A partir de su experiencia de trabajo por la accesibilidad y el derecho a la lectura, Pablo Lecuona, director de Tyflolibros / Tiflonexos, aborda los desafíos de la inclusión de la persona con discapacidad en el ámbito universitario y en la sociedad. Desde la ardua tarea de articular políticas con el Estado, hasta la representación estereotipada y prejuiciosa de la discapacidad en los medios masivos de comunicación.
Por Alexis Oliva
Pablo Lecuona tiene 43 años, estudió Comunicación Social con orientación en Comunicación Comunitaria en la Universidad de Buenos Aires, es director y fundador de Tiflolibros –la primera biblioteca digital para ciegos de habla hispana creada en 1999– y Tiflonexos –asociación civil sin fines de lucro que trabaja por la inclusión de las personas ciegas mediante el uso de las TIC–.
En 2008, Tiflonexos, la Unión Nacional de Ciegos del Uruguay (UNCU) y la Escuela de Ciencias de la Información de la UNC (ECI-UNC) crearon la Red Mate, el centro de producción de materiales de estudio accesibles y formación de conciencia en torno al derecho a la lectura y la educación para estudiantes ciegos, que funciona en la hoy Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC-UNC) con la coordinación de Jimena López.
Meses atrás, Pablo Lecuona viajó a Córdoba para participar del rodaje del corto documental sobre la historia de la Red Mate, que se estrenará el miércoles 21 de agosto a las 17 horas, en el aula 3 de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC-UNC). En esa oportunidad, mantuvimos con Pablo esta entrevista para el Portal Qué, en la que también participó Jimena López.
-¿Qué es Tiflolibros y Tiflonexos?
Pablo Lecuona: -Todo tiene que ver con la misma dinámica. Cuando arrancamos con Tiflolibros éramos un grupo de amigos con discapacidad visual que empezamos a experimentar. Se juntaron distintas cosas: una empezar a usar una computadora con lector de pantalla e internet. Me acuerdo la primera vez que pude leer la sección de Internacionales del diario El País por internet fue: “¡Guau! ¡Ahora puedo leer el diario!”. Yo estudiaba Comunicación y hacía el taller de radio con Eduardo Aliverti, que nos decía: “Ustedes siempre tienen que venir al taller con el diario leído”. Él te tiraba temas y había que hacer la práctica con esos temas. Uno siempre estaba en esa desventaja de depender de otro para acceder a esas cosas. Ya el hecho de poder usar internet era toda una puerta para buscar información en forma autónoma. Se juntaba eso con la digitalización de materiales, con un escáner, página a página, ibas pasando el libro, pero podías leer un libro puntual que te interesara, y no como pasaba hasta el momento que tenías en audio o unos poquitos libros en Braille. Yo trabajaba en esa época en una biblioteca de casetes, donde había tres o cuatro copias de cada libro, se prestaba, se escuchaba y la persona lo devolvía. Se juntó la posibilidad de tener un libro digitalizado, internet no sólo como un medio de acceso sino de puesta en común, y surgió la idea de hacer una biblioteca digital para ciegos. Armamos una lista de correo para intercambio por mail y ver cómo era el tema legal para poner en común lo que cada uno digitalizaba. La primera biblioteca era un archivo Excel, donde decía: “Tal libro lo tiene tal persona, su mail es tal”. Y vos se lo pedías a la persona que lo había digitalizado. Una buena cosa que tuvimos, medio intuitiva, fue darle una forma institucional y no quedarnos sólo en un grupo de intercambio.
-Entonces crearon la ONG…
PL: -Nos constituimos como organización en 2001 –cuando ya teníamos como dos años de biblioteca–, cuando la Biblioteca del Congreso nos planteó un convenio, porque habían hecho la primera sala multimedio con computadoras para acceso público. Ellos querían que una persona con discapacidad visual pudiera acceder a través de esa sala a los libros que tenían en la biblioteca, usar internet y demás. Nosotros habíamos empezado a trabajar con la Editorial Planeta, que nos había dado algunos archivos en digital. Entonces, nos constituimos como ONG pero con una mirada más amplia. Es decir, no quedarnos como biblioteca digital solamente, sino también con todo lo que alrededor de ella surgía: trabajo en red, aprovechamiento de tecnología, etc. Por eso, más allá de que la biblioteca fue Tiflolibros, el nombre de la institución es Tiflonexos, que tiene que ver con todos los nexos entre las distintas cuestiones que se trabajaban. Siempre fue un trabajo muy cooperativo y dándole un valor muy fuerte al tema de la red, lo que nos permitió hacer un montón de cosas. A partir de eso, se fueron desarrollando diferentes proyectos, si bien la biblioteca digital siempre fue el proyecto central y de mayor impacto. Hoy tenemos una biblioteca con más de 58 mil títulos a la que acceden 8.500 usuarios. A su alrededor, los otros proyectos, servicios y actividades, que tienen que ver con la aplicación de todo esto: la inclusión, la autonomía, la educación y el aprovechamiento de las oportunidades que te dan las TIC y las redes.
El nacimiento de la Red Mate
Desde ese concepto de trabajo en red se forjó la iniciativa de la Red Mate, a partir del contacto virtual de Pablo y Tiflonexos con la entonces estudiante de la ECI Jimena López y con integrantes de la Unión Nacional de Ciegos de Uruguay (UNCU), que luego serían las tres instituciones impulsoras del proyecto de producción de materiales de estudio accesibles y creación de conciencia por el derecho a la lectura y la educación para estudiantes ciegos.
“A partir de 2008 se fue dando todo –relata Lecuona–, conseguimos fondos en Córdoba, Buenos Aires y Montevideo para crear los centros de producción, y al mismo tiempo nos presentamos a la embajada de Finlandia a una convocatoria que permitió darle más fuerza y marco al proyecto. Lo presentó Tiflo en red con la UNCU y el proyecto de voluntariado de la ECI, y ganamos ese proyecto como Red Mate. Ya el hecho de presentar el proyecto entre instituciones de Argentina y Uruguay nos daba fuerza, y me acuerdo que el embajador dijo: ‘Oh, la Universidad de Córdoba es súper importante’. Y en 2010 Red Mate ganó el Premio Presidencial”.
-Ya en su origen estaba la idea de red…
PL: -Ahí fuimos aprendiendo la fuerza que nos daba trabajar en red. Se habla mucho de trabajar en red, pero también está la idea de que en una red uno se puede disolver y perder la propia identidad. Aquí cada institución mantiene sus identidades y sus dinámicas; hay lugares donde se avanzó más en un aspecto y en otros donde se avanzó en otro. Cada institución tiene su dinámica y sus tiempos y hay que entender también los tiempos del Estado y las ONG. Hay que aprender y sacar lo mejor de cada lado. La red para nosotros fue una fortaleza y aprendimos en la práctica. No es igualarnos, sino encontrar puntos en común y fortalecernos entre todos.
Jimena López: -A diez años, entre las fortalezas está justamente el haber sostenido el trabajo en red, que en instituciones como la universidad no es para nada fácil. En ese sentido, la Red Mate no es sólo de la universidad, sino un proyecto que desde el vamos se pensó en alianza con diversas instituciones.
PL: -No es fácil sostener diez años un trabajo en red. Incluso, hemos sostenido proyectos internacionales, uno de Suiza y dos de Finlandia, donde hay fondos, porque el trabajo en red es muy lindo pero hay que repartirse los recursos. A los proyectos los construíamos en conjunto, sabíamos que había recursos para actividades acá y allá, y nunca hubo conflictos.
-¿Por dónde pasa una inclusión genuina del discapacitado visual y del discapacitado en general en el ámbito universitario?
PL:-Primero, por entender que la inclusión no es un proceso que se hace desde un solo lugar, persona u oficina que se dedica a incluir, sino que es algo mucho más transversal a todas las prácticas de una institución. Yo puedo tener una hermosa oficina de inclusión que trabaje muy bien en atender necesidades de inclusión los alumnos, pero si no trabajo con todas las demás áreas para que sean inclusivas, no resuelvo. Después, que esa transversalidad se construye no sólo de arriba hacia abajo, sino con el ida y vuelta, con la participación de todos los actores. Los errores que se suelen tener son: separar la inclusión como un área específica. A veces es necesario para tenerlo como tema en agenda, pero hay que incluir en todos lados. Y después, la construcción no se hace desde un lugar de teoría de un iluminado, sino con construcción colectiva. Una vez, desde Tiflo fuimos a plantear al Plan Nacional de Lectura del Ministerio de Educación cómo trabajar cuestiones de inclusión y accesibilidad dentro del plan, y fue totalmente frustrante, porque la respuesta fue: “Ah no, Plan de Lectura no. A esto lo tienen que hablar con el área de Educación Especial”. No es Educación Especial, es cómo incluimos en el Plan Nacional de Lectura una dimensión que si no la incluis estás dejando gente afuera. En el Ministerio de Educación nunca logramos sacar la discapacidad solamente de Educación Especial. Eso hace que en la planificación de la educación y en un montón de cosas no se tenga en cuenta a la persona discapacitada.
-Vos decís que termina habiendo una política para “la gente” y otra política…
PL:-…para la persona con discapacidad. Es eso, como que separamos. La discapacidad no es lo que define a la persona. O sea, un estudiante con discapacidad, antes de tener esa discapacidad es un estudiante, y tiene tales o cuales características. Eso también se trabaja con la autonomía y el empoderamiento del estudiante. Si yo me defino como persona con discapacidad solamente, estoy dejando de lado un montón de cosas de la persona. Hay algo que trabajar de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba.
-¿Qué análisis hacés de este uno por ciento de estudiantes con discapacidad en el ámbito universitario?
PL:-Me acuerdo de una campaña de una red latinoamericana que trabaja derechos humanos a la que nosotros le hicimos la audiodescripción desde Tiflo: “Una de cada veinte personas tiene alguna discapacidad. ¿Por qué no hay una persona con discapacidad en tu aula? ¿Por qué no hay una persona con discapacidad en tu trabajo?”. Y pasa mucho por ahí, ¿dónde están las personas con discapacidad? El problema es que no hay estadísticas claras y buenas sobre discapacidad. En 2003, el Censo de Discapacidad hablaba de 600 mil personas con discapacidad visual, y en 2010, que la pregunta fue diferente, habla de dos millones. No es que de 2003 a 2010 creció eso, sino que depende de cómo se pregunta y cómo se releva. Lo estadístico a nivel mundial es que hay un 7 por ciento de personas con discapacidad y entre un 1 y 3 por ciento de personas con discapacidad visual.
-Teniendo en cuenta eso, ¿cómo deberían ser las políticas en el ámbito universitario?
PL:-Primero –lo dice la misma ley universitaria– tener claro que la universidad debe garantizar el acceso a todos, incluidas las personas con discapacidad. Eso va a variar según cada discapacidad: tener materiales accesibles, condiciones edilicias, elementos de la clase… y todo eso necesita un presupuesto. Muchas veces se piensa: “Si son pocos y no están, ¿por qué voy a poner presupuesto en esto?”. Porque estás obligado para garantizar derechos. Como se lo ve como algo aparte, no hay presupuesto. Eso es un gran problema.
Inclusión educativa… y más allá
-La inclusión educativa es un punto de partida. ¿Cómo sigue?
PL:-En el caso de la discapacidad visual, la inclusión arranca con tener los materiales. Por qué la Red Mate se llama Materiales y Apoyos Tiflo Educativos, porque no basta con la M, hay que trabajar lo demás. El apoyo tiene que ver con fortalecer las habilidades del estudiante, para que pueda con su discapacidad enfrentar los distintos desafíos; con generar ambientes, acompañamiento, espacios de participación y estar siempre atentos a los cambios en las tecnologías, las dinámicas y las necesidades. No hay una receta rígida. Al principio, era garantizar el acceso a una computadora adaptada; después empezaron a aparecer programas que lo facilitaban. Nosotros articulamos mucho con el programa Conectar Igualdad, porque el hecho de que los estudiantes accedieran a una computadora y que los que tenían una discapacidad esté contemplada en el mismo programa la accesibilidad en esas mismas computadoras fue un muy buen paso. En el caso de Conectar Igualdad, hacía falta generar materiales de formación para que el estudiante con discapacidad pudiera usar las herramientas. Por eso se hizo con Conectar distintos materiales, dentro del marco de la Red Mate. Ahí ya el eje no era tanto tener espacio y acceso público a los recursos, sino brindar apoyo para los estudiantes que venían ya con la herramienta brindada por un programa super masivo como fue el Conectar Igualdad la pudieran aprovechar. Ahora tenemos que volver a reclamar que los estudiantes accedan a la tecnología, porque lamentablemente todo eso se desarticuló. Los tiempos también van cambiando y la dinámica no es siempre la misma. La realidad de Buenos Aires, Montevideo y Córdoba no siempre fue la misma, había muchas diferencias, pero se podía aprender de una realidad a la otra. En Montevideo, por ejemplo, había grandes problemas con la formación básica de los alumnos con discapacidad visual porque fallaban terriblemente la primaria y la secundaria. Los pibes dejaban porque recién empezaban la secundaria con dos o tres años más de edad que sus compañeros. Entonces, había que sentarse con eso antes de llegar a la universidad. En Argentina, la deserción de personas con discapacidad en la primaria es mínima, pero en la secundaria hay un agujero y en la universidad un montón de barreras. Hay que ir viendo las realidades y diagnosticando.
JL: -Acá en Córdoba había algunos estudiantes que podíamos sostenernos en la universidad, pero nos preguntábamos por qué no éramos más. Y queríamos trabajar para eso.
PL: -Claro, ¿por qué no llegaba el resto? Así empezó también la articulación con la secundaria y el tratar de buscar distintas formas. Lamentablemente, no pasa sólo por la universidad. Claramente, es responsabilidad de la universidad generar las condiciones de igualdad de oportunidades, desde los materiales, lo edilicio, abrir las cabezas de los docentes… porque nos ha pasado un montón de veces que el docente no te quiere abrir el archivo digital del libro que escribió él y no entiende la necesidad de la accesibilidad. Nos pasó acá mismo, y hubo que digitalizar cosas que sabíamos que se podía acceder ya en digital. Como universidad, tenés un montón de responsabilidades. Pero también hay responsabilidad en el sistema educativo más hacia atrás.
-Después de la inclusión educativa en todos sus niveles, ¿qué sigue?
PL: -Hay una cadena de cuestiones. Nosotros siempre planteamos que al acceso a la lectura todavía no lo tenemos incorporado como un derecho humano fundamental. En el caso de las personas con discapacidad, el derecho a la lectura es la base para el derecho a la información, que a la vez es base para el derecho a la educación, que a su vez es base del derecho al empleo y la formación. Ese encadenamiento de derechos hace que sea fundamental garantizar ese acceso a la lectura. Cuando uno tiene una discapacidad, ya arranca con una desventaja. Y si tiene un menor acceso a la educación por tener una discapacidad, cuando ya de por sí el empleo para una persona con discapacidad es más complejo, va a ser mucho más difícil acceder. Entonces, apuntamos a un mejor acceso a la educación para poder tener mejores oportunidades de un empleo profesional de calidad, lo que garantiza después la inclusión social y económica en general. Por eso hay que trabajar todas las dimensiones. Si uno viene a la universidad, está asistido por alguien que lo acompaña, tiene todos los materiales y todo maravilloso, pero no se trabaja la autonomía, hace todo un recorrido y logra una carrera, pero después al título se lo guarda en el bolsillo y tiene que trabajar como telefonista. Es lo que pasa muchas veces en Europa, donde hay un modelo súper asistido y con todo garantizado, pero no se trabaja la autonomía. El objetivo es garantizar buenas condiciones de educación para garantizar buenas condiciones de empleo y una inclusión real.
-En el recorrido de su experiencia, ¿cuánto hay de oportunidades por avance tecnológico y cuánto de política? Política en sentido amplio, incluyendo la propia militancia de ustedes.
PL: -Uno puede pensar estas cosas desde distintos aspectos. Desde el tecnológico, hoy la tecnología nos abre todo y cada vez más. Si uno tiene el acceso y la capacidad de utilizar herramientas tecnológicas para la inclusión, la accesibilidad y la autonomía, que cada vez tienen más desarrollo, resuelve un montón de problemas. Pero la tecnología sola no resuelve nada, hay otras dimensiones que son fundamentales. Una es la legal: hay que tener condiciones legales para que estas oportunidades tecnológicas se puedan traducir en soluciones reales. Y por otro lado, la dimensión para mí más compleja: la política y humana. Podés tener hermosa tecnología y un marco legal fantástico, pero el gran tema que siempre cuesta es la articulación de las políticas, el trabajo entre las instituciones y el aspecto humano.
Una responsabilidad del Estado
-Recién te referiste al Conectar Igualdad, un proyecto emblemático de la etapa política anterior, que tenía que ver con estos dos aspectos: oportunidad tecnológica e iniciativa política. ¿Cómo ves estas cuestiones en el escenario actual?
PL: -Conectar Igualdad fue un ejemplo muy claro, porque estaba todo lo tecnológico y se aportó un montón de tecnología a las escuelas. Las que apoyan a estudiantes con discapacidad visual recibieron todo el material que necesitaban para poder trabajar bien. Después, al depender de cada provincia, hubo provincias que hicieron muy buenas políticas de formación, de trabajar con los docentes para que ese material se aprovechara, y provincias donde no se hicieron esas políticas y no se aprovechó. Y por último, el factor humano que va más allá de las políticas. A veces tenés muy buenas políticas pero terminás dependiendo del factor humano, de las personas que realmente se comprometen o no. Por ejemplo, había una escuela de Formosa donde el referente TIC de discapacidad estaba todo el día y se lograron un montón de cosas; y escuelas de provincias donde se recibía todo el equipamiento, los materiales y la formación del Conectar Igualdad, y nunca se aprovechaba, porque la persona que era responsable como referente TIC de discapacidad no lo bajaba a la realidad y se quedaba ahí. Hace un par de años fuimos a Tucumán a poner en funcionamiento quince impresoras Braille que estaban en quince escuelas de la provincia y ninguna estaba funcionando. Juntamos a toda la gente del Ministerio de Educación y los docentes relacionados, pusimos a andar las quince impresoras y los capacitamos. Y les dijimos: “Nosotros podemos hacer todo esto y capacitarlos, pero ahora depende de ustedes”. Hoy estamos en un momento donde cuesta mucho más generar políticas desde el Estado, o que escuchen realmente a las personas involucradas.
-¿Por qué?
PL: -Nosotros, como Tiflo, somos una institución con un montón de respaldo institucional. En 2016 ganamos un premio de la Unesco sobre empoderamiento digital de personas con discapacidad, la primera vez que ganaba un proyecto de Argentina. Antes de ir a París a recibir el premio, nos recibieron en el Ministerio de Educación, íbamos a hacer mil cosas con el Ministerio, fuimos a recibir el premio que fueron veinte mil dólares y un reconocimiento que a nivel internacional te re sirve, pero volvimos y a nivel nacional nunca más nos recibieron en el Ministerio de Educación. O cuando nos recibieron, nos ofrecían ayudar con la difusión. ¡No! La inclusión y el acceso a la lectura en la escuela son responsabilidad del Estado, no de una ONG que muchas veces tiene que buscar recursos fuera del país para hacer los libros escolares. O tiene que conformarse con 200 mil pesos al año que el Gobierno de la ciudad pone por una convocatoria de proyectos. 200 mil pesos para garantizar el acceso a los libros para estudiantes con discapacidad en todo el país es nada. Es terrible. Vas al Estado y te ofrecen difusión, pero no hay compromiso. Hay un plan nacional de discapacidad que está vacío y se hizo sin las personas con discapacidad. Nos invitaron a todos al lanzamiento de un plan que no sabíamos de qué se trataba. Pusieron en el escenario a un montón de personas con discapacidad, el Presidente, la Vicepresidenta, hicieron un discurso, nos fuimos y nunca más nos convocaron. La ley que implementa el Tratado de Marrakech duerme en el Senado. Hoy el proyecto está parado, porque no se reúnen las comisiones de Cultura y de Educación.
Varados en Marrakech
-¿Qué regularía esa ley?
PL: -Es la ley que baja al ordenamiento jurídico argentino el Tratado de Marrakech. Como Tiflolibros, nosotros participamos de una plataforma internacional que hace la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual), donde compartís tus catálogos con otras entidades de otros países. Tendríamos acceso directo a 400 mil títulos, la mayoría en otros idiomas porque hay sólo cuatro mil en español, pero para la gente que estudia inglés o francés, tener acceso a las bilbiotecas de Inglaterra, Estados Unidos o Francia sería buenísimo. Hoy, como todavía no tenemos implementado el tratado de Marrakech, si le pedimos un libro a Inglaterra o Estados Unidos tiene que pasar por un proceso donde la OMPI tiene que gestionar los permisos para mandarlos a Argentina, porque todavía no tenemos aprobada esa ley. Esa ley duerme en el Senado, y fue presentada por la Dirección Nacional del Derecho de Autor del Ministerio de Justicia de la Nación, no por una ONG. O sea, el mismo Estado internamente muchas veces no puede moverse. Nosotros fuimos a una reunión con la Vicepresidenta en agosto de 2017, se comprometió que iba a salir y al final el proyecto fue presentado por otra senadora (Marta Varela, del Pro), porque (Gabriela) Michetti, como presidenta del Senado y al frente del Plan de Discapacidad, no. Lamentablemente, con el Estado actual, lindas las fotos, pero no logramos nada.
-También están las particularidades del sistema educativo…
PL: -Con el Estado siempre nos costó articular, porque luego de la maldita descentralización de los 90, donde todas las escuelas pasaron a las provincias, hoy tenemos un Ministerio de Educación de la Nación que no puede generar políticas y acciones a nivel nacional, porque el sistema educativo depende de cada provincia, está desarticulado y es muy difícil trabajar. Pero con un programa grande, fuerte y nacional, como el Conectar Igualdad, se pudo articular. Aunque trabajó con todas las provincias a nivel educativo, Conectar Igualdad fue un programa nacional y eso permitió generar algunas políticas, formación en el uso de tecnología, formación para las escuelas en el uso de impresoras braille, pudimos generar materiales… Y todo eso se desarticuló. Hace un par de años fuimos a una reunión con la Provincia de Buenos Aires y a todas las ideas que tenían, les teníamos que decir: “Pero si eso ya está hecho con Conectar Igualdad”. La misma Provincia había hecho esas cosas y no sabían, porque cambia un gobierno y se cambia todo. Es desesperante. Se liquidó todo.
JL: -Y qué fácil es retroceder todo lo que costó construir.
PL: -Realmente, el proyecto era un ejemplo internacional y tuvo la dimensión de la discapacidad desde el principio. Me acuerdo que nos convocaron, yo estaba en FAICA (Federación Argentina de instituciones de Ciegos y Ambliopes) para ver cómo incluir la dimensión de la discapacidad. No hacer un Conectar Discapacidad. Eso fue buenísimo. Mi hija cuando empezó la secundaria en 2015 recibió la netbook del Conectar Igualdad; ella no tiene una discapacidad, pero en su netbook estaba en el escritorio el lector de pantalla, que lo activabas y ya la computadora era accesible. Que el lector de pantalla esté incluido en la imagen de las compus que les llegan a todos los pibes, es una manera de hacer una política donde a la inclusión la tenés desde la base. Después hicimos un trabajo con los ministerios de Educación de cada provincia, a los que le pedíamos datos de todas las escuelas donde hubiera alumnos con discapacidad visual y a esas escuelas les mandábamos los materiales específicos de formación que habíamos hecho para el uso de las netbooks. Había provincias donde nos mandaban todo un detalle y otras que te pasaban datos de tres escuelas, y sabíamos que había muchas más.
Ni superhéroes ni seres de luz, sujetos de derechos
-¿Cómo aparece por lo general la discapacidad en los medios masivos de comunicación?
-Uh, ahí hay un gran tema. Lamentablemente, hay mucho estereotipo. Aparece con la noticia de la persona discapacitada “superhéroe que logró hacer tal cosa”, “qué maravilla, es gente con más energía pese a la adversidad” y toda esa cosa; o cuando hay algo con morbo; o esto de los “seres de luz” y la “persona con discapacidad buena”. Entre lo poco bueno que se hizo en medios es la columna que tenía en la Televisión Pública Verónica González, una chica con discapacidad visual que en su momento era columnista y ahora es cronista. Tiene mucha pelea en el canal para meter algunos temas, pero por lo menos ha logrado instalar una mirada mucho más de derechos. Lamentablemente, muchas veces la discapacidad para ser noticia tiene que ser “lo maravilloso”, o con morbo.
-¿Y en la ficción?
-En la ficción se han hecho muchas cosas que están buenas. Creo que en la ficción hay una muy buena oportunidad para naturalizar la discapacidad. A veces se la muestra estereotipada, pero otras veces se ha logrado en algunas ficciones mostrar que la persona con discapacidad no tiene que ser solamente el bueno, sino que puede haber uno malo con discapacidad.
-¿Qué sería en este contexto naturalizar?
-Que puedas tener un personaje con una discapacidad y que esa discapacidad no sea su centro, sino una característica más. No la típica novela donde la protagonista se queda ciega y sufre y supera su discapacidad cuando de repente y mágicamente se cura. Que supere la discapacidad porque pese a la discapacidad haga lo mismo que cualquier otro. Creo que en la ficción se puede romper con muchos imaginarios. He conocido gente que se ha preocupado por hacer bien sus personajes y contactarse y conocer a otras personas con discapacidad.
Fotos: Guadalupe Scotta (Comunicación Institucional FCC-UNC)