2019 se consumara el golpe de Estado en Bolivia. Son ellas –su mamá, Raquel Rocchietti y sus hermanas Melody y Penélope– quienes llevan adelante la pelea por Sebastián, a quien alcanzaron a ver vivo pero sin conciencia en ese primer viaje que emprendieron en su auxilio, cuando ya el presidente Evo Morales estaba derrocado y prófugo, las hordas derechistas clamaban venganza y la golpista Jeanine Áñez daba carta blanca a la violencia desplegada por las fuerzas de seguridad.
Periodista de Radio Nacional Mendoza, Penélope compartía con Sebastián la pasión por el periodismo y fue la última de la familia en comunicarse con él. El sábado 9 de noviembre, vía whatsapp, su hermano le contó que los golpistas habían ganado las calles de La Paz y tomado la sede de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos (CSUTCB), donde trabajaba como editor del periódico Prensa Rural y en la radio Comunidad. También le relató que secuestraron y torturaron por varias horas a José Aramayo, su jefe directo y director general de los medios de la Confederación, salvado en extremo de un linchamiento. Sebastián había vuelto a su departamento, donde terminó de escribir un artículo para el diario Página 12, y desde ahí se comunicó con su hermana Penélope.
“Estaba trabajando en las horas de la tarde noche en su casa, enviando la última nota para Página 12. Cuando me saludó, me dijo que iba salir a caminar para tomar un poco de aire y abocarse al día siguiente a la tarea periodística, que iba a ser muy intensa por todo lo que estaba sucediendo en Bolivia. Sebastián fue testigo, a lo largo del fatal 9 de noviembre, de la represión y los intentos de ingresos violentos por parte de grupos de choque al medio en que trabajaba en la sede de la CSUTCB. Después no volvimos a tener comunicación”, relata Penélope.
El domingo 10, tras varias horas de intentar en vano comunicarse él, la familia Moro le pidió a un allegado que fuera a buscarlo. Esta persona –cuya identidad se protege– lo encontró en su cama, semi-inconsciente y con marcas de golpes, y vio algunas sillas tiradas en el piso. Sebastián fue internado en una clínica privada, donde entró en coma. Penélope llegó a La Paz el lunes 11, cuando Morales ya había renunciado y los opositores saqueaban su residencia. En la clínica le informaron que su hermano había sufrido un accidente cerebro vascular (ACV) izquémico con alto riesgo para su vida. Ella fotografió las marcas en su cuerpo, que los mismos médicos atribuyeron a una agresión.
Bullrich: “A disposición de cualquier otro cronista”
Raquel y Melody arribaron a Bolivia el 13, cuando el cuadro clínico de Sebastián empeoraba. El jueves 14 a las 20:32, la entonces Ministra de Seguridad argentina Patricia Bullrich publicaba en su cuenta de Twitter @PatoBullrich: “Rescatamos y pusimos a salvo a los periodistas argentinos amenazados en #Bolivia, Gracias @gendarmeria por el compromiso permanente”. Minutos antes, al anunciarlo en comunicación con el canal Todo Noticias, Bullrich declaró: “Los pudimos sacar rápidamente sin que hubiese ningún tipo de violencia contra ellos. No están dadas las garantías de trabajo en la calle… Estamos a disposición de cualquier otro cronista que esté en el lugar”.
Pero nada harían ni dirían, entonces ni después, Bullrich o cualquier otro funcionario del gobierno de Mauricio Macri, por ese otro argentino periodista cuyo trabajo era tan visible en medios nacionales como el de cualquiera de quienes fueron rescatados. Y aunque la Ministra admitiera el peligro y la violencia en las calles de La Paz, el Gobierno de Cambiemos se negaba a definir esa situación como golpe de Estado.
Sebastián Moro falleció a las 0 horas del sábado 16. Durante los siete días que duró su agonía no recuperó la conciencia. El mismo día de su muerte, el Poder Ejecutivo encabezado por Jeanine Áñez emitía el decreto 4078 que eximía de responsabilidad penal a policías y militares que participaran en “operativos para el restablecimiento del orden interno”, denunciado como una “licencia para matar” a manifestantes contrarios al gobierno golpista. A esa altura, ya había 23 muertos y 715 heridos.
En ese contexto, los médicos del sanatorio desalentaron a la familia Moro a reclamar la autopsia de Sebastián y les aconsejaron cremarlo. En el Consulado Argentino en La Paz les dijeron que era imposible llevar un avión sanitario a Bolivia para repatriar el cuerpo y les recomendaron “salir cuanto antes del país”. Imposibilitadas de realizar una denuncia y temiendo por su propia integridad, aceptaron la cremación y regresaron a la Argentina.
“Para no volver atrás”
Sebastián había trabajado en Radio Nacional de su provincia y escribía sobre los juicios de lesa humanidad para el colectivo “Juicios Mendoza” y otros medios. Su principal interés eran los derechos humanos, desde el terrorismo de Estado de los años 70 hasta la conflictividad social y la violencia institucional del presente. Con la asunción del Gobierno de Cambiemos, fue uno de los y las centenares de periodistas que por razones económicas o políticas perdieron su trabajo en la Argentina y debieron marcharse del país.
En abril de 2019, durante una entrevista en el programa Con el pueblo en la piel, por AbyaYala TV Bolivia, explicaba su determinación de radicarse en Bolivia: “Básicamente, por mi compromiso en el oficio. Así como cientos de colegas en la Argentina, a partir de lo que fue la asunción del Gobierno de Mauricio Macri, a finales de 2015, cuando comenzó un arduo proceso de persecución laboral y judicial a quienes acompañábamos los gobiernos anteriores desde distintas profesiones. Así tomé la decisión de probar suerte y comenzar de cero en un país donde la sociedad quisiera ir para adelante y no volver para atrás en lo que fueron los peores años de nuestra historia”.
Por ese entonces, ya trabajaba en los medios de la CSUTCB, como jefe editor del semanario Prensa Rural y productor y conductor de algunos programas de Radio Comunidad. Como corresponsal de Página 12, Moro escribió una docena de notas sobre el proceso posterior a las elecciones del 20 de octubre que desembocó en el golpe de Estado. En esos días, lo entrevistaban desde medios argentinos y de varios países sudamericanos y su voz era una alarma sobre la conspiración que amenazaba a Bolivia.
En TV Canal 9 Litoral, el 7 de noviembre alertó sobre “la situación de continuos enfrentamientos y paralización del país, porque los grupos que responden a los distintos sectores de la oposición están llevando adelante medidas de fuerza” y denunció el “modus operandi de estos grupos de choque radicalizados que responden a los comités cívicos, fundamentalmente a la Unión Juvenil Cruceña, los más fundamentalistas. A Patricia Arce (la alcaldesa de Vinto) la secuestraron y luego el edificio de la Alcaldía fue prendido fuego y destruido. La llevaron a un lugar aislado y la sometieron a diversas vejaciones (…), una imagen emergente del discurso y las acciones de violencia y racismo que se creían sepultados en Bolivia y que a la luz de estos enfrentamientos han vuelto a surgir”.
En su última nota para Página 12, titulada Un golpe de estado en marcha en Bolivia, narraba: “El sábado hubo actos vandálicos y agresiones a funcionarios, periodistas y militantes del MAS en distintos puntos del país. Entre varios hechos, el gobernador de Oruro sufrió el incendio de su vivienda, trabajadores estatales del canal Bolivia TV y de Radio Patria Nueva denunciaron que fueron secuestrados y privados de su derecho al trabajo por grupos de choque de la oposición que cercaron el edificio, y la sede paceña de la Confederación Campesina (CSUTCB) fue invadida y atacada, delito que fue repudiado por el propio presidente Morales antes de reunirse con los dirigentes de las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba”.
CIDH: “Posible asesinato”
La muerte de Sebastián Moro tuvo como contexto esa brutal avanzada contra los sectores populares, campesinos y originarios, que también se dirigió contra medios y periodistas afines a las políticas del proceso de cambio. Con el asesoramiento del abogado Rodolfo Yanzón, la familia Moro presentó una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), desde la hipótesis de un ataque perpetrado por las bandas derechistas a las que el golpe de Estado en ciernes les dio cobertura de impunidad para desplegar su violencia.
El 7 de abril, la CIDH dio a conocer su Informe Anual de la Relatoría Especial sobre la Libertad de Expresión 2019, firmado por el abogado uruguayo Edison Lanza. En el capítulo “A. Libertad de expresión en el contexto de crisis política post electoral en Bolivia”, refiere: “Entre las principales vulneraciones al ejercicio de la libertad de expresión y al derecho al acceso a información pública registradas, se encuentran el posible asesinato del periodista Sebastián Moro”, entre otras 70 agresiones a periodistas relevadas en ese contexto.
En “B. Ataques, Amenazas y detenciones a periodistas y medios de comunicación”, detallan que “la CIDH y su Relatoría Especial ha recibido información sobre las circunstancias poco claras que rodean la muerte del periodista, entre ellas, el parte médico sobre politraumatismos en su cuerpo, sobre la falta de herramientas de trabajo en su domicilio, como ser la grabadora, el chaleco y una libreta de anotaciones. Asimismo, habrían llamados telefónicos borrados del celular y según denuncias presentadas por la familia, la clínica privada habría secuestrado los documentos médicos del periodista”. A continuación, expresan: “El asesinato de periodistas constituye la forma más extrema de censura y los Estados tienen la obligación positiva de identificar y sancionar a los autores de estos crímenes”.
El caso del periodista mendocino también ocupa un capítulo en el informe de la Comisión Argentina en Solidaridad con el Pueblo Boliviano. Allí se define su muerte como “extremadamente dudosa”, por los numerosos indicios de que “sufrió una agresión previa a la larga agonía que concluyó una semana después con su fallecimiento”. También fue incluida en las denuncias contra el golpe de Estado en Bolivia en la Justicia Federal argentina, en Buenos Aires y en Córdoba, mientras el reclamo de justicia crece entre los periodistas, los organismos de derechos humanos y la sociedad.
“En doble línea de fuego”
En su tozudo trajinar en busca de justicia, la madre y las hermanas de Sebastián viajaron en febrero a Buenos Aires, donde junto con un grupo de periodistas se plantaron en el Obelisco con las fotos y pancartas #SebatiánMoroFueElGolpe. También reclamaron por la libertad de Facundo Molares Schoenfeld, el fotógrafo argentino detenido por el gobierno dictatorial boliviano mientras estaba internado en un hospital por un problema renal grave y en coma inducido.
El acto en el epicentro de la capital fue una de las tantas formas de romper el cerco informativo montado en torno a ambos casos por la prensa hegemónica argentina. Por estos días, desde las preguntas “¿Dónde nos encontramos si no es en la creación? ¿Dónde nos reencontramos si no es en la memoria?”, veinte artistas visuales mendocinos aportaron su trabajo a la propuesta Dibujos para Sebastián que se publican desde el 21 de marzo en la página Sebastián Moro Fue El Golpe.
El jueves 12 de marzo pasado Raquel y Melody estuvieron en Córdoba, donde incluyeron el caso de Sebastián en el marco de la denuncia contra los golpistas bolivianos (causa “N.N. S/Averiguación de delito. Denunciante: Asociación Civil Desaparecidos y Mártires Populares”, expediente FCB N° 1881/2020) que se tramita en el Juzgado Federal N° 2 de Córdoba.
Patrocinadas por los abogados Lyllan Luque y Claudio Orosz y acompañadas por militantes de la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos, se constituyeron como querellantes y plantearon que la muerte de Sebastián se enmarcó en una “cacería furiosa contra periodistas allegados al proceso de cambio impulsado por el gobierno de Evo Morales”, en un contexto de “genocidio” y como tal de crímenes de “lesa humanidad”, tipificación sustentada –entre otros hechos– en las 18 víctimas fatales del golpe de Estado y las masacres de Sacaba (9 personas asesinadas) entre el 15 y el 16 de noviembre y de Senkata (7 víctimas) el 19, cometidas por las fuerzas de seguridad a las órdenes del Gobierno de facto.
En la denuncia, la familia Moro detalla las huellas de traumatismos que observaron los médicos y su hermana Penélope en el cuerpo de Sebastián: “Su mano izquierda en estado total de inflamación y de color morado oscuro, rasguños en el rostro, moretones en el mismo hombro izquierdo, rasguños en los brazos”. Además, señalan que de su domicilio “desapareció su grabador de periodista, su chamarra identificatoria como trabajador de prensa de la CSUTCB y una libreta de anotaciones”, y dejan constancia de la negativa a acceder a la historia clínica.
Al salir de tribunales, su madre manifestó: “Hemos venido a instalar la denuncia penal para que continúe la investigación, paralelamente a la denuncia que está hecha en la CIDH. Hemos presentado las mismas pruebas que teníamos. No hay mucho para agregar, dado el estado en el que se encuentra Bolivia, sin instituciones y sin democracia. Son pasos a seguir para que cuando se restablezca Bolivia podamos continuar abiertamente con la causa”.
La principal expectativa a corto plazo es que el tribunal habilite la investigación y la recolección de pruebas. “Mientras tanto, estamos disputando si el principio de jurisdicción universal va a ser asumido por la Justicia Federal cordobesa o no. Lo que no está en discusión es que se trate de una causa de lesa humanidad”, explicó la abogada Luque.
Para Emiliano Salguero, de la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos, Sebastián era parte de “ese cuerpo social que viene pidiendo justicia en la Argentina desde hace mucho tiempo, porque acompañó las causas de lesa humanidad en Mendoza y en el país”. “Esperamos que las denuncias que se han hecho en Argentina y en el marco de la justicia universal puedan avanzar en relación a la investigación y sobre todo a la identificación y acusación de los responsables”, añadió.
“Creemos que Sebastián fue torturado y golpeado y por eso se le produjo un ACV. No son palabras nuestras, sino de los especialistas que están tratando el asunto –señaló su hermana Melody–. Él estaba en una doble línea de fuego: trabajaba para los medios de la CSUTCB, cuyas páginas fueron hackeadas a partir del golpe y se borró todo su trabajo periodístico. Pero también informaba para la Argentina y en esos días lo llamaban desde Venezuela, Ecuador, Chile… Sebastián es el primer periodista en el mundo en anunciar y denunciar el golpe de Estado y a su vez es su primera víctima fatal”.
“El Estado es lo que dejamos que hagan con él”
Sebastián Moro no alcanzó a recibir en vida su título de Licenciado en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCU). El 6 de marzo pasado, en un acto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCU, el diploma fue entregado a su madre y sus hermanas por la decana Claudia García y el expresidente boliviano Evo Morales, refugiado en la Argentina y por esos días de visita en Mendoza. En el colmado auditorio Luis Triviño se escuchaba: “¡Sebastián, presente! ¡Ahora y siempre!”.
El líder boliviano estaba al tanto de lo ocurrido con Sebastián, pero a la mañana siguiente en una reunión privada con la familia Moro pudo conocer los pormenores y asimilar su gravedad. “Se mostró muy humano, mucho más de lo que nos imaginábamos. Incluso, reconoció ciertos errores, respetó silencios y trató de contenernos y hacernos sentir que se comprometía con Sebastián de ahora en más. Fue muy necesario ese encuentro. Por supuesto, nos prometió volver a Bolivia y un proceso de justicia”, cuenta Penélope. Desde entonces, en las publicaciones del Movimiento al Socialismo se reclama “justicia para Sebastián Moro”.
La tesis con que Sebastián obtuvo la licenciatura se titulaba “Práctica periodística y derechos humanos. El rol del Blog ‘Juicios Mendoza’ en el proceso de Memoria, Verdad y Justicia en Mendoza”. En sus Consideraciones finales, escribió: “En cuanto al resto de la sociedad, no salió indemne de los años del terror y aquello de que ‘no repetir los errores del pasado’ suena como un latiguillo cómodo al uso de las buenas consciencias que son las mismas que callaron cuando desaparecían a un vecino, y luego exaltaron la ‘épica’ de Malvinas, y tras eso se desencantaron de la democracia simplemente porque tal o cual gobierno los defraudó y después cerraron los ojos ante el desmantelamiento del Estado (…) El Estado no es otra cosa que lo que dejamos que hagan con él. Y con nosotros. El Estado de la inmunidad, de la impunidad, de la injusticia social, de la violencia institucional e institucionalizada. Pero también el Estado que si quiere, si lo queremos, puede al menos regular las asimetrías sociales, proteger y generar políticas fuera de fórmula y también reparar, como lo hace respecto a los mismos crímenes que en representación de otros intereses ese Estado perpetró”.
Para expresar lo que Sebastián Moro significa –o debería significar– para los jóvenes comunicadores sociales, vale citar un párrafo escrito por Rodrigo Savoretti, estudiante de la FCC y pasante en la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos de Córdoba, en una nota publicada hace un mes: “En tiempos complejos y adversos como los que corren no hay lugar para tibies. Y mucho menos en lo que respecta a la comunicación. A pesar de que los grandes medios de desinformación masiva hacen lo que sus ceos ordenen, ya sea mentir, distorsionar, tergiversar, mentir de nuevo y manipular a las grandes masas, hay quienes se le paran de frente a dichos monopolios y comunican con y desde el pueblo. Este era el caso de Sebastián Moro. Un periodista mendocino de cuarenta años comprometido con los DDHH que había abandonado el país hace dos años debido a la situación de crisis que aún hoy atraviesa argentina por el robo organizado de Macri y sus amigues en cuatro años en el poder. Siempre crítico, reflexivo y lector de Walsh, Gelman y Urondo, ponía su cuerpo a disposición de les campesines bolivianes. Entendía que la patria es el otro y actuaba en coherencia a sus ideas. Resistió todo lo que pudo y dejó la vida por una causa justa. Para quienes ejercemos la comunicación, Sebastián Moro no se olvidará jamás. No nos cansaremos de pedir justicia en su nombre. Será bandera en nuestra lucha por un mundo mejor y para todes”.