Desde el Encuentro Internacional “Derechos lingüísticos como Derechos Humanos”, el editor Alejo Carbonell cuestiona la intención elitista y centralizadora del Congreso Internacional de la Lengua Española: “Atenta contra la riqueza del lenguaje. Están dejando a todos afuera”. Director de un sello a punto de cumplir diez años, Carbonell aborda además los desafíos de las editoriales independientes en un contexto crítico.
Texto y fotos: Franco Muñoz *
Director de la editorial Caballo Negro, Alejo Carbonell cuenta en este diálogo cómo surgió el primer Encuentro Internacional “Derechos lingüísticos como Derechos Humanos”, un rechazo conjunto de varios actores académicos, sociales y culturales hacia el Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE). No es novedad que Caballo Negro galopa en Córdoba desde hace un buen tiempo. A meses de cumplir diez años en la edición de libros, su creador levanta las voces del sector y discute acerca de los desafíos por atravesar en este contexto de crisis.
Al caminar Córdoba por estos días, no sólo se encuentran reyes, presidentes o academias. También se puede conocer el trabajo y la voz de las editoriales independientes locales, que junto a la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC y un grupo de artistas se encuentran por los derechos humanos en general y lingüísticos en particular, en diferentes centros de la ciudad.
Son sesenta los sellos independientes que eligieron reunirse esta semana en las puertas de la sala Agustín Tosco, del Sindicato Luz y Fuerza. En ese histórico espacio se acomodan todas juntas, dejando pequeños pasillos para transitar y muchas mesas para frenarse delante de un libro hecho en Córdoba, por editores y editoras locales.
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“Esto que vez acá lo impulsamos nosotros, las editoriales independientes”, me dice Carbonell mientras alza sus brazos, que abarcan a todas las mesas dispersas en la sala de entrada del Sindicato Luz y Fuerza. Aquí recorre cada rincón, dialoga con cada colega, organiza los días siguientes del encuentro y registra lo que acontece con su teléfono móvil.
–En este marco de realeza que vive Córdoba, ¿cómo surge este encuentro?
-Nosotros hicimos un documento en rechazo al Congreso de la Lengua, y lanzamos esta feria de editoriales independientes. En coincidencia, la Facultad de Filosofía organizó un encuentro en contra del Congreso. Sumado a esto, un colectivo de artistas lanzó Malas Lenguas, y todos confluimos. Todos estamos en oposición a lo que está ocurriendo.
-Mientras transcurre este encuentro, impresiona la diversidad de relatos literarios y artísticos, que incluyen ediciones impresas y otras trabajadas a mano. Al ver esto, ¿qué tiene que ver el CILE, con su realeza y academias españolas, con esta cultura editorial?
-Nosotros hacemos libros todo el año, no necesitamos que venga ningún rey, ningún presidente ni ninguna academia a decir cómo, cuándo y con quién discutir ideas y aspectos del lenguaje. Si no hubiera un Congreso de la Lengua, si no hubiera un rey y no viniera nadie, nosotros lo hacemos lo mismo. Somos independientes y nos hicimos solos, sin Estado. Más vale que nos viene bien cuando el Estado tiene políticas que acompañan, pero si no las tienen, nosotros vamos a estar lo mismo. Lo que hacen (con el CILE) es allanar el camino al empresariado, que se hable un solo español, unívoco, neutro. Pretenden vendernos con una publicidad y esclavizarnos a sus órdenes. Esto atenta contra la riqueza del lenguaje, no sólo contra las lenguas de los pueblos originarios, sino contra los matices. Están dejando a todos afuera. Los españoles que hablan el idioma son una mínima parte; el resto estamos acá y sin embargo a la norma la tienen ellos.
-Por un lado, la UNC apoya al CILE pero también algunas de sus facultades impulsan este encuentro del cual sos parte. ¿Cómo ves esta dicotomía?
-Es rarísimo… No sé cómo hacen para convivir, porque en definitiva son decisiones de política universitaria. Por lo pronto, la Facultad de Filosofía y Humanidades estuvo muy bien y me extraña que otras escuelas o facultades no se hayan levantado en contra del Congreso de la Lengua. Hubiera sido muy importante que otras universidades se opongan y apoyen el contra congreso, eso faltó.
–Recién dijiste que a la norma la tienen ellos pero, ¿cuánto tiene que ver la mirada de cada autor en su relato? ¿Cómo lo relacionás con el libro de crónicas “Los Visitantes”, que editó Caballo Negro?
-El que mira lo hace desde una cosmovisión, un lugar y una experiencia. Cuando sacamos ese libro, queríamos discutir con la idea de crónica de viaje que tienen los suplementos de diarios o revistas, porque hay una condición fuerte de clase que hay por discutir. Cuando alguien escribe sobre sus viajes, cabe preguntarse: “¿Quién sos? ¿De dónde sos? ¿Juntaste guita cinco años para realizar el viaje o te la dieron tus viejos? ¿Hablás otros idiomas o te cuesta entender? ¿Te alojaste en un hotel cinco estrellas o estuviste donde te alcanzó?”. Estas cosas van hablar de vos. A veces, no es tan importante lo que se dice, sino aquello que está por detrás en un relato de estas características, que aparece en la superficie cada tanto y lo volvés a sumergir. Es algo que se va sembrando muy delicadamente en un texto, y ahí está el verdadero estofado.
-Entre los mundos del periodismo y la literatura, ¿en cuál ubicás a la crónica?
-Cada vez me preocupa menos el género literario. Hay una frase hermosa de Alberto Laiseca que dice: “Todo lo que está entre dos tapas es una novela”. Lo importante es si pasa algo o no, si está bueno o no, si hay una búsqueda, si hay un interés. Después uno se las arregla para vender, porque las lecturas cambian, las percepciones cambian y el contexto político cambia, todo el tiempo.
-Están a punto de cumplir diez años. ¿Cómo viven este momento y qué desafíos tienen por delante?
-Nos parece mentira, porque además seguimos siendo amigos. Logramos sostenernos en tiempos difíciles, el catálogo se entiende, saben quiénes somos, nos referencian. A nosotros nos gusta pensar en todo lo que nos falta. Los intereses se van moviendo y si nos quedamos, el lector también. En este sentido, estamos pensando en pegar un volantazo, en el perfil del catálogo, en la manera de distribuir. Vamos a ampliar y abrir nuevas colecciones. Veremos hasta dónde llegamos, porque es un año muy complicado económicamente, pero no sólo económicamente. Los insumos son más caros, la impresión es más cara, los derechos son más caros; está liberado el ingreso de libros y se compran menos libros. Todo este combo es mortal y no es que sólo las ventas bajan, sino que también sale mucho más caro hacer un libro, y en el sector nuestro esto recién empieza. Nosotros sacábamos ocho libros por año y de repente podemos publicar cinco, y en vez de hacer mil ejemplares tenemos que hacer la mitad.
* Estudiante de quinto año de la Licenciatura en Comunicación Social, orientación gráfica. Texto elaborado durante el curso “Buscar, mirar, preguntar – Fuentes y entrevista periodística”, de las secretarías de Extensión y Producción y Transmedia de la FCC-UNC.